SOLA FRANCO EDUARDO

HUMANISTA.- Nació en Guayaquil el 16 de Octubre de 1.915 alrededor de las cuatro de la tarde y fueron sus padres legítimos José José y Solá natural de Cataluña, España, exitoso comerciante en Guayaquil, fundador de la Casa de importaciones Solá y Compañía que se quemó en 1.917 para el Incendio de la Gobernación pues funcionaba en los bajos de ese edificio, reabierta y transformada en la Sociedad Hispano Ecuatoriana S.A uno de los más grandes almacenes de importaciones que tuvo nuestra ciudad hasta la década de 1.950; y de María Teresa Franco Roca, miembro de una antigua familia de la alta sociedad guayaquileña, mujer dulce, sensible, espiritual y artista del teclado.”El era enérgico y serio, muy trabajador. Mi madre era bella y bondadosa, de una sensibilidad extraordinaria. Ambos eran el centro de mi vida y lo fueron siempre, pese a que más tarde abandoné el hogar para comenzar la trabajosa y difícil carrera de pintor, con tantas inquietudes como las tuve y continúo teniéndolas.”

La familia Solá Franco se componía de los siguientes hijos: 1) Juanita, que murió niña, 2) Francisco a) Paco, originó a los Solá Medina, 3) Eduardo, soltero, 4) María Teresa, originó a los Estrada Solá, 5) Fernando murió niño, 6) Carlos originó a los Solá Christiansen, y 7) Luisa originó a los Rhode Solá en Lima.

“Vivíamos en el boulevard Nueve de Octubre en una casa de tres pisos con jardín, que fue decorada al estilo catalán más puro por el maestro Roura Oxandaberro, con detalles exagerados tipo Liberty.”

Fue el segundo de una familia formada por cinco hermanos, recibió las primeras letras en el Colegio María Auxiliadora de las monjas salesianas, casi todas de nacionalidad italiana, en las vacaciones era llevado al balneario de Playas obsesionándose por el mar que será siempre una de sus principales fuentes de inspiración. De esa época recordaría entre sombras chinescas a una doméstica llamada Sofía, a quien quiso con ternura y comprensión cuando era niño pues tenía los cabellos blancos y los ojos velados por cataratas que no quería operar y que envuelta en una manta negra que le llegaba a los pies, contaba hermosos cuentos y leyendas así como sus recuerdos del pasado que envolvía y daban una percepción especial.

“Desde niño me gustó contar tragedias espantosas con grandes trasatlánticos que se hundían o submarinos que no podían volver a la

superficie o terremotos y océanos de lava destruyendo ciudades, acaso todo esto provocado por la sirena de los bomberos que sonaba constantement5e con el anuncio que había fuego en alguna parte de la ciudad donde frecuentemente se quemaban cuadras enteras por este flagelo. Jugaba entonces, sobre todo al teatro, ayudado por mi padre, que nos regalaba con los espectáculos que él mismo manejaba (las pulchinelas, el guiñol, las sombras chinescas y las linternas mágicas.)

En 1.920, a los cinco años de edad, viajó con sus padres a Barcelona – y esto fue el deslumbramiento pues es una bella ciudad rodeada de montañas y frente al mar con sitios paradisíacos en la Costa Brava – durante tres años alquilaron un piso en la célebre Casa Milá o de la Pedrera, diseñada por Antonio Gaudí y ubicada en el Paseo de Gracia. “El departamento tal como lo recuerdo tenía corredores sinuosos y decoraciones marinas, exceso de hierro forjado en forma de algas y todo esto se me antojaba una decoración del Gabinete del doctor Calígari (primera película expresionista del cine alemán producida en 1.920 utilizando la novedosa técnica del flash back) pues mi padre, muy largo de ideas, nos llevaba al cine y al teatro, teníamos palco en el Liceo y seentusiasmaba con nosotros por todo buen espectáculo.”

Fue matriculado en el Colegio de los hermanos maristas de la calle Aragón. Eran los tiempos del reinado de Alfonso XIII y de la dictadura del General Primo de Rivera y existían muchas huelgas en contra de dicha dictadura. En las horas perdidas de la tarde diseñaba por placer y “como arrojaba mis dibujos a un patio interior, cierto día que enfermé y mis padres llamaron a un médico vecino del segundo piso de apellido Armantller, éste subió con todos mis papeles que había recogido sistemáticamente y al entregármelos dijo a mis padres: Su hijo será pintor. Creo que fue el primero que creyó en mí. En todo caso, aquello ayudó a sanarme”

“En l.92l viajamos a Paris y mientras mis padres seguían a Bélgica, Holanda y Alemania, permanecí con mi abuelita materna (Amelia Roca Marcos vda. de Franco Ferrusola) una señora tan bella como mi madre y majestuosa como las señoras de aquellos tiempos quien falleció en 1.923 en nuestro departamento de Barcelona. Estos viajes los hacíamos con algunas personas del servicio traídas de Guayaquil y con un perro grande y bonachón llamado Picadilly.”

“Acostumbraba garabatear mis libros y las paredes de la casa, hacía marionetas, guignol, me disfrazaba y recitaba versos en la cocina. El 24 regresamos al Ecuador pues mi madre estaba profundamente triste y nuestro padre nos mandó – a Paco y a mí – a estudiar internos en el Colegio del Cebollar de los hermanos cristianos en Quito. Yo me quedé allí muy triste porque era el más mimado de mamá, después ella nos fue a visitar, puso casa y vivimos juntos. Papá iba cada dos semanas.”

En el Colegio encontró un ambiente francamente hostil. Europeizado, era el blanco de los insultos de otros muchachos. El 26

regresamos y nos matricularon en la Escuela Modelo ubicada en el barrio del Astillero, única en la ciudad con piscina, donde se aplicaban los métodos de enseñanza introducidos por los profesores de la II Misión Pedagógica alemana llegada al país, que eran severos y hasta brutales, también me mandaron a tomar clases de pintura con el maestro José María Roura Oxandaberro, muy bueno, bonachón y hasta divertido, quien me dio los primeros conocimientos de dibujo y del color. Con este bondadoso maestro que me permitía hacer un dibujo libre a mi manera después de copiar a lápiz una aburrida cabeza griega en escayola, aprendí los rudimentos del arte plástico. Recuerdo que llegué a exponer en el Salón de Octubre de 1.928 una naturaleza muerta bastante ayudada por mi maestro y más de una acuarela personal que se llamaba una fiesta en casa de la Marquesa de Solanda. En aquel momento cumplía recién trece años.”

Los Solá alquilaban un departamento en Ballén entre Chile y Chimborazo frente al parque Seminario, Su vecino Luís Savinovich Sotomayor recuerda que a eso de las cinco la chiquillada del barrio bajaba a jugar al parque. “Formábamos un grupo grande, llevábamos patines, bicicletas o simplemente jugábamos a la pega y así pasábamos la tarde.” Eduardo bajaba también, se suponía que para cuidar a su hermana pero él no se acercaba al grupo, no jugaba con nosotros, siempre se quedaba atrás, retraído, solo, extrañando sobremanera su época en Barcelona, pues pensaba en volver a hacer su vida allá. Yo ocasionalmente me acercaba ahablarle, porque lo veía solo, pero él era de pocas palabras.”

“A principios de l.929 papá nos llevó nuevamente a Barcelona con la intención de quedarnos. Alquiló una casa de muy buen aspecto en la Diagonal No. 520. Era el año de la Exposición Universal con sus grandes museos y palacios y el extraordinario pueblo español, derramaba luces, incienso y fuentes musicales sobre la ciudad privilegiada. Estuve dos años en el Colegio de los jesuitas de la calle Caspe y habiendo admirado la obra surrealista y elegante del pintor Ramón López Morelló pedí que me diera clases. Su estilo suntuoso, de figuras estilizadas más bien con sentido ornamental, podría denominarse decadente a lo Gustavo Moreau, a más de orientalista, simbolista.”

Muy honrado y meticuloso, López Morelló era un joven físicamente delicado y amante del detalle perfeccionista en sus obras, al punto que pasaba por decorador, nacido en 1.901 solo tenía catorce años más que Eduardo, ya era reconocido como artista de indudable talento por su pintura elitista aunque su carácter más bien retraído a causa de su sexualidad de closet, le impedía sobresalir en el gran mundo español de su tiempo.

“De los catorce a los diez y seis años, entre 1.929 y el 31, me dejé transportar al mundo de la pintura de López Morelló que me enseñó acuarela, dibujo e historia del arte en una mesa al lado mío una hora al día y su conversación era tan fascinante como su arte…. Ëpoca extraordinariamente feliz (los Solá Franco) viajábamos mucho por Francia,

España e Italia. Yo pintaba marquesas, damas elegantes, fantasías a lo Blaskt porque me movía en el mundo del turismo adinerado. Mi arte también había incorporado algunos elementos del art decó que me parecieron oportunos y novedosos. Tuve demás, un buen profesor de óleo en el señor Meléndez, a quien yo en ese entonces no soportaba porque me parecía rutinario y casi vulgar, pero no podía sustraerme al deseo de mi padre, de que yo conociera todas las técnicas y estilos de la pintura.”

En 1.930, de puro juguetón pintó una acuarela con la creación alemana del vampiro Nosferatus, película que se había puesto de moda y hasta una tira cómica de dos páginas a tinta china que denominó El V ampiro.

Por entonces, diría Eduardo, “mi padre, empeñoso y trabajador, tuvo la ocurrencia de pedirme que hiciera un Cuaderno de Dibujo con todas las cosas que me interesaban y compré un bonito cuaderno con papel de acuarela, lo hice empastar y empecé a dibujar cuanto veía. Iba al teatro, veía una buena película, conocía una persona interesante, o lo llevaba a la playa y todo iba apuntando. El “Diario” se fue haciendo cada vez más personal. Dibujaba los buenos y los malos ratos, eran dibujos rápidos a tinta china y sin color, pero con breves comentarios, por eso los dos tomos que salieron en esta primera época, en estilo de comics, los he bautizado con el nombre de mamarrachos.”

En la primavera del 32 participó en una Exposición colectiva en el Salón de Montjuich donde le fueron aceptados dos dibujos realizados a tinta china y con acuarelas, pero la crisis económica mundial golpeaba a todos por igual aumentada en el caso ecuatoriano por las enfermedades del cacao que agobiaban a la producción del agro costeño, motivó a mi padre a regresar a Guayaquil “pidiendo a mi madre que se quedara con nosotros para que continuáramos con los estudios. Al cabo de un año mi madre no pudo soportar la separación y regresamos a finales de año a vivir en nuestra casa de cemento de tres pisos situada en el boulevard No. 73l entre Boyacá y García Avilés, que papá había construido recientemente sobre un predio comprado a los herederos del ex presidente Emilio Estrada Carmona.”

Frisaba los diecisiete años de edad, se había convertido en un elegante jovencito de hermosos ojos azules y exquisitos modales, al que admiraban numerosas niñas de sociedad, era muy unido a su madre y en las visitas que ella hacía a sus tías, “me gustaba escucharlas, sentir sus perfumes algo desvaídos y verlas en sus batas largas de encaje blanco y sus pelucas que usaban todas para disimular sus canas y evoco fácilmente los rostros amados del pasado, cuando yo tenía capacidad de amar; sin embargo Guayaquil me parecía una ciudad cerrada al resto del mundo. Una tarde me senté en la oscuridad, mi mamá me descubrió y me dio esperanzas. El 18 de Febrero del 33 apareció la primera crónica de mi arte en la revista ilustrada Semana Gráfica que editaba El Telégrafo.” Sus contactos con el gran arte

en Europa hizo que no sorprenda su despertar, ha opinado el crítico Juan Castro y Velásquez”.

Eduardo había confesado a su padre sus deseos de ser pintor, “luego participé con ocho acuarelas en una IV Exposición colectiva en la Sociedad Filantrópica del Guayas con los artistas de Alere Flamma: Eduardo Kingman, Galo Galecio, Antonio Bellolio, Enrico Pacciani, Demetrio Aguilera Malta, Mario Kirby, Marco Martínez Salazar, Eduardo Puig Arosemena y Ezio Pattay, pero lo mío no agradó por su temática versallesca, fantástica y decorativa y solo vendí una acuarela de las diez que expuse pues aún no se comprendía lo que era el art decó y hasta hubo personajes que se rieron, otros se disgustaron de mis extravagancias, fui atacado y tuvieron los bomberos que defenderme”

Joaquín Gallegos Lara tenía veinte y tres años de edad, era baldado de ambas piernas y por eso solía arrastrarse y cuando salía a la calle debía ser conducido en hombros de algún amigo, solía pintar unos paisajes en estilo primitivo y bastante malos, aspiraba a una pronta revolución marxista que no llegaba al país y eso le amargaba profundamente y le tornaba fanático y beligerante, pues estimaba que la subversión del orden constituido era la única manera de escapar de su invalidez y pobreza, de manera que vivía exaltado y al contemplar las acuarelas de Solá (hermosas, exóticas, detallistas, aberrantes por versallescas) no pudo soportar su temática que para un realista social constituía un producto burgués, así como el estilo art decó, totalmente novedoso en Guayaquil, que por sus múltiples y exóticos decorados causaba escozor en una ciudad sencilla y casi aldeana, montó en cólera y calificó a Eduardo como el señorito al otro lado de las barricadas y en gesto primo y brutal ordenó a varios obreros bastante ignorantes que le acompañaban, que ataquen al artista de solo diecisiete años de edad. El atropello se produjo a la salida de la Exposición, en el portal y sin previo aviso, recibiendo un fuerte puñetazo que le abrió el labio superior, aflojó dos dientes y le hubieran continuado pegando patadas cuando cayó al suelo, de no haber sido por la oportuna intervención de los bomberos que acudieron presurosos, salvándole de una segura paliza. I todo por exponer acuarelas elegantes en una ciudad sin críticos, en grave crisis económica y existencial, en la que comenzaban los ideólogos marxistas a pontificar sobre lo que no sabían, enfrascados únicamente en la problemática obrero – campesina, tan distante al discurso plástico del joven pintor recién venido de Europa y creyendo que el arte debía estar al servicio de los dictámenes políticos.

A raíz de este incidente su padre le puso un profesor de gimnasia y boxeo llamado Cruz Avila que tenía una Academia y era un negro muy fuerte y gigantón, pero la cosa no marchó por allí pues Eduardo no aprovechó las lecciones y siguió siendo un personaje feble, delgadísimo.

Por esos días ocurrió un confuso incidente en la población de Playas a donde Eduardo había viajado y en el cual intervino su hermano Paco quien le trajo de vuelta al hogar y “se sucedieron nuevas clases con

Roura y otra participación colectiva con el resto de los alumnos; trabajos sin mayor interés por las mañanas dentro del almacén de mi padre “La Sociedad Hispano – Ecuatoriano” y las tardes libres para mis clases durante tres años, hasta que abogaron a mi favor unas buenas amigas de mi madre que me entendían, llamadas María de la Torre y Adelaida Velasco Galdós, para que mi padre me permita viajar al exterior, pero antes hicimos una visita a Quito, donde retraté a las niñas y señoritas de la sociedad y expuse esos retratos con algunos pasteles y acuarelas art decó en el Salón de las Palmas del Hotel Metropolitano, aunque tampoco con mucho éxito.”

Su padre le insistió que vaya anotando los sucesos importantes de su vida y así fue como dio comienzo a un Diario muy personal que llamó “My book of pleasure” – Mi libro de placer – y que, iniciado en 1.935, a los veinte años, llegaría a tener catorce volúmenes y tres mil seiscientas cincuenta y seis páginas en 1.988 más otros dos tomos en blanco y negro que denominó 1) “Mis mamarrachos, álbum de películas 1.930 – 38 y 2) “ Historias Terribilísimas del siglo XX” incluyendo las tapas, guardas y exlibris.

Ese año de 1.988 Eduardo cerró el último tomo de su Diario, cuando frisaba los setenta y tres de edad, posiblemente debido a que se le había agudizado un estado depresivo, de los que cíclicamente le atormentaban, dada la soledad existencial en que vivía.

