PLATA TORRES SIMON

CIVILIZADOR.- Nació en Muisne, cabecera cantonal de su nombre, Provincia de Esmeraldas, el 11 de Septiembre de 1888 y fueron sus padres José Paulino Plata Uribe de nacionalidad colombiana y Domitila Torres Sosa, de Esmeraldas (Hija natural de Simón Torres de la Carrera)
Hizo sus primeros estudios en Muisne y a principios de 1900 terminó la primaria en la escuela “Juan Montalvo” de Esmeraldas con buenas calificaciones y Diploma.
A la muerte de su padre quedó la familia en pobreza. Lo que ganaba su hermano Joaquín – el mayor- no alcanzaba. Por eso el Jefe José Jijón le empleó de Ayudante de la Colecturía de Renta con cuarenta sucres mensuales de sueldo, llegando a apreciarle mucho, pues sabía que el sueldo integro lo daba a su madre para ayudar al mantenimiento de sus hermanos.
En 1901 se presentó la oportunidad de conseguir unas becas para el Normal Juan Montalvo de Quito; pero Leonidas Drouet, que estaba de Director Provincial de Educación en Esmeraldas prefirió a Ricardo Plaza y a Carlos Manuel Bastidas. No queriendo quedarse sin estudios el joven Simón pidió a su madre que escribiera a su tía abuela y madrina Delfina Torres de Concha, que se encontraba en Guayaquil viviendo en casa de su yerno el Dr. José Luis Tamayo, quien de inmediato lo solicitó a Guayaquil.
El viaje fue preparado pues no contaba con disponibilidades. Su jefe el señor Jijón le adelantó un mes de sueldo, su cuñado Azael López y su madre le regalaron algo y así pudo completar para el pasaje en motovelero.
En el puerto principal vivió en casa del Dr. Tamayo y como aún no comenzaban las clases en la sierra se empleó en el almacén del comerciante libanés José Nahi. En Agosto viajó con Tamayo que estaba de Senador y por su recomendación ingresó en Octubre al Mejía donde permaneció hasta el año 05 que pasó al Colegio Militar.
En Agosto del 08 fue Subteniente y quedó como Oficial Instructor. El 09 ascendió a Teniente de Infantería y cuando el Coronel Olmedo Alfaro viajó a ocupar la Jefatura de Zona de Guayaquil quiso que le acompañara como su Edecán.
En Guayaquil estuvo cuatro meses y pidió el pase nuevamente al Colegio Militar de donde salió con licencia para visitar a su familia de Esmeraldas. Allí fue designado Instructor del Batallón 64 y al producirse la Movilización Nacional decretada por el Conflicto armado con el Perú, fue destinado como Capitán de la Compañía del Batallón 65 acantonado en El Guabo y estuvo seis meses hasta que terminado el peligro, el Presidente Alfaro ordenó la retirada de los Batallones 64 y 65 a Esmeraldas y se les dio la baja.
Poco después salió del ejército para dedicarse al comercio pues ya había cumplido los veinte y dos años de edad y necesitaba labrarse un provenir. Dedicado a la exportación de tagua, contrajo matrimonio en Quito el 23 de Abril de 1911 con su novia Julia Sánchez Plaza. Esta fue una buena época pues con créditos de Guayaquil y de los Estados Unidos, inició exitosamente un negocio de comercio y exportación hasta que en 1913, al estallar la revolución de su Tío segundo el Coronel Carlos Concha Torres, tuvo que salir hacia la zona de la Tola y allí, junto al Cap. Julio Mena, contrataron un guía para cruzar la montaña de Cachaví, pero se perdieron y deambularon seis días por esas zonas, sin tener nada para comer, hasta que al llegar a un estero, pudieron dar con la desembocadura que lleva al río; mas, en esos momentos, pasaban las tropas placistas y se escondieron en unas matas de plátano. Finalmente llegaron en canoa a la casa de un campesino que les vendió comida y despacharon una carta a La Tolita donde su suegro tenía una hacienda y estaba reunida la familia. Entonces escribieron a Genaro García por un salvoconducto y pudo salir a Panamá.
