VALCARCEL VIZCARRA LUIS E.

ETNOLOGO HISTORICO.- Nació en la población de Ilo, Moquegua, al sur del Perú, en 1891. Fueron sus padres legítimos Domingo L. Valcárcel y Leticia Viscarra que poco después se trasladaron con los suyos al Cusco, aprendió el quechua con los sirvientes de su casa, cursó la primaria en el Colegio Peruano y realizó los estudios secundarios en el Seminario de San Antonio Abad.
De dieciséis años tuvo su primer amor con una muchacha de raza india y de nombre Mariacha y cuando regresó de un viaje dos años después encontró que su madre la había despedido. Esa pérdida le ocasionó una gran tristeza, con el paso del tiempo la idealizó, mencionándola repetidas veces en sus “Memorias” escritas al final de su vida. El conflicto con su madre, una hacendada hostil a los indios, continuó. En 1908 empezó a escribir artículos periodísticos manifestando que la conciencia india contenía el concepto de lo universal y contra los deseos maternos ingresó en 1909 a la Universidad del Cusco, participó en el movimiento que propugnaba la reforma universitaria y recibió la influencia de varios profesores partidarios de las ideas anticlericales y anarquistas de Manuel González-Prada.
Acababan de descubrirse las ruinas de la ciudad incásica de Machu Picchu y en Bolivia el sociólogo Franz Tamayo hablaba de volver a las raíces del indigenismo como única ruta digna hacia al futuro, de suerte que en el Cusco se vivía la excitación del redescubrimiento de todo lo antiguo, que se estimaba puro, socialista, humanitario, perfecto, autónomo, noble, justo y patriarcal.
En 1911 comenzó a enseñar en el Colegio Nacional de Ciencias. Ya era redactor en diferentes diarios cusqueños: “Sur” , “La Sierra”, “El Sol”, “El Comercio” En 1912 fue designado Inspector General de Instrucción Pública del Cusco, enseñó Historia y Arte y publicó la primera de sus obras que llamó “Kon, Pachacámac, Viracocha”. En 1913 compuso un Himno al Cusco. En 1915 se graduó de Doctor en Artes y el 16 en Jurisprudencia y abrió un estudio de abogado. Prefería defender a los indios de las acechanzas de los hacendados y gamonales de los contornos siempre listos a arrebatarles sus tierras, es decir, la esencia misma de la vida andina, porque “para los indios no hay justicia”.
En 1917 dirigió el diario “El Comercio”, enseñaba Historia del Perú e Historia del Arte Peruano en la U. de San Antonio Abad del Cusco y cuando ocurrieron los fusilamientos de indios en la hacienda “Laura Marca”, formada por las tierras arrebatadas a siete comunidades, entonces fundó la Asociación “Resurgimiento” para defender a los indios, brindarles cuidados médicos, iniciar su alfabetización y hasta hubo un ciclo de charlas en quechua. Todo ello chocó a la sociedad de su tiempo, enseñada a ver en los indios solo un factor de atraso, pero estas campañas le atrajeron la atención de la nación y José Carlos Mariátegui a través de su revista “Amauta” le dio publicidad y brindó su apoyo y como dicha publicación llegaba al Ecuador, sus ideas se conocieron en nuestra Patria, motivando a numerosos escritores hacia el indigenismo, tema que coincidiendo con el arielismo en boga, aun no se había tratado. Por eso Valcarcel ejerció en la mentalidad sudamericana de los años 20 al 40 una notable influencia, fácil de detectar en el relato indigenista peruano y ecuatoriano, en políticos como José de la Riva Agüero y en sociólogos como Pío Jaramillo Alvarado.
En 1919 salió electo Diputado por Chumbivilcas. En 1922 editó “Glosario de la vida Incaica” postulando que el imperio “representaba el punto culminante de la unidad del indio con el paisaje a través de la difusión de los modelos agrarios del colectivismo, de la cooperación y solidaridad.”
En 1923 fundó el Museo Arqueológico en el Cusco. El 24 dio a la luz “Significado del arte Incaico”. El 25 aparecieron dos obras de su autoría y de carácter histórico “De la vida Incaica” y “Del ayllu al imperio” que sirvieron para impulsar los estudios históricos sobre el pasado y marcaron un hito importante en el desarrollo de la conciencia indigenista del Perú, al revelar las excelencias de la vida y las instituciones en las culturas preincaicas, es decir, en el primer imperio andino, que debió comenzar 3.000 años antes de Cristo (2)
En 1927 dio a la luz “Tempestad en los Andes”, con prólogo de José Carlos Mariátegui, denunciando la injusta situación del indígena dentro del sistema de haciendas, obra considerada una clarinada de alerta a fin de no perder la fidelidad hacia la esencia histórica pues la cultura bajaría nuevamente de los Andes, profecía calificada de apasionada porque anunciaba la proximidad de un nuevo Perú en armonía renovada entre el hombre y la naturaleza. Valcárcel ahondó en lo indio aunque sin definirlo concretamente como bien lo ha expresado Manuel Sarkisyanz, además pidió nuevos líderes para los nuevos indios.
