362. Todo Nos Une, Nada Nos Separa

En 1.895 la revolución liberal arrojó de la administración pública a los progresistas y conservadores que se retiraron a sus casas en espera de nuevas oportunidades y estas recién llegaron en 1.912 cuando se produjo en Quito el arrastre del General Alfaro y sus compañeros y asumió el poder Leonidas Plaza Gutiérrez.

Por aquellos años el servicio exterior no rendía los frutos que hoy cosechan nuestros diplomáticos, ni era tan remunerado porque le faltaban las gabelas que ahora lo hacen apetecible; sin embargo, los del partido azul empezaron a captarlo y desde entonces los tenemos de embajadores, cónsules y ministros consejeros.

LA SITUACION INTERNACIONAL EN 1.912

No podía ser más crítica pues habiendo fracasado el arbitraje ante Alfonso XIII, Rey de España, que el 24 de Noviembre de 1.910 se inhibió de cumplir tales funciones para no lesionar los intereses de las partes; a más que una serie de convenios celebrados por Ecuador con Perú y Colombia habían fracasado al no canjearse las respectivas ratificaciones de los Congresos, quedando en simples protocolos.

Colombia y Perú amagaban nuestras fronteras y en los altos círculos oficiales se murmuraba que pronto llegarían a un Acuerdo de Límites prescindiendo del Ecuador; la guerra aparecía tan cercana como en 1.910 cuando el presidente Alfaro se trasladó a las líneas fronterizas del sur; sin embargo, en esa ocasión pasó la borrasca sin mayores consecuencias y en el Congreso Bolivariano de ese año reunido en Caracas para conmemorar el Centenario de la Independencia de Venezuela, se suscitaron circunstancias más propicias para un entendimiento entre los países liberados por Bolívar; con tal motivo en 1.913 el General Plaza Gutiérrez designó Ministros Plenipotenciarios de Ecuador en Lima y Bogotá a Augusto Aguirre Aparicio y al doctor Alberto Muñoz Vernaza, respectivamente, con órdenes de buscar fórmulas transaccionales que pusieran fin de una vez por todas  a nuestros diferendos fronterizos.

FRACASAN LAS GESTIONES DEL MINISTRO AGUIRRE EN LIMA

El Canciller peruano Francisco Tudela y Varela, el 8 de agosto de 1.913 entregó un memorandum a Aguirre Aparicio pidiéndole como medida inicial para un arreglo definitivo que ambas cancillerías fijaran «a priori» una línea limítrofe justa y que se comprometieran a respetarla, hasta tanto el asunto fuere resuelto por un Juez Internacional que se nombraría al efecto.

Ese primer memorandum dio inicio a nuevas conversaciones en Lima y cuando Aguirre Aparicio regresó a Quito a consultar la propuesta con el Canciller ecuatoriano Luis Napoleón Dillon, obtuvo para esta «fórmula mixta» la aprobación de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores y los poderes plenos para negociar; mas, habiendo regresado al Perú, se encontró con la novedad de que el gobierno constitucional de Guillermo Billinghurst había sido depuesto por un golpe revolucionario, asumiendo el poder una Junta Militar que presidía el Coronel Oscar R. Benavides, que duró desde Febrero de 1.914 hasta Septiembre del año siguiente, cuando entregó el poder a José Pardo y Barreda, enemigo jurado de nuestra Patria por haber sido el Presidente que ordenó las incursiones fronterizas de 1.904 a 1.908 contra los destacamentos militares ecuatorianos en la zona del río Amazonas. En estas circunstancias ya nada pudo hacer el Ministro Aguirre y comprendiendo el fracaso de su gestión, así lo comunicó a la cancillería ecuatoriana en nota reservada.

GESTIONES DIPLOMATICAS EN BOGOTA

Por su parte el Ministro Plenipotenciario Muñoz Vernaza, que había reemplazado en Bogotá a Rafael Orrantia, intentó un acercamiento con los doctores Carlos E. Restrepo y Francisco José Urrutia, Presidente y Canciller de Colombia respectivamente, sin alcanzar ningún resultado por la proximidad del debate electoral para la designación del sucesor de Restrepo.

Los miembros del partido republicano de Colombia se habían separado para volver a formar los dos históricos grupos liberal y conservador y mientras los primeros se dividieron, los segundos formaron la «Unión Conservadora» y presentaron de candidato José Vicente Concha para el período de 1.914 a 1.918 que ganó las elecciones con 300.735 votos contra el liberal doctor Nicolás Esguerra que apenas alcanzó 36.763. El triunfador Concha era un distinguido escritor y parlamentario y desde 1.912 había figurado con Marco Fidel Suárez como Jefe de los conservadores y de su gobierno, se puede decir que siempre acató las leyes y supo sortear los difíciles escollos de la política con serenidad y arrojo, entregando al final de su período un país próspero y dichoso.

TRATADO DE LÍMITES MUÑOZ VERNAZA – SUAREZ

Entre los puntos del programa de labores del nuevo mandatario se contemplaba el arreglo de las fronteras con Venezuela y Ecuador y el nuevo Canciller colombiano Marco Fidel Suárez, aprovechó de la buena voluntad de Muñoz Vernaza para iniciar las gestiones tendientes a este fin, formando una comisión compuesta por él y por los doctores Adolfo Urueta y Antonio José Uribe, que trabajó desde el 4 de Noviembre de 1.915, a base de una propuesta del doctor Muñoz Vernaza, por la que el Ecuador retenía el dominio del río Putumayo hasta su desembocadura en el Amazonas, lo que no fue aceptado por Colombia; entonces Muñoz Vernaza, para arreglar, cometió el gravísimo error de ceder y el 15 de Julio de 1.916 suscribió el Tratado de Límites con el canciller Suárez.

