335. Coronada De Rosas


Aurora Estrada nació en la hacienda Juana de Oro vecina al pueblo de San Juan, Cantón Puebloviejo, en 1.903. La zona era un grandioso emporio de riqueza. Un millón de árboles de cacao de arriba, miles de cafetos y frutales, y enormes potreros, reflejaban su potente vida vegetal en el río.

Su padre había sido corredor de bienes raíces, pero se encontraba retirado a causa de una dolencia cardiaca, acostumbraba en las noches leer y beber por copitas de una poma de esencia de café, su madre era tierna y bondadosa, tejía y bordaba maravillosamente.

Creció mimada porque cinco hermanitos mayores habían muerto en la infancia. El padre era su compañero y una tarde en la que habían salido a pasear por los alrededores, encontraron un tronco seco y él grabó con su navaja las palabras latinas Ego Sum (Yo soy) ¿Qué significan? preguntó la niña, recibiendo por respuesta “Algún día lo sabrás”. Así modelaba su carácter, por eso se ha dicho que la niña tuvo una niñez rica en experiencias. En otra ocasión le obsequió un espejito adornado de flores y ella buscó un papel y con mano trémula escribió su primer verso que dedicó a las rosas. No sé dónde encontré la poesía, diría años más tarde, porque siempre la llevaba dentro.

En 1.901 regresaron a Guayaquil e ingresó con su hermana Haydeé a una escuela pública. Falleció su padre y se volvió una niña triste y vagarosa, que hablaba poco, siempre con voz dulce y delicada. Su madre adquirió una casita de madera en Vélez entre 6 de marzo y Pedro Moncayo.

La joven entró a la sección femenina del Rocafuerte y cuando tenía quince años la madre mostró varios de sus poemas a su pariente Francisco J. Falqués Ampuero que esa misma noche tocó en la puerta de calle. Sobresaltada la señora abrió la ventana comprobando que era el poeta que había regresado y pedía unas tijeras, con las cuales cortó en el parque del centenario varias rosas y volviendo dijo: Déjame subir, quiero ser el primero en coronar a Aurora, y cortó las espinas, trenzó las ramas, la despertó y dijo muy quedo: Te corono primero pero después lo harán otros, y se fue como había venido, dejando a todas emocionadas.

 A poco formó el grupo “Los Hermes” con otros intelectuales post modernistas, casó con uno de ellos y siguió siendo la joven esposa y madre que vivía en el hogar.  En Yo soy se definió así // Soy fina y pequeña, tú mismo lo dijiste / – ella es pequeña y fina como un ala en tensión – / y son mis ojos suaves, bajo mi frente triste, / a mis labios ardientes, una contradicción. //

Colaboraba en el diario El Guante y en diferentes revistas. En 1.925 sacó su poemario “Como el incienso” con piezas antológicas: El hombre que pasa, El poema de la Casa en ruinas. María Piedad Castillo dijo: Ante esta nueva poetisa, todas cedemos el paso y se convirtió en su gran amiga pues así era de generosa.

El libro le abrió las puertas de la fama y empezó a figurar junto a consagradas figuras femeninas: Juana de Ibarbouru, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, con quienes se escribía. El 12 de octubre de 1.928 fue coronada en el paraninfo de nuestra Universidad como reina de la Poesía por su canto España y Ecuador, cumpliéndose lo vaticinado por Falqués.

I advino el nuevo tiempo en que espiritualmente debía avanzar y comprender la angustia de la colectividad menesterosa, su poesía se tornó social con Canto de las trabajadoras Navidad (1.931) J. White y Co. (1.933) y en Chaco (1.937) su voz rebasó la línea de sectarismos y mediocridades.

Afiliada al Comunismo, frecuentó a los obreros en los sindicatos y sufrió las embestidas de la Junta Militar de Gobierno que le arrebató en 1.963 su cátedra universitaria. Benjamín Carrión se preguntaba cómo pudo tener tanta fuerza y pasión democrática y tanta voluntad de servir.

Mujer universal, concurrió a Congresos Internacionales de Paz y formó parte de Agrupaciones femeninas mundiales. La muerte le tomó por sorpresa durante un acto público, a causa de un derrame cerebral.

EL POEMA DE LA CASA EN RUINAS. Para mi hermana.  // La casa en ruinas, blanca como una niña anciana / que saliera a tomar el sol esta mañana, / sobre el camino lacio, tristemente curvada, / se halla como de algún largo viaje cansada, // Sobre el tejado rojo, inquieta enredadera / se extiende como un verde manto de primavera / y en la ventana un trozo de tela desteñida / finge una mano trémula en larga despedida. // Cuelga un nido vacío de errante golondrina / en el alero roto que a la tierra se inclina, / y entre los corredores las pacientes arañas / con sede fina y suave tejieron sus marañas. // En el umbral soleado sigue la negra puerta / como pupila fija y enigmática abierta…/ ascendamos hermana, por la escala de piedra / por la escala que adorna, ya marchita la yedra // Semejando el lamento, del que se encuentra herido, /Cómo cruje doliente el piso carcomido / escucha unciosamente, como que huyeran alas / nuestros pasos leves por las desiertas salas. // I ríes de mis palabras y el surtidor sonoro / de tu garganta perla como fuente de oro. / la casa en ruinas, blanca como una niña anciana, / mi sueño sin aurora, bien cobijara hermana. // I nos vamos al fin por la senda florida, / tú alegre y sonrosada, en plenitud de vida, / yo pálida, llevando mi primavera muerta / como si fuera el alma de la casa desierta. //