SEMANATE VALLADARES ALBERTO

CIENTÍFICO.- Nació en Latacunga el 28 de Noviembre de 1890 y fue bautizado con los nombres de Leonardo Aníbal, como hijo legítimo de Luis Alejandro Semanate y Encarnación Valladares, comerciantes oriundos de las cercanías de esa jurisdicción.
Muy niño quedó huérfano de padre y en pobreza, estudió la primaria con los hermanos cristianos de Latacunga, distinguiéndose por su aplicación y dedicación. Su tío fray Álvaro Valladares, sacerdote dominicano en el convento Máximo de la Orden en Quito, lo convenció en 1904 de ingresar como simple hermanos y desde entonces llevó una vida serena, metódica y pulcra hasta que el 6 hizo la profesión de fe.
La Orden Dominicana había sido reformada en 1863 en el Ecuador a petición del presidente Gabriel García Moreno, con sacerdotes italianos, entre los que figuraron fray Tomás María Larco, Pedro Moro, Antonino Zoina, José Veneziano, José María Magalli, Jacinto La Cámera, Francisco de las Planes y Reginaldo María Duranti. Al triunfo de la revolución liberal del 95 y luego con la publicación de “Los dominicos italianos en la república del Corazón de Jesús” de Manuel J. Calle en 169 páginas, comenzaron a salir del país. El 97 se eligió por primera ocasión en treinta y cuatro años a un Provincial ecuatoriano, distinción que recayó en fray Enrique Vacas Galindo.
Estudió Filosofía y Teología durante cuatro años. El 11 viajó a Bruselas y se matriculó en la célebre Universidad de Lovaina asistiendo a los cursos de Física y Matemáticas. El 13 se ordenó de sacerdote en Amberes y siguiendo una antigua práctica hoy en desuso, cambió sus nombres por los de Alberto Domingo en honor a Alberto el Magno y a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de frailes predicadores.
El 14 suspendió sus estudios a causa de la I Guerra Mundial, participó en las vicisitudes y contratiempos propios de esa conflagración, luego los reinició y el 16 logró doctorarse en Filosofía y Teología en la Universidad de Venló en Holanda, pasó a Friburgo de Brisgovia a continuar la Física y Matemáticas y logró la especialización y el doctorado en ambas materias.
Hacia 1920 regresó al Ecuador con cuatro títulos académicos y hablando francés, inglés, alemán y holandés. Tenía treinta años, era un sacerdote de ideas científicas y modernas y todo le auguraba un brillante porvenir pero llegó a un medio inhóspito pues en el claustro dominicano de Quito se respiraba aún los aires de la colonia y en materia científica eran los sacerdotes unos verdaderos neófitos. El 18 de Agosto del 21 realizó una ascensión al cráter del Pichincha, compartiendo con el Dr. Julio Aráuz las observaciones científicas y las impresiones turísticas. Estas últimas publicaría después en 11 págs.
El 23 visitó la región de Baños y sus alrededores y aceptó el desempeño del rectorado del Colegio Apostólico de San Luis Beltrán de Quito, implantando una serie de reformas y mejoras que superaron las Humanidades Clásicas y facilitaron el aprendizaje de las Humanidades Modernas a los aspirantes al sacerdocio.
En Abril redactó un ensayo sobre las teorías físicas en 26 páginas que dictó como charla a nivel medio, partiendo de la síntesis efectuada por Alberto Einstein de las ciencias físicas experimentales en 1905, a través de su teoría de la Relatividad o Física Única.
Semanate no concordaba con la existencia de esa unidad y manifestó que no podía existir una teoría física definitiva capaz de comprender todos los fenómenos y leyes físicas; por ello concluyó que era un error llevarla al aspecto religioso para tratar de armonizar los datos del Génesis bíblico con la Cosmogonía y Geología modernas. Luego, tras rechazar el pensamiento de Einstein como solución final, dictó otra charla en Diciembre sobre dichas teorías y la bancarrota de la mecánica tradicional que sintetizó en 22 páginas, de manera que así como disentía de Einstein terminaba por aceptar sus conclusiones, claro está, cuando no rozaran con la ortodoxia católica. Semanate era un scholar tímido y enteramente teórico, incapacitado para ganarse la vida por sí mismo y necesitado del apoyo económico de la vida conventual para su sustento, se sugetaba en todo a la ortodoxia.
