PEREZ CONCHA JORGE

HISTORIADOR.- Nació en Guayaquil el 5 de Junio de 1908. Hijo legítimo del Dr. Federico Pérez Aspiazu, abogado guayaquileño, firmante del Acta de pronunciamiento liberal del 5 de Junio de 1895, socio del Club de la Unión, Presidente de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso por muchos años, Ministro Fiscal de laCorte Superior de Justicia en varias ocasiones, Profesor interino de Código Civil en la Universidad de Guayaquil y de Teresa Concha Torres, condecorada por la Municipalidad de Esmeraldas
en 1953 por ser hermana de héroes y mártires(Carlos Concha Torres, Luís Gustavo A. Lemos, recibiendo una colaboraciones sobre tópicos Vargas Torres) 

El quinto y último hijo, nació en la casa familiar del boulevard con frente a la Plaza de San Francisco, esquina de 9 de Octubre y Pedro Carbo, reconstruida de un piso alto después del Incendio Grande del 5 y 6 de Octubre de 1896 sobre el solar de su abuela Carmen Aspiazu Andrade, su niñez y juventud coincidieron con la nueva ciudad. 

De seis años aprendió las primeras letras con el maestro Mateo Yanaré, el 15 ingresó al Colegio San Luís Gonzaga de los Hermanos Cristianos de la Salle ubicado al lado de la Catedral, donde se confesó y realizó su Primera Comunión, pero su padre le sacó al año siguiente por el ambiente antiliberal que allí existía y fue matriculado en el Colegio Mercantil del profesor Marco A. Reinoso, situado en la calle Boyacá a pocas cuadras de 9 de Octubre, donde concluyó la primaria. Mi tío Jorge contaba con mucha gracia que el día de su confesión regresó muy contento a la casa y sintiéndose importante gritó varias veces desde la escalera “Me confesé,” causando afectuosas sonrisas entre sus familiares y las preguntas que tras el almuerzo le formularon las curiosas empleadas domésticas, ávidas por conocer todos los detalles. Mi tío solo tenía siete años cumplidos y se encontraba muy orgulloso de su hazaña. 

Era un joven estudioso, inteligente, delgadito y de baja estatura, el cutis muy blanco, el pelo negro y deseoso de ser útil a la sociedad, cuando en Abril de 1919 falleció su padre a causa de un derrame cerebral durante unas vacaciones en el balneario de Playas “y si bien no tenía fortuna, dejó lo suficiente como para que la familia viva con el decoro que siempre había tenido. Su inesperada desaparición causó en mí un fuerte impacto.” 

La familia se trasladó a la finca en La Magdalena al norte de Quito, propiedad de su tío el Coronel Pedro Concha Torres, donde conoció a sus primos los Concha Enríquez. Las vacaciones duraron más de un año pues en Agosto de 1920 asistió a los actos sociales de la transmisión de mando y 

saludable influencia, porque le motivó a escribir sus primeros versos, que pronto adquirieron un marcado tinte social. Sus maestros preferidos fueron el sabio entomólogo Francisco Campos Rivadeneira y el historiador Pedro José Huerta, todos ellos victorianos. 

El 26 colaboró en la revista “Savia” de su tío segundo José María Aspiazu Valdés y editó a medias con Demetrio Aguilera Malta un libro de prosa y poesía titulado “Primavera Interior” donde constan 18 poemas suyos y 21 relatos de Aguilera. 

Mientras cursaba el quinto año fundó el 27 con Alfredo Pareja Diez -Canseco la revista “Voluntad” en colaboración con Leopoldo Benítes Vinueza pero solo aparecieron seis números. Pareja opinó “Jorge es un verdadero poeta: sencillo, galante y sobre todo, de una delicadeza de alma poco común. En sus versos bebemos la tristeza, nos embriagamos de melancolía…” y formando parte de la delegación vicentina con sus compañeros Pedro Saad, Demetrio Aguilera Malta y Héctor Martínez Torres visitaron a los profesores y alumnos del Instituto Mejía en Quito. 