Olmedo Alfaro le consiguió el cargo de Instructor de la Policía con 200 dólares de sueldo que no aceptó porque prefirió ir a Tumaco y a Limones, nueva residencia de los suyos. Allí estuvo casi cuatro años hasta que pasada la revolución volvieron en 1917 a Esmeraldas, encontrando que su casa estaba ocupada por un Batallón del Gobierno y que sus enseres habían sido robados. La soldadesca había dado buena cuenta de todo menos de un piano alemán que por su peso y tamaño no pudieron robar, pero lo habían despedazado con hacha, al punto que solo quedaba el arpa metálica.
Vuelto al comercio de tagua, empezó a tener éxito y se atrajo la envidia de sus competidores italianos llamados Vicente y Antonio Yannuzelli di Donato; este último le denunció secretamente a los cónsules Inglés y Norteamericano mintiendo que comerciaba con firmas alemanas, consiguiendo que le pusieran en la Lista Negra de la Primera Guerra Mundial (1) Ese año 18 se sacó en una rifa en Guayaquil una pianola marca Playtone de fabricación norteamericana, volviendo a tener música.
Entre 1918 y el 19 Plata Torres tuvo que vérselas con los acreedores que le reclamaban sus créditos, entre ellos las Casas Calero, Sarquis, Hanze, etc., otros más comprensivos habían decidido esperarle como las Casas Tous y Max Muller, pero como jamás le ha gustado quedar mal, prefirió realizar sus existencias para cubrir a todos y se terminó quedando sin nada.
Terminada la Guerra los cargamentos de tagua detenidos en Panamá (3.200 quintales que habían estado botados en los muelles con una merma de 450 que habían desaparecido, le dieron una gran pérdida, pues en 1918 el dólar estaba a cuatro sucres y el 19 bajó a solamente 2,60 sucres, resultando una deuda de S/.46.000 que le quebró de por vida, pues tuvo que dedicarse a efectuar unas pocas cobranzas a lo largo del río Esmeraldas para poder atender medianamente a los suyos.
Una noche, que estaba en un punto bien adentro y en plena selva se le vino a la mente hacer el camino Esmeraldas – Quito aprovechando la gran península del Río Blanco y Quinindé, para llegar a Santo Domingo de los Colorados y de allí tomar por Aloag hacia arriba. Trayecto que difería muchísimo de la ruta clásica de Maldonado usada desde la Colonia con diferentes suertes hasta la República. Ni corto ni perezoso realizó su trazado minuciosamente y logró un gran mapa de doce cuadros con todos los accidentes geográficos de la zona (ríos, esteros, pampas, montañas, etc.) y cuando en 1920 fue designado Intendente General de Policía logró que el Congreso aprobara “su carretera” como obra de interés nacional, con la ayuda de los Diputados Moisés Oliva de Loja y Santos de Manabí.
Ese año fue designado Intendente de Esmeraldas, formó a la policía rural y a la local con el apoyo del Ministro Wilfrido Venegas, dotándola de buenos caballos y aparejos para salir quincenalmente a las parroquias, igualmente consiguió la donación de un terreno para la construcción del hospital y otro para el parque Vargas Torres, así como la formación de la Junta Provincial de la Cruz Roja que presidiría por muchos años.
En 1924, fue miembro de la Junta de Beneficencia, militó activamente en el Partido Liberal, se interesó en el petróleo esmeraldeño y envió una muestra a la Standar Oil Co. de Guayaquil, que remitió a varios geólogos para detectar los yacimientos. La Standar Oil Co. lo mandó a llamar a Quito, donde el Dr. Antonio Sáenz, abogado de la empresa norteamericana, le asesoró para que presentara cinco denuncias ante el Ministerio de Minas, pero se opuso el Gobernador Enrique Torres Concha, cuñado del Presidente Tamayo, por cuando “con esas minas se podían ejecutar todas la obras de la Provincia” y el gobierno tuvo que devolverle el dinero invertido en las denuncias, haciéndole conocer que como primer denunciante tenia derecho preferencial sobre ellas.
Al poco tiempo, durante la Junta Militar de 1925 la Standar Oil, insistió ante el gobierno para que la autorizaran a explotar el petróleo esmeraldeño; pero, como pasaban los meses sin respuesta alguna por la situación política, dicha compañía se fue al Perú donde le ofrecieron todo barato y sin mayor dilación, perdiéndose una magnifica oportunidad en la economía esmeraldeña y del Ecuador.
