Zerega Péndola María Luisa.

Por LILA ALVAREZ GARCIA.- La vida es impredecible. Cada uno de nosotros nace con un destino ya fijado, pero que desconoce por completo. Cundo (algún día) tuve diez o doce años, pensaba en cómo serían 1950 ó 1960, y esas fechas se me antojaban algo tremendamente remoto, que jamás alcanzaría. Y ahora, de repente, me encuentro contando los años por decenas. Digo tranquilamente: hace de esto veinte años; o de esto otro son ya treinta años; o de lo de más allá se cumplieron cincuenta años. Es increíble.

Pues, amigos, son más de cuarenta años que conocí a uno de los seres más encantadores que ha andado por estos pagos de Dios. Quiero contar su historia porque se me antoja injusto que Uds., los jóvenes que dicen leerme, y que están comenzando a vivir, no conozcan a María Luisa. Mis compañeros, que formaron parte de un grupo de músicos que realizó una tarea que tiene sabor de leyenda, saben de qué hablo. Pero Uds., los descendientes, dicen, “¿ y quién era esta María Luisa por la que tanta gente está llorando?” Para todos Uds, quiero relatar la historia, porque es digna de conocerse.

Se llamaba María Luisa Zerega Péndola. Tendría 14 ó 15 años cuando la conocí. Ya he descrito antes a la mu- chachita rubia con una cascada de rizos rubios que le bailaban en la espalda., Éramos del “sector especial”. Ellos, los Zerega, en Noguchi y Ballén. Nosotros, los Álvarez, en Ballén y Chimborazo. Como mi departamento daba al portal, veía pasar diariamente a los italianitos. Eran cuatro. Tres de ellos dueños de unos ojos color de cielo que eran mi encanto. La pequeña “la piccolina”, con ojos oscuros. Iban al colegio primero, a la universidad después. Supongo que •ellos no tenían la menor idea de esta maestra de música que los observaba. Ya para entonces yo era la joven profesora de piano que tenía “clases particulares'”, Mi primera clase fue… “Cuidado, Lila, no te vayas” por los cerros de Ubeda!. así vivíamos, ellos estudiando, yo trabajando, cuando a comienzos de los años 30 llegó a Guayaquil un Director-Concertador llamado Ángelo Negri. Llegó como director de la parte musical de una mundialmente famosa compañía de Opereta, la “Lea Candini”. La Candini hizo varias funciones de primerísima calidad. Negri traía músicos. propios, lo cual era la increíble costumbre de esa feliz época, pero también contrató músicos de acá. Recuerdo que un contratado como violinista fue mi hermano Pablo. Hubo amistad inmediata entre el maestro y el violinista jovencito de esta escondida y casi desconocida república americana.

Ángelo Negri fue para mí el hombre más extraordinario que conocí. Tenía el don de ser padre. Fue el padre de todos nosotros, apenas lo conocimos. Fue el hombre más ilustrado que conocí. El músico más sabio, el mejor pianista, el compositor que escribía música como escribo yo la presente nota. El que nos enseñó lo que eran los tallarines auténticos, que él mismo hacía, desde la pasta. Que era capaz de preparar un jamón, comprando la pierna y, y. y,. ¿De quién voy a hablar?. ¿De María Luisa o de Negri?. ¿Cómo los puedo separar, si el uno me llevó donde la otra? ¿Cómo puedo referir una historia de una persona que incluye la historia de docenas de ellas?

Así que por ahora, pido perdón y me retiro por el foro. (Cuantas docenas de veces lo hice, en función teatral junto a María Luisa y bajo el mando de Negri…) Pero ahora pido que me esperen “hasta la ca-la-se que viene” como decía el Petete, porque debo tranquilizarme, que no es bueno salir al público con la emoción apretando la garganta y los nervios hechos trizas, Feliz Carnaval para Uds, y no cometan imprudencias.