En Febrero compuso la letra del pasillo “Dolores Costello” que fue musicalizado por el maestro José Vicente Blacio, con motivo del arribo en el lujoso yate Mariner propiedad de John Barrymore, con quien acababa de casarse esta famosa artista de cine. Alojada la pareja en el Hotel Ritz, la noche del 19 de ese mes se presentó en función del teatro Olmedo. En Abril se graduó de bachiller en Filosofía y Letras, estudió leyes solamente un año pues entendió que eso no era lo suyo y tuvo de profesor de Derecho Internacional al Dr. Vicente de Santistevan Elizalde, quien le tomó gran afecto, pues había sido enamorado de su hermana María Teresa Pérez Concha, solía prestarle libros y le introdujo en el estudio de los intrincados vericuetos del derecho territorial ecuatoriano. A través de su vida mi tío encontraría espíritus afines y protectores pues dada sus buenas prendas, su simpatía y sobre todo su modestia ingénita, se hacía querer de todos por igual. I en los muchísimos años que le traté puedo decir sin temor a equivocarme que jamás le vi internacionales al diario “El Telégrafo” y en premio a su aprovechamiento desde 1930 desempeñaba en el Rocafuerte la cátedra de Castellano que pronto cambió por la de Historia, sin embargo, dadas las continuas huelgas que por razones políticas e ideológica se suscitaban, prefirió alejarse y renunciar el 33 durante el rectorado del Dr. Antonio Sánchez Granados. 

Fueron años de intensas meditaciones formativas, crisol donde se iniciaba el historiador, a la par que asistía a los cenáculos bohemios y literarios del puerto. En 1932 inició sus publicaciones sobre Derecho Internacional con el folleto “El Ecuador ante el problema amazónico” en 72 pags. y dictó una de las primeras conferencias radiofónicas que escuchó la ciudad “Guayaquil entre Colombia y el Perú” que editó después en 18 págs. 

El 33 adquirió a medias con Héctor Espinel Mendoza la primera Agencia de Publicidad Comercial que tuvo Guayaquil, que había fundado un ciudadano francés y funcionaba en una oficina en la plaza San Francisco. Allí estuvieron varios años hasta que el 37 quedó solo en el negocio y el 38 tuvo que cerrarla por la aguda crisis económica que agobiaba al país y porque el comercio y la industria aún no acostumbraban invertir en ese rubro. 

Al reunirse el 34 las dos alas del liberalismo en Guayaquil para oponerse a la candidatura presidencial del Dr. José Maria Velasco Ibarra (la unión se dió entre arroyistas partidarios del Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río y baquericistas de Enrique Baquerizo Moreno) fue electo Prosecretario de la Junta Suprema y por ausencia del titular Gabriel Pino Ycaza asumió la secretaría al poco tiempo participando en la campaña presidencial del Dr. Cesáreo Carrera Padrón, quien renunció a última hora debido a la falta de apoyo popular. 

El 36 publicó un folleto sobre la participación de Alberto Muñoz Vernaza en el fusilamiento de su tío el héroe liberal Luís Vargas Torres bajo el título 

a la recepción de gala que ofreció en dicha propiedad el presidente electo José Luís Tamayo y su esposa Esther Concha Torres. un gesto descompuesto, ni una opinión díscola y peor una palabra disonante, pues en él todo era generosidad, armonía, discreción y buen humor. 

De regreso a Guayaquil en 1921 ingresó de trece años al primer curso del Colegio Vicente Rocafuerte donde tuvo de profesor de Castellano al maestro 

Mientras tanto leía sin descanso, especialmente literatura e historia, escribió una obra de teatro que nunca llegó a estrenar, enviaba de “Vargas Torres, fragmentos de la vida del héroe” en 36 pags considerado el primer intento serio en el país para rescatar la memoria del héroe liberal que ya se estaba perdiendo en el olvido y sirvió para iniciar una biografía de mayor extensión y contenido. Ese año ingresó al Centro de Investigaciones Históricas disertando sobre “Bolívar internacionalista”, trabajo que fue recogido y publicado en el Boletín de dicha institución en 24 págs. 

