SANCHEZ LUIS ALBERTO

POLITICO Y ESCRITOR.- Nació en Lima el 12 de Octubre de 1899, estudió en el Colegio de la Recoleta y en la Universidad de San Marcos donde fue el alma del cogobierno en 1919 – tesis originada en la U. de Córdova en la Argentina ese año – y se doctoró en 1922. Graduado de abogado no se interesó mucho en las leyes pues desde los Boletines escolares daba preferencia a las bellas letras. En 1921 publicó su primer estudio crítico sobre “Poetas en la Colonia” que le valió seis años después ser nombrado profesor de la cátedra de Literatura Peruana en su Universidad, desempeñándose a ultranza a pesar de numerosos vacíos producto de otros tantos destierros y persecuciones, habiendo ocupado por tres ocasiones el rectorado con general beneplácito.
En 1923 visitó Guayaquil y Quito, hizo amigos, conoció escritores y hasta fue invitado y asistió al matrimonio de Delfina Tamayo Concha, hija del Presidente de la República, con Adrián Navarro Gardin, que se celebró en la finca La Magdalena.
Entre 1927 y el 38 dirigió el Diccionario Enciclopédico Ercilla, publicó varios ensayos biográficos y el “Indice de la poesía peruana contemporánea” que le valió elogios. El 31 le eligieron Representante a la Asamblea Nacional Constituyente pero el gobierno de su país le impidió el regreso a Lima. El 32 arribó por barco a Salinas, estuvo en Guayaquil, se hospedó en el hotel Ritz situado en el Boulevard y García Avilés, tomó contacto con varios exilados apristas y entre ellos con Alberto Ugolotti Dansay y con Benjamín Urrutia, trató de negocios con Secundino Sáenz de Tejada Darquea y de literatura con Alfredo Pareja Diez – Canseco, avanzó a Riobamba, siguió a Quito que le pareció una ciudad sitiada por la guerra de los cuatro días, se alojó en el Hotel Europa, pudo conversar con varios intelectuales y con su amigo Benjamin Carrión. Los socialistas le abrieron las puertas, Ricardo Jaramillo lo empleó en “El Día” y allí escribió bajo el pseudónimo de “Juan Fernández”, dictó un curso libre de Literatura en la U. Central y varias conferencias en diferentes ciudades. Se cambió al Hotel Bolívar, trajo a su esposa y alquilaron una casita en la calle Quito detrás de El Ejido, conoció a José Eliecer Gaitán y mantuvo una polémica con Velasco Ibarra pero después se amistaron por la intervención de Luis Enrique Osorio y el 1 de Septiembre del 33 regresó con su esposa a Guayaquil, pasaron a la Libertad y en un barco de tercera siguieron al Perú.
El 33 editó “América, novela sin novelista”, el 34 “Panorama de la Literatura actual”, el 37 “Historia de la nueva Literatura americana” y prologó “La Beldaca” novela de Pareja Diez Canseco. De inteligencia lúcida se distinguía entre todos los escritores americanos de su generación, por eso se ha dicho que su pensamiento discurría en el mar de fondo de las ideas que hacen historia. Hombre de raza literaria, concebía que la belleza es solo una parte del todo vital y que cuando por si sola se desprende de la carnadura de la vida, es como la hoja que se abate al viento. Como biógrafo admirable plasmó un estudio del siglo XVIII utilizando la figura de Micaela Villegas a) La perricholi, criolla de gran hermosura que desafiando los prejuicios sociales tuvo un hijo del Virrey Amat y Juniet con grave escándalo social. En este trabajo, como en algunos otros de índole biográfica, penetró en la vida de los personajes moviéndose a través de ellos en los más recónditos intersticios de la historia.
Como político anunciaba la idea ecléctica y antiimperialista del APRA. Ni hacia los Estados Unidos ni hacia Rusia, siempre adelante y libres de toda opresión. Como crítico había iniciado una tarea inmensa y sin antecedentes pues más que el trabajo de una sola persona debió serlo de todo un equipo.
Miembro de una generación que no tuvo maestros porque a todos los vio claudicar cuando era imposible hablar del drama ardiente de un Perú modernista y afrancesado, abrir un nuevo derrotero en el proceso de las ideas y torcer la estampa turística de indios folklóricos para mostrar en toda su desnudez la miseria y el llanto de una raza de millones, que gemían queditos y a la sombra de una capa burguesa, indolente y anodina, de suerte que allí se alzó Luis Alberto Sánchez, medio crítico y medio político revolucionario para dejarse oír y su viril voz de maestro no se quebró nunca, ni ante el aplauso del oficialismo ni ante la saña persecutoria militar”.
Al regresar del exterior en 1945 asumió una diputación y el rectorado de San Marcos y editó “Principios Filosóficos”. Entonces tuvo un momento de triunfo que se repitió el 63 cuando fue Senador y el 78 que el APRA ganó las elecciones después de la dictadura del General Velasco Alvarado. Entonces Víctor Raúl Haya de la Torre fue designado Presidente de la Asamblea Nacional y Luis Alberto Sánchez primer Vicepresidente. Un año después, tras la muerte de Haya, asumió la Presidente y con su firma se promulgó la Constitución peruana que ayudó a dictar con la misma agitación permanente e ilusión en rebeldía que no tiene cuartel y el 85 le correspondió colocar la banda presidencial a Aland García y hasta el 90 ejerció la Vice Presidencia de la República, dando prestigio a la función. Finalmente, casi ciego, era ayudado por sus secretarios a caminar, pero su mente seguía siendo tan brillante como siempre.
A principios de 1994 comenzó a sufrir una afección renal motivada por un cáncer, fue intervenido quirúrgicamente en una clínica, pidió que lo llevaran a su casa y falleció consciente y en paz a las once y veinticinco de la mañana del domingo 7 de Febrero cuando iba a cumplir noventa y cuatro años de edad. América perdió al mayor intelectual de su tiempo y el mundo a uno de los escritores de mayor valor.
En 1953 editó “Proceso y contenido de la novela hispanoamericana”, el 57 “Escritores representativos de América”, el 64 “Historia General de América” en dos volúmenes. Miembro del Perú peregrino, supo conjugar una actuación protagónica en la historia con su pasión política con el APRA y con el tedioso estudio de los documentos y la desesperante vida profesional que agota al hombre y se lleva de él sus mejores momentos, pero todo lo superó al amparo de la cátedra que siempre le permitió vivir modestamente y libre de los apuros económicos que merma la dignidad.
Siempre pensó que los directores espirituales de las naciones juzgaban depresivo considerar los hechos materiales como condicionantes de la evolución humana ni la mutabilidad constante de la historia ni sus negaciones fecundas, por eso jamás negó en la interpretación de la historia de América, el mestizaje racial, la orientación antieuropea y pro americana, el agrarismo social o comunitario y la lucha antiimperialista final.
El 69, cumpliendo los setenta años de edad, escribió su vida y le salieron cuatro tomos estupendos. Su legado es inmenso no solamente por sus libros de crítica, biografías, ensayos e impresiones de viajes, sino también por sus artículos de prensa donde plasmó actitudes, impresiones y sentimientos.
Para el Ecuador siempre tuvo ideas luminosas que clarificaron muchos episodios históricos literarios de los tiempos coloniales cuando América era una sola región española.