PAREJA DIEZ – CANSECO ALFREDO

NOVELISTA.- Nació en Guayaquil el 12 de Octubre de 1908 a las doce del día y en un departamento ubicado en el boulevard, después vivió en un departamento de los bajos de una casita de la calle Rocafuerte No. 228 propiedad de Carmela Gómez de Maulme y fueron sus padres legítimos Fernando Pareja y Pareja, Ingeniero Civil graduado en París, que estudió en Inglaterra y Francia enviado por su abuela Nicolasa Pareja y Avilés que era muy rica. Obtuvo el Primer Premio en la Escuela Politécnica de París, hablaba inglés y francés. Teniente del Ejército Regenerador de Alfaro en 1883. El 88 se volvió progresista y fue Secretario del Presidente Antonio Flores Jijón entre 1888 – 90, Agregado Militar del General Francisco J. Salazar en Lima en 1890 – 92 donde se enemistó con los exiliados liberales y contrajo matrimonio con Amalia Diez-Canseco Coloma, de la aristocracia arequipeña. Perseguido por la revolución liberal en 1895 se exilió en Paita y regresó el 98. Falleció en Guayaquil en 1919 en situación de pobreza por haberse perdido gran parte de la fortuna familiar, no solamente a causa de la crísis del cacao sino también porque su padre dividió las haciendas de doña Susana Pareja y Avilés entre los Pareja y Pareja y sus medios hermanos los Pareja Cabanilla a quienes dejó lo mejor. En sus últimos tiempos sufría de ataques, caía al suelo y hasta se rompía la cabeza. 

Fue el último de una larga familia compuesta de doce hermanos en medio de las dificultades económicas padecidas a causa de la temprana muerte de su padre en 1919 cuando Alfredo recién tenía once años de edad. Niñez curiosa, enfermiza y disciplinada. Siempre delgadísimo. Estudió la primaria en el Colegio San Luis Gonzaga de los Hermanos Cristianos y cuando su tío el gran poeta Wenceslao Pareja y Pareja le pedía que recite sus versos, lo hacía con gracia y facilidad. Por entonces comenzó a hacer poesía en afán meramente imitativo y hasta se adueñaba de los libros de su padre, que leía con fruicción y así fue formándose el literato. 

Al siguiente año inició la secundaria en el Vicente Rocafuerte. De escasos catorce por su horfandad y pobreza comenzó a trabajar de bodeguero y vendedor en la firma importadora y exportadora “Juskniquel und Bruckman” cuyo Gerente era Eduardo Bruckman con S/. 80 mensuales de sueldo. Después fue Pagador del ferrocarril Guayaquil -Salinas, bombero voluntario de la Compañía Comercio a la orilla del malecón, trabajó en el almacén de Luis Vallejo Araujo y tuvo que viajar a Manabí a comprar achiote. Vivía con su madre y hermanos. 

En 1926 fue Campeón de florete en las Olimpiadas Nacionales de Riobamba en competencia con los militares ecuatorianos que acababan de retornar de las Academias de Italia. Era muy ágil, hacía fuertes ejercicios y cuando murió su hermano Jorge de leucemia pasó a ocupar su cargo en el Banco del Ecuador para pagar una deuda contraída por él. 

En 1927 editó la revista “Voluntad” con Jorge Pérez Concha y Demetrio Aguilera Malta en la parte artística, valía un sucre el ejemplar y su voceador era el joven Luís Noboa Naranjo. Ese año conoció a su prima segunda Mercedes Cucalón Concha – hija de Emilio Cucalón Pareja que era primo hermano de su padre – Ella estaba recién llegada de Esmeraldas para vivir una temporada en la casa que alquilaba su tia Teresa Concha de Pérez Aspiazu, en Colon entre Pichincha y Pedro Carbo. 

Con Meche contrajo matrimonio siete años después. Unión feliz con tres hijos. Para ella escribió mucha poesía, versos de amor, que años después con criterio más bien literario, los echó al fuego. Sin embargo sobreviven algunos, rescatados por su hija. 

El 29 dio a la luz su primera novela titulada “La Casa de los locos” en 116 págs. y un epílogo fúnebre dedicado a su amigo Adolfo Hidalgo Nevares a) Máximo de Bretal, que dedicó “a los niños y a los viejos de mi Patria”. Su temática política y estilo inmaduro y apasionado le atrajo la enemistad de los círculos influyentes. Después diría de ella que fue escrita para agotar la paciencia de cualquier lector. 