El 38 dio a la luz la biografía de Vargas Torres en 287 pags. su primer gran libro, que causó sensación en el país y del que se conocen tres ediciones. Casi enseguida asumió provisionalmente el poder el Dr. Manuel María Borrero, quien designó Ministro de Instrucción Pública al Dr. Leopoldo Izquieta Pérez y éste le nombró Subsecretario con novecientos sucres mensuales de sueldo, teniendo que ausentarse a Quito, donde laboró escasos cinco meses pues convocada la Asamblea Nacional Constituyente designó nuevo Presidente al Dr. Aurelio Mosquera Narváez. 

El 39, el nuevo Ministro de Instrucción Pública, Dr. José María Estrada Coello, le concedió el pase a la dirección del Archivo Nacional con ochocientos sucres mensuales. Allí conoció a María Pesantes García, quien trabajaba en el Archivo y estaba viuda del Teniente de Fragata Manuel Alomía Guerra, fallecido a consecuencia de una fulminante apendicitis, con quien contrajo matrimonio el 29 de Septiembre de ese año. Unión feliz con tres hijos: Manuelita Alomía Pesantes, Jorge Eloy y Maria Teresa Pérez Pesantes. 

En 1942 ganó el Concurso Nacional de Biografías convocado por el gobierno nacional con motivo del Centenario del nacimiento de Alfaro con “Eloy Alfaro, su vida y su obra”, que el Comité presidido por el Dr. Abelardo Montalvo editó en 432 págs. existe una segunda edición de 1978. 

Después volvió a triunfar con un ensayo biográfico sobre Miguel de Santiago en el Concurso organizado por el Ministerio de Educación, que publicó el trabajo en 56 págs. 

En Agosto de 1944 renunció a la dirección del Archivo por discrepancias con Nicolás Delgado que dirigía el Museo Nacional y era muy autoritario pero se quedó a vivir en Quito, alternando el desempeño de una cátedra en el Colegio Nacional de señoritas 24 de Mayo, que dirigía la Dra. María Carrillo de Mata Martínez, con labores propias del comercio. 

El Canciller Antonio Parra Velasco, en la presidencia de Carlos Julio Arosemena Tola, le propuso la representación diplomática en Nicaragua con el rango de Ministro Consejero, mas, a última hora, se creyó conveniente crear una representación en un lugar cercano a Rusia y fue enviado como Encargado de Negocios Ad – Interim en Oslo, capital de Noruega, pues a causa de la II Guerra Mundial que acababa de concluir se hacía necesaria reabrir las nuevas misiones diplomáticas. Arribó a Oslo el 1 de Abril del 48 pero solo permaneció un año, pues la Misión fue suprimida al ascenso del nuevo presidente ecuatoriano Galo Plaza Lasso y debió retornar al país. Su misión había consistido primordialmente en comunicar a la cancillería ecuatoriana cuanta información se recabara sobre la inminente conflagración mundial, pues se vivían los primeros y más peligrosos días de la Guerra Fría, con una Alemania dividida, un puente aéreo a Berlín y la Europa oeste prisionera del comunismo tras la cortina de hierro. 

De vuelta al país decidió radicar en Guayaquil y aceptó una cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil que desempeñó con verdadero entusiasmo hasta que en 1960 se fundó la Escuela de Diplomacia, Servicio Consular y Funcionarios Internacionales de la misma Universidad y fue transferido a ésta. 

I a la par de esas actividades cotidianas tenía una cátedra en el Colegio Nacional Aguirre Abad donde desempeñaba el Vice Rectorado y era agente vendedor de seguros para la compañía Sudamérica, de manera que tenía que multiplicarse para satisfacer las exigencias impuestas por la vida. 