En 1925 y ayudado por la Municipalidad de Esmeraldas con numerosos trabajadores abrió la trocha que uniría Quinindé y Santo Domingo de los Colorados, atravesando lo más abrupto de la selva. Solos, sufriendo toda clase de privaciones y a merced de la inclemencia del lugar, pudieron en catorce días cumplir con el cometido. De Santo Domingo tomaron la ruta a Quito para comunicar la hazaña, pero estando en la capital fue atacado de disentería y fue salvado solamente por la ciencia del Dr. Sánchez que le trató a tiempo.
Santo Domingo era una especie de tambo para los arrieros que entraban dos veces a la semana a comprar puercos, que sacrificaban por su manteca especialmente. También obtenían otros productos, todo para Quito. Entre Santo Domingo y Quito existía la hacienda Yuriquín de una familia Jaramillo con destilería de aguardiente, otra hacienda quedaba en las Palmas y era del Dr. Carlos Freile Zaldumbide. En la hacienda Tandapi solo existía una simple casa porque aún no se había sembrado y así por el estilo. Pero todo eso comenzó a cambiar merced al esfuerzo civilizador de Plata Torres, que al tratar de unir a Esmeraldas con Quito por una vía más simple y menos escabrosa que la de Maldonado, habilitó extensas zonas al comercio y a la vida de la nación.
De vuelta a Esmeraldas, tras hablar con el Ministro de Gobierno Pío Jaramillo Alvarado que les atendió muy bien, trajo un contrato para ampliar la pica de Quinindé a Santo Domingo por S/. 10.000. Trasladado a Quinindé con su esposa e hijos comenzó los trabajos pero varios incidentes retrasaron la obra. Primero subió el precio de la tagua a S/. 25 el quintal y tuvo que pagar jornales de S/.30 diarios, luego vino el incumplimiento del gobierno y la obra casi se vino abajo. Como siempre, para no quedar mal, sacrificó lo suyo. En esa ocasión le tocó vender parte del ganado de su esposa. Finalmente dio fin a la obra a principios de 1927 pero allí comenzó otra lucha, conseguir la apertura del carretero. Un ingeniero Charpantier opinó que no se podía por los Inmensos lodazales que abría que desecar, pero fue contradicho por un Ingeniero militar de apellido Fierro que defendió tan importante obra, cuya culminación recién pudo realizarse cuarenta años después. Quinindé y Santo Domingo eran poblados sumamente pequeños. La primera tenía solamente seis casas y la segunda a duras penas llegaba a ocho. La actual carretera era pura montaña tenebrosa y cerrada. En Quinindé vivían Plácido Quiñónez, Francisco Gonzáles, N. Maldonado, Juana Quiñónez y Teodoro Quiñónez, casi todos personas de color. En Santo Domingo, el Teniente Político era Timoteo Peralta, Carlos Obando era Agente de Ventas de alcoholes, los hermanos de Cayetano Castañeda y éste último. Dueños de hacienda era el General Moisés Oliva Hacienda Dos Esteros. Comandante Galindo Hacienda Canoa. Comandante Polanco hacienda sin nombre aún.
También existía otro tipo de oposición de parte de los moradores del norte de la Provincia, que preferían terminar el ferrocarril San Lorenzo – Ibarra. Este proyecto era defendido por Luis Tello Ripalda pero este ferrocarril jamás se terminó.
Plata Torres tuvo que gastar el año 26 explicando que los ferrocarriles casi siempre tienen sus estaciones en las haciendas de los ricos, mientras que el carretero era bueno para todos por igual, por ágil y expedito. Aparte de que ambas obras podían ser concluidas independientemente y fue así como lo designaron miembro del Comité pro enrielamiento del ferrocarril. Tal su popularidad.