Los Diarios han sido calificados como un importantísimo proyecto artístico de vida, sin reprise en el Ecuador, el mayor y muy posiblemente el único ejecutado en el siglo XX en nuestro país, “donde anoté, dibujé y coloreé todo aquello que veía interesante y me atraía, gentes, paisajes, ciudades, estados de ánimo, espectáculos, fiestas y modas….de manera que estos catorce volúmenes a colores, unidos a los dos primeros en blanco y negro forman una colección compuesta de dieciséis tomos en total.” Algunos de estos dibujos encierran velados mensajes relacionados con sus eternos temores, con sus demonios homofóbicos que jamás pudo dominar; mas, sea dicho al paso, a pesar que han sido fotografiados, microfilmados, etc. y que todos los alaban, a ninguna institución se le había ocurrido publicarlos, excepto, claro está al Banco Central, que sacó un pequeño y discreto Album conteniendo una simple selección de esos dibujos, a los tres meses de su fallecimiento en Chile. Mas, en Octubre del 2.015, el Curador de Arte Rodolfo Kronfle Chambers los acaba de editar completos y lujosamente en cuatro volúmenes, haciendo justicia al esfuerzo de vida y arte de Eduardo Solá Franco y mereciendo por ello el bien de la Patria.

Los Diarios “constituyen un hito en el arte ecuatoriano por ser una extraordinaria recopilación que refleja su multifacética actividad artística como pintor, coreógrafo, cineasta, diseñador. Hombre mundano por excelencia, podría considerárselo banal de no haber sido un hombre que también amó la verdad. Por ello, episodios penosos de su vida afloran igualmente en estos Diarios….”

También había comenzado a escribir cuentos en la revista Nuevos Horizontes de la Legión Femenina de Educación Popular que dirigía Rosa Borja de Ycaza. “Mi primera producción fue extraña, simbolista y romántica, tituló Las manos de la dama desconocida y gustó mucho. Trata de un joven que se enamora de una dama a la que por su ventana ve pasar diariamente rumbo a una iglesia, pero lo que más le interesa de ella son sus blancas manos, perfectas y marfilíneas que sobresalían de su túnica negra pues las llevaba cruzadas a la altura de la cintura. Cierto día se atrevió a escribirle una esquela pidiendo la oportunidad de besar sus manos. Poco después recibió un paquete, al abrirlo encontró dos manos de porcelana, porque la dama había perdido las suyas en un accidente y usaba postizas.”

“El 13 de Julio de l.935, hablando español, francés y bastante catalán, pero sin conocer el inglés que aprendería en dos años y contando solamente con ochenta dólares mensuales de renta y el pasaje en barco, mi padre me despidió en el muelle advirtiéndome que solo tenía un año para demostrar mi condición de pintor en New York.”

“El 23 de Julio arribé en el vapor Santa Rita de la Grace Line con calor y niebla en pleno verano. New York era considerada la segunda metrópoli mundial del arte después de París. María Piedad Castillo de Leví me recomendó un YMCA – siglas de la Young Men Christian Asociation – llamado William Sloane House en memoria de su protector, ubicado en el No. 356 de la calle 34 y Avenida Novena, donde por un dólar diario tenía cuarto y comida. Allí permanecí ese primer año solamente.”

“Corría en todas direcciones tratando de hacerme conocer y de vender mis acuarelas. Traté de conseguir puesto como diseñador de modas en las lujosas casas de la Quinta Avenida o de ilustrador para alguna célebre revista. Dibujé papel de pared en alguna fábrica en la que nunca me pagaron e incluso traté de pintar a mano una inmensa alfombra por veinte y cinco dólares, pero era algo agotador. Una tarde de verano mi vecino el señor Sobol me invitó a almorzar para el día siguiente con Nannette (Nan) Graecen de Faure. Su padre Edmund William Graecen, Director de una de las mejores escuelas de arte de New York, la “Grand Central School of Art” y pintora ella misma, quien enseñó mis dibujos a su célebre padre – quien había sido discípulo de Renoir – apenas vio mi trabajo me dijo que podía tomar todas las clases que yo deseara en su escuela e inclusive me dio dinero para comprar materiales. Gracias a ellos pude hacer mis primeros retratos por los que me pagaban cincuenta dólares , cantidad que era bastante para mí, de manera que tomé las clases de dibujo y pintura, ilustración, escultura y diseño de interiores, especialmente me interesé en el retrato, naturalezas muertas e ilustración. Un cierto candor e inocencia que tenía yo entonces les conmovía. También concurrí a la New School of Social Research donde enseñaba Camilo Egas quien logró que me concedieran una beca para que estudiara con él anatomía y dibujo. Adicionalmente tomé clases particulares en el estudio de Allen Townsend Terrell el escultor.. De esta época en la New School of Social Research le

quedaría cierta influencia de su profesor Egas, en particular de su obra

maestra “Trabajadores sin hogar,” de la que sin embargo pronto ser alejó.

“Por entonces se había cambiado a otro YMCA ubicado en la calle 63 y Central Park West en un barrio mejor al anterior y me descubrí a mi mismo haciendo retratos. Los sábados íbamos algunos estudiantes a bailar al Biltmore con la orquesta de Tommy Dorsey…. y nos reíamos como tontos toda la noche. Frank Sinatra cantaba en esa orquesta antes de convertirse en el ídolo de los años cuarenta. Era una sala inmensa llena de estudiantes que vestían de acuerdo a las normas del buen gusto…. Eran los años de las grandes comedias de Cole Porter y Berlin y Gershwin, el teatro costaba un dólar, así que estaba al alcance de todos. Sus nuevos amigos, el matrimonio Bruce – Payne, le llevó a la inauguración del Vienniese roof del exclusivo hotel St. Regis. Había un sinnúmero de obras dramáticas y grandes actores. El 13 de Octubre asistió a la presentación del ballet El Sombrero de Tres Picos, de Manuel de Falla, con decorados y vestuarios de Pablo Picasso, a quien desde entonces comenzó a admirar, cuando hasta entones lo había rechazado. Era el New York férico de los años 35 al 40, anteriores a la guerra.”

“Ambicioso, tenaz y trabajador, de una vitalidad que me sorprendía. El 36 llegaron en la primavera mi madre y mis hermanas María y Luisa a visitarme y con ellas regresé a Guayaquil por tres meses.”

“Hice muchos amigos es primer año en que tuve tanta ayuda y cooperación. A ello se sumó la obtención de la Medalla de Oro de la Grand Central School, pues en esa época aún se premiaba a los estudiantes distinguidos. Por eso, cuando regresé a Guayaquil, mi padre se mostró satisfecho de mis esfuerzos y me permitió un segundo año de prueba en New York, pero antes organicé una fiesta de caridad en el teatro Olmedo con poesías de Alba Calderón. A la derecha del escenario había un cuadro vivo que representaba la corte de la emperatriz Eugenia.

“El segundo año en New York fue vital, corría de una clase a otra, de un retrato a un mural, de una lección de decoración a una naturaleza muerta, En los momentos libres continuaba haciendo acuarelas, cada vez más sueltas e impresionistas, cambiando el estilo recibido de mi maestro López Morelló a uno más personal…y los fines de semana asistía por las noches al famoso Cotton Club con otros alumnos de la escuela, donde cantaba Cab Calloway y tocaba la orquesta de Duke Ellington”

“En Noviembre del 36 asistía a las interpretaciones de Hamlet que se representaban en el Empire Theatre y a finales de mes accedí a una jornada inesperada y marcante cuando me inscribí en un Concurso de todas las escuelas de Arte de New York para decorar los cuatro salones y los corredores adyacentes en el hotel Waldorf Astoria, con motivo del baile organizado por la Kotzciuszko Foundation, entidad cultural creada por Stephen Mizwa y formada con inmigrantes polacos. En la gala de 1.937 denominada una noche en Cracovia la antigua, se deseaba recrear la corte de la reina santa Jadwiga.”

“Yo pinté un mural Decó denominado Vestidos y Danzas de Polonia para adornar el corredor de Plaza del Hotel y me documenté en el estudio del artista polaco Wladyslaw Theodor Benda, uno de los ilustradores más conocidos de los Estados Unidos.”

“Así fue como salió mi creación, sobre un cartón de grandes dimensiones, pues tenían más de dos metros de ancho y medio de alto, pinté doce heroicas figuras de bailarines polacos con los vestidos típicos y numerosos motivos alegóricos que gustó mucho y obtuve por unanimidad la segundad de cinco becas, consistente en un viaje a Polonia con gastos pagados por tres meses. La noticia apareció en el New York Times.”

“El nuevo año – 1.937 – lo recibí en Times Square, el 25 de Enero me fue entregado mi premio y el 3 de Febrero asistí al Gran Baile Polaco en el Waldorf Astoria. En el verano viajé en el vapor Batery de la American Line con destino a Gdnya, hicimos una primera escala en Copenhague y arribé en Junio a Polonia, en Varsovia asistí a la Academia de Arte con dos maravillosos profesores: Edmund Bartlomiejczyk y Marya Werten, recorrí el país desde las montañas Tatra, estuve en Kalomya, a principios de Agosto asistí a los bailes folclóricos en los Cárpatos con música y pantomima, finalmente me extasié frente a las belleza. El día 18 arribé a Hungría, conocí a pintores e intelectuales, el 20 vi pasar las reliquias de San Esteban con una solemnidad sin igual por las calles de Budapest y por la noche realicé un paseo en barco por el rio Danubio,” recorrí Viena y llegué a París, concurrí a la Exposición Universal de l.937, encontrando en el Museo del Hombre del Palais Chaillot un busto mío realizado en bronce dos años atrás en New York, por mi amiga la escultora irlandesa Francis Mac Key y dedicado a recorrer los café en busca de celebridades, visitó el de la Rotonda, el Deux Maggots, el Fiore en Saint German des Prés y viajé a New York y en Septiembre estuve con mi familia en Guayaquil, visité Salinas y varias haciendas del litoral (Daule y Samborondón) en plan de curioso observador.. El 18 de Octubre asistí al teatro Olmedo para el recital de Bertha Singermann.”

“El 38 seguí a Chile con mis padres, descubriendo un país encantador, con las gentes más hospitalarias y una cultura muy europea. En Santiago, a través de unos parientes españoles, conocí al Arquitecto Francisco Carlés que estaba de moda, y construía hoteles y casas privadas, En el Salón de baile – Grand Roof Garden – del Hotel Carrera pinté la parte alta, y dos paneles grandes para el Top Room del Hotel Ritz donde funcionó una boite de gran éxito, haciendo de mono sobre andamios complicados. Carlés también me pidió que ejecute al óleo los murales interiores de la casa de la familia Ferrer que acababa de terminar. Allí pinté una cacería romántica que agradó sobremanera y enseguida me solicitaron otros trabajos art decó.

El art decó se originó en el art nouveau en Francia y se singulariza por la decoración a través de la estilización de las figuras y la geometría de los diseños, se popularizó entre l.918 y 1.940 y por eso ha sido llamado el Arte entre las dos guerras mundiales. Desde el punto de vista estrictamente técnico no es un estilo de pintura como lo son el cubismo, el surrealismo, etc. y desde que comenzó a pintar seriamente ya no hizo más art decó. Solá está considerado el introductor del art decó en Ecuador y en Chile.

Enseguida adorné la casa de los Edwards con escenas de circo, la de los Eastman con una vista de una academia de baile, la de los Merry del Val con comidas célebres y así por el estilo. También ejecuté retratos y bajo las miradas benéficas del Comité pro baile de Ciudad Muñecas de la Cruz Roja de Santiago, pinté sobre el suelo, en cuatro días solamente, veintidós jaunneauk con temas del siglo XVIII a cuatro tonos y sobre papel beige, ganando gran popularidad. Mi padre estaba tan emocionado y contento que olvidó su natural severidad. Mi madre y hermana Lucha volvieron al Ecuador el 1 de Mayo en el vapor italiano Orazio. Yo permanecí un año más en Santiago a causa de varios encargos de cuadros y murales, hice dos Exposiciones numerosos retratos y escribí Memorias del señor de Carón, reescrita en Roma el 83”.

“El 24 de Febrero del 39 me embarqué en el carguero Gracia de bandera inglesa que iba a San Pedro en California recomendado a John Holmes y en Marzo pasé a Los Angeles en busca de trabajo. John Clark Rose, a quien fui dirigido por los Faure, le presentó mis dibujos al célebre Director Frank Lloyd, ganador de dos Oscares, quien se entusiasmó con mi arte y me contrató para que hiciera un reportaje con acuarelas de una película que iba a realizar para la Paramount Pictures en la isla Santa Catalina y en alta mar llamada “Ruler of the Sea” o “La conquista del Atlántico” con Douglas Fairbanks Jr. Todos vivíamos en Santa Catalina, una isla extrañamente despoblada, el clima estaba muy frio y el cielo muy gris, nos íbamos al mar a filmar. A través de Fairbanks, quien me invitaba a sus brunchs de los domingos donde se reunía un grupo selecto, traté y fui amigo de muchos actores de primera magnitud, también frecuentaba la casa de Norma Shearen, muy bella y fotogénica, haciendo una actuación muy seria.”

“En esta etapa conocí gente importante, retraté a Joan Crawford, Margareth Lockwood, Carole Lombard, Merle Oberon, Loretta Young, Clark Gable, David Niven, al actor sueco Larry Lanson quien me llevaba a sus viajes de pesca y cacería a las montañas de la Alta California y al director Jack Rose de los Estudios Disney, quien me llevó a una gran producción en proyecto sobre Don Quijote para que dibuje la secuencia o sea el guion. Por las noches hacía vida nocturna en Trocadero, en el bar del Hotel Beverly Hills, en La Ciénega, que más parecía un hacienda o club privado que una boite.”

“I me encontraba en esos ajetreos cuando los directores del Departamento de Arte de los Estudios Disney, ampliados después del éxito alcanzado con la película de Blanca Nieves y los siete enanitos que produjo seis millones de dólares de ganancias, me propusieron llevar.”

“Dejé la Paramout donde trabajaba en “The cat and the canary” ganando quinientos dólares al mes, para recibir solamente veinte y cinco semanales pero con el ofrecimiento de un contrato por siete años con un mil mensuales (ofrecimiento absurdo por exagerado y mentiroso pues el hermano de Walt Disney llamado Ron, por dirigir las finanzas del estudio, obtener créditos bancarios y otros trabajos más, recibía esa suma mensualmente)

Desde el 24 de Mayo del 39 trabajé sin descanso para Disney en sus estudios de Vine Street y realicé mil quinientos bocetos o pequeños dibujos para la película sobre Don Quijote con infinidad de detalles, pues el vestuario lo tomaba de los cuadros de Velásquez y los fondos del Greco y así por el estilo y las paredes fueron llenándose de las pinturas que luego serían entregadas a los animadores. Aparte prodigaba ideas para otros proyectos, entre ellos para Fantasía, película para la que imaginé la tocata y fuga de Bach con formas abstractas y diferentes símbolos. Una noche concurrió Disney a mi oficina (una habitación gigantesca, con mesas, luces, pinceles, óleos y acuarelas) observó el trabajo, ochocientos cincuenta dibujos y tres scrits, los aprobó y preguntó por qué no había dibujado la escena cumbre de la película, quizá por eso pasaron lo mío a Joe Grant, Jefe de Desarrollo de personajes, para la continuación de mi obra, quien no pudo terminar lo que yo dejé construido. Fui acusado de ser demasiado academicistas. Este absurdo determinismo me atrajo gravísimas consecuencias pues un día, tras nueve meses de trabajo y cuando tenía escrito casi todo el guión, encontré cerrada la puerta de mi estudio. Fui movilizado a otro proyecto: Peter Pan. En cuanto a Don Quijote, diferentes problemas técnicos hicieron que nunca se terminara y quedó mi trabajo inconcluso hasta el día de hoy. Diana March trabajaba conmigo, recopilando información sobre Don Quijote.”

Hace poco tiempo apareció en Hollywood un libro especializado sobre los Estudios Disney – The Disney that never was – y en el capítulo correspondiente al proyecto sobre Don Quijote se anota que la mayor parte de los dibujos que se conservan en los archivos pertenecen a un anónimo dibujante – indudablemente corresponden a Solá – cuyo recuerdo y nombre se ha perdido en California.

