189. La Profecía De Fray José María

El 20 de junio de 1867 murió en Quito el doctor José María Yerovi y Pintado, recién designado Arzobispo y conocido en religión como fray José María de Jesús, de la Orden Franciscana. Su fallecimientorepentino y violento, aunque todos lo esperaban, causó enorme conmoción y trascendió a los medios populares; pues, meses antes, el propio Yerovi lo había predicho.

—”Moriré —dijo— antes de la toma de posesión del Arzobispado. Dios me llama y me enterrarán con el Palio”

Venido al mundo en Quito un 12 de abril de 1819, llegó a la Patria cuando ésta se debatía en los últimos estertores de la colonia. Hijo de un hogar con prole numerosa y recursos; fueron sus padres Joaquín Yerovi y Camacho y  Josefa Pintado y Fajardo miembros de la clase media.

Los padres poseían casa en Quito y una hacienda en el Valle de Atocha (Provincia del Tungurahua) cercana al sitio en que años después escribiera Juan León Mera los versos del Himno Nacional. En dicho vergel, con prados y rondas de majestuosa belleza, creció el niño José María arrullado por la hermosura natural y la majestad impoluta del volcán Tungurahua, celoso guardián del valle, que ejerce una maravillosa fascinación en quienes lo contemplan. Allí aprendió el futuro Arzobispo a amar al supremo hacedor del universo.

En edad escolar viajó a estudiar el bachillerato en el antiguo Convictorio de San Fernando, regentado por los padres dominicos en Quito, donde aprobó los tres primeros años de Latinidad o Humanidades Antiguas (1829-32) y los tres segundos de Filosofía o Humanidades Clásicas (1832-35) y obtuvo la Beca correspondiente a su condición de bachiller en Filosofía, con brillantísimas notas. En septiembre de 1835 comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Quito y el 15 de Julio de 1840, un año después de haberlos terminado, rindió su grado de Licenciado en Jurisprudencia con la máxima calificación de cinco A y pasó a estudiar Humanidades Superiores en el Real Convictorio, de donde egresó el 30 de mayo de 1842.

En el bufete de su futuro cuñado el doctor Ramón Borja Escorza hizo sus primeras prácticas conjuntamente con su compañero de estudios Gabriel García Moreno; pero, a raíz de una experiencia psíquica en una laguna, cuando vio la luz del sol reflejada en las aguas y creyó que estaba en los infiernos, decidió abandonar la vida seglar por la religiosa, fue ordenado presbítero el 31 de Mayo de 1845 por monseñor Nicolás Joaquín de Arteta y Calisto, no sin antes haberse incorporado al gremio de Abogados de la República el 8 de agosto de 1844, ante la Corte Suprema de Justicia. Era pues, doctor In Ultroque Jure (ambos derechos: Civil y Canónico) y Abogado, cuando entró a profesar en religión.

DIACONO

Recibir el diaconato no era cosa fácil en lo absoluto. Se necesitaba solicitarlo, acompañando un certificado de buena conducta firmado por tres personas de viso y abonar la suma de siete mil pesos que servirían luego al agraciado en cualquier momento de vicisitud. Don Joaquín Yerovi, padre complaciente y amoroso, tuvo que hipotecar “Atocha” para satisfacer dicha necesidad, subsanándole el problema a su hijo, que en poco tiempo llegó a Subdiácono, Diácono y Presbítero. El 17 de Enero de 1846 pasó a Guano en calidad de Cura Interino y cuatro meses después regresó a Quito a curarse una ligera afección a la vista. En la capital atendió a la redacción del periódico de la Curia “El Monitor Eclesiástico” y encabezó la terna para llenar la vacante del curato de Pomasqui; el 15 fue designado por el Gobierno y en 1847 viajó en compañía de su hermano Antonio. Cuatro meses permaneció en el cargo y regresó a Quito a causa de la enfermedad de su hermana Rosa.

DIPUTADO

Al año siguiente fue elegido Capellán del monasterio de las Monjas conceptas de Ibarra y en 1850 obtuvo una de las dos diputaciones suplentes por la Provincia de Imbabura (correspondiéndole actuar como segundo del doctor Marco Espinel, conocido partidario del derrotado candidato presidencial Antonio Elizalde, fugado al Perú después de la fracasada revolución que encabezó contra el electo Diego Noboa) Por tales causas el doctor Espinel se resistía a viajar a Quito y fue reemplazado por Yerovi, que tardíamente se incorporó al cuerpo legislativo.

