Zerega de Barniol María Luisa.

Cuántas obras aprendió en sus 10 años de actividad musical y teatral esa frágil, suave, sencilla y encantadora muchacha que era María Luisa? Que las grandes “divas” con largos años de preparación académica tengan un gran repertorio es lo natural, para eso se preparan. Pero nuestra “Gringa” (así también le decíamos) era una chica que, como tantas otras, conoció a Negri porque sus padres le pusieron un profesor de piano. Ella y su hermana Yolanda, estudiaban piano con Negri. Por eso las conocí, porque Negri se fue de viaje y me las “encargó” hasta volver. Fueron mis alumnas por un corto tiempo, pero de allí nació una amistad entrañable, con ellas y con nuestras respectivas madres.

Pues, ella se volvió “el eje” de todo concierto. Aprendía tres y cuatro grandes arias para cada concierto. Y mientras tanto, ¡ estaba memorizando óperas completas! Qué maravillosa memoria musical, qué nervios tan bien templados; qué voz privilegiada y qué sencillez increíble? No conoció la vanidad. Lo asombroso para mí, ahora que contemplo los hechos con toda la objetividad de que soy capaz, es que ella realizó todo eso con la mayor naturalidad del mundo. Cuando un estudiante de música consigue actuar en un concierto, y se luce, hay gran emoción de todos los que le rodean.

Pues ella se presentaba diez, doce veces al año, y parecía que así “debía ser”. Y ocurrió durante más de diez años, como si tal cosa. Como ya sabemos, cantó su primera Traviata, en 1939. Ese mismo año, y con pocos días de diferencia, estrenamos una ópera cómica del compositor italiano Usiglio. Opera casi desconocida, pero encantadora, obtuvo un triunfo redondo. Me gustaría mencionar a todos cuantos se lucieron en esta obra, pero esa lista, para no cometer injusticia, sería interminable. Y estas notas son y deben ser, para María Luisa Zerega. Debo insistir en que el principal objeto de estas crónicas es el de dar a conocer a las presentes generaciones a la excepcional muchacha ítalo-ecuatoriana acerca de la cual la gente joven tiene sólo una vaga idea. En la foto que acompaña la presente (gentileza de la amiga Zobeida Jiménez) tienen Uds. la muestra de lo que era la Mari que cruzó por nuestras calles con su hermoso pelo rubio flotando al viento. Blanca como la leche y rubia como el sol. Así era. Y el ser más bueno que conocí. Todavía falta mencionar cuatro óperas más. Así que hasta la próxima.