En 1928, tras cuatro meses con su familia en Santo Domingo, logró que el gobierno del Presidente Isidro Ayora le pagara la tercera y última cuota de su contrato y nombrara tres tamberos para mantener la vía y servir de guía a los viajantes. También consiguió los nombramientos de los profesores José Beltrán y Judith López, a quienes trajo de Quito para dirigir las escuelas de niños y niñas de esas comarcas casi vírgenes. Su labor era dura pero hermosa, hacía de todo, desde parcelar ambos lados de la nueva vía en lotes pequeños de 200 mtrs. de frente por 1.000 de fondo para evitar los latifundios, hasta preocuparse por su poblamiento. Acudía a sus amigos esmeraldeños que tomaran dichos lotes y tan necio se ponía en ello que algunos le huían por falta de interés. Los que si tomaron fueron vendiendo sus parcelas a la compañía “Aztral” propiedad del inversionista sueco Folke Anderson, que sembró una plantación de banano por los años 48. Hoy esas tierras valen millones y están consideradas entre las más fértiles del país por contener 1,50 mtrs. de capa útil vegetal.
En 1927 fue nombrado Agente Consular de Panamá, el 42 ascendió a Cónsul y se desempeñó hasta el 53 que renunció. En los años 30 adquirió la hacienda “Winchele” con algún ganado, al sur de Esmeraldas, a nueve kilómetros por la carretera vieja, que sus hijos están parcelando (2) y vivió de un pequeño comercio. Por el fervor cívico que ponía en sus proyectos y por su ánimo valeroso e intrépido que infundía en sus semejantes- era considerado entre los más distinguidos ciudadanos de la Provincia. Todos le querían por igual. En 1930 fue designado Primer Jefe del Cuerpo de Bomberos, por segunda ocasión Intendente General de Policía y Diputado suplente y como también presidía la Cruz Roja Provincial estableció la Gota de Leche, varios puestos de socorro y un Asilo de Ancianos.
En 1933 fue electo Primer Concejal Principal y se desempeñó hasta el 36, encargándose por varias ocasiones de la Jefatura Política. El 36 formó parte del Consejo Provincial, fundó la fábrica de cigarros “Esmeraldas” pero terminó a cerrándola. El 38 fue Primer Miembro del Consejo Supremo Electoral para elegir a los diputados a la Asamblea Nacional Constituyente.
En 1940 ocupó la Vicepresidente del Círculo de la Prensa en Esmeraldas y a través de numerosas campañas periodísticas se mantenía en contacto permanente con la opinión pública.
Ese año gestionó ante el Cónsul ecuatoriano en New York Sr. Banda, que interesara a alguna compañía petrolera norteamericana en las riquezas de la provincia de Esmeraldas y fue así como arribaron a Punta Galera los geólogos de la International Petroleum Co. Mr. Trump y Mr. Abreau para recorrer los terrenos petrolíferos y tomaron muestras en Borbón y Tonchingue, las examinaron, siguieron a Salinas, Guayaquil y Quito, donde recibieron al Coronel Morris con quien firmó Plata Torres un contrato de explotación, que éste último traspasó inmediatamente a la compañía I. P. C. con sede en Lima.
Casi enseguida estalló el conflicto bélico entre los Estados Unidos y el Japón y los gringos, que no tenían confianza en el elemento japonés de la refinería de petróleo en Talara, quisieron instalar una nueva, para lo cual enviaron a los Gerentes de Standar Oil Co. y de la 1.0. C. a Esmeraldas.
Todo iba viento en popa y posiblemente hubieran comenzado los trabajos, cuando se inició la invasión peruana en Julio del 41 y los técnicos abandonaron el país, perdiéndose una nueva oportunidad de adquirir riquezas.
Los indios que le acompañaron en sus trabajos por Santo Domingo llamaban: Viricho, Marceliano y Saracay, con quienes siempre se encontraba en esa población pues ellos vivían en las montañas cerca de esa zona.
En 1950 fue Primer Diputado Suplente por Esmeraldas, el 52 tercio y ganó las elecciones para la alcaldía. Durante su mandato que fue de orden y absoluta honestidad y decencia, como todo lo suyo, se concluyó la Casa Municipal que tenía varios años sin terminar y que después del terremoto de 1955 que alcanzó más de siete puntos en la escala internacional de Ritche quedó tan deteriorada que el Alcalde de entonces Jorge Chiriboga Guerrero ordenó su demolición.