Por las noches y durante los fines de semana dio inicio a su magna obra sobre las relaciones diplomáticas del Ecuador con sus vecinos, consultando archivos públicos y privados, libros antiguos y modernos, periódicos y revistas, durante más de diez años, con ligeras interrupciones, como fueron los cinco meses que ejerció la Subsecretaría de Economía en 1952 durante el Ministerio de su pariente Lisímaco Guzmán Aguirre en la tercera presidencia de Velasco Ibarra, año en que fue designado Miembro titular de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en representación de las Ciencias Históricas, dignidad que ostentó hasta los inicios de la dictadura de la Junta Militar de Gobierno en Julio del 63. 

Entre el 52 y el 1956 trabajó para la Superintendencia de Bancos en el ramo de Seguros, al que no era ajeno porque antes había actuado en dicha actividad. El 56 volvió a vender seguros para la Compañía Sudamérica y pinturas para la Sociedad Internacional de Comercio que gerenciaba su amigo Genaro Cucalón Jiménez. 

Desde 1951 había principiado a adelantar parte de sus trabajos sobre Derecho Territorial en los Cuadernos de Historia y Arqueología del Núcleo del Guayas de la CCE y cada vez que terminaba un capítulo lo publicaba y así pudo rectificar o ratificar criterios hasta completar su obra. 

En 1958, 59 y 65 aparecieron los tres primeros volúmenes de su “Ensayo Histórico – Crítico de las relaciones diplomáticas del Ecuador con los estados limítrofes” en 375, 465 y 389 págs. respectivamente. El cuarto fue incorporado en 1979 a la cuarta edición, que se compone de dos volúmenes de 812 y 604 págs. “Es aquí donde lució sus méritos como historiador. 

“La relación se erige sobre documentación histórica abundante, insospechable e irredarguible. Aciertos y errores de nuestra diplomacia quedan al descubierto. Se advierte el celo, la pulcritud en la selección de la información. En ningún momento desmaya el tono ni encuentra intersticios el chauvinismo. Sobre esta sólida estructura argumental se da un juicio crítico equilibrado y vigoroso que responde precisamente al curso histórico y a la documentación presentada. La obra mantiene unidad y coherencia; nada falta, nada sobra. No quedan hilos sueltos ni dudas flotantes. El derecho ecuatoriano al Amazonas queda confirmado y remozado a la luz de la verdad histórica. Ningún ecuatoriano educado con el sentimiento de Patria – privilegio de las viejas generaciones – puede ignorar el libro de Jorge Pérez Concha”. 

En 1958 fue designado Vicepresidente del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura y ascendió a la presidencia de dicha entidad el 17 de Febrero de 1962 tras la aparatosa caída del presidente Velasco Ibarra y el ascenso al poder de Carlos Julio Arosemena Monroy. 

El 59 editó el folleto “Eloy Alfaro ante el Derecho Internacional Americano” en 24 págs. El 60 recorrió todo el país en la comitiva electoral del binomio presidencial Parra Carrión, formado por Antonio Parra Velasco y Benjamín Carrión, que aunque no triunfó, realizó un meritorio esfuerzo por incorporar nuestro País a las corrientes de la modernidad política del momento. 

Ese año fue electo Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores en premio a su obra histórica y al mismo tiempo ocupó la Dirección de la Biblioteca Municipal, correspondiéndole inaugurar el nuevo y moderno edificio de cemento construido por el Patronato creado y presidido por Juan José Plaza, Concejal comisionado del ramo, cargo que renunció en Diciembre del 63 para acogerse a la jubilación. 

El 62 fue condecorado con la Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran Cruz. La presea le fue entregada en el Palacio de la gobernación del Guayas por el Ministro de Educación Gonzalo Abad Grijalva. 