En ese trabajo resumió numerosos conocimientos científicos sobre el origen de la óptica, velocidad de la luz, teoría de las ondulaciones, el éter, la polarización de la luz, la ley del paralelogramo, el experimento de Fizeau, el de Michelson, las fórmulas electromagnéticas de Maxwell, etc. tratando de explicar la posición tradicional de la iglesia y de las teorías creacionistas bíblicas y atacando a ultranza toda novedad contraria a ellas, no sólo el darwinismo sino también los demás descubrimientos de las ciencias modernas a los que sistemáticamente ponía objeciones pues estaba comenzando el fascismo en Europa y la iglesia no aceptaba entrar en contemporizaciones con la ciencia; de suerte que siguiendo la línea ortodoxa oficial, sembraba dudas sobre teorías tan sofisticadas como las de Einstein usando simples argumentos lógicos y universales tomados de las ideas de Aristóteles y Tomás de Aquino. Al respecto se puede consultar la Página 105 y siguientes de su obra “En los surcos de la ciencia” CCE, Quito, 1964.
El 24 empezó a dictar un ciclo de conferencias en la basílica menor de La Merced de Quito que recogerá en 56 páginas, sobre las modernas teorías cosmogónicas a fin de replicar al Dr. José Peralta, rector de la Universidad de Cuenca, que alborotaba al país con charlas que difundía a través de los periódicos, enseñando a Darwin y a su teoría de la evolución de las especies.
Para ello examinó el pensamiento de Enmanuel Kant, Laplace, H. Faye, Emile Belot y T. Moreux en relación al origen del universo, luego trató propiamente de Dios como ser supremo y causa primera y ordenadora del sistema universal a través de las leyes fijas e inmutables de la naturaleza, demostrando sus extensos conocimientos y hasta anticipando el descubrimiento del planeta Plutón, cuya existencia deducían los astrónomos partiendo de ciertas perturbaciones en la órbita de Neptuno siendo el primer ecuatoriano en hablar del planeta tras neptuniano, cuyo descubrimiento recién se efectuó en 1939 diez y seis años después.
Ya para entonces su nombre era ampliamente conocido en los círculos científicos del país, que le solicitaron ampliar su ensayo sobre la teoría física y en Abril del 25 elaboró una conferencia sobre el problema de la Relatividad, sus principios y desarrollo, que refundió en 29 páginas, siendo esta la primera conferencia dictada en el Ecuador, para explicar las razones por las cuales dicha teoría trastoca conceptos tan tradicionales como espacio, tiempo, fuerza y energía, manifestando que el espacio no es de tres dimensiones sino de cuatro, que los cuerpos se deforman y empequeñecen cuando de la quietud salen al movimiento, los teoremas de la Geometría son solo aproximaciones y no exactitudes, y el tiempo no tiene idéntico valor para todos.
En Mayo la amplió con otra sobre la Relatividad, modernismo y matematicismo para contrarrestar la euforia que producía la teoría cuando era llevada a los planos filosóficos y teológicos y para ello explicó que el génesis de ella era físico y no filosófico, aunque sus principios tal vez podrían serlo. Una amplia y variada bibliografía, especialmente francesa, sirvió de suficiente aval a sus exposiciones.
En Septiembre redactó un pequeño ensayo sobre fray Tomás Campanella, O. P. en 14 páginas con motivo de la inauguración de su monumento en Silio, Calabria, Italia.
El 26 viajó por segunda vez a Europa y realizó estudios de Geología en la Sorbona de París. Para el 28 estaba nuevamente en Quito y fue elegido Prior del convento dominicano pues se le consideraba el más importante miembro de la Orden en el país. El 30 publicó veinte y dos fichas bibliográficas de la Geología del Ecuador y de las regiones limítrofes dentro de la obra “El Ecuador en cien años de independencia”.
El 31 intervino como orador del I Congreso Mariano celebrado en Quito y luego en la solemne fiesta de la Virgen del Rosario de Pompeya. El 1 de Mayo del 32 y para la fiesta de Jesús Obrero que entonces acostumbraba celebrarse y que hoy ha desaparecido, pronunció en el templo de Santo Domingo su alocución “Jesús y el mundo Obrero”. En Diciembre del 33 editó “Los Mapas geológicos del Ecuador” en 31 páginas, ensayo que escribió al recibir del Servicio Geográfico Militar las primeras hojas del levantamiento topográfico de la provincia del Chimborazo, en Mayo del 34 pronunció varios discursos sobre la clase obrera. Ese año, mientras visitaba Lima, escribió “San Francisco de Asís y su tiempo” en 25 páginas, primero de sus ensayos literarios – teológicos que tanta fama le dieron. Poco después viajó al convento del Cusco y dictó la cátedra de Derecho Canónico en el Estudiantado Internacional de los Dominicanos.