Al inicio de los años 30 fue Secretario de Sarita Chacón, reina del barrio del Astillero que salió electa Miss Ecuador en el primer Concurso Nacional de belleza realizado en nuestro país. Le publicó varios poemas más bien malos y una novelina rosa “La Señorita Ecuador” con prólogo de Adolfo H. Simmonds y fotografías de las bellas concursantes, que salió en Febrero en los talleres de Jacinto Jouvín Arce y circuló desde el 22 de Abril. Se vendió bien por ser la “biografía de una joven proletaria que ganó un concurso de belleza pese a la opción aristocrática encarnada en las demás participantes,” relato novelesco sobre hechos relativos a la vida, elección y vivencias de Sarita en el Concurso, pero la familia Chacón, especialmente su padre que era un ex hacendado venido a la ciudad y tenía chalet propio en el barrio del Astillero y algunos ahorros, se disgustó, pues no se consideraban tan proletarios como se les había presentado ya que gozaban de ciertas comodidade e hicieron publicar otra versión de los acontecimientos, más acorde a las conveniencias sociales, más ortodoxa por supuesto, bajo el ramplón título de “Honores y bohemia de mi reinado” o algo parecido, que por salir a destiempo no causó la sensación de la anterior, aunque se vendió igual, pues el Concurso de Miss Ecuador daba para eso y hasta para mucho más. 

Casi enseguida su cuñado el Capitán Miguel Donoso Moncayo le consiguió un pasaje gratuitose en el buque tanquero El Lobo, propiedad de la compañía peruana Lobitos dedicada al transporte de petróleo, renunció en el Banco que a poco cerraría sus puertas y solo para cambiar de ambiente embarcó en el puerto de La Libertad el día 14 de Mayo de ese año 30. 

El 26 de Mayo arribó a Filadelfia con un carnet de periodista que le consiguió su amigo Abel Romeo Castillo del diario El Telégrafo y siguió por tren hasta Brooklyn donde estaba radicado su tío Francisco Diez – Canseco Coloma desde 1920, casado y con hijos, en el No. 267 de Park Place. 

Primero trabajó como mesero en la cafetería Bickford ́s ubicada a solo dos cuadras de su dominilio, en la calle Fulton No. 553-6, por diecisiete dólares semanales y la comida, donde por algún tiempo coincidió con Leonidas Avilés Robinson, pero tuvo que salir a los dos meses con las piernas hinchadas a causa de un repentino reumatismo que le llevó al hospital. Repuesto de tal calamidad, laboró en una pequeña fábrica donde se manufacturaban imágenes de Santa Claus, distribuyó licor durante la época de la prohibición en Riverside Drive, Manhattan, para un peruano de apellido Alcorta, quien era el que lo fabricaba. Finalmente llegó a enseñar español en las escuelas Berlitz y colocó un relato en una Agencia Interamericana llamada Andes, para una revista española, por cincuenta dólares. La gringa que lo atendió, al leer el cuento que trata de un borracho que le pega a su mujer, le preguntó ¿De dónde me dijo que era Usted? De Ecuador. Con razón, Ud. no escribe en castellano si no en ecuadoreño. 

Pero era tan aguda la depresión económica que regresó el 31 con una actitud más práctica frente a la vida, hallando todo cambiado pues se acababa de editar “Los Que se van” cuentos del cholo y del montubio”, con sexo, violencia, malas palabras y denuncia social. Sin embargo, su reacción fue positiva, integrándose al grupo de los jóvenes escritores Joaquín Gallegos Lara y Enrique Gil Gilbert – Demetrio Aguilera Malta se encontraba trabajando en Panamá – quienes eran sus amigos. Por entonces solicitó al Congreso que se le permita rendir los exámenes de todas las materias del bachillerato e ingresó al comercio de las medicinas con su cuñado César Velarde Bermeo en “C. A. Velarde y Cia.”, empresa que después pasó a ser “Pareja y Arízaga” cuando adquirió las acciones con Vicente Arízaga Luque, otro de sus cuñados. Al poco tiempo consiguió la representación de los Laboratorios holandeses Omni. 

De esta época ha escrito Angel Felicísimo Rojas: “Movía su oficina con una agilidad sorprendente y por la noche escribía de un tirón, capítulos de sus novelas. No se daba tregua y era perfeccionista. Por cada capítulo que había improvisado rompía dos para redactar una nueva versión que al fin le acomodara”, a más de que hablaba en la Radio Ortíz y colaboraba en el diario “El Telégrafo”. 