El 63 dio a la luz “La Invasión peruana y el protocolo de Río de Janeiro ante el Derecho Internacional Americano” en 24 págs. pero al ascenso de la Junta Militar de Gobierno el día 11 de Julio fue acosado con pesquisas y tuvo que permanecer varios días escondido en el departamento de su amigo Nereo Cabezas, situado en el boulevard, justamente al frente a la propia Zona Militar, acusado del feo delito de ser izquierdista por su credo liberal democrático pues no estaba afiliado a ningún partido político. 

La dictadura intervino las Universidades y llegó al colmo del absurdo y del adefesio al declarar por Decreto “nefastos a la educación ecuatoriana” a más de un centenar de ilustres maestros de ideología centro – izquierdista. Por todo ello le fue arrebatada su cátedra y el 19 de Julio la presidencia del Núcleo, tras una vergonzosa reorganización entre gallos y medias noches, a la que se prestaron algunos civiles vivarachos y caras duras, que de otra manera jamás hubieran podido ocupar dicha Presidencia. 

Entonces soportó una época difícil sin trabajo, señalado ante la sociedad como izquierdista, lo que significaba un inri en esa hora de macartismo retrasado, quizá por eso empezó a conspirar y fue nuevamente perseguido, pero en 1965 su amigo el Dr. Raúl Clemente Huerta salió en su ayuda y dio su nombre a un grupo de accionistas de un nuevo diario vespertino que apareció el 29 de Julio de ese año con el nombre de “La Razón”, cambiando su suerte pues en dichas funciones permaneció hasta el 79. 

Al poco tiempo los mismos dictadores que le habían tildado de nefasto le solicitaron que acepte formar parte de la Delegación ecuatoriana ante la II Conferencia extraordinaria internacional a reunirse en Río de Janeiro bajo la presidencia del Canciller Dr. Wilson Córdova, pero surgió el problema del Decreto ya mencionado y los militares tuvieron que derogarlo, de suerte que la delegación ecuatoriana tambien fue integrada por otros perseguidos: los Dres. Antonio Parra Velasco y Carlos Cueva Tamariz y el poeta Gonzalo Escudero Moscoso. 

Caída la dictadura ignominiosamente se reintegró a su cátedra universitaria en el Instituto de Ciencias Internacionales que luego llamó Escuela de Diplomacia y volvió a ser parte de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, también desempeñó una de las vocalías del Consejo de Administración del Seguro Social y fue reelecto en la presidencia del Núcleo del Guayas de la CCE. el 8 de Noviembre del 66, desempeñándose hasta el 29 de Mayo del 69, que renunció, para dar paso a un movimiento juvenil de intelectuales de izquierda, posesionados del edificio con fines proselitistas políticos. 

Entre el 70 y el 84 presidió el Patronato del Archivo Histórico del Guayas. El 72 dio a la luz el tomo primero de “Política Internacional Contemporánea” en 224 pags. texto para sus alumnos de la Escuela de Diplomacia y formó parte del grupo ecuatoriano acreditado ante la Corte Internacional de La Haya. 

Entre el 73 y el 79 fue orador invitado al Instituto de Altos Estudios Nacionales. El 74 fue miembro de la Delegación a la XV Reunión de Consulta de la OEA celebrada en Quito. Entre el 76 y el 79 ejerció la Vicepresidencia de la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores habiendo renunciado para aceptar la embajada en Cuba. El 77 la Universidad de Guayaquil le concedió conjuntamente con Leopoldo Benítez Vinueza el título de Doctor Honoris Causa. El acto fue solemnísimo y originó que semanas más tarde sus amigos le ofrecieran un agasajo en el Guayaquil Tennis Club. El 78 concurrió a la XXXIII Asamblea Ordinaria de las Naciones Unidas en New York. 

En 1979 fue designado Embajador en Cuba para reestablecer las relaciones con ese país, cortadas desde la ruptura en 1963. Entonces renunció a la dirección del Diario “La Razón”, editó como texto una síntesis histórica de su “Derecho Territorial Ecuatoriano” en 104 págs. y viajó a La Habana, presentando las Cartas Credenciales el 24 de Diciembre. 

