327. Los Comienzos de De La Cuadra

“Buena parte, la mejor acaso de mi infancia dorada, se la comió el tiempo, mientras habitaba yo en un ruinoso caserón de esos que virtualmente ha desplazado ya la construcción moderna”. Curioso y soñador “pasaba las horas del bochorno atisbando a través de las grandes chazas, constantemente abiertas, el paso de los torrenciales aguaceros de esos tiempos y aspirando el olor del cacao de Guayaquil, que se secaba al sol en las aceras. Ese olor que permanecía flotando, suspendido en nubes invisibles y circulando por los grandes cuartos solemnes, amplios como naves de iglesia, que opacaban la luz al robarle fulgencias de sus tablas sin pintar”.

Nacido en Guayaquil el 3 de septiembre de 1903, fue bautizado como José Vicente. Hijo único de Vicente de la Cuadra y Bayas, guayaquileño, bohemio trasnochador y algo irresponsable, empleado que falleció a causa de una fulminante neumonía, uno de los últimos vástagos de la noble y numerosa familia vasca De la Cuadra, avecindada durante la Colonia en el valle de San Francisco de Baba, donde tuvieron heredades, gozaron de cargos de Cabildo y realizaron matrimonios ventajosos. Con la independencia en 1820 perdieron relieve y para el Incendio Grande en octubre de 1896, los pocos que aún quedaban se sumieron en el anonimato y la pobreza por la destrucción y pérdida de sus bienes. Su madre fue Ana Victoria Vargas y Jiménez -Arias, nacida en Piura en 1869, durante el exilio de su padre, el coronel José María Vargas Plaza, por masón y liberal, en tiempos de la segunda tiranía de García Moreno (1869-75). Y como don Vicente de la Cuadra murió joven dejando a su hijo en la orfandad, el niño pasó con su madre a vivir en casa de su abuelo materno, que estaba viudo y los protegió.

Como era la costumbre, atendió la primaria con preceptoras y en 1915 su abuelo Io puso a estudiar contabilidad en la escuela del acreditado profesor Marco A. Reinoso, al tiempo que seguía la secundaria en el colegio Vicente Rocafuerte. De solo quince años, el 18 editó la revista mensual Melpómene, publicación científica y literaria trabajada con Jorge Japhel Matamoros, que solo se publicó tres veces. En el número uno de junio apareció su cuento Cosas de la vida. El 19 salieron sus primeras crónicas, así como tres poemas: Decepción, Sangre de incas y A la pálida. En la revista Juventud estudiosa, publicación mensual de arte, ciencia, literatura y actualidades, que tuvo aliento modermista y dirigía a medias con Teodoro Alvarado Olea, trabajando en la administración Tomás Mateus; se imprimía en los talleres de la Sociedad Filantrópica del Guayas. Allí apareció su nota necrológica por la muerte de Medardo Ángel Silva y varios artículos cortos como Los predestinados y La mujer.

En 1921 se graduó de bachiller y comenzó la carrera de Jurisprudencia. Burlón y amigo de gastar bromas, a su madrina Leonor Vera de Vera le obsequió el año 22 su retrato falsamente fechado en Hong Kong. Debió ser por esta época que ingresó a la logia masónica Libertad; con los años, ocuparía la secretaría de la Gran Logia del Ecuador. El 23 publicó en la revista La Ilustración, dos relatos titulados La calavera y Vencido el obstáculo, con temática romántica y anodina. Fue nombrado bibliotecario del Vicente Rocafuerte y publicó su cuento El desertor en la revista Germinal, que dirigía con su compañero Colón Serrano. Su cuento Nieta de libertadores, de ambientación rural, salió en El Telégrafo, donde dirigió la página femenina semanal titulada Para la mujer y el hogar, bajo el pseudónimo de Ruy de Lucanor.

Al término de las jornadas, acostumbraba bajar del diario con varios compañeros de trabajo, se instalaba en el vecino salón El Búho y cantaba canciones del litoral con Humberto Mata Martínez y otros intelectuales. Así fue como se inició en la bebida.

En 1924 integró con El extraño paladín un volumen de cuentos titulado Oro de Sol, que dedicó a Carlos Alberto Flores, su jefe en el periódico. Entonces salieron en la serie Lecturas breves de la Editorial Mundo Moderno sus cuentos Perlita Lila en 58 págs., y Olga Catalina -como la sobrina del último zar de Rusia- en 14 págs. Luego Loto en flor, narraciones de orden sentimental con residuos de estilo modernista, dentro de una prosa preciosista y una insulsez detestable, pues esa era la temática de los escritores de su generación, lectores en gran parte de los románticos del siglo anterior, autores de novelas como María y Cumandá. Después vendría la ruptura hacia un realismo social con los cuentos de Horacio Quiroga y sobre todo con Macedonio Fernández, Mariano Azuela, etc., entre los más conocidos.

Tmbién el 24 colaboró en la revista Bohemia y al producirse la Revolución juliana el 9 de Julio del 25, que significó un cambio brusco y necesario hacia la solución de los problemas sociales en el Ecuador, sus ideas se fueron tornando socialistas y se afilió a dicho partido cuando se fundó en 1926. También inauguró la Universidad Popular, con cursos gratuitos para las clases pobres, pero no tuvo éxito y empezó a enviar colaboraciones a la revista mensual Savia, de José María Aspiazu Valdés y Luis Gerardo Gallegos, donde apareció Maruja, rosa, fruta y canción; también sacó Si alguna vez, parte de una página galante dedicada a Victoria María Roggiero Benites, y un ensayo evocativo de una visita realizada a Cuenca; en la revista Voluntad, apareció otra colaboración más.