El 32 fue designado Profesor de Historia de Literatura hispanoamericana en el Vicente Rocafuerte y editó “Río Arriba” en 290 págs novela muy subjetiva con aspectos freudianos que inauguró una nueva etapa en el realismo social, más acorde con los tiempos. Así es que el cambio estuvo dado a pocos meses de su regreso demostrando con ello su gran versatilidad, que logró mantener a lo largo de la vida hasta el final de sus días cuando se volvió un escritor abstracto. 

El 33, con la aparición de “El Muelle” en Quito, en 202 págs. y prólogo de Benjamín Carrión, se hizo famoso. Esta fue su primera gran novela, con mucho de autobiográfico, de prosa modernista, anecdótica y nostálgica, por contener sus experiencias en los Estados Unidos, pues la trama se desliza entre Brooklyn, New York y Guayaquil, denunciando los hechos reales y evidencias comunes del cholo. El argumento es la historia de Juan Hidrovo, un trabajador guayaquileño que acosado por la pobreza decide viajar a los Estados Unidos. Atrás deja sus sueños rotos y a su esposa María del Socorro Ibañez, pero solo encuentra la depresión y la corrupción, y tiene que recurrir a sobornos para conseguir trabajos ilícitos relacionados con el alcohol. Luego participa en huelgas, viene el desempleo, el hambre y regresa derrotado mientras su mujer, sometida a trabajos inícuos y a presiones, conoce el abuso, la explotación y hasta la violación de parte de su patrono Mariño, al que luego se sumaran otros hombres, todos señoritos. Reunidos los esposos, vuelven a la rutina, él al muelle de donde le despide Mariño a través de sus influencias a tiempo que María del Socorro, aparentemente enferma de tuberculosis, le ayuda a sobrevivir sin esperanzas, empujados al robo como alternativa de vida y a la prostitución soslayada en trabajitos futiles. 

La crítica le fue muy favorable, casi delirante, se dijo que su estilo era macizo, intenso, depurado, con fuerza de observación más real pues trata sobre los problemas socioeconómicos que resuelve con un sentido revolucionario. Novela compleja que conduce simultáneamente dos relatos que solo se entrelazan y marchan juntos en los cuatro últimos capítulos y desde entonces nunca más se vio obligado a pagar sus publicaciones. 

El 34 estuvo a punto de perecer en un viaje a la isla Puná con Carlos Zevallos Menéndez pues naufragaron y tuvieron que permanecer ocho días en la orilla, en espera que alguien los recoja, comiendo únicamente ostiones y mejillones. Eran dos naúfragos asustados pero fueron rescatados y volvieron a Guayaquil sin mayores consecuencias. 

Ese año fue nombrado miembro de Número del Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil y el 35 publicó “La Beldaca” en la Editorial Ercilla de Santiago de Chile en 249 págs, novela del trópico, de trama más complicada y captación histórica de mayor agudeza que El Muelle. Trata sobre la vida del cholo en la sabana; quizá por eso ha sido traducida a varios idiomas y conocido muchas ediciones, siendo su única obra que incursiona por el campo y cuenta del mar. Es la historia de un personaje y su mundo a través de la vida del protagonista, su nacimiento, niñez, primeras inquietudes sexuales, la adquisición de la Beldaca, el hombre de mar, la familia y por fin la desgracia. La trama se sitúa en 1.882 en tiempos de Veintemilla, sigue con el liberalismo en 1895 y termina con el ascenso de Martínez Mera al poder en 1933. Se deja en claro la vida misérrima del cholo de la costa ecuatoriana y al final el cholo Jesús Parrales y La Beldaca desaparecen devorados por el mar. 

El 35 fue designado Inspector de Enseñanza secundaria en el litoral por el Ministro Carlos Zambrano Orejuela, quien le ofreció poco después una beca a España, que no aceptó por estar recién casado. En su lugar viajó Demetrio Aguilera Malta a quien le tocó vivir la primera época de la Guerra Civil española. Alfredo, como buen escritor ecuatoriano, vivió toda su vida económicamente apretado, de manera que la mayor parte de su producción literaria la hizo a la carrera, escribiendo con apremio por las noches, los sábados y domingos de preferencia. 

Su amigo Jerónimo Avilés Aguirre, Ministro de la dictadura del Ing. Federico Páez, quiso que ocupe la cartera de Agricultura que tampoco aceptó y para que no le siguiera insistiendo se fue a Ambato donde vacacionaba su familia. Ese año comenzó una novela en coplas montuvias que denominó “El Entenao”, guardada hasta los años 80 que la dio a la Universidad de Guayaquil para su publicación, a destiempo, por supuesto. 

