PEREZ DE ALESIO MATEO

PINTOR.- Nació en Lecce (Alesio) provincia de Puglia, cerca de la isla de Sicilia, Italia, en 1547 y como se presentaba como romano pintor por mucho tiempo se creyó que era oriundo de esa capital. 

Hijo legítimo de Antonio Pérez de Alesio y de madama Lucente. A los dieciseis años de edad se trasladó a formarse artísticamente en Roma bajo la influencia de Miguel Angel Buonnarroti (1475 – 1564) y trabajó para Tadeo y Federico Zuccari, asimilando los principios estéticos renacentistas que luego fluyeron hacia el manierismo. 

Entre sus primeras obras, posiblemente de 1572 se cuenta la decoración de la Capilla privada del Cardenal Hipólito en la Villa d ́Este en el Tívoli a medias con Zuccari y el grupo de César Nebbia. El 73 fue miembro titular de la Academia de pintura de San Lucas. Entre el 73 y el 74 realizó su obra romana más importante: Rehacer la defensa del cuerpo de Moisés al fresco en el muro de entrada de la Capilla Sixtina frente al Juicio Final, que sustituyó al mural sobre el mismo tema pintado por Ghirlandaio hacia 1.482 arruinado a causa de ciertas reforma arquitectónica, la apertura de un dintel. Se cree que el San Miguel que protege el cuerpo de Moisés es obra suya. También los frescos de la historia de San Antonio que pintó en dicha Capilla por orden del Papa Gregorio XIII que gobernó entre 1572 y el 85 y un retrato del Papa Marcelo I. Este encargo del pontificado de Gregorio XIII originó el que Alesio fuera considerado erróneamente como pintor de Cámara del Papa y más fantásticamente como discípulo e imitador del arte de Miguel Ángel Buonarotti, que alcanzó su punto más alto en la Serie de profetas y sibilas con los que Alesio decoró a partir de 1575 el Oratorio romano del Gonfalone en Fracati pero interrumpió esos trabajos cuando por el mal uso de nuevos materiales destruyó algunas de sus pinturas. Entonces huyó hacia la isla de Malta donde continuó su actividad artística. Hacia el 77 la Orden de esos Caballeros le encargó pintar un conjunto de frescos para la sala de Embajadores del palacio de La Valetta, que comprendía varias escenas del sitio de la isla por la armada turca en 1565. También trabajó al fresco en el interior de la Iglesia de San Juan. 

En 1581 volvió a Roma y ejecutó un lienzo de la Virgen y el niño entre Santa Catalina y Santa Apolonia para la iglesia de Santa Catalina de la Rotta, así como algunas obras en San Egilio degli Oreficci bajo un retablo decorado con pinturas para la Capilla de los Aliaga en la misma iglesia, y aunque también ha desaparecido, aún existe una copia del San Jerónimo que integraba esa Capilla. 

Poco después viajó a Sevilla llevando consigo una serie de dibujos fuertemente influenciados por la escuela romana y pintó al fresco y firmó en 1584 un San Cristóbal de once varas y un tercio que aún adorna los muros de la catedral sevillana. Igualmente un Apóstol Santiago el Mayor llamado Matamoros que aparece sobre un brioso caballo blanco en la batalla de Clavijo, para la iglesia parroquial de ese nombre. 

Hasta Noviembre de 1587 debió permanecer en España pues movido por el deseo de hacer dinero viajó a Lima en 1589, llevando una valiosa colección de grabados de Durero, abrió un taller de pintura en la calle de las Mantas y se rodeó de discípulos, formando prácticamente una Academia, entre ellos sobresaldrían el pintor imaginero Francisco García, el fraile agustino Francisco Bejarano, Domingo Gil, Cosme Ferrero Figueroa y finalmente su hijo Adriano. Llegó acompañado de un ayudante llamado Pedro Pablo Morón o simplemente Pedro Pablo, con quien había concertado en Sevilla para enseñarle el oficio de pintor a cambio de doscientos ducados de Castilla de sueldo por sus servicios durante diez años. En Lima renovó dicho contrato por el tiempo que faltaba de dos años y medio mejorando el sueldo y nuevamente en 1595 aumentaron el plazo. 

En 1591 pintó el retrato del Virrey García Hurtado de Mendoza, IV Marqués de Cañete y usó el título de “pintor de Su Señoría el Señor Virrey”. Cultivaba géneros profanos como el retrato y el paisaje. El 92 fue “Gentilhombre de la Compañía de a Caballo de Arcabuceros de la Guardia de este reino del Perú”. 

Pronto se hizo conocer y le llovían los contratos de todas partes. Realizó el retablo principal de la iglesia de Santo Domingo de Arequipa y con el Procurador General de ese Cabildo Antonio Picado se comprometió a pintar una imagen de Nuestra Señora en lámina de cobre y el retrato de su mujer Mayor Bravo de Saravia de cuerpo entero. Talló un retablo para la iglesia de La Merced de Huanuco. 