En 1953 trasladó desde Guayaquil los restos del héroe Luis Vargas Torres al Cementerio de Esmeraldas. Con tal motivo viajó una selecta comitiva de esmeraldeños al puerto principal, donde fueron atendidos por el Alcalde Rafael Mendoza Avilés, en solemnísimo acto realizado en el Palacio Municipal. Mientras tanto en Esmeraldas se vivía un clima de escándalo y corrupción, la provincia entera había sido entregada por el velasquismo al cacicazgo aciago del Comandante Julio Plaza Monzón, quien ordenaba a través de su primo hermano el Gobernador Fidían Díaz Plaza y de numerosos matones a sueldo. El Presidente Velasco Ibarra hacía oídos sordos a los reclamos y en medio del laberinto se perdió el bueno de don Simón; pues, para agilitar las obras públicas y solucionar prontamente el problema de la salinidad del agua potable de Esmeraldas, dispuso de ciento veinte mil sucres para las tuberías de hierro, tomándolos de otra partida. De tal pretexto se valió el Gobernador para defenestrarlo justamente el día en que uno de los numerosos hijos de don Simón había cometido un hecho de sangre y estaba preso. El escándalo bajó la moral del Alcalde, que no quiso defenderse, pero salió pronto de la cárcel y con la conciencia limpia ya que el asunto se hizo público hasta en sus menores detalles y todos pudieron comprobar que había obrado de buena fe por el solo deseo de servir a su comunidad. Entonces la población entera de Esmeraldas le rindió uno de los mayores homenajes que registra la historia citadina, reconociéndose públicamente su honestidad.
Para colmos, como las desgracias nunca vienen solas, se incendió su casa de madera de dos pisos ubicada en el Malecón y Calderón y como no tenía el dinero suficiente para reedificarla construyó una pequeña y destartalada covacha con techo de zinc que fue desde entonces su vivienda.
El 56 volvió a ocupar una de las Concejalías del Cantón Esmeraldas durante la alcaldía de Tiberio Patiño Trujillo y ayudó a la constitución de la Empresa Eléctrica de Esmeraldas S. A. en Enero del 57.
Viudo, a los 68 años de edad y casi en la miseria, la ciudad le veía diariamente circular por sus calles con la magestad de un senador romano y la sencillez de un ciudadano ecuatoriano. Así era él. Se le tenía por la primera figura cívica de la provincia y cuando en 1966 ocupó la Presidencia Interina Clemente Yerovi Indaburo, fue invitado a aceptar la Gobernación de Esmeraldas para prestigiar dicho cargo.
Yo estaba en Palacio cuando subió acompañado de una selecta comitiva de esmeraldeños, a posesionarse del cargo. Venía viejo y cascado, usando un antiguo pantalón a rayas de fantasía propio para un chaquet, saco cruzado de casimir negro, corbata gris y cuello de pajarita. Su figura no podía ser más anacrónica pero infundía un grave respeto. Le acompañé en nombre del señor Presidente, la ceremonia resultó en extremo severa dentro del Ministerio de Gobierno. Casi no podía hablar por la altura pero se adivinaba la chispa de otros años en su porte marcial, en su continente severo, en su hermosa figura de viejo venerable El mandato fue solamente por seis meses y como el canto del cisne presagió su muerte; pues, vuelto a su choza, pasó mal del corazón, casi asfixiándose, hasta que falleció en el Hospital del IESS a las 10 de la noche del 16 de Marzo de 1967, de setenta y ocho años de edad.
Sus restos fueron formolizados por el Dr. Segundo Salas Meza y trasladados a la casa de su yerno el Dr. Demócrito Caicedo. La Municipalidad se hizo presente con una imponente Ceremonia fúnebre y el día 18 lo pasaron a la iglesia de la Merced y finalmente al Cementerio General. Era lo más representativo de Esmeraldas – un soñador obsesionado por la grandeza de su ciudad – y con él finalizó una leyenda pues incorporó a su provincia al Plan Vial Nacional y llenó de esperanzas a todo un pueblo terminando la incomunicación de siempre; sin embargo aún falta por comprobar si su sueño dorado del petróleo esmeraldeño, al que dedicara buena parte de sus energías, será algún día, una hermosa realidad.
Alto, robusto en su vejez, tez trigueña, pelo blanco y rizado, continente armonioso y don de mando, viril, dejó numerosísimos hijos, señero, supo encarnar los ideales de su ciudad con valentía y honor y cayó de la alcaldía en la época de los mayores desafueros del Caciquismo velasquista. “Su sepelio constituyó la expresión de mayor pesar colectivo observado en los años en la ciudad”.