De ese año fue una obra en conjunto ejecutada con otros treinta y un importantes ilustradores que trabajaban para Disney. Se trata de un modesto tablero de ajedrez construido con una placa de madera a la que se ha adherido una cuadrícula de papel en cada uno de los cuadros negros conteniendo una ilustración individual. La de Eduardo Solá Franco está inspirada en una de las páginas de don Quijote de la Mancha y en la esquina inferior derecha aparece claramente su firma.

Pero hubo otros asuntos que le desmoronaron física y espiritualmente, el primero de los cuales relató con detalles en una de sus obras. Su jefe y compañeros de trabajo se burlaban insistentemente de su físico delgadito y endeble, de sus maneras refinadas, de su personalidad en suma, por aristocrática y elegante, lo cual chocaba con la chabacanería del norteamericano común y corriente de la clase media de entonces (consumidor de perros calientes con coca cola y poco conocedor del refinamiento del gran mundo) Uno de sus jefes llegó al colmo del abuso psicológico de sentarlo a la fuerza en sus piernas en presencia de los demás miembros del staff para provocar la risa y la burla de todos y poco faltó para que lo nalgueara en son de broma por supuesto, pero hay “bromas” que por su naturaleza sádica no lo son y por eso mismo no pueden ser aceptadas, de manera que el ambiente de trabajo se fue tornando insoportable.

Otro asunto (que nunca mencionó pero es fácil colegir) se relaciona con su arte – barroco e historicista – contrario a la política de los Estudios Disney de presentar películas y/o audio visuales con dibujos planos, colores puros y personajes bien definidos ( unos buenos, idílicos, bellos y dulces que trasmiten sentimientos como el dolor, la alegría y el amor, acompañados de una ternura y un profundo lirismo, y otros malos envidiosos, malvados, etc. lo cual fue advertido a tiempo pues de haberse concluido y editado la película Don Quijote no hubiera resultado una obra infantil sino para un público adulto, mercado nuevo y diferente que entrañaba un altísimo riesgo económico al que Walt Disney no podía acceder tras los fracasos de sus últimas películas “Fantasía” y “Pinocho” que no resultaron renteras, aún más, habiéndose iniciado la II Guerra Mundial, pocos meses antes, que cerró los mercados europeos a sus producciones infantiles.

Solá constituía una pieza extraña por su refinamiento y Walt Disney así lo comprendió con su finísimo olfato pues dirigía una poderosa maquinaria dirigida a fabricar material infantil y a ganar dinero.

“Decepcionado de mi aventura de nueve meses en Disney con un sueldo miserable, decidí trasladarme a New York en Octubre , resuelto a no regresar a Hollywood. Mis amigos los Greacen me abrieron nuevamente sus puertas en la Grand Central School of Art sin costo alguno, a tiempo que el pintor Bronis Lesnikoswki y su esposa Jean me ofrecían una generosa hospitalidad en su estudio en el Village de New York, pero viajé sin dinero y agotado por una grave depresión nerviosa basement blues (fui internado varios meses en un sanatorio para enfermedades psiquiátricas pues reía y lloraba intermitentemente, me exaltaba de continuo o entraba en períodos de absoluta abulia que solo pude superar con drogas psicotrópicas de última producción) lo que no me impedirá cumplir con encargos que obtengo, sobre todo para hacer vestuario y decorados para una obra musical de Erick Charrall el productor vienés y cuando me dieron el alta a mediados del 1.940 encontré a mi amigo el actor Joseph Cotten, quien llevó mis trabajos a su esposa la escritora Lenore Kipp Lamont, editora asociada en

la revista Harper ́s Bazar, ésta se las mostró a Condé Montrose Nast (Conde Nast) propietario de la cadena de revistas de lujo más importante de los Estados Unidos, algunas tan famosas como Vogué, Vanity Fair, Collier ́s Weekly etc. A él le gustaron y me ocupó en la tarea de diseñar páginas de moda e ilustraciones de los diversos eventos sociales de la temporada de New York, fiestas en el Hotel Plaza, el Metropolitan, la Opera, lo cual me mantuvo ocupado todo el año con Vogué. Mi columna se llamó “People are talking about” (las gentes están hablando acerca de) mi primer trabajo fue cubrir el 1 de Febrero el suntuoso baile para las jóvenes debutantes del Junior League en el Hotel Ritz Carlton, en Marzo expuse en el 5th. Annual Group Show by American Artists en la Galería Montrosse, pude montar en Abril mi primer estudio en New York en el No. 46 de Washington Square South, en el centro del West Village, y a finales de año en las Galerías del Grand Central obtuve el Premio Elizabeth Delano Roosevelt concedido al mejor estudiante, el artista con el más ferviente espíritu de búsqueda en el arte, ante un enorme público. Tenía entonces veinte y cuatro años y me sentía lleno de esperanzas.”.

En el West Village permanecí hasta Julio de ese año 1.940, pero con motivo del matrimonio de mi hermana Maria Teresa con Julio Estrada Icaza, regresé a Guayaquil en barco, tomando vacaciones en Vogué por un mes y pensando en volver a los Estados Unidos cuanto antes. Mi padre enfermó gravemente a los pocos días, fue operado en una clínica privada y el 23 de Septiembre murió, fue el final de la familia Solá Franco, pues comenzó la dispersión, cambié de planes, quise quedarme acompañando a mi madre y pintando y así perdí la oportunidad con la que tanto contaba para el futuro y tan recientemente se me había presentado.”

En la existencia de los seres humanos existen momentos decisivos que modifican sustancialmente su futuro, esta mala decisión de Eduardo significó el final de unas brillantísima carrera profesional como ilustrador de revistas de moda y actualidad en New York, que por esos días era la capital del mundo de la economía, la cultura y el arte. Fue, pues, el mayor error de su vida.

“En Noviembre me trasladé a la sierra, visité Quito, Otavalo, Ibarra y viajamos a Lima. Vi torear a Manolete, asistí a la procesión del señor de los Milagros, expuse en la Asociación Entre Nous con gran vernisage interrumpido al día siguiente por manifestaciones contra el Ecuador pues se acababan de romper las relaciones, abajo los monos decían las pancartas y aunque mi madre y hermanas regresaron, continué para Chile.”

“Mi padre me había dejado una buena fortuna. En Chile vivía mi tía Rosalía Solá casada con Artigas, invitado por el pintor chileno Juan Luís Cousiño voy a su casa de El Bato, de estilo normando y frente al mar. Donde pasé temporadas muy felices. En Santiago hice decoraciones en la casa de los Vial, tuve una gran exposición en la Galería Errazuris” El 42 retraté a mi madre y a la vez mi amigo Cousiño le retrató en un magnífico óleo, escuchó el concierto de piano de Claudio Arrau.”

El estudio Disney había sufrido una gran huelga de los dibujantes que exigían que en las películas se les reconocieran sus créditos. Disney inició una gira anticomunista por Latinoamerica y al arribar a Chile fue atendido por Eduardo quien le presentó a las principales figuras de ese país.

“Volví a encontrar a mis clientes, hice murales para las familias de Carlos Vial y de José Huidobro, retraté dos veces a la célebre dama de sociedad Julia Astaburuaga Larraín, una de ellas en el hotel Crillon de Santiago, pinté en el Ritz, en el Carrera. El 12 de Julio del 43 expuse en la Casa Ramón Eyzaguirre de Santiago y me mantuve entretenido con numerosos retratos de fantasía al óleo y sobre madera, de damas de sociedad, que pronto se pusieron de moda hasta comienzos del 44 que pasé a Buenos Aires, que aquel año había concentrado gentes que huían de la guerra en Europa y esto hacía que la ciudad tenga una vida muy animada y brillante. Gocé mucho ese período, hice una exposición en la Galería Müller y otra en la Galería El Greco, en el Museo de Arte Contemporáneo y estudié en el taller del maestro Vicente Puig, quien me hacía trabajar con mucha exactitud en un pequeño trozo de papel y con un lápiz muy duro. Fue para mí una muy buena disciplina. Por entonces realicé una gran amistad con mi maestro el pintor Alejo Vidal – Quadras, quien me retratará el 48.”

“En Noviembre regresé a Guayaquil, presenté mis últimas obras en la Cámara de Comercio donde se me trató con indiferencia. Un señor, que pretendía ser crítico de arte (Francisco Huerta Rendón) escribió que yo no sabía dibujar y que era portador de un surrealismo recalentado. En esta época pinté el lienzo Edipo y la Esfinge y con mi madre fuimos a Quito y expuse tres de mis obras en el I Salón Nacional de Bellas Artes organizado por la recién fundada Casa de la Cultura Ecuatoriana en el Museo de Arte Colonial, pero mi pintura figurativa y simbolista no fue apreciada ni comprendida porque se vivía un indigenismo exagerado y expresionista de casa adentro, en contraposición con lo mío que siempre ha sido de una inspiración muy diversa, multifacético y cosmopolita.

En 1.945 mi madre enfermó y sintiéndose grave decidió que ella tenía que ir a Lima a estar con sus hijos y me ordenó que viaje a New York a preparar una Exposición, pues allí era donde estaba mi futuro. Fue una especie de premonición y al despedirnos el 16 de Octubre de l.945, justamente el día en que yo cumplía treinta años de edad, ambos supimos que no nos volveríamos a ver y así fue.”

“En New York fui invitado por un gran amigo llamado David Asherman a hacer un viaje por América en motocicleta; mas, como debía exponer en la conocida Galería Lilienfeld decliné participar en tan descabellado plan, que por otra parte se presentaba agotador. Galo Plaza era embajador del Ecuador, me invitó a exponer en la Panamerican Association de Washington y me puse a trabajar para esa Exposición que realmente no me interesaba hacer. Sin habernos vuelto a ver posiblemente por sus complejos homofóbicos, nos encontramos de casualidad en un cocktail diplomático al año siguiente – 1.946 – y se mostró asombrado de verme pues pensaba que me había ausentado y cuando le manifesté que había tenido que quedarme para cumplir numerosos encargos, se asombró aún más.”

Muy inquieto y sin una razón lógica para ello, fui a pasar el verano del 46 con los Griffing y unos pintores en la colonia Cape Cod, en Provincentown y en Septiembre, cuando me preparaba a ir al Perú a juntarme con mi madre, ella murió repentinamente en el balneario de Orrantia cerca de Lima, el día 2 de Agosto a causa de su antigua afección al corazón. El choque que me produjo su pérdida me impidió pintar, dejé de pintar, sintiendo que por mi vocación había permanecido siempre separado de ella aunque me unía una fijación obsesiva y recurrente. Fue como un complejo de culpa. De ese golpe moral nunca me he recobrado, comenzaba para mí una carrera errante de humanista, pero jamás existirá de nuevo la seguridad de un hogar al que retornar y para superarlo regresé a Lima a estar en los lugares en que ella había vivido los últimos meses”.

Desde entonces empezó a obsesionarse sobre el famoso complejo de Edipo que estudiará a fondo en dos de sus novelas “Edipo y la Esfinge” en 1.949 y “Edipo y la respuesta” en 1.967 y sobre Salomé, la perversa y suprema castradora femenina.

“En la capital peruana a principios del 47 formé parte de la recién creada Asociación de Artistas Aficionados AAA con Corina Garland, Alejandro Miró – Quezada, Manuel Solari, Alejandro Graña, etc. y estrené en el teatro de dicha Asociación una farsa mía ambientada en el siglo XVIII con ballet y pantomima que titulé “Las bodas que prepara el diablo”. Igualmente, en dichos nueve meses que pasé en la capital peruana, escribí otras obras para teatro 1) Los caminos oscuros y el silencio, 2) Voces de soledad, 3) Dos segundos, 4) Cenizas sobre la vida, 5) Al pasar, y 6) Regreso al recuerdo que edité ese año en un volumen bajo el nombre de Los caminos oscuros y el silencio.

Continué haciendo vestuarios para Autos Sacramentales del teatro español clásico que presentó la misma AAA en grandes espectáculos que se daban en las iglesias. Mi obra Regreso al recuerdo por desgracia su representación fue interrumpida por el asesinato de Francisco Graña, director de esa Asociación. También escribí libretos para ballet e hice decorados y y vestuarios para otras obras, las que algo más tarde en 1.949 fueron presentadas en París en un festival de teatro internacional y después de un año de vivir en Lima preparé viaje a New York para preparar otra exposición, pero en todo ese período la pintura me repugnaba y coincidió que los soldados volvían de la guerra en Europa y la ciudad era una fiesta. Algunos amigos de la Escuela de Arte habían ido a ella y no regresarían jamás Existía una atmósfera de gran confusión y comenzaba la explosión del arte abstracto en la que pintores como Jackson Pollock eran aclamados como grandes genios. Para mí, esa pintura no tenía ningún sentido. Me hospedé en el Hotel Gladstone en la 52st. entre Park Ave. y Lexington, fui vecino de Marilyn Monroe y Gloria Vanderbilt con quienes me veía casi todos los días y trabé estrecha amistad. Tiempo casi perdido, pues no podía pintar y solo escribía. En la primavera decidí pasar a Europa y un amigo muy rico llamado Frederick William Richmont, a quien había conocido en casa de las Tous en New York (María y Margarita) me pidió que le deje en depósito mi colección de trescientos cuadros grandes, libros de dibujo, muchísimos bocetos – unos acabados y otros a medio talle – así como varios cuadernos manuscritos con obras de teatro que estaba concluyendo, porque podían extraviarse en el viaje. Yo acepté su ofrecimiento de buena fe y al regresar años después me dijo que no me devolvería nada. Entonces recurrí al consulado, hice una requisa en un guarda muebles de la calle Lexington donde él los había llevado, pero solo encontramos un retrato pues suponiendo mis intenciones, la noche anterior se había llevado todo. Nunca pude recuperar nada”.

Ese año 47 fue invitado a veranear a un castillo en Biarritz por su amigo chileno Juan Luís Cousiño a quien retratará varias veces en Juan Luis Cousiño y el minotauro y Juan Luís Cousiño con esculturas, pues su amistad desde inicio de los años cuarenta, había marcado para siempre su sexualidad, estereotipada metafóricamente con la figura mitológica del minotauro, es decir, la bestia sexual que Eduardo creía llevar y que acechaba siempre surgiendo de lo más secreto de sí mismo. El Minotauro vendría a ser la propia inseguridad de Eduardo, sus deseos interiores homo eróticos, que tanta angustia y daño le causaban. En el retrato Juan Luís Cousino y el Minotauro, el minotauro que viene a ser Eduardo, aparece detrás de un muro acechando a la carne de un joven recostado, más que griego, cristiano, listo para el holocausto, es decir, para entregar su cuerpo en seña de sacrificio. Todo un intríngulis digno de un estudio psiquiátrico. “La ausencia de Cousiño en los Diarios, que bajo ningún concepto son confesionales, no debe interpretarse como algo casual, pues no lo fue en lo absoluto. De ese año fue la farsa musical La Metamorfosis truncada o la falsa gata convertida en mujer, en dos actos y cuatro escenas.”

No está demás indicar que entre los años 44 y 50 se aficionó muchísimo a las motocicletas, haciendo de ellas su vehículo cotidiano, tanto en Sudamérica como en los Estados Unidos.

“En Julio del 47 volví a los diez años a Europa. Primero estuve un mes en Londres y sufrí los racionamientos y las dificultades propias de la postguerra, pero en cambio me beneficié del gran ambiente artístico que se vivía. Seguí a Paris a pasar allí el invierno dedicado únicamente a escribir y ver todo lo que se representaba en teatro y ballet y para escuchar la nueva música. En el otoño presenció el lanzamiento del New Look femenino, ideado por el modisto Christian Dios y concurrió a la reapertura de la Gran Galería del Museo de Louvre con los cuadros que fueron escondidos durante la guerra. Había un renacimiento extraordinario, sobre todo en el teatro y en la revista Opera salió publicado un artículo mío sobre el arte en el Perú traducido al francés por André Maurois, a quien llamé por teléfono para agradecerle y nos hicimos muy buenos amigos, al igual que con su señora; ella, era una mujer encantadora y uno de los personajes descritos por Marcel Proust.