Este programa político le convirtió en sujeto influyente, sobre todo en el magisterio serrano, que empezó a repetir sus soberbias frases y hasta se sirvieron de ellas para exaltar los valores andinos, encontrando allí las bases de su propia autoafirmación. La obra suscitó dos discursos de su parte que le ocasionaron una prisión de tres meses, pues fue acusado de alta traición por sus ideas; pero Angel Escalante, Ministro de Educación de Augusto B. Leguía, hizo publicar los discursos en un periódico gubernamental y el Dictador le rehabilitó sacándole de la cárcel con honor para que ocupara la dirección del Museo Bolivariano en Lima, donde fijaría definitivamente su domicilio.
Su indigenismo había comenzado a influenciar en la creación de una identidad andina (vitalismo telúrico, sacralización de las cimas de las montañas hacia los horizontes mágicos del altiplano, tierra y cielo en una gran unidad).
El 31 dirigió el Museo de Arqueología Peruana y comenzó a enseñar Historia de los Incas en la Universidad de San Marcos de Lima, el 32 inauguró la “Revista del Museo Nacional”, pero habiendo caído meses atrás la dictadura de Leguía – que en cierta forma protegió a los indigenistas- comenzaron tiempos difíciles de persecución masiva a los grupos opositores: el nacionalista APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre, el comunista stalinista y también el indigenista, por eso menudeaban los destierros y prisiones pero Valcarcel fue respetado por ser un intelectual puro. De esta época es su matrimonio con Martha Santos.
El 34 escribió “Cusco, capital arqueológica de Suramérica”, el 37 “Mirador Indio”, el 39 “Garcilaso Inka” y el 40 “El Virrey Toledo, gran tirano del Perú” que chocó al pensamiento fascista que triunfaba por esos días en su Patria capitaneado por el ilustre José de la Riva Aguero y Osma. Estos libros tienen un carácter eminentemente histórico pues ya había cambiado la visión de Valcarcel, que de fogoso revolucionario se había transformado en etnólogo e historiador.
Desde 1943 al 48 salió su “Historia de la cultura antigua del Perú” en dos volúmenes que han visto tres ediciones, considerada su obra más apreciada, que inauguró una nueva modalidad pues combina el relato de la crónica con información arqueológica y etnográfica, explicativas de sus teorías acerca de la vuelta a un indigenismo futuro, donde los elementos raciales exógenos como el europeo y el africano y sus mezclas, se incorporarían al ritmo de la vida andina, que es vida de eternidad, pues no se funda en el esclavismo, en el feudalismo, ni en el comunismo; sino en la cooperación como único medio de producción, su pensamiento romántico nunca se pronunció racista, en el ideal positivista de lograr una América auténtica, moderna, basada en la raza Cósmica a lo Vasconcelos y en la aplicación del sistema de equidad que imperó en el ayllu del pasado.
Del 45 es su “Ruta cultural del Perú”. Ese año reunió todos los Museos del estado y organizó el Museo de la Cultura peruana. El Presidente Bustamante Rivero le llevó a ocupar el Ministerio de Educación porque era uno de los más importantes intelectuales del país, especializado en etnología, donde permaneció poco más de un año (1945-46) Desde el 46 dictó los cursos de Historia de la cultura peruana y de Introducción a la Etnología en la U. de San Marcos de Lima y dirigía el Instituto de esta última especialidad. Por eso le consideraban el primer etnólogo de su país. Entre el 58 dirigió al etnólogo norteamericano John Murra autor de la teoría del trabajo feudal andino. En el 59 editó “Etnohistoria del Perú antiguo” y del 69 “Historia del Perú antiguo a través de la fuente escrita”.
Por ello ganó el Premio Nacional de Cultura tardíamente en 1975 en la especialización de Ciencias Humanas.
Falleció en Lima dejando unas Memorias que fueron publicadas por el gobierno. Fue el primero en utilizar el término Etno-historia para describir el estudio de los relatos de testigos presenciales del siglo XVI sobre la invasión europea, pues descubrió esas fuentes en el primer decenio del siglo XX y pasó estudiando y redactando ediciones mejoradas de algunas crónicas.
Otra faceta importante de su personalidad la constituyen los cursos de antropología e historia y las investigaciones arqueológicas que promovió durante varios años en la Universidad de San Marcos y en la dirección del Museo Nacional de Cultura donde apoyó a José Maria Arguedas, ese otro gran indigenista que se auto eliminó.