Era muy activo, intervenía en múltiples negocios y empresas, minas y tesoros para descubrir huacas con objetos de oro en enterramientos indígenas. Dio poderes suficientes a Lucas Rodríguez para que denunciara minas de oro y plata en Vilcabamba cerca del Cusco y en Huancavelica y tomara posesión de ellas, también se asoció con su discípulo Cosme de Herrera Figueroa para explotar los tesoros de una huaca en las inmediaciones de Lima. En 1595 adquirió en trescientos cincuenta pesos a Francisco López, cincuenta retablos de figuras y personajes que había traído de Castilla y el 3 de Enero de 1598 de cincuenta y un años de edad contrajo matrimonio con María Fuentes de la Cadena y tuvieron varios hijos. 

Como artista fue el introductor en Sudamérica de la novedosa escuela romana de pintura, también conocida como manierismo, junto al napolitano Angelino Medoro que llegó a Lima hacia 1600. Ambos cambiaron el gusto clásico y arcaico de la vieja pintura sevillana, principalmente representada por los pintores Juan de Illescas el Viejo y por su hijo Juan de Illescas el Joven, que habían arribado de México y Quito a mediados del siglo XVI, de suerte que el aporte romanista fue definitivo para cambiar el gusto artístico de las nacientes colonias hacia líneas más depuradas y por supuesto renacentistas. 

Pérez de Alesio y Medoro, trajeron el manierismo, estilo culto, preocupado por las reglas y la buena pintura y que alcanzó avances formales por vía de lo expresivo, pero en América tuvieron que luchar con la tradición tardía medioeval española que todavía estaba en vigencia con pintores de la calidad de Diego de Ocaña que trabajó en el Perú y Charcas, Alonso de Narváez en Colombia y el franciscano Pedro Gosseal en Quito. El impacto manierista fue muy fuerte en las ciudades principales de Sudamérica (Tunja, Bogotá, Quito, Lima, Cusco, Potosí, Chuquisaca y hasta en Santiago de Chile) así como en los pueblos regentados por los jesuitas como Juli, situado a las orillas del Lago Titicaca. Mas, en las zonas rurales, se continuó pintando de conformidad con la tradición hispana. 

Como estilo de expresión pictórica el manierismo duró cincuenta años (1574 – 1624) y entonces comenzó un lento agonizar. Pérez de Alesio trabajó mucho y bien en Lima y otras ciudades y villas de virreinato. Algunas de sus pinturas llegaron a Quito y Bogotá sirviendo de modelos imitables en los taller a de esas poblaciones. 

En 1606 pintó siete cuadros de pequeñas dimensiones en una de las iglesias de Huánuco a petición de Juan de Vega y recibió de Juan de Robles, Mayordomo de la iglesia Mayor de Lima, la cantidad de doscientos cincuenta pesos de a nueve reales cada uno por pintar y en dorar las puertas del órgano. En 1616 pintó los cuadros que adornan la Capilla en el respaldo del altar mayor de la Catedral de Lima., repitió el San Cristóbal a uno de los lados de la portada del testero y decoró al fresco la iglesia de San Agustín. En 1628 vendió al padre Francisco Puche de la Orden de San Benito, para la iglesia de Monserrat, una imagen de Nuestra Señora de color trigueño. Para entonces vivía en la calle de la Merced donde también tenía el taller. 

En 1600 pintó para el claustro mayor del convento de Santo Domingo de Lima parte de la serie que aún se conserva sobre la vida de Santo Domingo, pues algunos otros fueron ejecutados por el pintor Francisco Pacheco; sin embargo, la crítica ha señalado como propios de Alesio “La visión de la batalla”, “La entrega del rosario de Santo Domingo”, así como las figuras del jinete caído del caballo y los ángeles de trajes militares. En el Crucero de esa iglesia existe al fresco un San Jerónimo con donante que también se le atribuye. Estos trabajos parece que había sido iniciados en 1593 con una donación de Antonio Picado. 

En la Catedral pintó las puertas del órgano, los lienzos de San Pedro y San Pablo de la capilla de San Bartolomé y otros varios que se conservan en la Sacristía, una serie sobre la vida, pasión y muerte de Cristo y el monumental San Cristóbal ubicado en la puerta de la Lonja, réplica del que dejó en Sevilla. El San Cristóbal fue pintado para la segunda iglesia Catedral y debió desaparecer cuando se construyó la siguiente. 

Para el arco toral de la iglesia de San Agustín hizo una gran imagen del santo tutelar que describió el padre Calancha, así como una Santa Lucía que se colocó en el altar mayor de la iglesia del Prado. También se le atribuyen los murales al temple de la capilla del capitán Villegas en la iglesia de La Merced, actualmente deteriorados por el tiempo. 

