El primero en interesarse durante la época republicana por la suerte de las Islas Galápagos fue el marino luisianés José de Villamil y Joly en 1831, a pocos meses de nuestra separación de la Gran Colombia, pues concibió el proyecto de colonizar las desiertas islas del archipiélago y costeó de su peculio una expedición comercial que partió de Guayaquil en Octubre de ese año, con el fin de explorar la existencia en forma silvestre del fruto de la orchilla, muy usado en la industria textil corno colorante vegetal. Villamil logró convencer a algunos vecinos de Guayaquil para que arriesgaran sus capitales en la empresa y formó «La Sociedad colonizadora del archipiélago de Galápagos», que el 14 de octubre denunció por su intermedio, al supremo gobierno del General Juan José Flores, como terrenos baldíos, aquellas lejanas latitudes.
PRIMERA EXPEDICION OFICIAL
Villamil era hábil y activo en sus empresas y enseguida logró sus objetivos. El Prefecto del Guayas doctor José Joaquín de Olmedo, recibió del Presidente de la República la orden de preparar una expedición oficial a las islas Galápagos y la puso bajo el mando del coronel Ignacio Hernández, que zarpó de este puerto el 20 de enero de 1832 a bordo de la goleta «Mercedes».
El viaje se realizó sin tropiezos, en la nave iban dos socios de la empresa colonizadora: Lorenzo Bark de nacionalidad norteamericana y Joaquín Villamil pariente cercano del General, el capellán de la futura colonia doctor Eugenio Ortiz; José Sánchez Bruno, jovencito aventurero, que luego llegará a General de la República, y algunos ciudadanos contratados para poblar las islas y cuyos nombres son: Juan Silva, Lorenzo Quirola, Domingo Soligny, José Chasin, José Manuel Muñoz, Andrés Fumiel, Miguel Pérez y Tomás Parra. Lamentablemente la historia no recuerda los nombres de los miembros de la tripulación, con excepción del capitán Santiago Rugg, de nacionalidad norteamericana.
El día jueves 9 de febrero arribaron a la Isla San Carlos y el domingo 12 tomaron posesión oficial a nombre y en representación del gobierno ecuatoriano, en una sencilla y bella ceremonia en la que también intervinieron los capitanes Thomas Russell y John Facker, jefes de las fragatas norteamericanas «Levante» y «Richmont» respectivamente. El Capellán celebró misa y el coronel Ignacio Hernández declaró con juramento que tomaba posesión quieta y pacíficamente de todos esos territorios insulares manifestando al mismo tiempo ser el único Juez de Paz con jurisdicción sobre aquellas latitudes. Tres descargas cerradas de fusilería saludaron al pabellón nacional y hurras y vivas sonoras matizaron la reunión; levantándose un acta que todos firmaron y luego se sirvieron un sustancioso almuerzo típico, con sopa de tortuga y todo lo demás, y cuando los vinos estaban por terminarse y ya la tarde ha cerrado sus alas, Hernández bautizó a la Isla Charles o San Carlos con el nombre de Floreana; a la James con el de Olmedo y a otra vecina llamó Roca; mas, solo Floreana subsistió con esa nueva denominación.
DETALLES DE LA EXPEDICION
Los primeros pobladores del archipiélago fueron soldados del batallón Flores, que sublevados contra el régimen habían sido castigados a sufrir la pena de muerte por fusilamiento. Esta secuela dejó en Guayaquil la revolución de Urdaneta; pero, el ingenioso Villamil logró que les fuera conmutada la pena por otra más benigna: el «destierro a las Galápagos», para que intentaran la colonización.
No escapará al criterio de los lectores que este mal precedente ha influido para que aún hoy se recuerde a las Galápagos como sitio de condena y barbarie, donde hasta hace pocos años solo iban los más peligrosos penados a purgar sus crímenes a aquellas hermosas soledades; pero, soledades al fin. Además, el poblar nuevos territorios a base de hombres, sin contar con elemento femenino, es una equivocación, ya que las mujeres son más propensas a formar hogar y familia. Estas y otras razones determinaron que el primer contingente humano se mostrara poco dispuesto al trabajo, a pesar que el siguiente domingo 19 de febrero, el coronel Hernández, acompañado del doctor Ortiz, localizó un sitio estratégico para fundar la colonia, a casi 5 millas de la costa, en una planicie a trescientos metros sobre el nivel del mar, rodeada de vegetación y con abundantes pozos de agua pura y cristalina, donde repartió solares para cultivo a cada uno de los miembros del grupo.