Los Maurois me introdujeron en sus almuerzos de los martes, un cuarto para la una se tomaba un aperitivo y a la mesa, allí conocí a la upper sociedad francesa de ese tiempo y traté a numerosos escritores y artistas, pintores y músicos, el compositor alemán Carl Orff, el cineasta ruso Tardovsky, etc. Luego pasé el verano del 48 en Biarritz con una familia amiga española de apellido San Carlos, dueños del castillo El Quiñón en ese balneario, seguí a Roma y a Taormina en Sicilia donde tomé clases de escultura trabajando unos meses en mármol y piedra con el maestro Marichiollo entre las ruinas griegas y romanas y teniendo como fondo el mediterráneo, y regresé poco a poco a la pintura a través del dibujo y la composición y así fue como volví a pintar liberado de mi complejo de culpa y hasta pintó a su amigo Cósimo.”

“Pasé por Ravena y al observar el sepulcro con la estatua yacente de Guidarello Guidarelli en mármol blanco quedé impresionado de su belleza y masculinidad por mucho tiempo. Realmente fue una fijación psicológica difícil de explicar.” La estatua en este sepulcro parecería que quiere salirse de la armadura que la oprime y esta sensación es trasmitida al espectador provocando diversas reacciones. En fin, el Condotiero muerto constituye un caso digno de estudiar. En Junio conoció Sienas y en Septiembre Venecia donde permanecí varias semanas en el palacio de mi amiga Yana, joven artista de escasos veinte años a quien había conocido en Taormina. Después de varias semanas en Sicilia fui invitado por Gian Carlo Stulchi propietario de una finca en Coltibuono que funcionaba en un antiguo claustro medioeval, quien me persuadió a quedarme a vivir en Florencia que había sido la cuna de los grandes artistas y encontré un bellísimo apartamento con un gran jardín, con muebles del renacimiento y con auténticos cuadros de la época y todo esto por cincuenta dólares al mes en los bajos del Palacio del Marqués de la Stuffa en la vía San Agostino No. 1 frente a la plaza del Santo Spiritu y a su gran iglesia, en la cual había un Miguel Angel tallado en madera en la Sacristía que descubrí, pero el Cura del lugar no quiso aceptar, aunque años más tarde varios críticos me dieron la razón, estudié con los profesores Gambachiani y Martini escultura en mármol, piedra, terracota y pinté durante esos tres años de Florencia hasta mediados del 50 en que me vi obligado a salir debido al turismo excesivo que volvió insoportable dicha ciudad estaba de moda la canción Te voglio tanto bene, melodía pegajosa, que cuando la vuelvo a escuchar me recuerda esa época.”

En Florencia tomó dos alumnos para enseñarles pintura, se dedicó a la escultura, a escribir y finalmente a pintar grandes telas al óleo. Incluso preparó cuadros para una nueva Muestra a realizarse en París. Se volvió a interesar en la escultura, sobre todo de mármol. De esta temporada queda la estatua “Desdoblamiento” o Mi lucha, donde se aprecia dos figuras y representa una experiencia espiritual extra corpórea o quizá la doble vida que se veía forzado a llevar. La obra “ un desnudo masculino con su cuello arqueado y las rodillas flexionadas que emerge de otra figura que consta como la base de la obra, con mucha influencia proveniente de Rodin a través su discípulo Emile Antoine Bourdelle, cuyo estudio, para entonces, había sido convertido en Museo.” Igualmente quedan retratos como el de la Marquesa de San Carlos y el de Gian Carlo Stuchi, así como óleos de grandes dimensiones sobre las Parábolas de Cristo, tales como “La parábola del banquete nupcial” y “Parábola de Lázaro y del rico Epulón,” donde se aprecia al Cristo homo erótico.

De entonces data su interés siempre creciente por la parasicología pues a través del Dr. Racanelli, médico que le curó una vieja afección hepática, y que experimentaba con los poderes de la mente y el espíritu, practicaba curaciones milagrosas imponiendo sus manos y “me hizo un gran bien pues cambió totalmente mis ideas sobre la espiritualidad y la religión, abriéndome las ventanas de la mente hacia un mundo ilimitado. Fue esta una gran influencia en mi vida.”

“I conoció al joven Vairo Mongatti de no más de quince años de edad pero ya para entonces convertido en un famoso médium, que lo introdujo en el mundo de las percepciones extrasensoriales en el cual Eduardo no era nuevo, pues desde niño había experimentado diversas clases de situaciones paranormales con “entidades” como solía llamarlas. I el deseo de ponerse en contacto con su madre persistía, al punto que la invocaba sin cesar hasta que en cierta ocasión su espíritu se presentó y dijo que no deseaba hablar, pero Eduardo sintió en ese momento que lo abrazaban con tanta ternura, que rompió a llorar desconsoladamente por varios minutos. Nunca más volvería a sentir su presencia y tampoco volvió a invocarla, pues según Mongatti, ella estaba situada en un plano superior, rotos sus vínculos terrenales, desligada de este mundo y de los suyos. Entre otros consejos Racanelli le dio normas de espiritualidad.

“En 1.949, patrocinado por André Mauroix tuve una gran Exposición en la Galería Mirador de la plaza Vendome y al vernisage concurrieron los miembros de las Academias, del Instituto de Ciencias y el tout Paris. Fue el vernissage más brillante que he tenido en mi carrera de pintor y la Exposición fue comentada en la Revista de Arte, de Paris. Maurois había escrito: fragmento.- Solá, hombre de extraordinario talento, ardiente, sincero y aunque admira a los maestros, demuestra asimismo que ha comprendido sus lecciones y siempre sabe ser original. El gran actor Luís Jouvert me pidió que hiciera los decorados y el diseño del vestuario para la obra de Moliére L ́ Etourdi.

De vuelta a Florencia porque había decidido trasladar sus obras a Paris, (cuadros y esculturas) se despidió de sus profesores de escultura Gambachiani y Martini a los que tanto debía y al visitar el departamento que alquilaba en la planta baja del Palacio del Marqués de la Stuffa halló estaba destruido, la estatua de piedra yacía rota en el suelo y el viejo cedro de Líbano que ornaba el jardín se había secado. Era como si se hubiera llevado al espíritu que hacía vivir la vieja morada y así se lo dijo la criada que limpiaba el Palacio. Otra experiencia que para Eduardo significaba mucho pues en dicho lugar, amplio, cómodo, señorial, hasta con un piano negro de cola, muebles y cuadros renacentistas, espacio para su estudio y un jardín ameno, había experimentado en varias ocasiones la presencia de entidades contradictorias, unas amigas y otras no, que en cierta noche hasta llegaron a aterrorizarle, saliendo del gran ventanal que separaba su dormitorio del jardín, con la forma de una sombra grande y negra que se acercaba flotando en el aire. Eduardo se cubrió totalmente con la sábana y así permaneció por algún tiempo, hasta que sintió que lo maligno se iba desmaterializando y todo volvía a la normalidad.

Nuevamente de viaje pasó el verano de 1.950 en Biarritz y siguió hasta Barcelona por el Cadaqués, arribando a la ciudad condal de treinta y cuatro años de edad, tras dieciocho de ausencia, entre una y otra fecha le habían sucedido tantos cataclismos, pero encontró una España dura, pobre, arruinada a causa de los excesos de ambos bandos en la Guerra Civil y que seguía experimentando una especie de resentimiento y odio, por eso recorrió los lugares donde había vivido de niño, visitó la casa la “Pedrera”, fue reconocido por el portero que exclamó: “Ha regresado ¡Vaya¡ miren quien ha regresado. El niño que alborotaba, siempre bailando, cantando y comiendo los chocolates que vendían ahí en la Tupinamba, ya no está la pastelería ¡Hala¡ claro que lo recuerdo, vuestra abuelita murió allá, en esa habitación, la que se ve desde aquí…Fue un reencuentro con el pasado que sin embargo no le gustó por doloroso pues la añoranza de épocas felices y tiernas cuando aún tenía una familia amorosa que lo cobijaba y consentía, le ocasionó un shok traumático que le duró algunas semanas. Tiempo que aprovechó para visitar a familiares, dos tías paternas vivían aún pero muy viejecitas. En Cadaqués visitó a Salvador Dalí llevado por una amiga común. El pintor les recibió en su casa al pié del mar, con mucha cortesía les brindó un vermout con cassis e invitó al almuerzo, tras lo cual les enseñó su cuadro a medio pintar “La madonna de Port Lligat” y cuando se enteró que Eduardo era escritor se sentó en una especie de trono y comenzó a perorar con gran imaginación, diciendo entre otras naderías que sus bigotes eran las antenas de su inspiración, pero que como en el verano tenía tantas ideas, se los había recortado. Sus cuentos se sucedían como cascada, acompañados de grandes muecas; mas, de pronto – por el almuerzo, la hora y el esfuerzo – cerró los ojos, se quedó dormido y hasta roncó. Ese año pintó el óleo “Regreso a la casa que no existe.”

El 51 participó en la Bienal de Madrid, expuso en las Galerías Layetanas de Barcelona, pintó su célebre auto retrato de los treinta y seis años y el de su amigo Italo Gilardi y volvió al tema de Lázaro. El 52 participó en la Bienal de Barcelona.

El 53 regresó a París, un amigo Jean Daniel Montagnan y su madre, me invitaron a vivir con ellos en el espléndido apartamento que tenían en la avenida Foch No. 56, oferta que acepté como paying guest, viviendo ahí más de tres años. Asistí a las galas y estrenos de teatro y ballet, conocí

mucha gente a la que hice retratos y tuve la oportunidad de vender varios de mis cuadros. También escribí teatro y una de mis obras fue estrenada en el teatro de L ́Oeuvre, traducida al francés por Marcel Mithois. Trabajé decorados y vestidos para esta obra, y también en la Galería del Palacio Royal, hizo pintura abstracta fue nombrado ataché cultural honorario de la embajada del Ecuador por el Canciller Peñaherrera. “Pinté a las mujeres más importantes del momento: Nicole de Rotschild, Maurice Solvey, Francesca Saint Just de Moet – Chandon, Beatriz Eugene Bamberger, quien le cedió para vivienda y estudio varias habitaciones del piso que ocupaba, etc. y en honor a su amiga Ivonne de Bray escribió una obra de teatro titulada “El jardín en la ciudad” pero la famosa diva falleció poco después y la pieza jamás llegó a las tablas.

“Escribí en francés las siguientes obras para teatro: 1) El Palacio de espejos, que se pasó por capítulos en una radio, actuando de principal Jean Le Patelein, que años después llegó a Director de la Comedía Francesa, y 2) Regreso al recuerdo, que traduje al español y al ser presentada en el teatro Caumartin, se suspendió a los tres días porque la primera actriz resultó ser hermana menor de Michele Morgan, que no aceptaba competencias familiares”. De ese tiempo es su obra “Recontre avec le Minotaure” escrita en francés, que se llegó a representar, el óleo “Juan Luís Cousiño en la playa” y trabajó en los decorados y vestidos de la compañía de ballet clásico del Marqués de Cuevas, esposo de una de las Rockefeller.

El 50 asistió a las festividades del Año Santo en Roma. Concurrió a las sesiones internacionales de la UNESCO en Florencia y al baile que con tal motivo se realizó en el Palazzo Vechio. Se había establecido en París en casa de su amiga madame Bamberge, Avenida Foch No. 65, gozando de un ambiente elegante con muebles de estilo firmados por el famoso ebanista Jacob. Allí viviría del 50 al 55. El Conde Briano Castelbarco le invitó una temporada a su casa de campo en Chianti.

El 51 pasó varias semanas en el pequeño y elegante Portofino. De regreso en París asistió al baile de presentación en sociedad de Phillipine de Rostchild en el castillo de su padre Philipe, al que concurrió la aristocracia del dinero y la sangre de Francia. El 52 concurrió a la fiesta dada por los Blechstain en Versalles con el espectáculo de Son of lumiere y lectura de un texto de Mauroisy en una conferencia se acercó a Jean Cocteau, quien le sorprendió haciéndole un dibujo muy suyo a Eduardo, tras lo cual le invitó a ver la filmación de su ́última película titulada Los Padres Terribles, con el actor Jean Marais, que hacía el papel de galán y que mantendrá larga amistad con Eduardo. En un festival de música y ballet de Maurice Ravel conoce a Colette y a la Princesa de Polignac protectora de los jóvenes músicos de talento la noche que se estrenó la ópera cómica L ́Enfant et les sortileges..

“El 8 de Enero 54 inauguré una Exposición en la Galería Kleber de París, en Abril presenté en el teatro L ́Oeuvre mi obra de teatro Trampa al Inocente dirigida por el que luego sería director de la Comedia Francesa Jean Le Poulain, que adaptada por Marcel Mitois el 53 permaneció tres meses en cartelera con llenos completos.”

“Tenía tanto por hacer que de pronto, un día, me dio la sensación de que se habían cumplido los deseos formulados en la época de frustración y soledad en Guayaquil, en aquellos tristes años de 1.933 y 1.934. Había alcanzado todo lo que deseaba en el mundo brillante de París, el centro cultural al que regresé después de haber creído que no podría volver a él. Estaba en el mejor de los mundos y conocía a la gente más interesante, trabajaba intensamente en lo que yo tanto amaba; así es que… siguiendo mi mala costumbre, decidí volver al Ecuador, aunque antes de ello pasé una temporada en Venecia.”

En el verano del 54 visitó nuevamente en Chianti la villa de su amigo Castelbarco en cuya biblioteca del más puro estilo del renacimiento se guardan los libros y documentos del Papa Albani, antepasado de la familia.

“Entonces volví a mi Patria dispuesto a realizar una vasta labor cultural y como en el Núcleo del Guayas de la CCE. me pidieron que creara el Departamento de Arte Dramático, acepté la oferta y trabajé varias semanas, pero viendo el poco interés que existía para el teatro, preferí ayudar en la Escuela de Ballet a la profesora norteamericana de ascendencia yugoeslava Kitty Sakilarides, quien me solicitó un programa de coreografías sobre temas ecuatorianos, tomando como punto de partida los poemas de Adalberto Ortíz con música del maestro Gerardo Guevara y tras medio año de ensayos en los cuales logré aprenderé los elementos coreográficos y cuando ya tenía pintados los decorados y diseñado el vestuario, el Presidente del Núcleo, Carlos Zevallos Menéndez despidió a Kitty y todo se malogró, decidí irme a New York. Arribé muy frustrado por no haber logrado remover de su indiferencia a las gentes de mi tierra y casi de inmediato, el 28 de Marzo del 55, presenté mis pinturas en la Galería Van Diem – Lilienfeldt de New York con público y venta, pues la gente comenzaba a estar cansada del abstraccionismo y todo lo mío era figurativo”.

“Ese año 55, antes de cumplir los cuarenta, asistí a las sesiones de ballet para adultos de Bob Joffrey coreógrafo del New York City Ballet para aprender todo lo concerniente a ese difícil arte. Yo era incansable, bailaba hasta diez horas diarias, lo retraté. Me propuso hacerme Director Artístico de la compañía que acababa de fundar en el Greenwich Village. El 55 trabajamos arduo, desde Marzo diseñé los decorados y el vestuario y presentamos una primera temporada de una sola semana en el Kaufmann Auditorio de Lexington Ave. La crítica nos premió ampliamente. Los decorados y el vestuario para el Pierrot Lunaire gustó mucho.”.

Joffrey “desempeñó un papel decisivo en la popularización del ballet en los Estados Unidos en un momento en el que éste era conocido como parte del arte europeo amanerado de élite. Incorporaba temas y música contemporánea a sus ballets y se desviaba de lo tradicional al enfocarse en bailarines varones. El énfasis en la virtuosidad masculina era un intento de corregir el desequilibrio de género que se había desarrollado en el ballet.”

La oportunidad para disfrutar el ambiente de la compañía, cargado de sexualidad, debe haberle proporcionado un momento de reposo bajo la tensión de su vida pública encerrada. El repertorio no contenía la sexualidad abierta, pero había una gran cantidad de homo erotismo pronunciado por un séquito de jóvenes bailarines muy apuestos, con el pecho desnudo, que sin lugar a dudas deleitaba a la audiencia homosexual masculina de la gran manzana. Entre Solá y Joffrey existió únicamente amistad y colaboración profesional.