Y una Virgen del Belén, probablemente pintada para el Arzobispo Toribio de Mogrovejo donde Alesio fundió dos motivos de la iconografía devota de Scipione Pulzone. En Lima, Cusco y otras ciudades aún existe gran número de copias y variaciones de estos temas originales de Roma. 

Su taller se había acreditado al punto de ser el mayor y de más trabajos en el Virreinato. Con él vivían sus discípulos Pedro Pablo Morón, Clemente y Domingo Gil, y trabajaban el agustino fray Francisco Bejarano y fray Francisco García. El dominico fray Pedro Bedón, fundador de la escuela quiteña de pintura, asimiló parte de su técnica a través de las obras de Alesio que llegaban a Quito. 

En 1606 se comprometió con Juan de la Vega de Gunia Lozada a ejecutar en la iglesia de San Francisco de Huánuco, un conjunto de pinturas sobre la vida de Cristo. Son siete grandes imágenes de cuerpo entero en bastidores de seis palmos en que figuran Nuestra Señora de Santísima Trinidad, un Cristo puesto a lo vivo en la Cruz con las agonías de la muerte, un Cristo atado a la columna y San Pedro Apóstol hincado de rodillas, trabadas las manos en él y llorando, un Cristo con la Cruz a cuesta y su madre santísima saliéndole al encuentro en la calle de te Amargura, y otras más. Conforme al trato, las imágenes eran copiadas de unos pergaminos que habían sido remitidos por la comunidad de aquella ciudad y Alesio debía ejecutar los lienzos con pinturas muy finas que él mismo prepararía en su casa, por treinta pesos de a nueve reales cada uno. 

El Maestro confeccionaba sus propias pinturas como se desprende de la lectura del susodicho contrato de trabajo, para lo cual debía valerse de ciertas plantas y de la mezcla de diversas clases de tierra, todo ello macerado en alcohol. Eran las técnicas propias de la época y los colores se obtenían a base de untar dichas mezclas en aceites finos, como el de linaza, que servían de diluyente apropiado para obtener el óleo en sus diferentes tonalidades cromáticas. Las telas también debían prepararse con lienzos de trama y urdimbre fina, blanqueados con albayalde y gomas o colapez. Los bastidores eran de madera durables como el roble, previamente curadas para evitar su desintegración por acción del tiempo, las polillas y termitas. 

Otras obras suyas son un retablito de Huanuco, pintura sobre madera con las imágenes de San Agustín y quizá un San Nicolás de Tolentino. En la colección Velarde se conserva una plancha de cobre con la imagen de la Sagrada familia del Robles y al reverso una Virgen de la Leche. 

Pérez de Alesio falleció en Lima en 1616 y sus cuadros no vendidos constan en el Inventario de sus bienes. Dejó un hijo que ingresó a la Orden dominicana bajo el nombre de fray Adriano Alesio quien iluminó Libros Corales y escribió poemas dedicados a la Vida de Santo Tomás firmando bajo el pseudónimo de Angélico. 

José Gabriel Navarro opinaba que este Adriano fue compañero de Pedro Bedón, pero las edades no calzan puesto que Bedón vivió en Lima entre 1576 y 1585 y Adriano Alesio debió nacer después del matrimonio de su padreocurridoenLimaen1590como ya se dijo. 

Sobre la fama de Pérez de Alesio hay numerosa literatura colonial, casi todos los cronistas del siglo XVII lo mencionan con loa pues fue el pintor más influyente en Lima durante veintisiete años que van desde su llegada en 1589 y su muerte ocurrida en 1616. 

Se desconoce su descripción física y moral; fue buen y excelente retratista pero sobre todo pintó temas religiosos sin consideración del paisaje, ignorado a través de ese siglo. Sus figuras depuradas y trabajadas con arte y precisión, la riqueza de las vestimentas lograba plasmar con pastas doradas o plateadas y labraba los vestidos con elementos decorativos, colores vivos y encajes. No fue manierista ni tampoco gustó con tenebrismo, el cromatismo era logrado con suaves contrastes en tonos diluidos y las figuras musculadas y expresivas eran propiamente europeas, antes que americanas. 

Su escuela recreó las novedades de su tiempo, no creó la pintura que merecía un mundo nuevo y mestizo, pero sirvió de etapa necesaria para llegar finalmente a ello porque sentó las bases de la técnica en un arte que recién tomaba bríos, velozmente con gran seguridad, hasta situarse de igual a igual con la pintura más depurada del siglo XVII europeo. 

“Su composición de dibujo riguroso con una preferencia por grandes escenas con un tono ligeramente grandilocuente. Sus personajes tienen gravedad melacólica y una marcada estabilidad, sobre todo los retratos”.