VIAJA VILLAMIL Y GOBIERNA LAS GALÁPAGOS [1832-1837]
En las siguientes semanas el coronel Hernández pidió a Guayaquil más brazos para el trabajo y Villamil envió seis navíos con cincuenta personas de uno y otro sexo dispuestas en diecisiete familias. En octubre fue designado Gobernador General del Archipiélago, acababa de enviudar y disponía de todo su tiempo, de manera que decidió gastarlo en las islas Galápagos, a las que se trasladó con muchos animales domésticos, pareciendo la expedición una nueva Arca de Noé, por la profusión de burros, mulas, caballos, cabras, vacas, cerdos, toros, perros y gatos.
Al año siguiente Villamil consiguió del Congreso Nacional una ley que reconocía como capital del nuevo territorio a la colonia «Floreana», situada en la isla de ese mismo nombre; pero el gobierno siguió enviando penados y mujeres revoltosas, con lo que en 1837 Villamil regresó a Guayaquil muy desalentado y fue reemplazado en el cargo por el Comandante James Williams, de muy distinto trato y carácter, que se rodeó de desertores y pícaros y gobernó en provecho personal, obligando a los colonos a realizar trabajos forzados. El coronel Pedro Mena, dejado por Villamil para la vigilancia de sus intereses, prefirió abandonar Floreana y también volvió a Guayaquil con lo que la discordia se acentuó.
TRISTE FINAL DE WILLIAMS
Cuatro años permaneció Williams de jefe de las Galápagos, porque en 1841 escapó de morir asesinado en una sublevación suscitada en su contra y escapó a Manta. Villamil nuevamente tuvo que asumir el control de la situación volviendo el orden; de los trescientos nueve pobladores solo quedaban setenta y cinco acausa del mal gobierno de Williams.
Y como el árbol torcido da frutos podridos en 1846 a Williams le siguieron juicio penal en la Capitanía del puerto de Guayaquil por su participación en la búsqueda de un entierro de objetos de plata en la isla Floreana, que habían pertenecido a la goleta peruana «Washington», cuyo comandante y jefes fueron asesinados por la tripulación que se amotinó. El proceso continuó en 1847, actuando como Fiscal el doctor Santiago Navarro Viola, y en octubre de ese año pasó en comisión a Manabí donde se pierde su rastro; mas, por las investigaciones practicadas se deduce que la condena dictada contra Williams no bajaría de tres a cuatro años de prisión, dada la gravedad de los cargos.
[1841-1844]
La etapa de oro de Floreana pasó y los colonos con sus familias emigraron a otras islas y en especial a Chatham, con lo cual el gobierno se vio forzado a trasladar a las restantes personas y al ganado. Floreana era una ciudad fantasma donde solo vivían veinticincopresidiarios.
Villamil realizaba continuos viajes a Guayaquil y en 1845 fue designado Comandante General del Distrito del Guayas, hasta que en marzo de 1847 pidió licencia y pasó a las Galápagos a reponer su quebrantada salud con el beneficioso clima que allí se goza. Entonces, con mil pesos que pidió en préstamo al erario nacional, de una suma mayor que por sueldos le debían, perdió su tiempo infructuosamente en investigar el paradero de una fabulosa mina de carbón de piedra que le habían contado que existía en Chatam.
EXPEDICION DEL BEAGLE Y VISITA DE DARWIN
El día 17 de diciembre de 1831 había zarpado del puerto de Liverpool en Inglaterra el bergantín de seis cañones «Beagle», comandado por el Capitán Robert Fitz – Roy Charles, con destino a los siete mares conocidos de entonces, porque está planeado en la bitácora realizar una vuelta completa al globo terráqueo. Como miembro de la tripulación viajaba un joven naturalista de veintidos años de edad llamado Charles Darwin, coleccionista de todo tipo de especies minerales y vegetales; pero, al divisar las islas y contemplar su fauna y flora, no pudo menos que reflexionar sobre el origen de las especies, y elaboró una teoría que años después le traerá grandes triunfos y también rechazos y hasta amarguras.
En el archipiélago permaneció un mes y cinco días desde el día 15 de septiembre hasta el 20 de octubre de 1835 explorando las islas Albermale, Chatham, Charles y James. De ellas tomó diez y seis especies autóctonas de conchas marinas, quince peces de agua salada, iguanas marinas y de tierras, tortugas y galápagos, muchos coleópteros, ciento noventa y tres especies de plantas, de las cuales más de cien eran nuevas para los científicos de Europa, y un ejemplar del mamífero autóctono de la fauna galapagense, el famoso «mus» o ratón de las islas, ser pequeñito y rápido, de grandes ojazos y cola aun mayor, que salta y corre por las rocas y breñas del archipiélago formando grupo y destruyendo con sus pequeños dientecitos, todo cuanto encuentra a su paso; por ello, el año de 1835, marca el mayor éxito en la vida de la naciente colonia.