Su amplia personalidad le granjeó numerosas simpatías hasta que el viernes 13 de Febrero de 1981, catorce personas de todo sexo y condición, entre las que se encontraban tres menores de edad, asaltaron el local de la embajada en petición de Asilo, manteniendo como rehenes al Embajador y demás funcionarios y empleados, que no quisieron abandonar la sede (El Consejero Francisco Proaño Arandi y la Secretaria Administrativa Mercedes Vásquez Pérez) 

La atención mundial se volcó sobre el asunto. El gobierno cubano asumió una política dura, acordonó la manzana donde estaba la sede, hizo desocupar los edificios vecinos, desplegó un gran número de soldados, sin contemplaciones cortó los suministros de agua y energía y solo se permitía el ingreso de una mínima cantidad de alimentos, que los diplomáticos ecuatorianos debían compartir con los asaltantes. El problema se dilató una semana y temiendo un desenlace fatal nuestra Cancillería delegó a los Embajadores Jaime Moncayo García y Cornelio Merchán para negociar a como de lugar la devolución de la sede, lo que se logró tras intensas conversaciones con el gobierno y los asaltantes el viernes siguiente 20 de Febrero, a condición que los catorce involucrados tengan un juicio supervigilado por el gobierno ecuatoriano, pero al día siguiente se conoció que los asaltantes habían sido torturados y condenados a muerte en juicio sumarísimo. Tamaña barbaridad, impropia en un país civilizado, motivó la inmediata intervención del Embajador Pérez Concha, que por teléfono explicó a su amigo personal Fidel Castro, que habiéndose abolido en 1902 en el Ecuador, la pena de muerte, su aplicación causaría en nuestro país una natural reacción que debilitaría las buenas relaciones que recién acababan de reiniciarse el 79. El dictador, por propia conveniencia, se dio cuenta de su estupidez y vesania (error político lo llamaron los cándidos diplomáticos de Quito) y conmutó las penas por otras de reclusión mayor extraordinaria de treinta años de cárcel a los dos cabecillas, según informó al mundo el Diario Gramma en su edición del 22 de Febrero. Nuevas gestiones ecuatorianas lograron finalmente, a los dos años, que los dejaran en libertad pues en Cuba por encima de la legimparaba la coluntad omnimoda del tirano que hacía lo que le venía en gana. 

Mientras tanto el Embajador Pérez Concha había regresado al Ecuador y nuestro gobierno no volvió a nombrar Embajador en Cuba en mucho tiempo debido a la conducta mendaz adoptada por la tiranía cubana, que se burló de nuestro país al no cumplir con lo ofrecido, de manera que los asuntos ecuatorianos quedaron a cargo del Encargado de Negocios. 

Entonces la Cancillería le ofreció la Embajada en Portugal pero prefirió ejercer la Dirección regional del Ministerio de Relaciones Exteriores en Guayaquil con rango de Embajador. 

En 1982 publicó “Visión Internacional de Eloy Alfaro” en 84 págs. El 83 se incorporó a la Academia Nacional de Historia como Miembro de Número y al retirarse de la cátedra de Diplomacia que venía dictando desde hacía diez años atrás en dicho Instituto, una de sus aulas fue designada con su nombre y se colocó su retrato. 

El 84, al ascender a la presidencia León Febres Cordero, por no estar de acuerdo con su sistema cesarista de gobierno, renunció al Archivo Histórico del Guayas y a la Dirección Regional de la Cancillería, y se dedicó a terminar la biografía de su tío Carlos Concha Torres, héroe de la Revolución liberal de Esmeraldas en 1913, que apareció con el título de “Un luchador incorruptible” en 224 págs editada por “El Conejo” de Quito, en 1987. 