De inmediato fue criticado por la prensa ecuatoriana por haber cedido gratuitamente, en términos criollos regaló más de 180.000 kilómetros cuadrados a Colombia sin obtener a cambio ningún convenio de alianza defensiva que nos permitiera repeler con éxito cualquier intento de invasión por el sur. A Muñoz Vernaza tampoco se le ocurrió pensar que Colombia nos iría a traicionar, entregando dichos territorios gratuitamente al Perú.

En Quito la protesta fue grande y numerosos compatriotas escribieron en diferentes diarios de la República contra ese írrito convenio. Los doctores Carlos Carbo Viteri, José Peralta y José Luis Tamayo y los señores Carlos Rendón Pérez y el propio Aguirre Aparicio lo condenaron, indicando que esa cesión gratuita equivalía en territorio a una extensión mayor que la sierra y costa unidas.

Sin embargo el Canciller doctor Rafael H. Elizalde lo defendió, mal aconsejado por la Junta Patriótica Nacional compuesta por el Arzobispo Federico González Suárez y los doctores Luis Felipe Borja Pérez, Carlos R. Tobar Borgoño y Nicolás Clemente Ponce, pensando que todo sacrificio era útil con tal de conseguir una solución pacífica a nuestros problemas con Colombia (cuán lejos estaban los de la Junta Patriótica de imaginar que poco tiempo después, por el tratado secreto Salomón – Lozano, el vecino del norte traicionaría nuestra amistad regalando al Perú esa zona, agravando aún más el problema)

El doctor Muñoz Vernaza era un conservador de carácter agrio y genio fogoso y por su rama materna de origen colombiano; en su pasado tenía una activa militancia política y se le acusaba de haber intervenido directamente en el criminal fusilamiento del Coronel Luís Vargas Torres; de manera que por su carácter y por sus antecedentes no era una persona recomendable para arreglar disputas. En los últimos tiempos antes de su muerta ocurrida el día 5 de mayo de 1.941 había comprendido el error cometido en 1.916 en Bogotá.

INCIDENTES FRONTERIZOS DE 1.915

Nuestro Congreso había ratificado el Tratado y se esperaba lo mismo del colombiano. I mientras se discutía en Bogotá la aprobación del Tratado ocurrían una serie de roces armados en la región del río Carchi; el gobierno colombiano designó una comisión compuesta por el doctor Antonio José Restrepo y los señores Antonio Cárdenas Mosquera y Julio Garzón Nieto y el ecuatoriano otra formada por el doctor Nicolás Clemente Ponce y los señores Ignacio Fernández – Salvador y Héctor Dueñas Giler, con el fin de determinar una línea provisoria de «statu quo», en tanto avanzaban las negociaciones definitivas.

Estas comisiones no tuvieron oportunidad de trabajarporque el tratado se suscribió casi enseguida en Bogotá y el gobierno ecuatoriano invitó a los delegados a Quito, aceptando los comisionados Restrepo y Cárdenas y excusándose Garzón por ocupaciones personales previamente contraídas.

El Dr. Restrepo, poeta clásico, compuso un himno que tituló: «Sáficos Adónicos» en el que nosesabe que apreciar más, si lo insulso de sus pensamientos o lo horripilante del metro y tuvo la puerilidad de dedicarlo al nuevo presidente ecuatoriano Dr. Baquerizo Moreno, poeta que desempeñaría la presidencia del Ecuador.

Restrepo llegó al colmo de su pedantería haciendo que un diario capitalino lo publique con dedicatoria y todo; luego lo recitó en el Teatro Sucre, en una velada organizada en su honor por la Sociedad Jurídico Literaria de Quito, donde el Dr. Nicolás Clemente Ponce contestó con otros versos inspirados en «Safo y Alcea», sus maestros en eso de retórica y arte poética. Por supuesto y para no quedarse atrás en tanto disparate, Ponce dedicó los suyos al Presidente colombiano y luego las composiciones fueron recopiladas en un folleto con las fotografías de ambos diplomáticos. Por algo se decía en Quito que el Dr. Nicolás Clemente Ponce tenía el defecto capital de ser pueril y soberbio, todo en una. I como para muestra basta un botón veamos cómo el Dr. Restrepo alcanza vuelo, en su himno, con las siguientes estrofas:

Desde alpha a omega, al continente afana

Solo un designio; la común defensa

la lengua, el credo, la procera estirpe, todo nos une …

Baquerizo Moreno, cuando contestó la dedicatoria, se apoyó en esta frase de «Todo nos une» y con mucho ingenio escribió «Agradézcole el propósito y el recuerdo y ya que todo nos une, unidos queden así, para siempre, su nombre y el mío. Todo nos une nada nos separa.»

Por su parte el Dr. Nicolás Clemente Ponce comienza los suyos de la siguiente manera:

Venga al Hunza soberano el cóndor

raudo batiendo las remeras alas

hacia el Pichincha, cuya cumbre mira

cielo de glorias…

Eso de las remeras alas, es una metáfora muy fea y desafortunada, pues nadie puede remar con las alas ni volar usando remos ¿No les parece?

I así, entre versos y flores diplomáticas, se nos arrebató el norte patrio desde las orillas del río Putumayo hasta casi las del Napo, perdiéndose algunas poblaciones orientales que siempre habían sido ecuatorianas: volvíamos después de casi cien años a la frontera imaginaria que los diplomáticos peruanos y colombianos, a motu propio, nos habían fijado en 1.830, en el tratado secreto Pedemonte – Mosquera, celebrado a nuestras espaldas y para causarnos perjuicio. Así marchó la diplomacia del Ecuador al fatídico año de 1.941 en que se produjo la peor de las catástrofes: la invasión peruana y su secuela el írrito protocolo o Tratado de Río de Janeiro.