“A finales del 55 me dirigí a Madrid pero no pinté sino que hice ballet durante dos temporadas, luego me instalé Sevilla, en Abril del 56 en Granada y luego en Mallorca. En España escribí El árbol de tamarindo, comedía en tres actos y ocho escenas que la leyó un amigo de apellido Benítez y hasta quiso montarla, pero a poco lo metieron a la cárcel por su política antifranquista y el proyecto quedó en nada cuando ya se contaba con el elenco y una artista venezolana había aprendido de memoria el papel protagónico.

El Árbol de Tamarindo es una obra de sabor costumbrista costeño con algo del embrujo tropical. Ricardo Descalzi opinó que guarda en si un poema de salvaje dureza, en la exposición sincera del conflicto entre la superstición y la verdad, simbiosis del alma del campo en la expresión viva de su complemento, el alma del hombre. La obra fue estrenada exitosamente en Guayaquil el 26 de Abril de l.967. El 88 la pasó el Canal 2 con el título de Los que vendrán, alterando su argumento en forma realmente burda. El autor protestó al ver tergiversada su creación y pensamiento pero por otra parte era la primera ocasión que la obra de un dramaturgo ecuatoriano se adaptaba para la televisión. Algo es algo.

El 56 pintó al Minotauro en un óleo que para Eduardo fue icónico. “Entonces la Asociación de Actores aficionados del Perú me invitó a Lima

y presenté ese mismo año 57, en el teatro de la Opera, mi ballet Minotauro, con música del compositor ruso Scriabin. Yo puse el resto, es decir, la coreografía, los escenarios, el vestuario, el decorado y dimos cuatro funciones con llenos completos. Luego estrené otro ballet titulado La Pavana de la infanta difunta con música de Maurice Ravel.”

“El gobierno peruano quedó tan satisfecho que financió el viaje de toda la compañía a Paris y también se estrenó otro ballet mío titulado Las siete edades de la tía Conchita, semanas más tarde nos presentamos en Madrid con idéntico éxito”.

“El 58 edité en Lima Latitud O, novela con personajes italianos que van a las islas Galápagos en 125 pags. escrita el 54, cuando viajaba en

barco de Barcelona a Puná, con un estudio audaz de tres personalidades en función de un conflicto espiritual surgido de la intimidad de la pareja europea y su amigo nativo, a quienes al fin separa la crisis moral”.

“Expuse en el Instituto de Arte Contemporáneo y realicé numerosos retratos. En la Universidad de Arequipa dicté tres conferencias de arte. El 59 enfermó mi hermana María Teresa y la acompañé a Boston. Después seguí a New York y Bob Joffrey me solicitó que nuevamente fuera su Director de Arte. Su ballet – el American Ballet Teathre – estaba considerado el primero de los Estados Unidos, así es que le acepté pero solamente por cuatro meses, pues tenía planeado seguir a Lisboa donde me quedé tres meses de vacaciones y escribí varios cuentos cortos que enseguida edité en Barcelona, en una pequeña editorial formada con amigos. Allí apareció el volumen titulado “Al otro lado del Mar”, en l32 pags. con ilustraciones del pintor español Alejo Vidal Cuadras y son: 1) Del otro lado del Mar en 14 pags, 2) El canto de María Valencia en 22 pags. 3) La mujer que vive en los tamarindos en 10 pags. 4) Ved como desaparecen en 20 pags. 5) Las dos selvas en 26 pags. 6) Las formas de la noche en 29 pags mientras seguía escribiendo y dibujando El Diario.

Vidal Cuadras, que también hacía crítica y era pintor retratista de sociedad de la Grande Chaumiere de Paris, escribió en esa época – años 50 al 60 – en Solá hay un refinamiento italianizante a más de otro elemento barroco, que añaden insospechable sugestión a su realismo terrible y espectacular.

Los ballets de Eduardo – realizados el 57 en el teatro de Opera de Lima – fueron: l) El Concierto de Hapsichordio de Manuel de Falla, 2) Baile de Máscaras de Poulenc, 3) Pierrot Lunaire de Schomberg, y 4) Paso de Diosas de Vivaldi. “Yo quería llegar a coreógrafo y aunque desde pequeño tocaba piano por notas, me di cuenta que hubiera tenido que aprender el engorroso sistema o clave de movimientos acompasados que es materia de algunos años de estudio y muy a mi pesar dejé a un lado ese sueño.”

“También escribí Tres pobres en la sombra, aún inédita y Una habitación sin tiempo, que el 57 traduje al inglés y representé en un teatro de Hamilton, capital de las islas Bermudas”.

Ese año 57 “tras una temporada en Guayaquil (arreglando varios asuntos jurídicos que no me interesaron relacionados con la disolución de la Sociedad Hispano Ecuatoriana de propiedad de los herederos de mi padre) pasé a Roma transformada en una ciudad en ebullición a la que casi todo Hollywood se había trasladado y no resistí la tentación de alquilar un departamento que mantuve por muchos años. Desde ese año desempeñé las funciones de agregado cultural ad-hoc en varias de las misiones ecuatorianas en Europa (Lonres, París, Madrid, Roma) y en esta última inauguré una gran exposición en el Instituto Italo – Latinoamericano; también estuve en Ibiza donde tomé una casa para continuar pintando y escribiendo, luego seguí a Cannes y en Paris pinté al Marqués de Cueva, quien quedó tan contento con su retrato que ordenó que me pagaran el doble del valor estipulado y hasta me solicitó bocetos para los decorados y vestuarios de un nuevo ballet que estaba preparando pero murió al poco tiempo y su viuda – una de las millonarias Rockefeller – casó con el secretario de su esposo, el aristócrata chileno Raimundo Larraín, continuando de esta manera el famoso Ballet. En esos días traté a numerosos bailarines de fama mundial.”

“Después viví en Quito y ese mismo año formé un pequeño grupo de actores entusiastas y aficionados llamado Arlequín formado por Carlos Tobar Zaldumbide, María Isabel Eastman, el Embajador de España Luis Soler y su esposa, el representante de la UNESCO Galín, las esposas de los Embajadores de Brasil y del Uruguay, George Metz, Julia Astaburuaga, etc. y para ellos escribí las comedías Te y antipatía, una pieza que María Estuardo y la reina Isabel tomaban te e intercambiaban frases frívolas y cargadas de ironía en un diálogo cómico y absurdo. Hirondelle de la ferroniere, con amores, traiciones y nuevos encuentros amorosos llenos de picardía; Dramas del demimond, La era del Jazz y Mefisto Tour que se representaron en el sótano de la casa de María Isabel Eastman en un pequeño teatro privado que llamé “La cueva de Arlequín” y pinté en las paredes sobre un fondo negro, varios personajes tomados de las obras de Shakespeare.

El 59 empezó a experimentar con otra forma de arte, cortometrajes filmados en formato de 8 mm. “Todas estas películas – cortas y silentes o mudas – eran de inspiración surrealista, experimentales sin duda, tratan los temas de la tragedia clásica sin conceptos formales,” aunque también hay otras muy personales por cierto, como la dedicada a su amigo Morais a quien retrata por su aspecto físico de perfección griega tanto en el film como al óleo. Su primera producción tituló “Encuentros Imposibles” y escribió el drama “Lucha con el ángel.” Realizó este tipo de películas hasta 1.985 a pedido de los clubes de cine privados en Roma y en Londres y muchos actores profesionales, amigos suyos, se prestaban a actuar, entre ellos John Philip Law en “No patear los objetos” Dan Vadis en “Macbeth”, Ginni Campbell en “Ritual”

El 60 apareció en Barcelona su novela “Al otro lado del mar” que como la mayor parte de lo suyo relata las vicisitudes de la vida artística, en este caso, las de un pintor alejado de su Patria y familia que renuncia a sus ideales para dedicarse únicamente a administrar la fortuna de su cónyuge y al final exclama: pero un magnífico espíritu creador, rebelde y bondadoso, fue definitivamente vencido.

“Ese año 60 abrió una Editorial con Rafael Borás y Joaquín Buxó en el Paseo de Gracia de Barcelona y editamos Memorias sin corazón de Jiménez Arnau, Las Lises en el fuego de Buxó y un libro para ganar dinero – la Historia de la Princesa Margareth – pero terminamos por cerrar el negocio a fines de año debido a contratiempos económicos.”

En Junio se fue a vivir a la isla de Rodas con el joven David Morais, con quien mantuvo una relación estable que terminó hacia el 62 dejando un gran vacío existencial en su vida. Solá acostumbraba retratar a sus amigos, reverenciados por su aspecto físico, retratos que conservaba solo para sí, cabe indicar que también acostumbraba representar a Jesús, no como el Cristo sino como “un objeto deslumbrante lleno de carga homoerótica.”

“En la isla inicié una tetralogía que ahora se ha transformado en cuatro tomos y no es otra cosa que mis memorias noveladas con mucha imaginación proustina y se compone de los siguientes volúmenes: 1) Los días que ya no son, que corregí el 79 en Roma en 371 pags. describe mi infancia con añoranzas y una fuerte carga emotiva, 2) Ningún viajero regresa, terminada el 31 de Diciembre del 76 en 33l pags. y 3) Encuentro con el Minotauro que tuve que reescribirla en Roma casi totalmente el 74 y corregí el 78 en 414 pags. y 4) Pasos en el laberinto, que terminé en Guayaquil y tendrá más de 600 pags. a doble espacio tamaño oficio. En dichos tomos cuento muchos aspectos de mi intimidad y otros de la vida social que me tocó vivir en América y Europa, alterando un poco los nombres y apellidos para evitar que se descubra la identidad de los personajes”.

“La idea para estas Memorias me llegó un día de repente cuando me encontraba en la playa de Lido en Venecia y de pronto oí una orquesta de músicos negros tocando un Charleston. Entonces me vino al recuerdo una matiné infantil cuando tenía diez años en Guayaquil, estaba vestido de marinero y Julieta Descalzi – algo mayorcita a mí – me sacó a bailar. Debió haber sido un momento solemne, singular e importante para mí, pues lo había guardado en el subconsciente tantos años sin saberlo, al punto que yo mismo me sorprendí”.

“El 61, obsesionado con mis Memorias decidí quedarme en Roma talvez para siempre, atraído por el ambiente mundano y polifacético que se vivía por aquellos años en la ciudad eterna. Tomé un departamento en la calle Angelo Brunetti cerca de la Plaza del Popolo, pinté cuatro años, hice dos exposiciones, una en las Galería Dei Servi y otra en el Caminetto, retraté mucho.”

De ese año 61 es el espectacular retrato de otro de sus amigos el padre Mawa, sacerdote que según los usos y costumbres de su tierra tenía mujer e hija, a quien la curia vaticana ofreció un puesto en Roma y allí se trasladó con ellas, pero sutilmente los superiores lo alejaron de los suyos y él prefirió regresar con su familia al Africa y allí falleció trágicamente en una de las sangrientas revoluciones de ese continente. Filmó “La Ruptura” y para el teatro la obra “La Gagliara española” en un acto

“Escribí como un poseso y hasta volví al cine a través de casi cuarenta cortometrajes mudos aunque con música de fondo, de ocho milímetros, que personalmente escribía, dirigía, cortaba, montaba y todo lo demás. Uno de ellos titulado “Una pequeña discusión” ganó el Primer Premio en el festival cinematográfico de Salerno y una medalla de Bulgari. Su argumento es corto: En una banda de estudiantes universitarios la novia del jefe termina por preferir al callado y misterioso. El jefe se da cuenta y consigue atraparlo en el estadio de mármol de Roma donde le matan. El efecto trágico se consigue a través de los rostros y las estatuas gigantes. Igualmente filmé otros cortos titulados: Medea, Edipo, Electra, Miguel Angel en Jazz, La llamada, Encuentros imposibles, Un día muy caluroso de Agosto, y Antígona, éste último filmé en Lanzarote con el tenor Alfred Krauz. Dichos cortos fueron pasados en diferentes clubes internacionales de cine de Italia, en el Museo Corcoran de Washington, en el Club de la Sra. Campbell de Londres, etc. y se conservan en mi residencia de Italia”.

“El Hospital Nido Verde de Roma me contrató para un documental de largo metraje que resultó un éxito y codirigí la película “Il natale che quasi non fu” donde actuó Rosano Brazzi y cuyo título en español es “La Navidad que casi no fue”. Allí me pagaron dos millones de liras por ser un film comercial que se estrenó en l.966”.

En esta época inició una etapa abstracta que no le llenó y duró poco tiempo, de la que sin embargo quedan numerosos óleos, muy bellos por cierto. Igualmente tentó con enorme éxito un nuevo tratamiento formado de veladuras y manchones para simular envejecimiento y deterioro de la tela. Este efecto, que utilizó por varios años, se prestó para producir escenas de personalidades confusas o con destinos siniestros que él denominó cuadros encontrados en un desván pues a causa de su insaciable curiosidad científica siempre demostró pasión hacia lo oculto, lo mórbido. El crítico Hernán Rodríguez Castelo los ha calificado como lo mejor de lo suyo. La exquisita sensibilidad de Eduardo iba a la par de su vasta cultura, estas atmósferas enrarecidas le permitían acercarse a los personajes como un voyeur que mira por entresijos y mantiene una relación con la otra realidad de las cosas y las personas, lo que no se ve, lo prohibido.

Empero, su estilo siempre había sido lo realista o figurativo, que por esos días era rechazado por el abstraccionismo imperante en occidente, por eso Eduardo era una voz alternativa, encajada firmemente en lo moderno, en otras palabras, un creador intemporal.

El 62 filmó “Boy bored in the beach” y escribió el drama en un acto “El Apocalipsis”. El 63 filmó los cortos “Otelo en Roma”, y “Dont ́t kick the objets, please”. Del 64 es su cortometraje “Un pequeño argumento” filmado dos años antes, fue premiado en el Festival Internazionale del cinema, de Salerno.

En Octubre de ese año 64 visitó Salzburgo. El 65 se representó en Hamilton, Bermuda, su obra de teatro Habitación sin tiempo, pintó “Mujer que gira” y habiéndose trasladado a Roma habitó un pequeño departamento en las faldas del Gianicolo, pintó la vida marina usando colores tenues con gran éxito comercial, filmó “Medea” y escribió el drama “Mermelada de Auto”. Ese año expuso en la Galería Il Capitello de Roma, ubicada en la Vía del Corso.

“El 66 volví a Guayaquil, formé el DAG Desarrollo Artístico Guayaquileño. Creando una escuela de arte dramático con cerca de cuarenta alumnos con quienes representé obras de Sartré Camus, Cocteau, Ionesco, Moliere y dos obras mías: El Apocalipsis y El árbol del tamarindo trabajé para la Casa de la Cultura dirigiendo numerosas obras: La preciosas ridículas de Moliere, Calígula de Camus, La Voz humana de Cocteau, La cantante calva de Ionescu, A puerta cerrada de Sartré. Luís Martínez Moreno a) Zalacaín dirigió mi obra “El Apocalipsis” estrenada como las anteriores en el teatro de la Casa de la Cultura. En Abril subí a las tablas El Arbol de Tamarindo también de mi autoría autoría. Participé en el Salón de Octubre de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, dirigí “Sin Salida” de Sartré y “Las preciosas ridículas” de Moliere. En Noviembre abrí una Exposición personal en el mismo Núcleo y pinté “Edipo, la esfinge, la respuesta.”

