174. El Carnaval En La Plaza San Francisco

Al despuntar las primeras luces del alba y con los necios cantos de los gallos se veía a las beatas que presurosamente cruzaban la plaza para asistir a la misa en San Francisco evitar que las mojenpor esr el carnaval, que recién comenzaba a jugarse a las nueve ed la mañana del día domingo. Cuando salían los jovencitos de sus domicilios. Estamos en 1.866 y existe la costumbre de disparar cascarones con agua perfumada o con anilibas de colores, aunque estos se usaban unidmente entre los propios carnavaleros porque dejaban la ropa dañada.

En las casas se ordena abrir las toldas para el juego, las niñas sacan agua del pozo del patio central y la suben en baldes. Se lanza agua con mates sabaneros a todo el que pasa. Viene una jorga compuesta de varios colegiales del san Vicente del Guayas, que han acomodado sus cascarones en amplios pañuelos para que no se rompan y comienza el juego. Van y vienen los proyectiles, finalmente queda la gentil invitación del padre de familia para bailas en la tarde al son de un arpa, la infaltable vihuela y el violín que entristece el ánimo o anima los bailes, según como se interprete. Así se lograba que las niñas de edad casamentera conozcan a los posibles pretendientes y numerosos matrimonios se realizaron con este ardid.

De la calle Larga (Rocafuerte) bajaban los habitantes del cerro sembrando risas a su paso, vienen mojados y sucios de harina. Van a enfrentar a los muchachos de Ciudanueva que los esperan en la plaza de san Francisco donde aún no está colocada la estatua de Rocafuerte y con en la acera del frente se encuentra el Cuartel de Artillería y acaba de inaugurarse la Compañía de Bomberos Salamandra, la fiesta está hecha, pues todos participan y acaban mojados en la fuente que adorna el centro del sector.

Las señoritas Lascano viven con su madre en la esquina de Pedro Carbo y 9 de octubre mientras su hermano Alejo se encontraba estudiando medicina en París. Oriundas de Jipijapa han venido al puerto buscando comodidad. En el esgundo piso vive la dueña de casa Carmen Aspiazu y sus cuatro hijos y en la planta baja funciona el Club Europa, elegante, de postín y solo para caballeros, donde se juegan cartas y dados, damas y ajedrez en las mesas, se lanzan dardos en las paredes. Un surtido bar con licores y refrescos proporciona el adecuado ambiente y la música de piano corre a cargo del maestro Federico Pérez Antepara, quien también dirige la banda del Batallón de Reservas. Entonces los clubes eran una novedad en la ciudad, y como la moda era traída de Londres no aceptaban la presencia de socias. A su lado se levanta el edificio de la Artillería, funciona la Comandancia Geneal de Armas y es sitio asaz beligerante, pues en su interior se complotan las revoluciones que remecen cada cierto tiempo al país. A su lado está la casa de los Elizalde Lamar quienes acaban de cambiarse del malecón donde siempre han vivido, debido al peligro que representa vivir con frente a la ría por lo tiros de fusilería que envían las expediciones armadas. Los Elizalde son varios muchachones altos, blancos y sumamente alegres, cantan, recitan y bailan a la perfección, por eso caen simpáticos a todos en el barrio. En la cuadra del frente está la casa del General Julio Ríos que expropió el gobierno de García Moreno. Allí funcionó durante muchos años durantes los tiempos finales ed la colonia las oficinas del Tribunal del Consulado, luego fue de la familia Rubira. En los bajos está por inaugurarse el restaurant de lujo del francés La Casagnet, que tenía las conservas más caras y exquisitas y se especializa en desayunos suculentos servidos a la moda francesa, con delicados y sabrosos panes de huevo, diferentes a los toscos molletes que salen de las panaderías. Los almuerzos y las meriendas o cenas traen cinco platos diferentes. Un menú de esos tiempos se compone de un primero con paté y grillé. El segundo es una entrada de mariscos. El tercero una sopa crema espesa del día, que se sirve casi líquida en las noches. El cuarto es un pescado por las mañanas y una carne en las noches El quinto un postre de frutas por las mañanas y almíbares en las noches. Así comían nuestros abuelos.

La casa de al lado es de Manuel Galecio Ligero y de su esposa Jesús Pereira, pero no viven en ella y solo la tienen para sacar rentas. Habitan a poca distancia en Luque entre Chile y Pedro Carbo, donde se levantará el teatro Olmedo. Galecio terminó donando su casa a la Junta de Beneficencia para sostén de una asilo de niñas huérfanas pero como el número caumentó considerablemente con el tiempo, la Junta prefirió enviarlas a Huigra donde unas monjitas profesoras las tomaron a cargo. Mejor así, porque en la sierra se hacían chapudas, signo inequívoco que estaban sanas y buenas y libres, de la peste blanca o tuberculosis.

I volviendo a los carnavaleros, siendo las doce del día los grupos se juntan para jugar entre ellos, todo es algarabía y contento, numerosos curiosos se asoman por las esquinas para presenciar el juego que a veces se torna peligroso cuando persiguen a los incautos que transitan por el lugar. Los bomberos trabajan la bomba de agua a guimbalete para refrescar mejor el ambiente. A las dos de la tarde el desenfreno cede y la muchachada se retira cansada a sus domicilios, pero ofreciendo volver al siguiente día para seguirse mojando. Después de las cinco de la tarde y abiertas de par en par las chazas de los domicilios comienzan los bailes familiares en los que no faltan las mazurcas, el minuet, los valses las alocadas polkas, los pasodobles hispanos y las lánguidas habaneras que hacen llorar a los corazones enamorados. Se brinda mistelas de colores preparadas por la dueña de casa, sangría con jugo de limón y vino tinto, cardenal con agua de piña y vino tinto. Los viejos prefieren el cognac y el wisky es casi desconocido, propio de ingleses solamente. Aunque no se conocían los modernos sanduches apreciaban los tente en pies criollos a base de plátano verde. Los quesos amarillos o fundidos eran muy caros pues venían del exterior. Al final todos pasaban a la mesa paa servirse el   suculento arroz aguado de gallina, un alón de pavo con ensalada y el queso de leche de postre. Por eso se dice que cuando una niña que no baila come pavo. Retirados los invitados a las nueve de la noche vuelve el silencio que solo es roto con la voz del sereno que dá las horas.