257. La Generosidad de Clemente Ballén

Cuando frisaba los cuarenta y un años de edad en 1868 sufrió una fuerte decepción amorosa y para escapar de los solados comentarios de la gente, salió de Guayaquil con su hija Anita Ballen y García, a quien caso después con un banquero de parís y tubo sucesión. 

Y como requería de alguien que la cuidara se hizo acompañar de su madre, quien tenia un altísimo concepto de él, al punto que en cierta ocasión exclamo “Él es mi dicha, mi orgullo y mi consuelo.” Lo que yo haga por el por su hija, educándola a mi lado, ¿Qué significa? ¿Qué puede valer comparado con los sacrificio que él se impuso y sigue imponiéndose por mí?. Esto lo decía por que el joven Clemente fue un verdadero padre para sus hermanas y solamente para que su madre no suspirase al ver a la única hija que le quedaba en Guayaquil, la hizo ir a vivir en Paris con sus tres hijas y le asigno una mensualidad.

Al llegar a Paris Clemente Ballen había sido designado apoderado de la banca Dreyfus y se convirtió en el agente de los negocios ecuatorianos en esa nación y en el colocador de capitales franceses en nuestra patria, realizando una labor activa e inteligente. Su delicadeza especialmente en asuntos de dinero, mostrábase extrema. 

En 1877 reemplazo al negociante francés Fouquet recién fallecido, como agente general del Ecuador en Francia. Primero estableció las oficinas en una pieza del boulevard Haussman y luego en la avenida de la opera, dentro del local de la casa Dreyfus. Allí atendía a ecuatorianos y franceses, mañana y tarde, sentado a su mesa de trabajo, junto a la cual aparecía la cómoda butaca que parecía a guardar al paisano, al amigo, al que jamás a hacer antesala y a quien tendía la mano cariñoso, aun en las horas en la que se le iba a interrumpir el asunto que estaba estudiando o despachando. Cualquier ecuatoriano sabia antes de que abandonara el suelo patrio, la buena fama y el prestigio de que gozaba en Paris, en todos los círculos sociales. El señor Ballen de cuya amabilidad hacían lenguas los que regresaban al terruño. En 1878 fue designado ministro de hacienda, pero se excusó. El 89 fue comisario general de la exposición internacional de Paris, celebrada para conmemorar el centenario de la revolución francesa, donde el ecuador logro un éxito sin precedentes con setenta y un premios, cifra la mayor obtenía por un país sudamericano en ese evento. Ese año fue condecorado por el gobierno de Francia con la cruz de la legión de honor. 

El 90 adquirió en un remate en Paris parte de las barandas del antiguo palacio de las Tullerías y las envió al Ecuador para que fueran colocadas en el palacio presidencial que se estaba remodelando. 

El 91 le fue ofrecida la candidatura liberal a la presidencia de la republica por un grupo de prestantes guayaquileños pertenecientes a la banca, el comercio, la industria y la prensa. El diario de avisos sostuvo la candidatura con ahinco, pero Ballen tuvo que excusarse en razón de su enfermedad cardiaca, cuyos primeros síntomas le habían comenzado.

El ultimo ecuatoriano que tuvo la fortuna de verle vivo fue el Cónsul en Saint Nazaire, Enrique Dorn y de Alzúa, quien le visitó en su casa de Paris a las once de la mañana. Ballen acababa de arribar de un viaje de pocos días al pueblecito de Marly cuando sintiéndose mal adelanto el regreso. Ya en su casa se acostó sin mayores presentimientos, mando a llamar al médico, que le declaró a Dorn al salir juntos de la casa, a cerca de la gravedad del enfermo y la necesidad de avisar con urgencia a los deudos. 

Dorn fue a la suya y se sentó a almorzar pensando en transmitir y volver donde su amigo Ballen; más, al poco rato se presentó el portero de la casa de la avenida Mac Mahon a comunicarle la tristísima noticia. 

El sepelio no tuvo el debido acompañamiento, aunque la concurrencia fue sin embargo numerosa por que era la temporada de verano en que las familias acostumbraban salir del calor de Paris y casi toda la colonia ecuatoriana se encontraba fuera, en los Alpes y en Los Pirineos y hasta en las caldas o las orillas del mar. Incluso la familia Ballen se hallaba dispersa por Francia pues a nadie se le había ocurrido que pudiera ser tan grabe la dolencia del ilustre pariente.