En Julio de 1.918 arribaron los miembros de la Comisión Salubrista de la Misión Rockefeller a Guayaquil, venían con el sabio japonés Hideyo Noguchi, famoso por sus descubrimientos bacteriológicos, portando instrumental científico y sesenta cobayos o conejillos de Indias, que instaló en un lazareto especial en la Atarazana.
La Comisión trabajó intensamente casi dos meses hasta el día 3 de septiembre, en que sus médicos partieron en el vapor inglés Chile hacia los Estados Unidos.
Se habían dedicado a la revisión de los depósitos de agua de bebida y uso doméstico, tanques, cisternas, etc. que eran criaderos de larvas del mosquito Aedes aegipti (culex fasciatus) de vuelo nocturno y radio corto, que se sabía era el trasmisor de la mortal enfermedad y sentó los métodos a seguir para su completa erradicación. Curiosamente aconsejaron que los tanques de agua que se conservaban en los domicilios ricos y en los patios exteriores de los pobres, se coloque una lisa o un guanchaco (ambos peces de agua dulce) para que, al alimentarse de las larvas de los mosquitos, purifiquen las aguas. Este método, aunque primitivo, surtió gran efecto, pues desde entonces la peste de fiebre amarilla disminuyó en Guayaquil. Por eso se ha dicho que esta Campaña de Saneamiento tuvo un éxito sin precedentes pues merced a sus métodos y normas de trabajo, no se reportan casos de tan mortífera dolencia desde entonces.
Noguchi fue el único miembro que se quedó en nuestra ciudad ya que desde el 24 de Julio había detectado en las tomas de sangre de la enferma Asunción Arias lo que él denominó el germen específico de la fiebre amarilla e intentaba fabricar una vacuna que recién pudo terminar en septiembre e inyectó en Quito a veinte y dos soldados destinados a servir en Guayaquil; pero se dio el caso que algunos contrajeron la enfermedad al llegar y entonces Noguchi reforzó la dosis con una segunda aplicación de linfa a los militares sanos, pensando que su vacuna no era lo suficientemente efectiva y requería duplicar la dosis de linfa.
Con estos antecedentes declaró a los periódicos que había descubierto el germen que provocaba la fiebre amarilla y fabricado una vacuna para evitarla. La noticia fue celebrada en el mundo entero como un brillante paso de la ciencia moderna en su lucha contra las pestes, pero la euforia inicial se fue disipando con el paso de los años al comprobarse en la década de 1.920 que solo se había hallado el agente que provoca la leptospirosis o ictericia infecciosa, que en algunos casos puede coexistir con la fiebre amarilla en el organismo humano, pero no es causa de esta enfermedad ¿Qué había sucedido? Pues que en 1.918 Guayaquil había soportado dos epidemias al mismo tiempo, una de leptospirosis y otra de fiebre amarilla y como el microscopio ordinario de electrones solo se puede apreciar las levaduras u hongos, los microbios, las bacterias y otros gérmenes de buen tamaño, Noguchi solo descubrió el agente patógeno de la Leptospirosis que es una bacteria, pero en ningún caso pudo observar a los virus que son infinitamente más pequeños y siendo la fiebre amarilla una enfermedad viral, escapaba a su investigación que recién en 1.926 con la aparición del microscopio electrónico a base de fotones, pudo ser descubierto y aislado dicho virus de la fiebre amarilla por los miembros de la Misión Salubrista Rockefeller en África. I como la vacuna de Noguchi resultó ser inocua contra la Fiebre Amarilla, porque solo servía para evitar la leptospirosis, dolencia benigna y pasajera, que no amerita vacuna, ésta fue descontinuada.
Mas, la participación científica de Noguchi en la memorable campaña realizada en Guayaquil en 1.918 no por ello dejó de ser valiosísima, pues descubrió al agente etiológico de la leptospirosis y fabricó su vacuna como ya se dijo, investigó los caracteres patológicos de la fiebre amarilla, los hábitos del mosquito Aedes Aegipti que la provoca, aparte que su venida sirvió de incentivo para fomentar vocaciones: Juan Modesto Carbo Noboa se dedicó desde entonces a investigar el cáncer, Lupercio Arteaga Martinetti trabajó su tesis sobre la acción de los chinchorros a lo largo de la vía férrea a la costa en la trasmisión del Mal de Chagas, Roberto Leví Castillo, llamado por el vulgo “El Doctor Mosquito” en la década de los años 40 publicó sus estudios científicos muy profundos sobre este vector.