El 36 por editar el semanario “España Leal” a medias con Pedro Jorge Vera y del que solamente alcanzaron a salir dos números, fue calificado de escritor sudversivo. Allí salió su poema “Canto a España” considerado algo extraordinario por su fuerza histórica y expresión literaria y al ocurrir la llamada Guerra de las Cuatro horas en Quito, se desató una terrible persecusión contra las izquierdas, fue tomado preso bajo la acusación atroz – por esos días – de ser jefe de la juventud comunista y – lo que era aún peor a los ojos del dictador – de haber realizado propaganda en los cuarteles para sublevar a la tropa. Amenazado con el penal de las Islas Galápagos, consiguió un pequeño préstamo de dinero de su suegro Emilio Cucalón Pareja y obtuvo que le permitan viajar al destierro en Chile. 

Habiendo arribado a Valparaíso, sin conocer a nadie, casi sin dinero y con su esposa y su pequeña hija Cecilia, niña de pecho, Alfredo llamó por teléfono a Vicente de Santistevan Elizalde, la única persona que conocía en Chile, quien era Ministro Plenipotenciario del Ecuador y su primo por ser nieto de Juan Bautista Elizalde Pareja, a quien solicitó posada por unos cuantos días solamente hasta encontrar hotel; pero éste alegó que siendo Pareja un desterrado no lo podía tener en su casa. Mi tía Meche tomó el teléfono y llamó a su amiga de toda la vida Susana Arosemena de Santistevan, porque muchos años habían sido vecinas en el barrio de Las Peñas, quien menos diplomática que su esposo se alegró al oírla e inmediatamente les envió a recoger en el carro de la Embajada y los alojó en la casa. A la hora del almuerzo, cuando Vicente llegó, encontró cómodamente almorzando a sus primos y se llevó la gran sorpresa. A los dos días, los huéspedes se cambiaron a un hotel para que su Excelencia, el señor Embajador, quedara con su estricta conciencia burocrática tranquila. 

Durante los primeros días buscó a Luís Alberto Sánchez, también exilado por Aprista, quien le recomendó a La Editorial Ercilla, empresa que le envió a instalar una librería en Antofagasta, allí se metió en problemas con la policía y tuvo que volver a Santiago, donde le esperaba su esposa y su hija Cecilia en una pensión de baja categoría dada la situación de apremio económico que vivían; sin embargo, la Sociedad de Escritores de Chile presidida por Mario Latorre le puso a sus órdenes el Club de la entidad para que pudieran almorzar permanentemente. Poco después pasó a Bolivia y a la caída de la dictadura de Páez el 37 pudo regresar con una novela nueva, escrita en el exilio que el 38 Ercilla sacó bajo el nombre de “Baldomera” en 264 págs. subtitulada tragedia del cholo americano, apreciándose su ascendente madurez literaria en el manejo de personajes de relieves múltiples. Aquí, pese a su aparente trayectoria lineal, regresa al pasado e introduce como en un largo paréntesis la historia de uno de sus personajes: la cocinera Baldomera, que por las tardes instalaba un fogoncito para vender muchines de yuca en la esquina de Rocafuerte y Julián Coronel, llamada tradicionalmente la boca del pozo, cuya historia con una serie de detalles conoció a través de su suegra Delfina Concha de Cucalón Pareja. 

Baldomera, mujerona de gran fuerza vital y al mismo tiempo de enorme sencillez, era una zamba gritona, famosa porque cuando se emborrachaba daba puñetes, escandalizaba y pegaba hasta a los policías. Se ha dicho que por la creación de este personaje de eufónico nombre y por la importancia que han cobrado los aspectos feministas, es su novela que más ha atraído la atención de los críticos. Su argumento es como sigue: El cuatrero más listo de todo el río Yaguachi es Lamparita, creado por el autor, quien viene a Guayaquil, se dedica a robar, conoce a Baldomera y se unen. Parecen felices pero pronto se da la tragedia. Lamparita es malherido y va al hospital, mientras Baldomera subsiste precariamente. Luego se cuenta la vida de Inocente el hijo de ambos. Finalmente Baldomera desfila en dos manifestaciones obreras, la última el 15 de Noviembre de 1922, donde muere asesinada por los militares, aunque en la obra se dan fechas distintas para no herir la susceptibilidad del Dr. José Luis Tamayo, Presidente de la República ese año, casado con Esther Concha Torres, tia política del autor. 

