Robles García Francisco.

En 1865, con Carrión, los desterrados no obtenían piedad todavía, sólo de uno en uno, y eso solamente algunos, a medida que el Sr. Carrión iba perdiendo el miedo a García Moreno. Las costas del Perú, de Centroamérica, de Colombia en el Pacífico rebozaban de emigrados: entre ellos había hombres notables: Pedro Moncayo, Pedro Carbo, Manuel Gómez de la Torres, Miguel Riofrío, Antonio Yerovi, Carlos Auz, José Gabriel Moncayo, el Obispo Tola, etc. Los Generales Urbina, Robles, Franco, Ríos, Wright, y muchos Coroneles y otros militares de grado inferior. Como Carrión y Bustamante aparecían liberales, y en su pasado no tenían mancilla, D. Pedro Moncayo escribió desde el destierro al segundo, interesándose para que decretase amnistía.

El Capitán Sarria, que fue parlamento, cumplió su misión y regresó con la noticia de haber llegado al Babahoyo con el General Robles, 1882.

Pancho Jado, sospechoso desde luego, fue aprehendido el 24 de Febrero de 1845, días antes de la revolución y enviado a bordo del vapor de guerra Guayas, con la orden inhumana, dada por El Gobernador Espantoso, de que si oía en tierra un solo tiro fuera fusilado en el acto. La señora María Urbina solicitó que se le permitiera enviar su hijo a México en la goleta Rocaferte del poderoso comerciante español señor Luzarraga, que debia zarpar al otro día (el 25). Unió el señor Luzarraga sus ruegos a los de la atribulada madre y consiguió a que se accediera a su justo deseo. En consecuencia, se trasladó a la referida goleta a Jado, custodiado por una escolta que estaba mandada por el más caballero de los negros, el Comandante Gregorio Rodríguez, vencedor en Ayacucho, a quien hemos conocido y tratado hasta hace pocos años. Levó anclas el buque y se alejaba ya del puerto, cuando el Comandante del Guayas, don Francisco Robles abordó con temeraria audacia la goleta y libertó a Jado, llevándoselo a un bote, a la vista de sus atónitos guardianes. El bote abandonó las aguas en que podría ser perseguido, y no son para contadas las virtudes y trabajos de toda clase, que pasaron los dos heroicos patriotas, hasta el 25 de Marzo, que pudieron regresar a Guayaquil.

Conocedor ELizalde, que tenia el mando en Jefe de las tropas nacionales, de la bravura sin igual de Jado, le mandó como nadie lo ignora, en uno de los recios combates que se sostuvieron en la vieja bodega, con el aguerrido ejército del Gobierno, mandado por Otamendi; que se colocara en la hacienda la Elvira, donde estaban perfectamente atrincherados los floreanos. El Guayas fue destrozado aquel día (3 de Mayo de 1845) Jado, herido en ambas piernas, en el momento que intentaba un desembarco cayó prisionero de Flores, que se hallaba ya en la Elvira, Boloña pudo a duras penas salvar los restos gloriosos de ese Batallón de leones, cuyo mando le correspondía de hecho. A Robles, le arrancó una bala su anteojo de la mano. En 1850 a ésto se agrega que varios jefes y oficiales distinguidos, como Robles, cuya bravura en la Elvira ha sido proverbial, y Franco prestigioso entre las tropas, animaba a Urbina, para que se revolucionara, a fin de dar un golpe mortal a los floreanos. Noboa, llamado con insistencia por Urbina, quien se mostraba indeciso todavía, se puso en viaje para Guayaquil; pero al llegar a esta ciudad, fue apresado por orden de aquel General, quien se hizo nombrar por el pueblo y por el ejército Jefe Supremo de la república; y embarcó al Presidente en un buque de vela que zarpaba para Centro América. El buque regresó a poco, casi deshecho por un temporal y arribó a Puná. Allí fue trasbordado Noboa a otro buque y desterrado a Chile, pero consiguió del Capitán que lo desembarcara en el Callao.