PUGA ARROYO MIGUEL ANGEL

INVESTIGADOR.- Nació en Tabacundo, capital del cantón Pedro Moncayo, al noreste de Quito, Provincia del Pichincha, el 20 de Octubre de 1926 y fueron sus padres legítimos Carlos Puga Torres, tejedor y pequeño comerciante de sombreros de paja toquilla y Jesús L. Arroyo que falleciera de fiebres en 1927, naturales de dicha población.
Quedó huérfano de ocho meses de edad y fue el último de una familia de cinco hermanos que llegaron a la edad adulta pero creció feliz jugando con sus vecinitos y viviendo en una casa propia situada en la Calle Principal. Su padre tenía una situación acomodada. Estudió la Primaria en la Escuela Fiscal No. 119 con el Profesor Ricardo Buitrón.
Buen deportista, fue miembro del equipo de fútbol, ganó una media beca equivalente a S/.18 y pasó al Seminario Mayor de San Luis cuyo rector era el Padre Farget, donde halló una biblioteca, estudió inglés y francés con mucha disciplina, también realizaban instructivos paseos semanales por los alrededores de Quito pero terminó saliendo cuatro años más tarde por falta de vocación.
“Mis hermanos mayores asistían al Instituto Mejía y vivían en un cuarto grande alquilado en la Buenos Aires y Juan Larrea, así es que me fui a vivir con ellos, revalidé mis estudios del Seminario en el Colegio Motúfar y obtuve el grado de Bachiller en 1949. Me agradaban mucho las Ciencias Naturales, la Anatomía y la Botánica y por eso, conseguí el apoyo económico de mi hermano Carlos que era militar, me presenté al examen de ingreso con otros Bachilleres y logré uno de los ciento cincuenta cupos disponibles para el primer curso de Medicina”.
“El 54, el Ministro de Defensa Rafael Varea Donoso me nombró Interno en el Hospital Militar con S/. 500 mensuales de sueldo, practiqué Medicina Interna con el Dr. Jorge Santoro y otros médicos hasta Diciembre, que mi hermano Carlos cayó en desgracia con el Presidente Velasco Ibarra por haber participado en el golpe militar del Teniente Coronel Jorge Echeverría, fue apresado y estuvo ocho meses detenido en el Penal. Yo tuve que renunciar en 1956 en el Hospital y tras superar numerosas dificultades económica logré finalmente el ansiado título de Médico en Abril del 57 con la tesis “Evolución y pronóstico de las anemias por el contaje de reticulocitos” que dirigió el Dr. Eduardo Flores”.
“En Mayo recibí el nombramiento de Médico Municipal de Tabacundo con S/. 2.000 de sueldo y atendí a mis paisanos por espacio de veinte años hasta el 77.
“Primero vivía con mi padre en su casa hasta que falleció el 64 de los bronquios. El 60 contraje matrimonio con Fabiola Hermosa Echeverría con cinco hijos. En los bajos mantuve por las tardes un Consultorio particular.
“Pronto me convertí en factor de progreso y con el padre Isaías Barriga gestionamos el 63 la construcción del camino vecinal a Tabacundo que terminó con el aislamiento de esa población. En mi tiempo libre leía todo impreso y documento existente en los archivos de la Iglesia, la Tenencia Políticas y el Concejo Cantonal, también preguntaba a los vecinos más antiguos y a los más viejos sobre los sucesos del pasado; pues, desde 1962 que Tabacundo celebró el cincuentenario de su Cantonización y el Concejo editó una Revista, me había propuesto obtener la historia de tan bonita y tranquila población”.
“El 74 adquirí una casa en la calle Luis Coloma No. 199 de la Urbanización El Carmelo de Quito, mediante crédito hipotecario con el IESS. El 77 pasé a trabajar en el Hospital Geriátrico en Cotocollao con S/. 7.000. El 82 la Municipalidad de Tabacundo me concedió una Medalla en junta con los Dres. Eduardo Estrella y Nelson Gómez. Entre el 85 y el 87 trabajé en el Museo de la Medicina en el Anfiteatro Anatómico, que fue fundado por el Dr. Estrella en 1983”.
El terremoto del 5 de Marzo de 1987 causó estragos en Tabacundo, su casa se mantuvo en pie pero el remezón destruyó por completo su dormitorio lleno de libros.
En Septiembre del 88 dio a la luz la primera de sus obras “Memorias de Siglo a Siglo” en 165 págs. con perfiles histórico – tradicionales del Tabacundo antiguo, que escribiera en tan solo tres meses. Su amigo el periodista Nelson Mármol le sirvió de impresor. Enrique Ayala Mora tuvo a cargo el discurso de presentación en la Casa de la Cultura Ecuatoriana y por ser la primera ocasión que alguien escribía sobre dicha población su Municipalidad le concedió una segunda condecoración, pues se estaba formando la historia del lugar. Entonces ingresó a la Sociedad Amigos de la Genealogía SAG. colaborando en sus publicaciones. El 94 apareció su trabajo sobre “Los Puga de Tabacundo” 1744 – 1948 en 6 págs.
En 1991 apareció en el No. 49 de la colección de la SAG. unas “Crónicas de Quito antiguo” en 400 pags. recopiladas de distintas obras difíciles de encontrar. En Mayo del 92 salió “El Proceso de Blanqueamiento en el Ecuador, de los Puento a los Egas” en 124 págs. con una primera parte que contiene la genealogía de la familia Egas escrita por Fernando Jurado Noboa y una segunda con el tema “Los Puento de Cayambe y Tabacundo durante los siglos XVI al XVIII” de Miguel Ángel Puga.

En Septiembre del 93 editó “Quito de ayer, Quito de siempre” en 282 pags. dentro del volumen X de la Colección Medio Milenio del SAG con crónicas de varios autores coleccionadas con esmero y dedicación. En Noviembre del 94 lanzó el Tomo I y en Diciembre del 95 el Tomo II en 381 y 372 pags. respectivamente de “La Gente Ilustre de Quito”, pues leyendo un concepto negativo de Emilio Uzcátegui sobre la falta de recuerdo hacia la gente capitalina del pasado, creyó necesario escribir sus noticias.
En 1995 fue coautor con Oswaldo Mantilla, Eduardo Estrella y José Miguel Espinosa de su pequeño libro en cuarto “Memorias de un pueblo” en 123 págs. con nuevas leyendas sobre Tabacundo. Entonces se dijo que era la memoria viva de dicha población y su Municipalidad le entregó una Placa en Sesión Solemne, conjuntamente con los otros tres autores.
Se encontraba escribiendo una Monografía Integral del Cantón Pedro Moncayo que concluiría a fines del 96 en aproximadamente 300 págs. Y era uno de los más proficuos integrantes de la SAG institución que merece el bien de la nación por su labor de promoción continua de nuevos valores culturales, sobre todo en provincias.
Su estatura mediana, rostro nativo, ojos café, pelo entrecano. Meticuloso, serio, circunspecto, disciplinado y modesto, tiene las virtudes de las almas grandes y nobles y ha servido a conciencia a su pueblo y a su gente por espacio de casi un cuarto de siglo, de allí que solo hayan quedado buenos recuerdos de su gestión en Tabacundo. Investigaba con tesón, recopilando y publicando cosas del pasado dignas de encomio; era un forjador de la nacionalidad desde su modesta posición de cronista de su pueblo, pero a principios del 2009 sufrió la ruptura de su fémur y operado en una clínica de Quito falleció de una infección generalizada el 31 de Marzo, a los ochenta y tres años de edad.