VILLAMIL VUELVE A SUS ISLAS
Siete años permaneció Villamil alejado de la vida de las islas, pero en 1851 y con motivo de su designación como Ministro General del nuevo régimen que acaba de implantarse en el país presidido por el General José María Urbina, envió una nueva expedición con miras a verificar la existencia de guano en cantidades industriales; era la época en que desde el Perú lo exportaban extrayéndolo de sus islas y costas, realizando pingues negocios.
Entre 1851 y 1852 desempeñó la Cartera de Guerra y Marina en el régimen constitucional de Urbina y en 1853 viajó como Ministro Encargado de Negocios a los Estados Unidos y arribó a Washington el día 3 de junio de ese año.
DE NUEVO SURGEN LOS INTERESES GUANEROS
En enero de 1853, pocas semanas antes de su viaje, Villamil elevó una solicitud al gobierno denunciando la existencia de reservas de guano natural en las Galápagos y solicitó su explotación. A poco se corrió la noticia y llegaron algunas propuestas del exterior; el gobierno las recibió pero sinembargo no resolvió y Villamil, de regreso al país, gestionó con el Encargado de Negocios Mr. Courthand Cushing, una nueva investigación. A los doce meses, en 1854, el cónsul de los Estados Unidos en Guayaquil, Mateo P. Game, viajó con Villamil a las Galápagos, realizando un crucero de treinta días sin resultados positivos. Esto escribió Cushing a Washington y recibió de premio el traslado a otro país pues los Estados Unidos querían el archipiélago, no para explotaciones de guano sino para fines militares y comerciales de muy diverso orden. Enseguida llegó a Quito el nuevo representante Mr. Philo White, con secretas órdenes para obtener la compra o arriendo de las islas encantadas. A las pocas semanas también vinieron Judah Philip Benjamín, abogado judío de la Luisiana y Senador al Congreso Federal, y Emilio Prats, comerciantes de Nueva Orleans, que interesados por Villamil en las Galápagos, propusieron su compra.
TRATADO ESPINEL – WHITE
El 20 de noviembre de 1854 y después de algunas conversaciones celebradas en Quito, el Ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador doctor Marco Espinel, firmó con el Encargado de Negocios de los Estados Unidos Philo White, un tratado de 2veinte y cinco artículos por el que cedíamos en arrendamiento las islas del archipiélago para que esa potencia explote los yacimientos naturales de guano, pudiendo ocupar las zonas de playas del territorio continental ecuatoriano con ese fin.
Ese documento desvirtuaba toda esperanza de colonización nacional, pero era favorable a los intereses económicos de Villamil porque reconocíale sus derechos; tres días después presentaron una nota de protesta los representantes de Perú, España, Inglaterra y Francia, indicando que el tratado Espinel – White constituía un peligro para las relaciones internacionales porque enajenaba parte del territorio nacional a los Estados Unidos. Chile tomó cartas en el asunto y su gobierno convocó para 1856 a un congreso continental. Perú abrió sus puertas al General Flores, que pasea por las calles de Lima planeando una nueva invasión, Urbina en Quito, llamó a su Ministro Francisco Pablo Ycaza y entre ambos decidieron esperar. Ya por esa fecha había llegado a la capital el General Gana, Ministro Plenipotenciario de Chile, con órdenes de firmar con el gobierno nacional un Pacto contra las expediciones de piratas y filibusteros -entiéndase Flores – a condición que Ecuador deje sin efecto el Tratado Espinel – White, lo que efectivamente ocurrió a los pocos días.
Villamil comprendió que éste, su último esfuerzo por colonizar las islas Galápagos, estaba perdido. Había gastado casi toda su fortuna en el intento, pero el olvido de los poderes públicos fue mayor que su energía y ya no tenía ni salud ni fuerzas para continuar la obra.
FIN DE VILLAMIL
El 24 de septiembre de 1860 aún pudo defender Guayaquil de la invasión garciana y mantuvo alejado al ejército de Flores. Villamil ocupaba el cerro «Santa Ana» con frente a la hacienda «Mapasingue». El 24 de septiembre se consumó el asalto final a la ciudad, realizado por el estero salado, es decir, de espaldas al cerro, entonces, viendo que las defensas habían sido franqueadas, embarcó en una goleta y viajó a Lima, donde permaneció algún tiempo sin cambiar de ciudadanía.
Estaba asmático y pobre y así murió en un piso bajo y entre asfixias, en un departamento del boulevard 9 de Octubre entre Malecón y Pichincha, el día 12 de mayo de 1866, de setenta y ocho años de edad. Sus últimos pensamientos fueron para una nieta a la que mimaba mucho, regalándola la última moneda que le quedaba; pues, las demás, había gastado en sus lejanas y queridas islas encantadas ¡Tan caras le fueron!