El 38 regresó al Ecuador llamado por el gobierno para dirigir la Escuela Superior de Minas de Cuenca y publicó en Quito “Prospección y explotación en pequeña escala de los placeres auríferos en 235 páginas y 23 figuras, traducción suya de un texto inglés actualizado sobre dicha materia tan útil al Ecuador. La Física le había llevado a la Geología, ésta a la dirección de la Escuela. En Diciembre sacó “Las rocas de metamorfismo o esquistos cristalinos de la cordillera oriental de la orilla izquierda del Pastaza” en 21 páginas, que escribiera en Cuenca como una prolongación del estudio inicial efectuado sobre la región de Baños en 1923. El 39 dio a la luz “El principio de la composición de fuerzas o el Paralelogramo” en 5 páginas.
El 40 trató sobre la personalidad de Tomás de Aquino en 14 páginas. El 41 pronunció el discurso final de los festejos por el cuarto centenario de la fundación del Convento dominicano en Quito, pues continuaba siendo considerado el miembro más importante de esa Orden y uno de los sacerdotes más ilustrados y respetables del país.
El 19 de Marzo del 42 pronunció el brindis del banquete que el convento dominicano ofreció al padre Alfonso Antonino Jerves Machuca con ocasión de sus Bodas de Oro Sacerdotales, a quien se tenía por sabio debido a su serio talante y pocas palabras. Ese año publicó “Lecciones de Cristalografía y Minerología Óptica” como texto para la Escuela de Geología y Minas de Cuenca, en 406 páginas y 344 figuras.
El 43 intervino en el Congreso Mariano de Quito y el 5 de Abril dictó una conferencia en la Universidad Central sobre los Orígenes de la Humanidad, la Geología y la tradición Católica frente a este grave problema, que recogió en 45 págs. desde los puntos de vista científico y dogmático y a base de numerosos textos de Geología, algunos de ellos tan sofisticados como los de Charles Schucheaty y Cari O. Dumbar, que acababan de salir recién dos años atrás en New York.
En su primer parte trató sobre los descubrimientos paleontológicos en América y los antropológicos principalmente en Francia, aunque pasó por alto los de Java y Kenya de las décadas de los años veinte al cuarenta que posiblemente no consideró de mayor importancia o quizá ni siquiera conocía. En la segunda comenzó por armonizar las opiniones de los patriarcas San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Agustín con la evolución de los seres naturales nacidos de la virtualidad de la materia primera. I dijo “No pretendemos afirmar que los doctores de la Iglesia, al sentar aquella teoría, la demostraron con argumentos científicos. La edad infantil de las ciencias naturales en aquella época no pudo poner en sus manos tales pruebas, la Biblia no es un tratado de ciencias, tal el principio fundamental establecido por León XIII en su Encíclica Providertísimus Deus”, declaración que debió llamar a la reflexión a la cúpula eclesiástica ecuatoriana de su tiempo sobre la conveniencia de ir aceptando el evolucionismo y selección darwiniano de las especies, pero que dada la abulia científica imperante y lo espeso del pensamiento de entonces, no se la consideró siquiera. Modestia aparte Semanate era un verdadero diplomático para decir verdades disfrazándolas con palabras difíciles a fin de no herir ridículas suceptibilidades de sus superiores religiosos.
Cabe resaltar que entre su ortodoxia inicial de 1923 y lo dicho el 43, se nota un gran cambio, una apertura hacia la aceptación de los descubrimientos de la ciencia, sin dejar a un lado las teorías originales que trataba de remozar siguiendo la lógica de los nuevos tiempos.
En esto se distinguió entre los sacerdotes del país pues fue el único en exponer las teorías neo evolucionistas que recién doce años después se difundieron en el mundo con las obras del filósofo y sabio jesuita Pierre Teilhard de Chardin creador de la teoría del neo evolucionismo que recién se logró conocer en 1955 a través de la edición de sus obras. En ellas expuso el genial jesuita francés, quien vivió el final de sus días en el exilio en New York y en íntimo contacto con la ciencia, que el universo se dirige desde su origen hasta un punto preexistente y trascendente y de confluencia con la divinidad y que Dios interviene en la evolución del mundo por medio de la providencia y de la redención.
Lastima y muy grande que no hubiera seguido viviendo y estudiando en Europa, pues la discontinuidad sufrida por su improductiva estancia en Ecuador hizo que no pudiera estructurar teorías propias ni colocarse a la altura de su talento científico, aunque tuvo anticipaciones admirables.
Entre Octubre y Noviembre del 45 pronunció tres veces su conferencia sobre la bomba atómica y la desintegración de la materia, tema de candente actualidad a consecuencia de los bombardeos en Hiroshima y Nagasaky. La conferencia fue preparada para dictarse en Ibarra pero enseguida la solicitaron en la Casa de la Cultura Ecuatoriana y en el paraninfo de la Universidad Central.
Ya era miembro fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y comenzó a colaborar en el Boletín Científico y en la radiodifusora de esa institución.