Volviendo a Noguchi el 6 de septiembre de 1.918 dictó una conferencia sobre la Fiebre Amarilla en el laboratorio instalado en el Lazareto. La noche del 23 de octubre la Comisión Universitaria le rindió un solemnísimo homenaje en el teatro Olmedo “al descubridor del germen de la fiebre amarilla” como se dijo entonces, le entregaron un Acuerdo expedido por el gobierno, el título de miembro honorario de la facultad de Medicina de la U. de Guayaquil, un artístico sable, fue asimilado al grado de Coronel y Cirujano mayor del Ejército en forma ad- honorem, finalmente el 27 de ese mes partió a New York en el vapor inglés Manabí.
En octubre del siguiente año 19 el Dr. Wenceslao Pareja publicó los trabajos realizados por Noguchi en Guayaquil, en el boletín de la Facultad de Medicina y Cirugía No. 125 bajo el título de “Etiología de la fiebre amarilla, sintomatología y hallazgos patológicos de la fiebre reinante.” En 1.922 “Inoculación profiláctica contra la fiebre amarilla” en 49 págs, explicando la campaña emprendida en Guayaquil, pero equivocando nuevamente a la leptospira icteroide con la fiebre amarilla.
La fiebre amarilla tiene dos formas de presentación, Una benigna que dura pocos días, puede ser confundida con paludismo y deja inmunizado de por vida al individuo y la otra que puede wer mortal.
La aparición de los cuadros sintomáticos se presenta en los casos extremos con fiebres, cefaleas, náuseas, orina turbia, el llamado vómito prieto de sangre negruzca como si estuviera mezclada con hollín, finalmente viene la pérdida de la conciencia y la muerte en uno o dos días pues el virus ataca especialmente al hígado y los riñones.
En la antigüedad diezmaba poblaciones enteras y durante el coloniaje español se la consideraba endémica en las costas del Darién, Panamá, Portovelo, Veraguas y hasta en Cartagena de Indias. Se cree que pudo llegar a América procedente del Cabo Verde en un navío negrero con esclavos apresados en dichas costas. De la epidemia de 1.648 – 49 en Cuba se tiene noticias muy concretas y desde allí se expandió a Yucatán y a las islas del Caribe, especialmente Martinica. Los piratas ingleses y holandeses la llevaron a las colonias norteamericanas y los europeos la sufrieron en el siglo XVIII por contagio desde el puerto de Cádiz. Todavía se recuerda la epidemia de Filadelfia de 1.838. En Guayaquil la tuvimos en 1.842.
En la actualidad prácticamente ha desaparecido, aunque existen brotes selváticos donde parece endémica pues los monos pueden ser portadores pasivos del virus. La leyenda del buque fantasma que no pudo anclar en puerto debido al contagio y que finalmente fue encontrado vacío con la marinería muerta, aún se escucha como algo cierto.
El descubrimiento que estableció la conexión entre el mosquito, la peste y el ser humano, se debe al médico cubano Carlos Finlay (Camaguey 1.833 – La Habana 1.915) graduado en Filadelfia y especialización en Alemania, quien desde 1.870 había elaborado una teoría sobre la Fiebre Amarilla que tras varios años de comprobación expuso en febrero de 1.881 en la Conferencia Internacional de Medicina celebrada en Washington. “Todas las evidencias indican que la Fiebre Amarilla puede ser trasmitida por un agente intermediario”, en agosto siguiente, durante una Conferencia pronunciada en la Academia de Ciencias de La Habana identificó finalmente a dicho agente como el mosquito Culex Aedes Aegipti. El trabajo fue publicado ese año en los Anales de dicha institución; sin embargo, la teoría de Finlay no fue aceptada sino hasta 1.900.