“El 68 seguí a Lima llamado por mi hermana Luisa de Rodhe Seminario, luego estuve en Santiago y pinté seis meses para una Exhibición en el Museo de Bellas Artes, pero enfermé con una hernia a un disco de la columna, pasé a Lima y me operaron. A la semana me levanté para acomodar los cuadros pues fui invitado a presentar ciento cincuenta años en el Museo de Arte, recaí con osteomielitis y estuve nueve meses enyesado hasta el 69, tiempo que aproveché diseñando cosa de doscientos trajes del siglo XVII que usó la Asociación de Artistas Aficionados para representar un Auto Sacramental de Calderón de la Barca en el atrio de la iglesia de San Francisco. Algunos de ellos aún se conservan y fueron expuestos con mis diseños a colores hace poco en Lima. Cuando mejoré viajé a La Joya en California llamado por la Galería Cornish a exponer y en Diciembre presenté en Washington en la Galería Panamericana de la OEA”. De esta época es su comedia “Ojo de los gatos en la noche”

El Junio del 69 expuso en el Museo de Arte de Lima. En Guayaquil la CCE lanzó su libro Teatro con siete obras de su autoría y viajó a Europa para el verano, residiendo en Puerto Ercole en la isla del Argentario en Toscana, que se había puesto de moda. De nuevo en Barcelona tuvo la alegría de reencontrar a su antiguo maestro López Morelló, quien tras vivir por muchos años en Barcelona estaba enfermo y recuperándose en las montañas de Manresa. Fue a visitarlo, un encuentro lleno de nostalgia y melancolía y tantos recuerdos de tiempos felices antes e la Guerra Civil española. Morirá poco tiempo más tarde en Barcelona, haciendo sus pinturas y acuarelas muy elaboradas.

Otra vez en Roma el 70 “y durante siete largos años habité un departamento en la Colli de la Farnesina No. 130-A. Fue un período muy productivo en el que además viajé a Polonia, Hungría y Austria, países a los que volví y que no veía en años, reviví los buenos tiempos pese a la atmósfera político represiva que se sentía y en la playa cercana de Fregene halló que estaba contaminada de basura.

Durante unas vacaciones en la población de Wengen, bajo la montaña de Jungfrau y a la luz de la luna, en el gran hotel de esa población, oyendo a una pianista húngara que tocaba piezas musicales antiguas y aceleraba el ritmo a medida que consumía más cognac y más café, cada noche le inspiraba un relato.

El 72 fue de visita a Zagarolo, localidad situada a una hora, donde vivía un fratello Ginno, que tenía los estigmas y según decían realizaba portentos y hasta algunos milagros. Dicho fratello, al conocer que el padre Yureck, acompañante de Eduardo, era polaco, le dijo que otro polaco sería coronado Papa y reinaría por años, lo cual se cumplió. En Abril del 75, durante un viaje al santuario de Chestokowa en Polonia, con el mismo sacerdote, le ocurrió un caso portentoso pues habiendo avistado una tienducha donde estaba un viejo pobremente vestido, que vendía crucifijos de madera en compañía de un perro tan viejo como él, decidió comprarle dos y tomando el primero se lo pasó a Yureck, pero entonces se volteó y el viejo, la tienda y el perro, así como el otro crucifijo que había reservado para sí, habían desaparecido. Este tipo de sucesos se repetirán a los largo de su vida y Eduardo los llamaba la transverberación del tiempo o sus encuentros con la cuarta dimensión, formada por la anti materia, pues no tenía otra explicación científica que darles.

El 73 visitó la localidad de Apremont en la región de Chantilly y en la Normandía (Francia) asistió a varias cacerías en gran estilo invitado por Henry Beaumont. En Roma pintó hasta el 76 un realismo mágico muy del momento y como siempre, todas sus figuras aparecen con posiciones y gestos teatrales como si estuvieran posando para salir a escena, quizá por la fijación de Eduardo en el ballet, arte que amó tanto como a la pintura, filmó “Domingo de verano” sobre la soledad de las calles y las almas, film que deja un sabor amargo y en Puerto Ercole terminó de escribir en inglés su obra de teatro “Gauguin” en dos actos y varias escenas que acaba el 2.015 de editarse en Quito.

En Septiembre del 75 asistió al Gran Baile anual que ofrecía el Marqués de Arcangues. Ese año correspondió al tema a Baile de la Gare en la antigua estación de tren a la que llegaban los veraneantes antes de la Segunda Guerra Mundial.

“Mi hermana María Teresa fue a visitarme y convenció para que presente una exposición en Guayaquil pues existía gran interés sobre todo lo que fuera arte. A finales de ese año volví a Guayaquil, habité en la villa propiedad de María Teresa en el barrio del Centenario, visité varias poblaciones costeras entre ellas el Morro y expuse el 76 en la Galería Contémpora de Neda Pirpic donde se vendieron todos mis trabajos, en el Museo Municipal y en la Casa de la Cultura en Quito el 77, pero la Ca de Cu – así solían llamarla – estaba encerrada entre un trasnochado indigenismo ya superado inclusive en México y un anti yanquismo que apestaba a Castro – comunista y era un sentimiento realmente enfermizo porque no pudo desembocar en ninguna realidad tangible para América latina y todo lo que no fuera eso, que ya estaba podrido y rancio, era muy mal recibido. Así estábamos de atrasados en materia artística en el Ecuador.”

Como en Guayaquil las entidades culturales no gozaban de presupuesto para teatro, hizo mucho en la modalidad de teatro leído y se dedicó a retratar a damas de sociedad.

“El 77, nuevamente en Roma, pintó su famoso autorretrato en tres dimensiones, óleo de 65 x 85 cmtrs visión virtual ante los observadores con un entorno posterior de cuadros que cuelgan en la pared y tres visiones de sí mismo, la psicológica, la intelectual y la física, de colores fuertes y fríos para los fondos y atenuados para la ropa, permitiendo una neutralidad para descanso de la vista. Con la posición de las manos se transgrede los planos racionales, esto es un efecto de ruptura de escena, que demuestra su conocimiento cinematográfico y al igual que Velásquez en Las Meninas, su autorretrato aparece como visto desde un espejo.

El 78 expuso en el Country Club de Guayaquil y viajó un mes por las islas griegas en compañía de su hermana María Luisa, que le visitaba cada dos años. De regreso estuvo en Versalles, paseó por sus jardines solitarios y evocó en calma la época de antaño, fue invitado al Castillo de Assay en la región de Loire, propiedad de su amigo el escritor Henry Viard, quien vivía con su mujer en retiro.

El 79 fue malo para su salud pues sufrió un herpes muy doloroso, luego una infección a los riñones que le tuvo en un hospital y finalmente una úlcera al estómago. Una madrugada escuchó al Papa Juan Pablo II dirigirse a los enfermos y decidió pintarle un retrato con la ayuda de una fotografía aparecida en los diarios. El embajador ecuatoriano ante el Vaticano le consiguió la audiencia y pudo entregar su obra, recibiendo un abrazo cordial y hasta un paternal beso en la mejilla.

El 80 vivió en Paris y en Roma, de regreso a Guayaquil visitó Miami. Se presentó en el Tennis Club de Guayaquil, “siempre yendo y viniendo y así lo seguí haciendo. En Guayaquil hice una galería de retratos de mujeres desde que ese año Paco Pino Ycaza, Monina Maulme y Lucho Noboa Naranjo después, me pidieron que les pinte a sus hijas.” El Club de la Unión le contrató un Mural sobre el Guayaquil romántico compuesto de seis paneles con dos trípticos de dos metros y medio cada uno”. Dos de estos paneles se exponen en la actualidad en el comedor, los otros cuatro están en las reservas pues parece que no hay donde exhibirlos.

Se movilizaba en jet y no sentía las distancias. El 81, estando nuevamente en Roma, escribió en inglés a sus antiguos amigosnorteamericanos Nan Greacen Faure y su esposa René: “Aprendí de la manera más difícil y me siento tan feliz de que ello fuese así. Porque esta es mi razón de ser – la pintura y todo lo que tiene que ver con el mundo del arte – y siempre he sentido que es un don y un privilegio el poder expresar el ámbito interior y nuestra impresión de aquel exterior a través de una forma artística.”

El 83 visitó Quito y expuso en el Museo del Banco del Pacífico de Guayaquil. El 84 hizo teatro con aficionados en la Escuela Politécnica del Litoral y presentaron La trampa del inocente muchas veces, y en el Museo del Banco Central realizó una Exposición retrospectiva con ciento cincuenta cuadros. El 85 falleció en Lima su hermana María Luisa que siempre fue su preferida. Recibió la trágica noticia en Roma y con su sobrino Gregory esparció sus cenizas en el verde prado delante de la basílica de San Francisco en Asis, en una noche de viento y de silencio. Visitó Luxemburgo donde pintó numerosos retratos y las islas griegas, especialmente Mykones y Rodas. El 86 pasó a Santorini y dejó Italia. En París visitó el Museo D ́Orsay.

En septiembre del 88 le fue solicitado el honor de estrenar la sala principal del teatro Centro de Artes y dio a las tablas A puerta cerrada de Sartré y su obra La mujer enclaustrada en el Ritz, después realizó los toques finales a su comedía surrealista “El Zafarrancho y Los Ojos de los Gatos en la noche”.

De esa época en Guayaquil fue su novela Deseo de Muerte, que es muy completa y en sus apartamentos de Roma y Guayaquil tenía inéditas casi cien obras para teatro, ocho novelas y numerosísimos novelets o cuentos cortos que esperan algún día su publicación.

En su vida privada era muy simple, alquilaba a su sobrino Paco Solá Medina un departamento casi vacío en el barrio del Centenario, cuyo arriendo mensual pagaba puntualmente, vecino a la villa de su hermana María Teresa de Estrada con quien almorzaba diariamente pero vivía la vida de un anacoreta. Numerosas tardes visitaba a Luís Savinovich Sotomayor a quien decía al llegar ¿Me das un drink? Es decir, un vodka, o mecanografiaba sus novelas, casi todas de cuatrocientas páginas, pero le fastidiaba los ruidos de la calle y el ladrido de los perros del departamento bajo pues tenía una fobia muy marcada a los perros desde mucho tiempo atrás. Para ciertos mandados domésticos contaba con Federico el jardinero, muy fiel a él, guardián del colegio de una de sus sobrinas que quedaba cerca. A Federico retrató en un cuadro muy bello y cuando partió definitivamente a Chile, le regaló casi todas sus pertenencias.

En ocasiones, los días sábados al caer de la tarde recibía a amigos viejos como él, que iban con sus esposas a conversar y tomar un trago. Yo era uno de los “jóvenes” a pesar de mis cincuenta y pico. Se hablaba de todo un poco, escuchábamos música clásica, a veces jazz a lo cual era muy afecto pues decía que sus sonidos eran lentos, misteriosos, tristes y muy propios del color azul que bajo las veladuras grises o magentas que él solía colocar en muchas de sus obras, era su color preferido. No siempre, pero a veces, relataba sus experiencias oníricas con entidades a las que no había que convocar, pues algunas eran perversas y hasta peligrosas. En ocasiones nos explicaba su pintura y enseñaba cuadros aún no terminados. Eran de ese tipo de reuniones que no se olvidan pues como nadie, sabía darle un tono muy personal y misterioso a todo lo suyo y en sus últimas épocas veía las cosas tras un manto de opacidad traslúcida como él solía calificar sus días. I el recuerdo recurrente de la madre amable y comprensiva, así como su antítesis el mito terrorífico del minotauro y encierro en el laberinto al que había sido condenado (por él mismo) realmente le atormentaba, ya que sus seres queridos iban muriendo y un malestar nervioso sufrido desde siempre, se le agudizaba con los años, pero solía sonreír con filosofía y manifestaba que no le importaba, pues ya estaba acostumbrado a ese género de existencia.

En l.990 decidió cumplir sus setenta y cinco años en la casa que su hermana María Teresa tenía en el balneario de Playas. En absoluta soledad y frente al mar, sin vecinos, parientes, ni amigos, meditó cada capítulo de su vida pasada, los errores cometidos (sus fugas como él las llamaba pues siempre fue un gitano, en realidad un dromomaníaco que no podía soportar la vida en un mismo lugar) y en lo que le depararía el futuro, y aunque no le aterrorizaba cuantos años le quedaban, pero si una vejez decrépita e irracional, se estremeció por eso y lloró amargamente.

Ese año expuso en la Galería “Expresiones” y fue entrevistado por el crítico de cine Jorge Suarez Ramírez quien anotó que Solá era un joven de espíritu y de mente como hombre cosmopolita y de mundo y pudo revisar su colección de fotografías de artistas de Hollywood…

A principios del 92 le visitó Patricio Estévez Trejo, fotógrafo del Banco Central, con el objeto de retratar solo algunas páginas de su Diario personal ilustrado (que ya había sido revisado y microfilmado en Roma, de manera que sabía cuales acuarelas debía fotografiar)

Poco después, tras una discusión familiar durante un almuerzo, que se volvió asaz violenta y le afectó mucho, a él que era el perfecto gentleman que jamás levantaba la voz ni era capaz de lanzar una carcajada, quiso huir de su realidad y emprendió otro viaje, en esta ocasión a Santiago de Chile, donde esperaba hallar un buen ambiente artístico pero solo encontró gente pragmática, más interesada en aparatos electrodomésticos que en retratos, a los que consideraban una cursilería, ignorando que en toda la historia del arte occidental el retrato ha sido una preponderante, pero no le faltaron sin embargo algunas buenas amigas que lo recogieron cariñosamente, como Julia Astaburuaga Lyon, a quien había conocido en sus días de juventud y luego tratado mucho en Quito, cuando estaba en esa capital como esposa del Secretario de la Embajada brasilera, un señor de apellido Maqueira. Con ella y otras señoras había representado obras de teatro con mucho éxito.

Primero alquiló un departamentito en la avenida El Bosque, barrio de Providencia, a cuadra y media de la casa del hijo de Julia, donde había un piano que Eduardo iba a tocar con mucha frecuencia. Julia le prestó todos los muebles para adecuar el departamento y comenzó a frecuentar a las pocas amistades que aún le quedaban de otras épocas pasadas.

Estos encuentros le revitalizaron al punto que volvió a pintar y hasta logró finalizar su libro “Al Pasar” en 438 págs, especie deautobiografía escrita con gran soltura y facilidad de estilo sobre su vida en Ecuador, los Estados Unidos y Europa. Por épocas vivió frente al mar, en el balneario del Bato, municipio de Quintero, en Valparaíso, donde comenzó a sufrir molestias en la próstata, se puso reacio para operarse hasta que al final accedió y se le encontró un cáncer avanzado en el estómago.

Epoca dura y con una espada de Damocles pendiente sobre su cabeza, pero sin desanimarse y sabiendo que tenía el tiempo contado exclamó “Contribuir al futuro que no veré, eso queda” frase que por generosa le honra, donde el desaliento da paso a la esperanza sin otra ilusión que la mayor gloria de la humanidad.

De todas maneras no dejaba de salir a pasear y se acostaba en el césped de un parque cercano en el Golf, pintaba poco y por las mañanas, de tarde escribía, a las seis asistía a eventos culturales o de embajadas, había noches que asistía a un cine al aire libre cercano a su departamento, era miembro del PEN Club, charlaba con amigos y hasta llegó a editar un libro de poemas titulado “Desde lejanas playas” contando con la ayuda de su amiga Aileen L ́Huillier, propietaria del sello editor Unicornio, quien solía llevarlo a grupos de personas cultas a comentar sobre libros y autores bajo la dirección del profesor Ramón Suárez, una autoridad en literatura francesa.

En otra ocasión, quizá por estar deprimido, recordó a un pequeño caracol que vivía en el alfeizar de su ventana en Roma y exclamó “Debe ser doloroso arrastrar un bulto por siempre” pero era una metáfora pues el caracol era él mismo y el bulto sus demonios a los cuales jamás pudo dominar.

Los últimos tiempos transcurrieron casi en pobreza porque se fue gastando sus ahorros que no han de haber sido muchos, “parecía un pajarito mojado.” Su amiga Julia se convirtió en ángel guardián pues lo cuidaba y asistía en todo, lo llevaba al médico. Sus amigos guayaquileños le organizaron una Exposición retrospectiva en el Museo del Filanbanco.

