En Julio de 1.821 el General José de San Martín arribó a Lima y proclamó la independencia del Perú. El día 15 se celebró una fiesta en la casa llamada de Osambela y nuestra paisana Rosita Campuzano Cornejo le conoció. La noche del sábado 28 de Julio de 1.821 el Cabildo limeño brindó un baile en su honor en los salones del Ayuntamiento. San Martín paseaba por los diversos ambientes cuando quedó muy impresionado por la belleza de una dama de rostro claro, fina de cuerpo, ojos azules, boca pequeña, manos delicadas, vestida elegantemente de terciopelo bordó y generoso escote. Preguntó a su asistente limeño de quien se trataba y este le respondió: “Es Rosa Campuzano, una mujer que ha colaborado inteligentemente con el bando patriota.”
El General se acercó a la dama, la saludó con mucho interés y le hizo saber que conocía sus méritos a favor del movimiento insurgente y separatista. Rosita le respondió: “Si lo hubiera conocido antes a Ud. señor General, mis afanes hubieran sido aún mayores.” El flechazo ya se había producido, intercambiaron algunas palabras más y el protector quedó atrapado por la personalidad de tan bella como inteligente mujer de veinte y cinco años de edad.
Al día siguiente domingo 29 de Julio San Martín devolvió la atención del Cabildo con otro baile, ahora en los salones del palacio de los Virreyes, donde volvió a verla vestida de organdí blanco y peinado alto a la griega. Al poco rato se acercó y luego de saludarla galantemente la invitó a bailar una contradanza. Rosita le obsequió una sonrisa radiante y tendió sus brazos con mucha gracia y aunque los ojos del público estaban sin duda sobre ellos, danzaron y charlaron abstraídos, como si se hubieran conocido desde mucho tiempo atrás. Ella pasaba por instruida pues conocía a los autores españoles, había leído algunas novelas de Rousseau y se manejaba en sociedad con una conversación atrayente, de modo que cambiaron ideas sobre muchos asuntos, incluyendo el teatro y la literatura. Casi al finalizar la fiesta San Martín le susurró que lo espere para salir y cuando la mayor parte de la gente se había retirado, tomaron rumbo a la hacienda de Mirones, propiedad del Marqués de Montemira, quien la había cedido a San Martín para que descanse. Esa madrugada pasaron juntos y por la mañana él partió hacia su campamento situado en el sitio La Legua, como a quince cuadras de distancia.
Todos los testimonios coinciden en perdió la cabeza por Rosita, mujer sensual y apasionada, quien llegó ejercer una notable influencia sobre él durante largos meses, hasta convencerlo de adoptar la pompa vana sobre su natural austeridad. Por eso se le veía vistiendo un suntuoso uniforme recamado de palmas de oro y transitar por las calles de Lima en carroza de gala tirada por seis caballos.
Rosita le acompaña de continuo en la quinta de la Magdalena, algo alejada del centro de la ciudad y lo hacía para no escandalizar. Allí solía el General atender el despacho diario que uno de sus ministros le llevaba desde la capital. Rosita cuidaba de las plantas y las flores. Los sábados de noche partían en carroza a las fiestas. Ella con vestido y zapatos de seda y él con sus nuevos uniformes pero todo de tapadita, pues estos amores jamás dieron motivo de escándalo; mas, como nada hay oculto bajo el sol, algo debió traslucirse y la querida quedó bautizada con el sobrenombre de La Protectora, en homenaje a quien gozaba de sus favores y había adoptado el título de Protector del Perú.I cuando San Martín se alejó del Perú, apenas tuvo tiempo para despedirse de Rosita, quien abandonó el palacio de la Magdalena, dejó de figurar en primeros planos y hasta tuvo que esconderse en casa de sus primos los García de Guayaquil, pues a las pocas semanas la ciudad fue ocupada por los realistas y la situación se volvió asaz peligrosa.
Se ha dicho que San Martín no pudo continuar con Rosita porque estaba casado en Buenos Aires con Remedios de Escalada y de la Quintana, quien moriría a los pocos meses de tuberculosis. El libertador argentino siempre fue un fiel esposo, excepto –claro está – cuando encontró a nuestra paisana en Lima.