La gira realizada por la ‘Divina’ Ana Pavlova, considerada la mejor bailarina del mundo constituyó un evento de importancia continental para Sudamérica, pues fue motivando con su arte a los espíritus más sensibles. En Guayaquil se presentó en el teatro Olmedo a finales de abril de 1917 con una acompañante masculino, pero las gentes del público que nunca habían presenciado un ballet ni sabían de lo que trataba asistió en escasa por proporción, según lo anotó años más tarde Abel Romeo Castillo en una de sus crónicas, indicando que parte de la galería tuvo que ser retirada por la policía debido a la incultura, pues habiéndose atrasado la bailarina en salir a escena, sin conocer que la demora se debía a la incomodidad de los pequeños camerinos del teatro, empezaron a gritar “!A qué hora que la mona llora!” y “¡Apúrate mantequilla ladrón!”, así como otras vulgaridades y sandeces. Me figuró que la ‘Divina’ debió escuchar los gritos tanto como atisbar los aspavientos y hasta pudo preguntar en francés, idioma que se usaba en su trato diario ¿Quin que si mantiquilla?
Después se burlaron de la falta de virilidad del acompañante. En cambio, Medardo Ángel Silva, que a sus 19 años cubría el espectáculo para El Telégrafo con un smoking prestado por su jefe Manuel Eduardo Castillo (que le quedaba ancho y mamarrachoso) no se atrevió a sentarse en el palco de la prensa y sólo vio bailar a Pavlova escondido detrás de una cortina pero quedó tan impresionado que al llegar a casa, en el silencio de la noche compuso el “Dance d’ Anitre considerado uno de los poemas ecuatorianos más exquisitos y elegantes del siglo XX, sólo comparable en finura y diafanidad a la “Canción a Teresita” (del Niño Jesús) de la autoría de César Dávila Andrade, dedicada a su prima hermana María Luisa Machado Dávila, fallecida joven y de tuberculosis, a quien el vate cuencano amaba románticamente como se lo confesaría su madre en una carta poema // Yo la amaba // mi timidez entonces me quebró las palabras…/ dime sinceramente qué piensas de ese hijo/ salió tan raro…//
CANCI´ON A TERESITA.- Apasionadamente.- FRAGMENTO .- // Pálida Teresita del infante Jesús/ Quien pudiera encontrarte en el tronco paisaje de las estalactitas,/ o en esa nube que bajaba de tarde, a los dinteles/ entre manzanas blancas, en una esfera azul/ Caperucita parda,/ Quien pudiera mirarte las palmas de las manos,/ la raíz de la voz./ Y hallar sobre tus sienes mínimo crucifijos/ bajando en la corriente alguna avena azul!// Colegiala descalza, aceite del silencio, violeta de la luz//.
ANA PAVLOVA (San Petersburgo 1882 — La Haya 1931) nació enfermiza en el seno de una familia campesina y su padre falleció cuando ella tenía dos años su madre la llevó al campo para que tomara clima. De ocho años presenció una representación de la Bella Durmiente, ballet del célebre compositor ruso Ilich Tchaicovsky y quedó embrujada. Matriculada en el ballet imperial debutó en 1899 y pasó al teatro Mariinsky. El 5 su amigo el célebre coreógrafo ruso Mijáil Fokin creó para ella el solo de la muerte del cisne con la música del cisne, tomada del carnaval de los animales del compositor francés Camille Saint Sáenz, entonces ascendió a primera bailarina. Desde el siguiente año realizó giras por Europa formando parte de los ballet rusos de Montecarlo que dirigía Sergei Diagilev. El 10 visitó los Estados Unidos y se presentó en la Metropolitan Opera de New York con los éxitos inusitados. En 1911 y el 25, año de su retiro viajo con su compañía de ballet por la mayor parte de los países del mundo, motivando a los espíritus de selección hacia ese arte considerado hasta entonces como menor. Era una bailarina delicada, especialmente dotada para los ballets románticos pero no aportó innovaciones creadoras. El 14 casó con su manager y acompañante Victor Dandre. Siempre fue una mujer bella, delicada, etéria, ágil y de sentimientos alturistas y generosos, por eso cuando en enero del 31, el tren que viajaba por Holanda quedó detenido a causa de un accidente, corrió por la nieve sin protegerse del frío para ayudar a los heridos. Días más tardes le comenzó una pulmonía y como aún no existían los antibióticos se agravó. Sus últimas palabras fueron “Preparad el traje del cisne y tocad aquel último compás muy suavemente”. Al conocer de su muerte hubo histeria colectiva numerosa bailarina jóvenes pensaron que el alma de la difunta había transmigrado a sus cuerpos. Tal su fama. Se reveló en el interior de la iglesia Ortodoxa Rusa y su cuerpo fue cremado y enterradas las cenizas en el cementerio Golders Green de la capital inglesa. “Vivió en el umbral del cielo como intérprete de los caminos de Dios“.