La tarde del 9 de Noviembre de 1.995 escribió // ¿Vendrán nuevos días como grandes mariposa doradas a cubrir el cielo? / ¿Crecerán sobre esos muros las flores de pétalos traslúcidos ofreciendo su perfume? / ¿ Regresarán los pájaros de la infancia a revolotear sobre mí, trayéndome sus alegrías y contando de otros lugares que han visitado? / ¿Continuará la luz a iluminar mi camino en el que desearía seguir entregando mis imágenes a los amigos desconocidos, necesitados de la magia que me fue revelada y pareció deshacerse en la larga noche del dolor? / Todo es posible si el que ordena nuestras ideas aún desea retenerme aquí, su protección en la cual confío, es el bálsamo para las heridas. / Soy como una astilla de madera que flota en la furiosa corriente de la vida. / Pero no… olvídate de las flores, de los pájaros, de esas mariposas que se tornan cenizas. / Es mejor dejar los sueños ordenados en los cajones que no llevarás en el viaje. / Todo es como debe ser, como está decidido que sea… debemos acabar las reglas del juego en la existencia pasajera. / No debes tomar el puesto de otro, acepta… / ¿No deseabas, acaso, terminar pronto ese camino en el cual tantos sucesos imprevistos se sucedieron y te sentías lastimado y sin esperanzas? / Estas por llegar, entonces, ¿A qué mirar atrás? / Te esperan. //

A principios de Marzo del 96 Julia llamó por teléfono a Luís Savinovich para pedirle que viaje de urgencia a Santiago de Chile pues Eduardo estaba gravísimo en el hospital. También se trasladó su sobrina María Teresa Solá quien vivía en Buenos Aires. Ya estaba a su lado Aileen L ́Hullier otra de sus amigas. Falleció pocos días después, en Santiago, la tarde del domingo 24 de Marzo de l.996, de ochenta años de edad, tras casi cuatro años de vivir en esa capital como un exiliado voluntario, no sin antes haber exclamado desesperanzadamente ¡Qué corta es la vida¡ siendo velado en una capillita muy pequeña y antigua del barrio de los artistas.

María Cristina de Cousiño y su hijo cedieron el espacio para que fuera enterrado en el Bato, pero problemas burocráticos lo impidieron y finalmente su amiga Juanita Gandarillas puso un nicho en el mausoleo de su familia en Santiago de Chile.

Su amiga Julia dijo: El era la profundidad y la frivolidad a la vez. Curiosamente se vino a morir aquí ¡Qué cosa más rara¡

El 2.002 fueron repatriadas sus cenizas y hoy descansan en el Cementerio General de Guayaquil pues Juanita Gandarillas había vendido su mausoleo en Santiago.

Fue su albacea testamentario Luís Savinovich Sotomayor, su cordial amigo, casado con María del Carmen (Pichusa) Franco Avilés, prima hermana de Eduardo por la rama de Franco.

Dejó la mayor parte de sus pinturas y acuarelas a las buenas damas de la Sociedad de Beneficencia de Señoras que las subastaron a precios realmente módicos, con el resultado que se disgregó tan admirable colección, que no solamente les pertenecía a ellas sino también a la cultura de nuestro país, pero en su descargo queda que invirtieron el dinero en obras de beneficencia a favor de los niñitos pobres, lo cual estuvo muy bien aunque cabe preguntar ¿Dónde estaban las instituciones ecuatorianas de la Cultura que no intervinieron para salvar tanta maravilla hoy dispersa?

Los dieciséis tomos de “El Diario de los afectos” (catorce a colores y dos en blanco y negro titulados Mamarrachos, álbum de películas 1.930 – 38 y el de Historias terribilísimas del siglo XX) fueron entregados a la Biblioteca Nacional de Francia en cumplimiento de la voluntad del autor dado que en el Ecuador parecía que no interesaban a nadie o por lo menos no se daban cuenta.

El Diario de Solá Franco constituye el mayor proyecto personal del arte ecuatoriano del siglo XX. La Biblioteca de París los digitalizó y puso gratuitamente al servicio de los lectores en Internet, en el portal de alta resolución, que permite ampliarlos para facilitar su lectura con sus tapas, guardas y ex libris en: hitp://gallica.bnf.fr/ark/248/btv1b105240219/f1.item

El volumen doce de la colección del Diario le fue sustraído a su autor en l.983 del interior de su auto en Roma; pero con paciencia infinita logró rehacerlo casi exactamente como el original bajo el número 12-B, de suerte que la colección no se descompletó. En l.988 lo cerró tras cincuenta y tres años de trabajarlo por considerar que “el mundo de este momento ofrece pocos alicientes para un hombre de mi edad”. A finales de la década de los años ochenta el Director del Centro de Investigación y Cultura del Banco Central del Ecuador se había trasladado a Roma a fin de hacerlos fotografiar. A principios de l.996, al enterarme de la gravedad de Eduardo en Santiago de Chile y de la crisis económica que atravesaba, llamé por el teléfono al susodicho Director y le solicité que como homenaje al artista y por haber transcurrido un tiempo más que prudencial se interesara por editarlos, conforme su formal ofrecimiento ocho años atrás.

I como en el Banco no comprendieron su importancia como un testimonio artístico, histórico y cultural, único por su enorme extensión, editaron una pequeñísima selección de las acuarelas, que de 3.656 quedaron reducidas a solo 170 y ni siquiera son las mejores, para colmos, apareció a destiempo, es decir, tres meses después de ocurrida su muerte, en un simple formato de Album y con un texto autobiográfico que también había sido entregado por Eduardo al Banco titulado “Solá Franco por sí mismo” que es muy bueno.

Pero lo peor de todo es el título postizo con el que salió “Solá Franco, diario de mis viajes por el mundo” como simple guía turística, cuando constituye el testimonio de vida de un humanista mundano por excelencia pero no banal pues amó por sobre todo la verdad. Por eso los episodios dolorosos de su vida afloran constantemente en estas páginas, que las llamó poéticamente y con propiedad “El Diario de mis afectos”.

En la mezquina e insólita Presentación se lee: Viejo y sabio trashumante, Eduardo Solá Franco, nos ofrece por primera vez una selección sistemática (sic.) de su diario personal, lo que jamás se estipuló cuando el Banco logró su permiso para la microfilmación. Eduardo nunca hubiera permitido que se retacee su trabajo de cincuenta y tres años, de toda una vida… I agrega: viajar, para todo el que lo hace con afán de aventura, es deslumbramiento….Al seguir la ruta de estas páginas, el lector continuará sorprendido de la larga y fructífera passeggiata (paseo en italiano) de este gran caballero. . ¡Atiza¡ El artista creador del Diario solo ha sido un turista aventurero, un gran caballero que dibujaba los sitios y lugares de su passeggiata…..¡Qué falta de criterio¡

Solá constituye una estela importantísima en el arte y la cultura de su tiempo. Fue un personaje raro a su manera, único y superior, por humanista a tiempo completo, que dominó casi todas las artes y poseyó una sensibilidad exquisita y una finura internacional. Creador imponente, elegante, refinado, pulcro. Se ha dicho que entre lo mejor de su producción pictórica debe considerarse esas piezas nostálgicas de grandeza decadente con aire de viejas estampas o carteles raídos por el tiempo. Cuadros en homenaje a El Greco, a Alfonso XIII, a Nijinsky, a la reina Maria Antonieta, las girls del Follies Bergere, etc. que empezaba a pintar como cuadros normales, luego les daba una veladura de ocre o gris a base de trementina, para subministrarles una neblina o halo de vejez y misterio. Encima les aplicaba ciertos efectos, por eso su pintura era contemporánea con una base clásica que muchos han olvidado.

Abarcó casi todos los géneros con talento: fue pintor, escultor, novelista, cuentista, libretista, ilustrador y memorialista como autor del Diario. Autor, actor y director de obras de teatro, director artístico y coreógrafo de Ballet; como cineasta director y guionista de cortometrajes, codirigió films comerciales en Europa, diseñó vestuarios, afiches y decorados, publicó libros de poemas, pero sobre todo fue un incansable intelectual que se divirtió mucho, un esteta que poseyó talento cosmopolita y diferente, lleno de pasión y fantasía, creador por eso de lo mágico, expresando a través de símbolos la trágica grandeza de lo humano y sus concreciones ilustrativas de cuentos, historias y mitos son lo de mayor interés para el arte, pero al mismo tiempo sufrió depresiones fruto de sus desesperanzas que quizá malograron algunas etapas de su vida y disminuyeron el número de sus producciones.

Su pintura inicial fue influida por tres maestros: Víctor Mideros en Quito, Ramón López Morelló en Barcelona y Camilo Egas en New York, de manera que habiendo comenzado como dibujante y acuarelista logró dar el salto hacia el óleo, trabajando telas ricas en decoraciones barrocas, art nouveau y art decó, esto le llevó a la confección de toda clase de obras y como era un talento imaginativo, lo suyo llegó a tener valor simbólico como El hombre Cósmico, pasando por muchos otros de dimensión psicológica con los cuales incursionó con maestría en el abismo del sub consiente, recurriendo a ancestrales temas bíblicos o a la tragedia griega. Allí gravitan las experiencias de la especie, manifestadas en un lenguaje visual muy contemporáneo, porque fue amigo del misterio y conocedor de secretos esotéricos, convencido de que tenemos muchas experiencias en el largo devenir cósmico, entendiendo al tiempo como circular más que como lineal, donde lo antiguo brota y lo nuevo se hunde en el más remoto pretérito.

En sus años de juventud solía pintar retratos masculinos con una gran carga erótica, por su tersura anatómica, por su provocación sensual. Más tarde, empero, el desencanto fue ganando terreno y frente a un arte intrascendente y hasta superficial, encontró que se iban cerrando los caminos al arte verdadero, que en él era el juego de los espejos, es decir: la simulación, el surrealismo, lo decantado en el minotauro como síntesis de su permanente homo erotismo ambiguo y a ojos de la sociedad y la iglesia hasta perverso; en síntesis, un mundo barroco y complejo, él mismo.

“Todo en él era complejo y al mismo tiempo liviano y sutil. Amó la belleza del cuerpo masculino con un ideal helénico y retrató jóvenes en bañador, que era simples recursos para mostrar las curvas del sexo, en una época en que el tema era vedado.”

Por eso vivió en completa soledad dentro de un andar abarrotado de personas y circunstancias. En los postreros años de su existencia llegó a exclamar: Me era difícil aceptar la soledad antes, ahora la necesito. Quizá esa soledad y su casi despreciativa actitud a no marchar de acuerdo con el arte ecuatoriano del siglo XX, le volvió un ser aparte. Nunca transigió con nuestras corrientes estéticas: no estuvo con el indigenismo, ni con el realismo social y peor con el pre colombinismo de los años setenta, basado en signos considerados como referentes a un pasado remoto. En cambio sus óleos tomados del realismo mágico y sus lejanas y bellísimas acuarelas de encendido cromatismo y sublime riqueza en el detalle le hicieron un pintor diferente y extraño, de enorme multiplicidad mental.

Trabajador infatigable, solía pintar por las mañanas y escribía el resto del día, era un maniaco capaz de encerrarse a crear durante varias semanas descuidando el mundo exterior, por eso sus óleos se cuenta por millares y enriquecen importantes museos, galerías, así como colecciones privadas del nuevo y viejo mundo. Creador nato, todo lo que tomaba en sus manos o aprisionaba con su mente se transformaba. El deseo de liberación y comunicación le permitió vencer dificultades. El cosmopolitismo le hacía diferente sin olvidar sus ancestros, solamente que él vivía los problemas de la metrópoli, que son más complejos y hondos, donde la alta burguesía, el jet set y la riqueza vibra y opera.

Por sus viajes y por la amplitud de sus creaciones Víctor Hugo Escala le calificó en l.946 de hombre de formación europea y valencia leonardina, humanista en el entero sentido de la acepción del término, pero a la moderna. Sus modos de expresión no conocieron solamente las fronteras del arte, se volcaron a la literatura, al teatro, al cine, deambulando por esos caminos exitosamente con nuevos ritmos imaginativos, nunca satisfechos en el hombre occidental. I fue alegórico, rastreó aunque por poco tiempo, en el pasado mágico del primitivismo americano, hasta las teorías científicas de la actualidad, pasando por la antigüedad grecolatina que admiró como hombre del renacimiento.

“Su preferencia por temas mitológicos y simbolistas, algunos de sus retratos masculinos, sobre todo los realizados en su etapa de madurez, son extrañamente interiores y llenos de delectación erótica, y de lo esotérico que a veces le confundía porque lo aprisionaba y llevaba a realizar prácticas de espiritismo.”

“Considerado un intelectual notabilísimo, de nutrido lenguaje plástico e infinitos horizontes, que sabía sonreír con la mirada y no demostraba la edad que tenía por su cuerpo esbelto, ágil, casi de jovencito, los ojos celestes profundos, la tez blanca algo bronceada por el sol y la estatura mediana. En él todo era ágil, grácil, rápido, creativo, con su imaginación siempre en constante actividad.”

Su padre fue un gran admirador del arte a través de la música y las óperas. Su madre una excelente pianista, su tío Francisco Franco Roca un pintor. Por eso heredó de ellos el arte con la alegría de crear, esencial para todo hombre superior. Tuvo magnífico oído para el piano, que le llevó a través del aprendizaje por notas a componer música que recogió en varios casetes.

El 2.003 la obra “Latin American Dramatists Since 1.945, a biobibliographical Guide, le calificó como uno de los grandes creadores artísticos ecuatorianos.

En Febrero del 2.006 el Núcleo del Guayas de la CCE presentó una Muestra de veinte y seis óleos de varias tendencias y más de cuarenta acuarelas, en una velada poética y conversatorio como forma de mostrar a un artista múltiple que tenía la costumbre de dibujar hasta en los taxis, desde un hotel o mientras asistía a la Opera. Son crónicas de instantes, abundan en detalles y sirvieron para luego pintar sus cuadros serios. Como dato de interés se utilizó de música de fondo la compuesta por él mismo pues su talento universal y capacidad de cosmopolita, le permitió hacer de todo.

Aunque no fue apreciado en su tierra, se sabía un adelantado, un visionario y un transgresor, por eso se ha dicho que Solá es el peor pecado de omisión del arte ecuatoriano de todos los tiempos, pues cuando vivió la Casa de la Cultura Ecuatoriana se hallaba inmersa en el comunismo aberrante de los que solo veían arte en lo terrígeno y por ende eran acérrimos enemigos de los temas simbolistas y funambulescos.

“Su obra plantea una crítica a la clase social, siempre trabajó a contrapelo, fue totalmente ajeno a oportunismos y no buscó la ventaja de pertenecer a corriente política o artística alguna. También evitó la exclusividad creativa que se considera indispensable al renombre, prosiguiendo vertientes siempre diferentes, como el ballet, la actuación, la escritura en la medida en que su interés o inclinación se daban. El resultado es un legado que resiste categorizaciones y que a menudo ha sido incomprendido. El mismo recordaba que desde los comienzos “mi obra era tan incomprensible para la mayor parte de aquellos a quienes yo les mostraba mi trabajo, no sabían bajo qué etiqueta colocarla.” Por eso el precio de su originalidad y libertad fue alto. I viéndole bien era uno de los más brillantes alegoristas que hemos tenido y fue revolucionario a su manera pues ejecutó un trabajo que puede tenerse como una perversión de la Academia.”

La inter relación entre sapiencia y obsesiones que la obra de Solá recoge se reafirma en sus propias opiniones: “Todas las artes están ligadas. Uno compone arquitecturalmente, pone ritmos musicalmente, las ideas son poesías, los volúmenes son esculturas. Pueden decir que mi pintura es europea pero dentro de ella está el trópico con sus colores violentos, con su lujuria, con su amontonamiento de cosas. Lo que contienen los cuadros es muy mío y muy de aquí.”

El 2.008 el Núcleo del Guayas de la CCE publicó “Al pasar” donde Eduardo se expresa con tolerancia, sensibilidad y curiosidad, observando al mundo no como es sino como sus emociones lo transforman porque él vivió su propia visión artística emocional no racional y en esta lo sobrenatural se alterna. Sus Memorias son un viaje dentro de sí mismo, a lo Henry Michaux, según palabras iniciales de Paolo Marangoni quien concluyó indicando que la vida de Eduardo Solá constituye una historia de soledad paradójicamente sumergida en un andar abarrotado de personas y circunstancia.

