SAA CADENA LUZ EMILIA

EDUCADORA.- Nació en Machachi el 7 de Enero de 1904, hija legítima de Rosendo Saa, ambateño y de Zoila Cadena, de Machachi. Inició su educación en la escuelita de las Madres de la caridad de su pueblo, “se le puso en la escuela porque era por demás traviesa, caprichosa, trepaba a los árboles con gran agilidad y gustaba andar sin ser controlada, también era voluntariosa. Un día no quiso arrodillarse en la Misa a pesar de las reiteradas órdenes de la madre Superiora”. “Despreocupada en su arreglo, interesándole ante todo sus travesuras y correrías”.
En 1912 la familia se trasladó a Quito; Luz Emilia estudió en la escuela de la señorita Amada Viteri y luego en la Municipal No. 1. No cursó en planteles religiosos porque eran pagados; sin embargo, don Rosendo se preocupaba de la formación religiosa de sus siete hijas y después de las seis de la tarde se instalaba en la modesta salita del hogar y alrededor de una mesa relataba historias piadosas que sacaba de libros guardados en una antiguo baúl al que llamaba “mi tesoro”. Entonces salían a relucir “La Imitación de Cristo” de Kempis, que él decía “mi libro celestial” y “El temporal y eterno” del Padre Nieremberg, S.J, hasta que a las ocho el auditorio infantil iba a acostarse, no sin antes rezar el rosario.
En tan patriarcal como religioso hogar creció Luz Emilia y a los 12 años ingresó al Normal “Manuela Cañizares” donde los estudios la absorvieron hasta 1.924, que egresó de profesora normalista. Primero trabajó dos años en la escuela de varones de Machachi, luego ocho en la “Diez de Agosto” de la capital y fundó el catecismo en la Iglesia de San Francisco. En 1.935 ascendió a profesora de la Escuela anexa al Colegio “24 de Mayo”. Su hermana mayor había entrado de religiosa franciscana y Luz Emilia era el alma del hogar, consistiendo su mayor dicha en entregar íntegramente a su madre, el sueldo que percibía.
Hasta entonces era profesora y nada más, pero durante una Misa en la novena de la Dolorosa en la iglesia de la Compañía, sucedió lo que después ella llamaba “Mi conversión”. Terminado el sermón “estuvo conquistada toda yo para un nuevo ideal: la niñez. Desde entonces el magisterio se iluminó ante mis ojos bajo otra luz y tuvo sentido”. El Sr. Luis Kuhn, empleado del Banco Central, la presentó a los jesuítas y comenzó su labor de catequesis que la haría tan dichosa entre los 1.000 niños que, sacados de diversas escuelas laicas, componían el Catecismo de San Estanislao en el templo de la Compañía, donde se preparaban para recibir la primera comunión. Los niños decían: “Qué clases las de la señorita Luz Emilia” y la querían mucho. También trabajaba en otras obras, fue Vocal del Comité pro construcción de la Iglesia de San Alfonso y catequista en la Iglesia del Belén cercana a su hogar. Igualmente terciaria franciscana y habiéndosele propuesto el honroso cargo de maestra de novicias, no aceptó, por modestia.
En 1938 murió su padre de cáncer. Días antes el médico de cabecera quiso inyectarle morfina para mitigar sus intensos dolores pero don Rosendo protestó diciendo ¿Jesús en su agonía, tuvo acaso morfina? ¿No podré yo, por amor y gratitud a tantas mercedes, unir mis dolores a los suyos? I murió en su ley, dedicando a Dios los sufrimientos.
En 1940 inaguró las clases de pedagogía que fueron un éxito y formaba parte del grupo de “Damas Catequísticas” que llegaron a tener tres casa en Quito, Guayaquil y Ambato. Acudía al penal García Moreno y dictaba clases de moral, después anotará en su diario “Los presos me piden no faltar nunca, manifiestan quererme…”. También formó el “Centro de Instrucción de los Obreros” y dirigió la tercera sección, dictó clases de gramática, geografía, moral cristiana, deberes y derechos del trabajador y del patrono, alcoholismo, etc.
