TÁBARA, Enrique


Tal vez pueda llegar a serlo si se miran mis pinturas como una sola.
Al haber trabajado piernas durante 18 años, el pintar 2.000 cuadros, no tiene la inquietud de estar repitiéndose.
En 1968 empecé las piernas y después vinieron las patas más tarde las piernas con zapatos, un día dejé las piernas con zapatos y las trabajé con algo de vegetación. Lo que busco realizar es el estudio serio de un tema.
Me imagino que alguien puede querer coleccionar Tábaras y lo importante para ese coleccionista es que ninguno de sus cuadros sea igual a otro. Trato de trabajar cuadros que a pesar de ser del mismo autor y usar los mismos elementos, no sean iguales y creo que lo he conseguido.
(Mario Monteforte en su libro «Los signos del hombre» asegura que en Ecuador existen coleccionistas que poseen entre 60 y 70 Tábaras.)
Cansados de hablar de arte, pintura y pintores, entramos a otro campo: sus intereses fuera de la pintura.
Cuando tengo tiempo es decir, cuando no sé que pintar- leo, paseo, vivo la vida. Me gusta la poesía. Incluso he escrito algo, pero de ello prefiero no hablar, sencillamente no creo que sea algo «nuevo» y «extraordinario». El cine es algo que me ha apasionado toda la vida. Tengo escritos algunos guiones cortos pero estoy tan atrapado en la pintura que cuando quiero hacer otra cosa, es cuando «surge» algo nuevo e interesante en la pintura y pienso que esa es mi última oportunidad, que si no lo empiezo puede suceder que nunca lo haga y lo único que deseo es amanecer con vida al día siguiente para realizarlo y entonces todo lo demás desaparece.
Los guiones que he escrito han sido mostrados a algunas personas relacionadas con el cine, pero la verdad es que aunque he estado tentado a realizarlos, los he ido postergando. Igual pasa con los escritos que tengo sobre mi pintura. Son unas 500 páginas a las cuales tengo que dar forma, corregir y desechar.
¿Significa que de Tábara sólo veremos cuadros?
Recuerdo que una vez llevé a un comprador al estudio que tenía Manuel Rendón en la playa. Este señor estaba desesperado por adquirir un Rendón. Juntos fuimos a la playa y cuando llegamos, lo único que tenía en el taller era un cuadro apenas comenzado en el caballete; no había nada más. Eso tuvo que impresionarme porque desde ese momento prefiero no vender y tener obra en el taller. Cuando tenga bastantes cuadros, una considerable cantidad de obras para que la gente pueda elegir si desea comprar, entonces yo me dedicaré a mis «otras cosas», a lo que quiero hacer y necesita de mi tiempo.