En Junio del 2.010, a instancias de los críticos Rodolfo Kronfle Chambers y Pilar Estrada Lecaro y como un sentido homenaje a su memoria, la Municipalidad de Guayaquil sacó “Eduardo Solá Franco, el teatro de los afectos” en 250 pags. edición de lujo con más de noventa láminas a color y tres enriquecedores estudios sobre su vida. El libro acompañó a una formidable Muestra – de espectáculo impresionante ha sido calificada sin exageración alguna – que se exhibió en el salón principal del primer piso alto del Museo Municipal conteniendo noventa y seis óleos, la mayor parte alegorías conceptuales y cautivantes por llenas de hermetismo cuya decodificación aún no se ha realizado totalmente, así como numerosas acuarelas y dibujos, en especial obras de escenas y mitológicas, retratos masculinos provenientes de la colección privada del autor y retratos femeninos que destacan por el sentido de naturalidad, el colorido y la belleza con que trata a sus modelos y a los vestidos. Varios de sus films se pasaban intermitentemente al público, creando un ambiente mágico imposible de olvidar, al punto que se la ha calificado del mayor muestrario artístico y cultural presentado en Guayaquil en todos los tiempos.

Esta muestra (Kronfle – Lecaro) tiene el enorme mérito de haber alertado al país sobre la trascendencia del legado artístico y cultural de Eduardo Solá Franco. En Noviembre del 2.015 fue repetida bajo los auspicios de la Bienal de Cuenca, aumentada con nuevas obras.

Dentro del libro el crítico Fielding Dupuy enfatizó que una de las pinturas expuestas es asombrosa e inquietante, podría servir como una clase para interpretar muchas de las obras de esta exposición que revelan la oculta y conflictiva vida personal del artista, tema por demás complejo. Concretamente se refiere al “Retrato de Dorian Gray,” que Solá incluyó en el grupo de sus pinturas encontradas en un desván, serie de lienzos de los años cincuenta y comienzos del sesenta, en que empezó a preocuparse por la “esencia efímera de la juventud y belleza física.” Gray aparece de joven y de viejo, primero con la inocencia propia de quien se inicia con el alma en blanco, desprovista de vicios y recuerdos, luego se adivina al monstruo que llegó a ser, a causa de “la depravación de sus costumbres” reveladas en su rostro casi deforme.

La muestra se complementó con un video de las tres mil seiscientas acuarela que componen su Diario de los afectos trabajado entre 1.935 y el 88, y diez películas silentes y cortas realizadas entre 1.959 y el 74 en formato de 8 mmtrs. y súper 8 mmtrs. recuperadas y digitalizadas para su conservación y calidad de proyección, aunque todas las grabaciones en color carecen de banda sonora. Se piensa que pudo haber realizado muchas más, cuya cantidad podría ascender quizá a cincuenta. Todos ellos son filmaciones no comerciales que él acostumbraba mostrar entre sus amigos europeos, ambientados con discos de piano de Erick Satle y jazz de George Gershwin o Duke Ellington. Se ha podido reunir cuarenta de ellas. En suma, un gran trabajo de Rodolfo Kronfle Chambers iniciado tres años antes con la ayuda de Pilar Estrada Lecaro.

El crítico Julio César Abad Vidal indica que los cortometrajes pueden ser clasificados entre aquellos que presentan un único protagonista al que le ocurren cosas, ya sea de carácter fantástico o no. Otras plantean una narrativa tradicional que implica a una pareja o a un grupo. No faltan los documentales con varios personajes, destacando su carácter fantástico u onírico. En todos se destaca la influencia del surrealismo y más aún del simbolismo, trasmitiendo mensajes de soledad y abandono en ciertos casos y de un hedonismo lúbrico en otros, como el titulado “Encuentros Imposibles” que trata sobre la belleza escultural de su amigo David Morais, pero sin entrar en detalles escabrosos pues tras recrear en varios roles y posiciones su cuerpo, se producen cortes que permiten una poética fílmica sin caer en lo pecaminoso porque sacraliza el cuerpo del amante. Este film de 1.959 es el primero en su género realizado en Ecuador.

Eduardo fue mi amigo y en ocasiones hasta me llamaba por teléfono para conversar pues decía que en Guayaquil practicar ese arte era casi imposible. Llegué a tratarle mucho y bien en las reuniones que celebraban en sus casas Esther Avilés Nugué y Julieta Descalzi Gallinar y luego en su departamento del barrio del Centenario a donde solía visitarle algunos sábados de tarde en compañía de mi señora, visitas que se prolongaban porque sentíamos que necesitaba compañía, dada su soledad permanente.

Siempre me había intrigado ese hálito de misterio que sabía poner en sus conversaciones, pues cuando vivía en Roma el 58, se había adentrado en el estudio y conocimiento de ciertas ideas parasicológicas muy especiales. Por otra parte amaba el ideal de perfección griego, era cosmopolita, comprendedor y tenía un lenguaje depurado y una inteligencia de privilegio, que le permitía hacer guiones y escribir cuentos, novelas, todo ello con gran facilidad. La gente le buscaba como pintor especializado en retratos de damas de sociedad, que en los últimos tiempos hacían fila para que las plasme en el lienzo, pero cosa rara, solo cobraba la módica suma de un mil dólares a cada una cuando podía haber ganado muchísimo más.

Era el retratista de moda de la sociedad pero también tocaba piano y aunque no llegó a dar conciertos ni cosa por el estilo lo hacía con gran fuerza expresiva, sobre todo piezas de jazz, también componía música, había dirigido obras de teatro y de ballet, realizado videos y películas de corto metraje, pintado decorados, creado vestuarios, artículos de crítica artística, poseía un talento multifacético y humanístico que le permitía conversar sobre los más increíbles temas pues dominaba un amplio espectro cultural por sus viajes, amistades y lecturas, contaba infinidad de anécdotas propias y ajenas.

De continuo pulcro y con su natural elegancia, solía de preferencia vestir los ternos de lino blanco, en su trato sencillo, fino, espiritual, medido cuanto discreto, nunca un comentario grotesco, jamás una pachotada o una carcajada pues su refinamiento no se lo hubiera permitido ni siquiera en la más estricta confianza. En las reuniones solía beber uno o dos tragos, nunca un tercero y aunque atraía a todos por igual le agradaba manejar su perfil bajo.

“Fue un enamorado permanente de la belleza y el arte, vivió un largo y voluntario exilio norteamericano y europeo del cual obtuvo no poco beneficio para su formación y trabajo profesional. No fue un turista ni un coleccionista de lugares geográficos, humanista que solía movilizarse permanentemente para indagar y cultivar nuevas facetas del espíritu. Diversificó su creatividad en la pintura, la literatura, el teatro y cine, mostrándose imaginativo y permeable a los temas y estilos en boga, pero este “eclecticismo no le dejó concentrarse en unos pocos rumbos que le habrían propiciado manifestaciones más personales y aportadoras.” Su figura fue hasta el final de sus días ágil y estilizada, bailaba de maravillas y hubiera podido pasar por un dandy pues representó menos años de los que realmente tenía. En los países que visitaba le recibían y atendían, dominaba idiomas (español, inglés, francés, italiano) a la perfección y su cultura y modales le hacían un ser estimable a los ojos de los demás Blanco, con sonrisa inocente de niño y manos largas y expresivas de artista, la tez curtida por el sol, los ojos de un celeste luminoso y profundo, los dientes grandes, blancos y parejos, el pelo ralo y cano tirando a plateado, bien rasurado el rostro, de vida discretísima, jamás dio una nota discordante ni qué decir.

Nunca amanerado, mantuvo su sexualidad solo para sí, no para los demás, de allí su constante lucha interna que solamente develaba en algunas de sus pinturas. Por eso, cuando se hablaba de los más perfectos y pulcros caballeros de Guayaquil en los años sesenta, por su elegancia natural y don de gentes, se llevaba el cetro con ese otro gran caballero que fue José Barakat. I como siempre escribía desde el desarraigo de las lejanías pasaba por ser casi un desconocido en su Patria, que solo se ha venido a enterar de la exacta proporción de su valer y su grandeza a raíz de la Muestra presentada en el Museo Municipal de Guayaquil.

Entre sus llamados encuentros con el más allá recuerdo que me relató los siguientes: En Cracovia experimentó con la transverberación del tiempo, es decir, que sin desearlo, entró a la cuarta dimensión donde no existe el tiempo ni el espacio. En una antigua callejuela encontró en una tienda pequeña, a su propietario y al perro que le hacía compañía, tomó un crucifijo y se volteó para entregarlo a su acompañante pues no iba solo y al tratar de abonar el precio, encontró que todo se había borrado, desaparecido, que no existía el lugar ni los personajes, pero quedó la cruz como certeza de que tal experiencia no había sido producto de su imaginación o de un sueño.

En Roma participó de numerosas tenidas espiritas y al ser invocado el espíritu de su madre, ella le abrazó con una ternura tal, que a pesar de los años transcurridos, cuando lo recordaba, se humedecían sus ojos.

En Florencia se convirtió en discípulo del Doctor Racanelli que curaba con la imposición de manos y practicaba la escritura automática. En dicha ciudad habitó en solitario la parte baja de un antiguo palacete propiedad del marqués de la Stuffa, con un piano negro de cola, muebles de estilo, jardín con un gran árbol al centro y plantas siempre verdes y una noche sintió la presencia de un ente maligno que tomó la forma de una sombra negra y grande que flotando de la parte elevada del ventanal que daba al jardín, se aproximaba a su cama. Entonces se cubrió con la colcha y esperó varios minutos que le parecieron eternos hasta que poco a poco sintió que dicha presencia se desvanecía y todo volvía a la normalidad.

Meses después de abandonar el palacio, en un viaje realizado a Florencia quiso recorrer nuevamente sus pasos, pero la empleada que hacía la limpieza al verle entrar gritó: Ud. se ha robado la alegría y el espíritu de la casa, mire como está todo muerto desde que nos abandonó. En efecto, el jardín desaparecido y en su lugar crecía alta la hierba, el Cedro de Líbano que lucía imponente en el medio se encontraba marchito y la estatua de piedra que daba vida al sector yacía destrozada en el suelo.

En Londres volvió al espiritismo iniciado en Roma pero sin mayores éxitos, sin embargo a través de una médium se enteró de sucesos familiares que estaban acaeciendo en Guayaquil, los cuales pudo comprobar semanas más tarde a través de cartas recibidas de sus parientes íntimos.

El subconsciente y a veces hasta el inconsciente entraban y salían de su cerebro con escenas tan vívidas, que él mismo se asustaba. Le bastaba escuchar una simple melodía para relacionarla con casos y cosas olvidadas relativas a su niñez y juventud. En otras ocasiones el recuerdo de un ser amado le hacía perder el plano real y remontarse años atrás, con conocimiento exacto de detalles tan imperceptibles como el color de los vestidos, las arrugas de los rostros, etc. como si estuviera viviendo una película, experiencias que él atribuía a su fértil imaginación y feliz memoria.

Esta facilidad para recordar le asustaba, pues quería explicar el funcionamiento de su cerebro y la forma de entrar a su interior a voluntad y comprendía que podía en cualquiera de esos momentos, al ingresar al plano de lo onírico – creía que eran simples sueños – después no podría salir.

Siempre se abismó ante el misterio del hombre. De allí su deseo de abarcar el todo a través del hombre cósmico, que pintó en varias ocasiones, con signos cabalísticos tomados de la historia de la humanidad. Se sentía parte de un universo desconocido y complejo y hubiera deseado haber nacido en otra época más adelantada, donde los fenómenos físicos y psíquicos que experimentaba tuvieran una total explicación. Admiraba por eso a Leonardo D ̈ Vinci, al que consideraba con razón, un adelantado en todo sentido.

Decía haber sentido desdoblamientos, lo cual ocurre frecuentemente cuando uno sueña por las noches, pero Eduardo los experimentaba de día. No siempre, por supuesto, y felizmente sin consecuencia graves para su salud. Cuando descansaba en la tranquilidad de su departamento sentía que salía del cuerpo y se iba a vagar por otros lugares, intercambiando mentalmente ideas con personajes desconocidos. En ocasiones notaba la presencia de su ente guía y guardián y se concentraba para escribir automáticamente lo que le decía por eso creía que los seres humanos tienen un espíritu protector.

Tenía el don de captar el pensamiento de los demás. Es decir, se adelantaba al pensamiento ajeno antes que se tradujera en movimientos o en palabras. Esto lo llegó a practicar en los Casinos de Europa o con cualquier interlocutor por simple snobismo, incluso se enteraba del nombre y apellidos de las personas que le iban a presentar en las reuniones sociales, hasta que se cansó de este juego mental y dejó de hacerlo.

Como nunca fue avaricioso perdió alegremente su fortuna viviendo a lo gran señor en el exterior y haciendo lo que a bien tenía aunque no como los vulgares turistas adinerados y ociosos; por el contrario, trabajador incansable, en todos los lugares se dedicaba a las labores de la creación material y del espíritu.

Entre sus experiencias parasicológicas cabe mencionar que llegó a ser capaz de ver el color del aura de las personas, lo cual era espontáneo en él. Eso le servía de distracción y en algunas ocasiones hasta se decidió a dar consejos positivos cuando el aura de su interlocutor estaba marchita, depresiva. O dirigía su charla hacia temas relativos al optimismo universal para levantar los ánimos.

Fino y de elegantísima figura pero discreto hasta la saciedad porque prefería pasar ignorado, a veces le ocurrían asuntos muy serios como adivinar la proximidad de la muerte de las personas cuando las veía, pero se inhibía de expresarlo. Decía que no es que lo sabía, si no que sentía una cierta pena nostálgica y su sorpresa era mayúscula cuando a los pocos días se enteraba del deceso del personaje. Entonces era el primero en asustarse pues no quería tener ese don tan triste y negativo del presentimiento.

Sentía aprensión al observar ciertos cuadros una vez que los había terminado y por eso no quería venderlos pues aunque no sabía explicarse, pensaba que no irían a un hogar feliz o que coincidirían con sucesos desagradables para el comprador: un accidente, la muerte de un ser muy próximo, etc. I cuando con el paso del tiempo comprobaba la verdad de este sentimiento, se apenaba de “haber llevado lo negativo a otro lado.”

Buenísimo, nunca hipercrítico ni agorero, no le agradaba el chisme malévolo, el comentario ni de los chistes de doble sentido, su conversación siempre inteligente, amaba los juegos y charadas, la música clásicas, el jazz, las creaciones geniales de Astor Piazzola y gozaba en las reuniones sociales sin abusar del licor, solo uno o dos “drinks” solía beber.

En la puerta de su departamento en Chile colgaba una cruz egipcia de metal, símbolo de la vida en esa antiquísima cultura. Amable como todo ser sensible, le agradaba la compañía de los humanos pero siendo un ser más bien escurridizo, ni la buscaba ni se hacía presente para que le inviten a fiestas o saraos. Su amistad la entregaba sin reticencias sociales, raciales o económicas, porque era un sujeto generoso con su persona y su arte. Tuvo muchos amigos buenos y desinteresados en Guayaquil, que le querían bien y él sabía retribuir esos sentimientos con su invalorable conversación y amable compañía. I como humanista creció dentro de sí y luchó contra los absolutos que toda posición dogmática proclama; pues, para él, lo único valedero siempre fue construir el ideal de la belleza.

El mundo de Eduardo era riquísimo en experiencias de toda índole y él lo sabía, de manera que quiso compartirlas escribiendo en detalle. Amó a su madre, respetó a su padre, quiso a sus hermanas y fugaba de todos los sitios cuando le fatigaban sus hipersensibles nervios, buscando, siempre buscando la felicidad y la inocencia perdidas, por culpa de lo que él solía representar con la figura del Minotauro, felicidad que solo encontraba por momentos, en los lugares finos y elegantes del mundo que tuvo a bien visitar y pudo ser feliz pero no lo logró por ser casi desvalido, parecía un pajarito mojado como lo expresó Sybela Eastman, quizá por eso Marina Salvarezza le calificó de ángel caído por equivocación en Guayaquil, ciudad que algunos han llegado a calificar como el último puerto al sur del Caribe por su tropicalismo, lo que concuerda con sus propias palabras dichas en un momento de total desaliento y generalización: ese lugar donde nací, desprovisto de historia y esplendor….. se refería al Ecuador, por supuesto.

Su obra escrita (Novelas, cuentos, dramas y comedias para teatro se encuentra inédita casi en un noventa por ciento)