264. Traductor y Poeta

De simple estudiante en 1894 y junto con varios de sus compañeros de aula, Francisco J. Falquez Ampuero fundó la Sociedad Amantes de la Ciencia, editaron un semanario de pequeño formato titulado El Pensamiento, que por la agitación política que se vivía en Guayaquil debido al negociado de la venta de la bandera, solamente circuló hasta el cuarto número. Para ayudarse económicamente, daba clases a los hijos del doctor César Borja Lavayen en su domicilio.

Con Borja realizaba poéticas competencias, escogiendo autores y versos franceses que traducían al español y comparaban los resultados. “Borja tenía mayor arranque lírico, mayor vigor y élam vital que Falquez. Este lo superaba en cambio por su prosa preciosista. Borja era más fiel al modelo. Falquez más plástico”.

Nacido en Guayaquil en 1877, fue hijo único de Francisco G. Falquez Velasco y de su prima segunda, Rosamira Ampuero Lara, casados en el Callao el 19 de enero de 1874, pequeños propietarios agrícolas en el cantón Daule. Fue su padrino de bautizo el general Eloy Alfaro y recibió por nombres los de Francisco Javier.

Su madre era muy bella e inteligente y le enseñó las primeras letras. Luego pasó a estudiar a la escuela gratuita de la Sociedad Filantrópica del Guayas y empezó a hacer versos. “Desde muy pequeño me atrajeron las musas con sus encantos”. Hacía poemas con gran naturalidad. Vivía en una casa del paseo Montalvo y “era un espíritu tranquilo y meditativo”. Siguió la secundaria en el San Vicente del Guayas, donde un día oyó declamar al poeta romántico Nicolás Augusto González Tola y quiso ser rico para dedicarse por entero a las bellas letras.

En 1895 se graduó de bachiller, estuvo en el recibimiento de Alfaro y fue uno de los jóvenes que tomaron la palabra en la Gobernación para dirigirse al pueblo. Su madre quiso dedicarlo a estudios de medicina pero él se decidió por los de jurisprudencia, más acordes con sus inclinaciones poéticas, aunque tuvo que suspenderlos en varias ocasiones para desempeñar funciones burocráticas que le permitieran sostener a su naciente familia pues, de escasos veinte y dos años en 1899, había contraído matrimonio con Isabel María Avilés Navarro, hija legítima de Francisco Xavier Avilés Valverde y de Hortensia Navarro Torres, en quien tuvo diez hijos.

En 1900 ocupó la secretaría privada de Alfaro y saludó el regreso al país de Borja Lavayen, quien había permanecido cinco años en el destierro de Costa Rica. Ese año colaboró en la revista Guayaquil Artístico, pidiendo que los escritores profundicen en la temática de su tiempo, abandonando el enfadoso lirismo posromántico para adoptar la exquisita poesía o una elegante prosa modernista. Esta sugerencia le situó en la línea más avanzada del pensamiento literario de su tiempo. 

En 1903 obtuvo el doctorado en Jurisprudencia y se incorporó de abogado. Ese año tradujo Los extremos de César Borja, en 66 págs., que dedicó a Borja, quien junto a Nicolás Augusto González Tola fueron sus inseparables maestros y amigos. Igualmente recopiló una colección de artículos que dedicó a los “jóvenes generosos”, bajo el título de Hojas de Primavera, en 110 págs.  

Al triunfo de la Revolución alfarista de 1906 ocupó la Secretaría de la Intendencia de Policía del Guayas y fue designado profesor de Literatura del colegio Vicente Rocafuerte. El 08 editó el folleto Lujo de pobres, con una carta prólogo del Dr. Borja y artículos literarios, en 148 págs. Alfaro lo designó gobernador de la provincia de León, con sede en Latacunga, pero a los pocos meses viajó a Quito y pidió a su amigo el Dr. Borja, quien estaba de ministro, que lo cambiara de destino, porque su espíritu selecto de poeta no se avenía con las pequeñeces de la política lugareña. Entonces pasó a la Subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores y colaboró en El Tiempo de Guayaquil, bajo el seudónimo de “Perso”.

En 1909 dio a la luz su poema Los Humildes, en 10 págs. El 10 escribió La muerte del poeta, en el sepelio del maestro del gran saber, doctor César Borja. Tras asistir a su solemne entierro, dedicó a su memoria el siguiente poema: // Por las extensas calles / que la flama solar pule y asea / solemne avanza procesión doliente. / ¿Cuál es ese pendón que al viento ondea? / ¿Es el cándido emblema de las musas? / Ellas tributan con piedad ferviente / pleito homenaje al inspirado bardo, / que en majestad verbal cantó las glorias / de la sabia armonía. // Y esas banderas ricas en victorias / al fulgor de mil rayos proclamadas, / ¿por qué las ciñen lazos de crespones? / Se acerca… oíd… ¿Qué sordo movimiento, / y cuál rumor desconocido altera / la quietud del momento? / ¿Por qué tan desolado / el pueblo corre hacia las grandes plazas? / Es que al batir del parche destemplado / va el carro de la muerte hacia la fosa / que la cobarde envidia / abriera con su mano ignominiosa. //

Entonces fue designadoCcónsul general del Ecuador en Amberes (Bélgica) tuvo la oportunidad de conocer a cabalidad a los autores más importantes de las letras francesas y terminó de forjar su musa.