Entre Julio y Agosto del 45 y el 46 visitó la región de Cunchibamba, laguna de Yambo y valle del Guapante en la provincia del Cotopaxi, cumpliendo con un compromiso contraído con las municipalidades de Ambato y Latacunga para investigar las condiciones que ofrecía la laguna y las orillas del río Guapante para el establecimiento de plantas eléctricas que solucionarían el problema de esas zonas en desarrollo. El 52 dictó una conferencia sobre el resultado de estas investigaciones en la radiodifusora de la CCE y luego la publicó en 17 páginas.
El 13 de Febrero del 46 figuró en la Fundación del Instituto Politécnico de Quito con “Los que nos cuentan las piedras del camino” en 13 páginas.
El viernes 5 de Agosto de 1949, a eso de las 2 y 10 de la tarde, un prolongado y violento terremoto se sintió en todo el país, pero especialmente en las provincias de Tungurahua, Cotopaxi y Chimborazo, dejando como saldo seis mil muertos, miles de heridos y más de veinte mil familias sin hogar. La mitad de los edificios de Ambato se desplomaron y en la Catedral murieron sesenta personas que se encontraban rezando.
Semanate calificó equivocadamente al terremoto como de origen tectónico cuando fue volcánico, midiendo su intensidad en diez grados cuando solamente llegó a siete como después se supo. Doble error que demostró que era un empírico bien intencionado en materia de Geología.
A consecuencia del desastre viajó a la Universidad de San Louis, Missouri, USA, a seguir la especialización de Sismología y Sismometría, conocimientos que luego aplicó en el país. De los Estados Unidos regresó con un séptimo doctorado universitario pues también lo era en música, especialidad que había estudiado en Santa María la Mayor de Roma durante su primer viaje a Europa. De allí su amistad muy estrecha con el maestro y compositor Sixto María Durán.
Regresó muy adolorido, aquejado de artritis, pues los intensos fríos del invierno le habían ocasionado dicha enfermedad. En Quito se trató con inyecciones de cortisona, droga poco conocida que le ocasionó males cardíacos. Sus amigos los padres Vargas, Moreno y Valladares tenían que turnarse para ayudarle a movilizar pues iba quedándose tullido poco a poco pero logró recuperarse en algo y hasta se olvidó de sus dolores y con grande afecto a su obra trató de publicarla antes de su muerte que avisoraba cercana.
El 50 salió a la luz “Sismología del terremoto de Pelileo” en 103 páginas y numerosas fotografías y figuras. En Agosto “Baños y sus alrededores. Historia geológica del Tungurahua y del Pastaza” en 11 páginas, pequeño estudio escrito el 23 que guardaba inédito.
El 52 “Geología de la hoya de Yambo” en 27 páginas. El 53 “Sismología y Patriotismo” en 7 páginas y publicó su Sermón de las Siete Palabras pronunciado con motivo de la Semana Santa. Ese año dio a la luz “A la sombra de la Cruz” en 404 páginas con ensayos religiosos sin mayor trascendencia; enseguida recopiló sus principales conferencias y notas de carácter científico y con prólogo de su amigo Manuel Benjamín Carrión las editó en la imprenta de la CCE en 346 páginas bajo el sugerente título de “En los surcos de la Ciencia”, obra considerada indudablemente como la mejor de todas las suyas.
El 54 publicó “Breves lecciones de Sismometría” en 141 págs. texto para esa nueva ciencia que comenzaba a enseñarse en el país. En eso, como en muchas otras cosas, fue un precursor.
Tenía listos para la imprenta numerosos originales cuya mención haremos: “En la brecha” con artículos de polémica periodística de índole filosófica, un “Curso de Mecánica Racional”, “Un texto de Algebra elemental y superior y otros de Trigonometría plana y esférica, de Geometría analítica plana y del espacio, y de Cálculo Infinitesimal, pero su estado de salud se fue agravando progresivamente y ya no pudo levantarse, hasta que el 27 de Junio de 1958 falleció en su convento máximo de Quito, en medio de sus hermanos de Orden, parientes y discípulos.
Fue un alma grande y un talento superior, tenía el genio alegre y la simpatía a flor de piel. Alto, rostro blanco y bien presentado, pelo castaño, afable, conversador y hasta gracioso. Fue un teórico de la Física, el único que hemos tenido, razón por la cual no tuvo un campo de acción propicio en el país, mejor le hubiera ido en Europa o en los Estados Unidos, pues talento no le faltaba pero entre nosotros tuvo que achicarse para contentar a los superiores de su Orden y sobre sobre todo, vivió sobrecogido de temor frente a esa gran figura oscurantista y decimonónica que fue el cardenal de la Torre, quién jamás aceptó nada que saliera de las normas y el pensamiento del catolicismo oficial de su tiempo.