Rodríguez Lara Guillermo

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La más acentuada dictadura militar establecida en el Ecuador, con alternativas de tempestad social y de tragico-media, se urdió en la Comandancia General del Ejército, cuando el lider de CFP, Assad Abdalá Bucaram, reconfortado con un gran baño de popularidad que recibió del doctor Velasco Ibarra al defenestrarle de la Prefectura del Guayas y desterrarle a Panamá, se preparaba a intervenir como candidato presidencial.

El general Guillermo Rodríguez Lara y militares políticos de alto rango en frecuentes reuniones con los jefes de unidades, planificaron el régimen de facto con el pretexto de impedir el acceso de Bucaram al poder, en vista de su nacionalidad cuestionada, y con el objetivo principal de manejar los recursos petroleros.

Meses antes de la transformación política, Rodríguez Lara no perdía ocasión de integrarse a la comitiva del doctor Velasco Ibarra en sus visitas presidenciales, interesándose por conocer los problemas de las provincias y seguir de cerca el desarrollo de su formidable oratoria.

Mientras tanto, Pedro Aguayo Cubillo, Ramiro Larrea Santos y Julio Ríos Pintado, entre otros, preparaban en Guayaquil los lineamientos generales de la filosofía y plan de acción del futuro gobierno de facto, calificándolo de antemano como nacionalista y revolucionario.

ADELANTAN EL GOLPE.

El golpe de Estado que debía producirse el 19 de marzo de 1972 (cumpleaños del Presidente de la República), se adelantó merced a un hecho imprevisto. El sábado 12 de febrero, víspera de Carnaval, la prensa informó que el Intendente de Policía de Pichincha, doctor Osvaldo Fierro Insuasti, había autorizado el desarrollo de una manifestación cefepista para el viernes siguiente 18 del enunciado mes, en la Plaza de San Francisco de Quito. Esta noticia causó expectación debido a las amenazas de Bucaram de marchar sobre la capital aunque sea pisoteando los cráneos de los ministros de la Corte Suprema de Justicia.

Entonces hubo concentración de unidades militares, zafarrancho de combate en los cuarteles y portalón cerrado en la Marina.

El doctor Velasco Ibarra se percató de esta novedad en Ambato, durante la proclamación de la Reina de las Flores y las frutas. Cuando llegó a Quito, ya el Servicio de Inteligencia Militar había penetrado en el Palacio de Gobierno, mientras un desbande de ministros evidenciaba la cercanía del golpe.

Tres días antes Rodríguez Lara estaba comiendo con el Primer Magistrado, “cordialmente, amistosamente”. El general cumplía con sus planes estratégicos y el doctor Velasco sintiéndose abandonado hurgaba el pensamiento del traidor. Con justa razón declaró más tarde: “Lo que faltaba en mi Gobierno era un grupo que tuviera la mística de la obra total. No hubo labor de prensa, refutación de sofismas, ninguna propaganda, ninguna rápida y hábil represión al momento de la insolencia. El Ministro de Defensa de los últimos meses, se limitó a ignorar todo, absolutamente todo. No cumplía mis órdenes expresas, terminantes; no le saqué a tiempo para no apresurar la reacción del Ejército que estaba preparado para imitar al Ejército peruano en la implantación de una prolongada dictadura”.

EL DESTIERRO

Al atardecer del martes 15 de febrero, último día de Carnaval, un edecán informó al doctor Velasco Ibarra que el General del Aire Rafael Espinosa Pineda, había aceptado ser miembro del Consejo Supremo de Gobierno, ante lo cual optó por emprender vuelo en un avión a Guayaquil, ciudad a la que convertía en cuartel de lucha en sus campañas electorales. Y, según su propia revelación, cavilaba en el trayecto:

“Si alcanzo a hablar por televisión, me hago fuerte en las calles con cincuenta mil o más personas, cuya vida respetará el Ejército; entonces vuelvo a Quito y apreso a los insurrectos”.

Cuando la aeronave descendía, sabiendo que estaba vigilando, pidió al piloto que aterrice en el campo civil y no en el militar. De allí pasó a la casa presidencial de Los Ceibos, en donde recibió al coronel Rodrigo Moncayo, Comandante de la Segunda Zona Militar, a quien pidió apoyo, una vez que ejercía estas funciones por ser hombre de confianza del Ministro “que ignoraba todo”.

“Sí señor Presidente, permanezca usted tranquilo”, contestó dicho coronel, y salió apresuradamente. Como su actitud despertara sospechas, el doctor Velasco Ibarra optó por dirigirse enseguida al Canal 10 de Televisión, donde fue interceptado por efectivos de la Armada y conducido a un avión que se encontraba listo para llevarle a Panamá. Al abordarlo se detuvo en la escalinata y arengó a varios oficiales de la FAE, quienes le escucharon en silencio y le despidieron con una salva de aplausos.

MANIOBRAS DEL UNGIDO

Rodríguez Lara recibió de sus compañeros y subalternos la nominación de Presidente de la República y asumió el mando, a pesar de que no era el comandante de rama más antiguo, en vista de su dedicación al estudio demostrado a lo largo de la carrera militar, habiendo obtenido en la Academia de Guerra y en los diferentes cursos las primeras distinciones. Eran más antiguos que él, en primer lugar el Comandante General de la FAE, General del Aire Rafael Espinosa Pineda, y luego el Comandante General de la Marina, Contralmirante Reinaldo Vallejo Vivas, quienes con el coronel César Bastidas fueron escogidos para integrar el Consejo de Gobierno, creado en apariencia con el objeto de fiscalizar la labor dictatorial. Apenas este organismo entró en funciones quedó relegado a segundo plano y al poco tiempo sus miembros fueron borrados del escalafón y del servicio activo, mediante hábil maniobra del general Rodríguez que desde entonces gobernó sin interferencias.

DICTADURA ESTABLE

En una cláusula del Plan de Acción se lee: “El Gobierno debe permanecer hasta establecer un sistema con dinamia propia, de tal manera que los cambios sean irreversibles. Esto implica