WHITTLE DIEGO

PROCER.- Nació en Kingston, capital de la isla de Jamaica, en 1.800, fue llevado a Irlanda por su padre James Whittle y estudió hasta graduarse de Bachiller en el Colegio de la Trinidad, Trinity College, en Dublin.
Entonces quisieron dedicarlo a la carrera eclesiástica que él encontró aburrida y prefirió hacerse militar sabiendo que en América se libraba una cruenta guerra por la independencia pues conocía la fama del Libertador Bolívar e ilusionado por verle se embarcó al Nuevo Mundo y aunque el buque naufragó pudo salvarse y arribar a las costas colombianas en 1820 y pasó al valle del Cauca por el río Magdalena. Desde entonces luchó en la región del Patía donde cayó prisionero y se libró de ser fusilado por los españoles quizás por su corta edad. Solo tenía veinte años.
Presentado a Bolívar en Popayán en Enero de 1821 fue destinado al Primer Cuerpo de la Guardia, realizó toda la campaña militar del Cauca hasta la Capitulación de Pasto en Junio de 1822 tras el triunfo de Pichincha.
En 1823 siguió al Perú en la División Auxiliar que mandaba el General Jacinto Lara. El 24 asistió al triunfo de Ayacucho y fue ascendido al grado de Coronel. Acantonado en Lima con otros militares de Colombia para conservar el orden interno, a finales de 1826 se sentía un terrible malestar contra las fuerzas libertadoras pues el espíritu nacionalista peruano no podía seguir soportándolas. Así se vivió ese año, en constantes tensiones.
El 27 de Enero de 1827 el General Bustamante, pretextando defender la Constitución Colombiana atacada por Bolívar, tomó preso al General Sandes, al Coronel Whittle que se hallaba de Primer Comandante del batallón Vencedor y a otros altos jefes y oficiales de la División y los despachó al Callao.
Allí sufrieron toda clase de vejámenes, fueron embarcados en el “Blucher” hasta el puerto de Buenaventura y tras muchas vicisitudes pasaron a Bogotá primero y a Turbaco después, donde se hallaba el Libertador, quien le designó Comandante de los Cuerpos Volantes que se organizaban en el río Magdalena en previsión de la guerra civil que se veía venir por todas partes; sin embargo, a mitad del año regresó a Bogotá y fue nombrado Primer Jefe del Batallón Vargas de guarnición en esa capital. Mientras los Diputados liberales de Santander lograban la mayoría en la Convención de Ocaña y para dejarlos sin quorum el Libertador ordenó a los suyos que abandonaran las sesiones, produciéndose la dictadura.
El 25 de Septiembre de 1828 un grupo de liberales asaltó el Palacio de San Carlos en Bogotá con el fin de ultimar al Libertador, quien logró saltar por una ventana y esconderse bajo un puente cercano, mientras sus asesinos eran enfrentados valientemente por Manuela Sáenz.
Whittle estaba en la lista de los que serían asesinados si triunfaba la revolución pero como esa noche se encontraba en su casa, al oír las descargas de fusilería acudió al Cuartel que estaba siendo atacado. En el trayecto encontró a una parte de los completados, “quienes le habían solicitado con pretextos para asesinarle indefenso pero cuando se les presentó tuvieron miedo, le dejaron”.
En medio de la confusión y el alboroto tropezó con una patrulla del Vargas y con ellos siguió al Palacio, supo de la fuga de Bolívar, quien más tarde acudió en la Plaza Mayor y fue recibido por Whittle y otros Jefes y Oficiales con aclamaciones y aplausos, pues se le creía muerto o en poder de sus enemigos, sin que nadie supiera de su paradero.
Al poco tiempo fue despachado con el Vargas para hacer guarnición en Popayán a las órdenes del General José María Obando y con la secreta consigna de controlar sus movimientos, pues el Libertador presumía que podría ponerse nuevamente de acuerdo con el General Hilario López para otra revolución. Obando había sido perdonado en una intentona anterior, El 23 de Mayo de 1830, enterado Obando de la creación de la República del Ecuador, se retiró a Pasto llevando consigo a Whittle y al batallón Vargas.