En 1985 salió “Frente Externo” en 359 pags. y en Diciembre aceptó una columna bisemanal en “Expreso”. En Julio del 86 renunció a la Junta Consultiva, por cuanto ese organismo, otrora de gran importancia dentro de la vida diplomática del país, había dejado de ser consultado en pleno. El recién fundado Instituto de Historia Marítima le designó miembro y posteriormente Asesor con sueldo y presidió la Fundación Internacional Eloy Alfaro con sede en Panamá. 

En 1987 dio a la luz dos libros suyos “De la Goleta Alcance al cañonero Calderón” en dos tomos. El 88 salió “1910. La Movilización integral del Ecuador” en 98 págs cuya segunda edición, totalmente aumentada, estaba finalizada al momento de su muerte con el título de “Frontera Marítima del Ecuador siglo XX” en 197 pags. 

En Junio había celebrado en su departamento de Los Ríos y Primero de Mayo los ochenta años de edad. Se le veía robusto y saludable, con su memoria de siempre. En plena faena intelectual, escribiendo un libro cada año, pues a través de una acertada medicación había logrado sobreponerse al Parkinson que tras haberle comenzado, no le volvió a molestar. 

Ese año fue nuevamente entrevistado “Nos llevó directamente a su mundo. Una habitación grande con las paredes forradas de estantes llenos de libros, muchos de ellos delatan el paso del tiempo por su color amarillento”. 

El 10 de Agosto del 89 recibió el Premio Nacional Eugenio Espejo de manos del Presidente Rodrigo Borja. El 90 editó “Páginas de Historia Ecuatoriana”, volumen en cuarto, en 150 págs. con ocho artículos históricos suyos, muy poco conocidos, pues habían aparecido como simples prólogos, introducciones o ensayos cortos y la Cancillería ecuatoriana le concedió la Placa de Oro de la condecoración Honorato Vásquez el día 5 de Abril. 

En el Diccionario de la Literatura Ecuatoriana de los hermanos Barriga López se le calificó de una de las mentalidades más sólidas del país, no solamente por sus estudios históricos sino también por la rectitud de su conciencia y sus indeclinables principios radicales; pues, a pesar de no tener afiliación política alguna, su vida era ejemplo de lealtad al ideario liberador de las conciencias. 

En 1991 recibió la máxima condecoración del gobierno cubano, la Comisión Plenaria del Poder Legislativo ecuatoriano le declaró en Noviembre “Ciudadano Ilustre y Benemérito” y fue homenajeado en la Casa de la Cultura, diariamente acudía al Instituto de Historia Marítima, dictaba conferencias y donó parte de su biblioteca al Instituto de Diplomacia de la Universidad de Guayaquil. 

Acostumbraba leer diariamente hasta altas horas de la noche. Manuel Medina Castro escribió en “El Telégrafo” que cuando a las diez de la noche, retornaba de su cátedra y pasaba frente a la casa del maestro, observaba que éste tenía encendidas las luces de su biblioteca, sabía por eso que estaba trabajando y se alegraba por los óptimos frutos de su producción. 

El 92 otro periodista anotó “Este hombre de ochenta y siete años y pequeña estatura nos sorprende con su gran memoria. No adopta ninguna pose, recuerda asuntos relacionados con su niñez y adolescencia. Todo respira paz, ninguna interrupción, solo su voz que adquiere una gama de tonalidades que delatan sus sentimientos, rebelde a veces, a veces pacificador. Se sumerge en sus recuerdos y reflexiona. Pone énfasis en manifestar que el problema ecuatoriano peruano es diferente en ambos países. Para el nuestro es algo territorial, salir al Amazonas. Para el Perú solo es limítrofe, demarcar los setenta y ocho kilómetros que faltan. El tiempo ha transcurrido, insistimos en recorrer su departamento, vemos en las paredes cuadros de autores reconocidos, más aya las fotos de personajes que han hecho historia. Casado a los treinta y un años. Declara que fue muy feliz con su padre que perdió antes de los diez años y desde entonces su madre se preocupó de su educación y desarrollo. Su esposa indica que tiene un horario de trabajo muy rígido. Casi no lo siento cuando se levanta porque lo hace muy temprano aunque se acuesta muy tarde. Yo tengo que venir a golpear la puerta para darle el desayuno, de lo contrario se queda trabajando sin comer. Se declara libre pensador con una filosofía propia de vida y se encuentra revisando sus obras con el fin de ampliar unas y corregir otras para nuevas ediciones. Al salir comprendemos que a pesar de la modestia de su carácter, defendió y difundió nuestros derechos territoriales en foros internacionales y en toda oportunidad que le brindó su vida de maestro y guía de juventudes.” 