En 1944 obtuvo una beca para estudiar pedagogía religiosa durante un año en Chile y Argentina. El Ministro de Educación, Dr. Jaime Chavez Ramírez le encargó visitar oficialmente los planteles educacionales de esas naciones y dijo “Diez maestras como Luz Emilia salvarían al Ecuador”.
Un año de bendición y gracias fue para ella su estadía en el Hogar Catequístico, anexo a la Universidad Católica de Santiago, año de superación y profundas vivencias con los más pobres, con los desamparados, que visitó diariamente.
En 1946 regresó a Quito a dictar cursos de pedagogía catequística con salesianos y franciscanos. En los meses de Agosto y Septiembre, de vacaciones en la sierra, acompañó al Padre Benigno Chiriboga, S. J. a Portoviejo, en incansable apostolado, “oír misa y comulgar diariamente visitar la cárcel, recorrer caseríos y atraer a cientos de niños al catecismo”, tal fue su vida en Manabí.
Jacinto Jijón y Caamaño, Alcalde de Quito, le mandó a ofrecer el rectorado del Liceo Fernández Madrid, que tenía 500 alumnas entre internas y externas; Luz Emilia estaba enferma y en cama y se “ríe de la ocurrencia del señor Alcalde”, pero éste insistió y ella obedeció por orden del Arzobispo de La Torre.
En el Liceo atendió numerosos y urgentes problemas, se multiplicaba y hacía las veces de madre. Su sueldo lo repartía entre el alumnado, ayudando a las más pobres.
En 1948 participó en el Congreso Eucarístico Nacional. El 5 de Agosto de 1949 ocurrió el terremoto de Ambato y el 8 se creó esa Diócesis. La posesión canónica del nuevo prelado Bernardino Echeverría Ruiz tuvo lugar el 11 de Diciembre. Luz Emilia decidió concurrir con un nutrido número de catequistas y terciarias. En Ambato asistieron a los actos litúrgicos, recibieron la bendición del Obispo, visitaron a las damas catequísticas y visitaron el hogar de su hermana donde encontraron a otra hermana Carmen Amelia Saa, conocida en religión como Madre Paulina de la Inmaculada y le dijo “Todo este tiempo no has rezado por mi y yo lo he sentido…” Han sido unos días de tanto agotamiento y cierto que no he rezado, confesó la aludida y es que Luz Emilia solía adivinar las interioridades del alma.
A las dos de la tarde tomó el bus de regreso a Quito, pero 31 kilómetros después chocó con un tren y el vehículo se partió en dos. Testigos presenciales aseguran que Luz Emilia quedó conciente pero con una mancha obscura en la altura del cuello, signo de un grave derrame interno y que alcanzó a decir: “Voy a morir, háganme rezar”.
Llevada al hospital de Ambato, recibió la comunión, perdió el conocimiento y murió de 49 años ese día el 11 de Diciembre de 1949, a las 8 y 30 de la noche. Su cadáver fué trasladado a Quito y el sepelio se realizó el martes 13 con numerosos acompañamientos. Entonces se descubrió su “Diario Intimo” llevado por muchos años, donde acostumbraba anotar hasta sus más pequeñas emociones y sentimientos. ¡Algún día se publicará!.
En 1951 la Madre María Victoria de Jesús editó un esbozo biográfico en 95 páginas titulado: “Luz Emilia Saa, apóstol ecuatoriana, modelo de católicas en un ambiente laico”, con su fotografía, dedicatoria e índice. Tuvo el don de la clarividencia, una vida íntima muy rica, lo mismo en virtudes que en carismas, inspiraba confianza a los que trataba. Fue de mediana estatura, trigueña, pelo crespo y negro, facciones agradables y firmes, incansable para el trabajo, cumplidora de sus obligaciones y de conducta intachable. Supo hacerse querer de todos y especialmente de los niños, a los que tanto amó.