A última hora cambió a Cali pretextando retirar un parque de municiones existente en dicha ciudad. Entonces ocurrió el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho en las selvas de Berruecos y Whittle plegó al bando de Flores y anexó el 3 de Noviembre la población de Pasto al Ecuador. En premio Flores le elevó al generalato y nombró Comandante del Departamento de Quito para que se trasladara con el batallón Vargas a esa capital. La noche del 10 al 11 de Octubre de 1831, debido a que en siete días no se les había abonado sus raciones y auxilios de vida, los oficiales del Vargas, acaudillados por el Sargento Miguel Arboleda, se sublevaron contra sus jefes y pusieron en libertad al propio Arboleda que guardaba prisión disciplinaria por haber murmurado de Flores; enseguida embistieron contra el Cuartel de Artillería y se apoderaron de él, reclamando por la paga adeudada, pues carecían de bastimentos.
Muy por la mañana salió Flores a caballo con algunas personas de su confianza y se presentó a los del Vargas para averiguar qué querían. Un soldado tendió el fúsil en su contra y otro se apresuró a desviar el arma, llegando las partes a un entendimiento.
El vecindario colectó el dinero que fue distribuido equitativamente para que pudieran regresar a Colombia y Venezuela de donde eran oriundos esos veteranos de las guerras de la independencia, pués habían combatido en el Pantano de Vargas de donde tomaron el nombre. Los soldados liberaron a los oficiales detenidos, entre ellos a Whittle, a quien habían sorprendido en su casa y marcharon hacia el norte con destino a sus lejanos hogares. Flores herido por el mal rato pasado en el Cuartel, llamó a Whittle y le encargó una fuerza colectiva para que los persiguiera y trajera de vuelta.
Whittle les dio alcance cerca del torrente del Guayllabamba y queriéndoles persuadir de volver a Quito se trabó en una discusión con ellos, pues la mayoría gritaba ! Nuestra Patria! ‘Nuestra Patria! Sin escuchar razones. Entonces fue llevado hasta el puente y sentado en él le dispararon ese 11 de Octubre de 1831 cayó pesadamente al río y fue arrastrado. En tal actitud debió primar el recuerdo de que fue por culpa de Whittle que el glorioso batallón Vargas había ido a dar a Quito, pues no le tenían ninguna animosidad.
Al conocerse en Quito su inicua muerte Flores designó al sanguinario General Juan Otamendi para que persiguiera a los del Vargas con los Escuadrones Primero y Segundo de Granaderos y los exterminaron.
Otamendi los fue fusilando en partidas de cinco. En una de ellas perdonó la vida del soldado que había desviado el fúsil que iba a ser disparado contra Flores. Los insurrectos del Vargas, al darse cuenta de que les seguían, apuraban las marchas pero Otamendi les iba dando caza pues rara vez oponían resistencia. En Tusa (San Gabriel) y en Tulcán, fusiló por partidas en las plazas públicas de dichas poblaciones y los persiguió hasta las selvas de Barbacoas, degollándolos sin conmiseración, como si fueran alimañas y se trataba de heroicos veteranos de guerra. I cuando la alevosía no les ultimaba y se resitían, a veces hasta ponían en derrota a sus perseguidores. Cerca de Barbacoas se reunieron los que habían quedado con vida y resolvieron presentar batalla. Otamendi les ofreció plenas garantías y firmó un convenio el 5 de Noviembre.
Conducidos a Quito como amigos, se separó a 32 de ellos y llevados a la plaza de Santo Domingo fueron pasados por las armas de rodillas y como a traidores. Seis pudieron ser salvados por una propina que dos caballeros de apellidos Barba y Pólit entregaron a los verdugos. Los del Vargas eran 430 y se calcula que no menos de 300 fueron ahorcados, fusilados, o degollados de donde se originó la fama de asesino que acompañó desde entonces al general mulato Otamendi.
Luciano Andrade Marín cuenta que el cabecilla Arboleda se salvó de la descarga sin heridas, que aprovechó el momento de confusión para salir corriendo y pedir asilo en el vecino Convento dominicano. Fue fama que tomó los hábitos con el nombre de Hermano Antonio y que mucho tiempo después aún se le veía en la portería vendiendo objetos piadosos y otras menudencias religiosas.
En memoria del infeliz General Whittíe el Congreso ecuatoriano mandó el 7 de Noviembre a pintar su retrato de gran uniforme, por Antonio Salas, con el siguiente lema: “El General Diego Whittíe honor y firme apoyo del Estado” para que fuere colocado en un sitio de honor de la Sala Municipal de Quito, donde estuvo ciertamente por algún tiempo, pero su ascenso no fue ratificado por el poder legislativo. No dejó parientes en América y a nadie hubiera beneficiado.
Alto, bizarro, marcial, de gran apostura, blanco de tez, pelo y bigote fino y negro, tal su retrato.