En 1994 dio a la luz “Historia Diplomática y Naval de la Provincia Libre de Guayaquil” en 147 págs. El 95, con motivo del Conflicto armado con el Perú, escribió para “Expreso” diariamente, una extensa serie donde analizó a conciencia todo el largo proceso con el Perú y lanzó por los Canales de Televisión que le entrevistaron, su célebre frase “El Perú no tiene fe pública”, que repetida a través del país, sirvió para alertar las conciencias. Poco después intervino en el Foro que realizó “Expreso”. La Universidad le pidió su serie de artículos sobre el problema territorial ecuatoriano para darla a la publicidad en forma de libro y se apresuró a ordenarlos; pero, posiblemente, la agitación de estos últimos tiempos y el trabajo en su biblioteca para entregarla al Instituto de Diplomacia hizo que sin darse cuenta respire un polvo químico que estaba poniendo a los libros, que le tapó los pulmones y en la madrugada del miércoles 29 de Marzo comenzó a sufrir una aguda insuficiencia respiratoria. Internado en la Clínica Guayaquil con pronóstico reservado, se pensó que podía tener una neumonía pero los exámenes radiológicos anunciaron un mal mayor pues tenía los pulmones tomados por el polvo químico. Permaneció en estado crítico en terapia intensiva, entró en coma y falleció tranquilamente a las tres de la tarde del sábado 1 de Abril, faltándole casi tres meses para cumplir los ochenta y siete años. Se veló en la Escuela de Diplomacia de la Universidad de Guayaquil, a la que dejó su extensa biblioteca como imperecedero legado de afectuoso recuerdo. El sepelio se realizó al día siguiente y fue enterrado en el grupo de tumbas familiares de los Pérez Aspiazu, en el cementerio General. 

Siempre coherente con su pensamiento, su hacer y obrar. Justo, recto y transparente. Ejerció las cátedras con vocación y sacrificio. Trabajador incansable, tecleó su máquina de escribir hasta pocas horas antes de su gravedad. Inteligente y de memoria privilegiada en todo asunto trascendente nacional, sintiéndose orgulloso de ser ecuatoriano y a la defensa de los derechos territoriales de su Patria dedicó buena parte de su vida. 

Austero y modesto. Bondadoso siempre, con una voz que no conocía de asperezas y un carácter que jamás ambicionó fortuna ni poder, al punto que pudiendo tener un automotor no lo quiso. Moderado en todo, siempre lleno de amigos y discípulo que le veneraban. Era de su entero agrado todo platillo criollo sin excepción y un wisky antes del almuerzo. En su aspecto físico, extremadamente blanco, bajito, nervioso, de voz aguda y palabra con doctrina. Nunca ostentoso, amó mucho a su Patria y se sacrificó por ella, de suerte que su deceso constituyó una pérdida irreparable para la conciencia cívica nacional. Por su obra está considerado sin discusión como el mayor tratadista de Derecho Territorial Ecuatoriano de todos los tiempos y como una de las figuras cumbres de la cultura ecuatoriana del siglo XX. Siempre inculcó a sus hijos: Por los ideales dar hasta la vida, por el dinero o los honores nada.