Como Diputado su labor fue menos que mediocre, casi nula. Pocas fueron las mociones que presentó y ninguna de importancia. Sus biógrafos exponen que la mayor conquista legislativa fue conseguir que el día de la Inmaculada Concepción fuere declarado fiesta de primera clase en la República; pero, en cambio, en el aspecto social no consiguió nada, regresó a Ibarra y allí le sorprendió gratamente un grupo de jesuitas que habían sido traídos por el Presidente Noboa luego de su expulsión de Nueva Granada.

POBREZA VOLUNTARIA

Hacia 1852 el nuevo Arzobispo Francisco X. Garaycoa Llaguno le designó Vicario General de la Diócesis de Guayaquil, poniendo punto final a la pugna que por ocupar dicha dignidad se desarrollaba entre el Prebendado Mayor doctor Luis de Tola y Aviles, electo luego Obispo de Portoviejo e In Partibus de Berissa y el Deán Capitular doctor Cayetano Ramírez y Fita, ambos Miembros del Cabildo Eclesiástico de Guayaquil; dignidad que ocupó Yerovi por corto tiempo porque subrepticiamente embarcó en un velero que salía al norte sin tomarse la molestia de avisar o despedirse. En 1854 arribó a Pasto y pidió su admisión entre los Oratorios. Entonces dedicó sus mejores horas a las Misiones y llegó al convento Franciscano de Cali donde realizó trabajos muy humildes y no propios de su antigua condición de Vicario Capitular. La represión que por parte del gobierno colombiano sufrían ciertos sacerdotes extranjeros hizo que Yerovi se traslade a Lima, siempre caminando por los senderos de la penitencia y como simple novicio franciscano ingresó al convento de los padres descalzos, donde trabó amistad con fray José María Masiá y Vidiella, que con los años ascendería al obispado de Loja.

A PIE A QUITO

En esta escuela de pobreza voluntaria se encontraba cuando asumió la presidencia del Ecuador su ex compañero de estudios García Moreno, con quien guardaba buenas relaciones, quien pidió a monseñor Francisco Tabani, Delegado Apostólico en el Ecuador, la designación de Administrador Apostólico de Ibarra para Yerovi. A pie y descalzo hizo el viaje de Guayaquil a Quito para posesionarse del cargo. Setenta leguas largas y ásperas, llenas de innumerables dificultades, pero fray José María no se arredraba y al fin llegó a Quito de incógnito, donde sus parientes le esperaban con impaciencia y se fue directamente a pedir hospedaje en el convento franciscano de San Diego. En Octubre de 1865 se encaminó a su destino en Ibarra y gobernó sin mayores problemas pero García Moreno le requería para Quito porque el Arzobispo Riofrío – hostigado de los desplantes y abusos que recibía del ejecutivo – acababa de renunciar y García Moreno necesitaba un Obispo sumiso, obediente e incondicional.

En 1866 Pío IX designó a Yerovi Obispo de Cidonia y Auxiliar del Arzobispado “quítense”, su consagración la realizó monseñor José Ignacio Checa y Barba. Diez meses después asumió el gobierno de la Arquidiócesis por muerte del titular Riofrío, que desde su renuncia había permanecido en Loja, alejado de la capital, y cuando ya estaba expedida en Roma y en camino a América la Bula Pontificia que elevaba a Yerovi a Arzobispo, murió como lo había predicho, de cuarenta y ocho años de edad, el 20 de Junio de 1867, posiblemente de tuberculosis.

Como dato curioso anotaremos que el doctor Yerovi, de Obispo Auxiliar era inflexible en lo que uno de sus biógrafos llama “su deber”, por lo que sabiendo en cierta ocasión que había fallecido un Ministro protestante extranjero acreditado en Quito y que estaba siendo conducido su cadáver al cementerio católico de la ciudad, corrió a oponerse y plantó al cortejo recordándoles con frases “cortadas e imperantes” que no tenían permiso para inhumar en sagrado dicho cadáver: Grande fue la discusión y algunos quisieron trenzarse a golpes con el prelado; pero, a la postre, este triunfó y el cortejo fúnebre se disolvió ¿Y el difunto?