Quito.

Calle 1911

No hay ciudad más empleomaníaca que Quito. Allí la mitad de la gente propiamente urbana, que no tiene sobre qué caerse muerta, vive del fisco una tercera parte, de ricos, hacendados, comerciantes y pulperos, explota las necesidades del pobre, como es natural que suceda; y el resto se dedica la mitad a la vagancia, en pleno “chullalevismo”, y la mitad al agio y la usura, con el concurso a veces de la tesorería de hacienda y la municipal… !No me digan que calumnio! Todos sabemos que aquello de los “contadores” es como una institución pública con beneplácito del Estado. Y por ello la pobreza es formidable. Quito entero quiere ser empleado, Quito entero se mueve para lograr un destino… Entiéndase bien que para mi el Quito entero es el de medio pelo, excepción hecha de los gamonales que son de pelo y medio y gastan coleta como los toreros y los chinos… Espiritualmente por dentro. Y las artes del “palanqueo” revisten en ocasiones, el serio carácter de una ?como diré? de una amable condescendencia. El que tiene una vecinita linda, unas primas donosas, unas hijas simpáticas, una mujercita bonita, a ellas envía en son de súplica, aunque corran el peligro de que las atiendan en forma, y talvez por eso mismo. Lo he ovesrvado durante larguísimo tiempo, y es una verguenza. Yo no insulto aquí a un pueblo nobilísimio, a un pueblo de valiente, a un pueblo a quien yo amo y donde he pasado buenos y malos días; señalo un vicio antiguo, que, por otra parte, aqueja a casi toda la capital; y si alguien me sale al encuentro, apelaré a su propia conciencia y le haré dar !vaya si puedo! una colocacioncita cualquiera, para que lo experimente de cerca.

(I3).