Antes de la llegada de los conquistadores españoles el golfo de Guayaquil era una zona disputada entre los indígenas chimúes que habitaban en la isla Puná y sus vecinos de la costa que constituían un puesto militar de avanzada Incásica en la zona. En 1.531 Pizarro desembarcó en Túmbes sin mayores sobresaltos y se hizo conducir a Cajamarca donde apresó al Inca Atahualpa en 1.532. Chili Masa, Cacique de Tumbes, permitió la fundación de San Miguel de Piura, primer poblado español que existió en esas regiones y fue asentado en el sitio denominado de Tangarara. En 1.534 dicho Cacique brindó su hospitalidad a Sebastián de Benalcázar y lo ayudó en su ascenso a la cordillera para enfrentar y combatir por las armas a las fuerzas del insurrecto Rumiñahui.
Con posterioridad Tumbes perdió importancia convirtiéndose en un pueblecito costero, utilizado como caleta de pescadores y punto de aguada para aprovisionamiento de las embarcaciones que hacían la ruta Guayaquil – El Callao. En 1.627 Felipe III entregó a Pedro Aguilar Campo, setenta y seis mil hectáreas de terreno en la hacienda Tumpis, pero era tierra semi desértica, impropia para sembríos de agricultura.
En el siglo XVIII los jesuitas fueron beneficiados por los descendientes de Aguilar con grandes extensiones de tierras en esas zonas y formaron las haciendas «Salinas» y «Zarumilla» en la jurisdicción de Piura, términos del pueblo de Tumpis. Al producirse su expulsión de América en 1.767, esas propiedades pasaron nuevamente a poder de la corona española y a ser administradas por la Junta de Temporalidades que funcionaba en Quito. El Gobernador de Guayaquil Juan Antonio de Zelaya tomó posesión de ellas el 5 de octubre de ese año. De manera que la población de Tumbes, situada en el interior de esas tierras, fue incorporada al territorio de la Audiencia de Quito.
El 8 de Julio de 1.788 el Presidente de la Audiencia, José de Villalengua y Marfil a través de la Junta vendió ambas haciendas al capitán Miguel de Olmedo y Troyano, comerciante malagueño avecindado en Guayaquil, en la cantidad de 2.666 pesos con 5 ½ reales. Olmedo pagó de contado los 666 pesos y 5 ½ reales y quedó debiendo los 2.000 restantes, con el compromiso de pagarlos en dos anualidades; pero no lo pudo hacer porque esas tierras no producían para la agricultura por ser estériles y estar formadas por manglares y salitrales. Las tierras se componían de 97.530,83 hectáreas donde estaban incorporadas las Salinas, tierras y sitios entre los ríos Cayancas y San Nicolás de Tumbes, que fueron donadas por el Rey de España en 1627 a Pedro Aguilar Campo y que sus descendientes entregaron a los padres jesuitas.
I pasaron los años, murió el Cap. Olmedo en agosto de 1.809 sin haber podido pagar, persistiendo la deuda como crédito contra su testamentaría. Así lo reconocieron en 1.813 sus hijos José Joaquín y Magdalena. Para 1.825 aún seguía el crédito pendiente, constando en la Tesorería de la Nación que funcionaba en Bogotá y como Olmedo no había recibido sus sueldos de diplomático de la Gran Colombia en Londres, Bolívar ordenó compensar el crédito con los sueldos. El 1° de diciembre de 1.825, ya libre de trabas y gravámenes, Olmedo vendió ambas haciendas a José Noblecilla Romero vecino de Machala, aunque natural de Arequipa, con todos sus derechos y acciones y demás sitios en 8.000 pesos, con los siguientes linderos: Por el Norte el Océano Pacífico desde el Estero de la Ramada hasta el río Cayancas hasta el Cerro Cóndor. Al Este el río Zarumilla en toda su extensión y desarrollo hasta la vertiente del Zaruma y al Oeste y al Suroeste las pequeñas propiedades ribereñas comprendidas entre la quebrada de Ceibal o de Las Vacas hasta el Estero de la Ramada. El comprador se trasladó a la zona con gente de su absoluta confianza – toda peruana – y emprendió en trabajos de agricultura y ganadería. Allí comenzó la peruanización de Tumbes y sus contornos.
En 1.865 el general Guillermo Franco Herrera vivía exilado en Tumbes, ciudad que ya estaba comprendida dentro del territorio peruano. En 1.910 Tumbes se volvió zona de disputa fronteriza entre el Ecuador y el Perú. Ese año nuestro grito fue «Tumbes, Marañon o la guerra»; sin embargo, nada se podía hacer, pues hacía casi cien años que habíamos perdido la posesión.
En 1.915, el Presidente ecuatoriano Leonidas Plaza Gutiérrez reconoció esta realidad y otorgó el nombramiento de Cónsul General del Ecuador en Tumbes a favor del periodista Clotario Paz Paladines, quien desempeñó dichas funciones por algunos meses. Aún se conserva el diploma del nombramiento en poder de su hijo el Cap. Jorge Paz Reese, quien habitaba en la hacienda Zaragoza, kilómetro doce del carretero a la Costa, donde pude apreciarse tan histórico documento.
En 1.929 el gobierno peruano, a través del estanco de tabaco adquirió a doña Rosa Noblecilla sus derechos y acciones hereditarios sobre la hacienda Zarumilla, pero no tomó posesión de ella.
A principios del mes de Julio del 1.941 nos invadió el Perú mediante una ofensiva armada que salió de Túmbes. El 26, dos días después de habernos ganado la batalla de Zarumilla, justamente en terrenos de esa hacienda que pertenecía a varios agricultores ecuatorianos, el gobierno del Perú decretó su expropiación y revirtió a favor del estado.
En 1.942 el Ecuador reconoció oficialmente la soberanía peruana sobre esa región. Habíamos perdido definitivamente «los términos de Túmbes».