Nuevamente en el negocio de las medicinas fue elegido Diputado por el partido socialista a la Asamblea Nacional Constituyente que se instaló en Quito y designó Presidente de dicho organismo al Dr. Francisco Arízaga Luque. Integrando Alfredo el bloque socialista presentó la candidatura a la presidencia de la República de Carlos Cueva Tamariz, que no aceptó por cuanto siendo socialista sustió el temor de provocar un nuevo golpe militar; entonces eligieron los asambleístas al liberal Aurelio Mosquera Narvaez, que resultó ser un títere en manos del Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río y en Noviembre de ese año 38, a través de su Ministro de Defensa Galo Plaza Lasso, disolvió la Asamblea y envió a los Diputados al Panóptico. Alfredo estuvo treinticuatro días detenido, Navidad y Año Nuevo incluídos, que aprovechó para terminar su Don Balón de Baba – sátira encubierta del popular político costeño J. Federico Intriago, eterno candidato presidencial que nunca triunfó – y para revisar los archivos del Penal. 

El 39 salió “‘Hechos y hazañas de don Balón de Baba y de su amigo Inocente Cruz de Cepedillo” en 306 págs. en la editorial Club del Libro de Buenos Aires que le pagó excelentes derechos de autor, pero esta novela no gustó por ser esencialmente una visión romántica del Guayaquil de madera de principios del siglo XX. Tragicomedia, caricatura de un personaje esperpéntico, pastiche del Quijote y no imitación como su autor ha aclarado, pues don Balón es un idealista de la política que fracasa justamente por eso. La obra está escrita en hermoso y depurado estilo, contiene morosas descripciones guayaquileñas, de la vida porteña, sus costumbres y sus gentes, de las casas de madera y por eso mismo es un documento para el conocimiento de esa época, que transcurrió entre los años 1900 al 30. 

El 41 la Editorial Lozada de Buenos Aires editó “Hombres sin tiempo” en 246 págs. también titulada “Penal García Moreno”, novela de corte moderno y de interioridades con mucho de psicológico, personajes que viven bajo el sistema penitenciario ecuatoriano, opresivo por no estimulante. Primera de sus obras que presenta al hombre por dentro, prefiriendo los paisajes del alma a los meramente geográficos. Se busca la dimensión interior del protagonista mediante una confesión escrita por él, excepto el último párrafo – verdadera pirueta literaria – en que aparece el autor narrador para que el personaje pueda cumplir su destino. Hay un afán de denuncia, crea personajes de carne y hueso, un profesor soltero que vivía con su madre y una noche, invitado a una fiesta y bajo los efectos del licor, al intentar la violación de la hija de un colega, termina matándola. Le ponen dieciseis años de cárcel y allí conoce a una mujer tempranamente seducida, que pasó de mano en mano hasta ser burlada por un enamorado al que mató. La historia termina cuando se inicia la amistad y amor de ambos pero sin desenlace feliz, pues ella salió antes que él. Nicolás, en cambio, terminó devorado por la prisión, es decir, muerto. 

El 43 viajó México con su familia y tras la victoria popular del 28 de Mayo de 1944 fue Encargado de Negocios del Ecuador en ese país y apareció “La Hoguera Bárbara” en 311 págs. hermosísima biografía novelada del caudillo liberal Eloy Alfaro, donde logra altos niveles dentro de tan difícil género. Obra escrita como una necesidad política de reivindicar a un personaje calumniado por la clerecía y los fanáticos del país que lo presentaban como un monstruo diabólico, un cínico, un aventurero y un asesino, según aclaró el autor, refiriéndose – claro está – al Dr. Wilfrido Loor Moreira, gran escritor manabita de ideas ultra conservadoras, autor de una biografía de Alfaro, rica en detalles desconocidos sobre la vida del Caudillo pero totalmente errada en cuanto al criterio con que le trata. 

Se ha dicho, además, que Alfredo “prefirió presentar a un hombre, más que a un caudillo, deteniéndose a describir sin ditirambos aspectos polémicos de su vida, como el ejercicio del poder en su segunda administración que fue tildada por muchos de autoritaria. Esta novela, además, fue concebida como la exposición de un catedrático que necesita aclarar, orientar, y enseñar a la opinión pública un saber histórico, social y cívico que procura objetividad, sin dejar de defender el punto de vista y la posición del historiador,” que también se impuso la tarea de revisar y revalorar la narrativa histórica nacional y se afirma en ello no como un intelectual que va de la literatura a la historia, sino como el escritor que debe asumir una tarea que la intelectualidad parecía abandonar, esto es, la ruta de Alfaro hacia la transformación del país hasta alcanzar la modernidad”. 

A fines del 44 fue electo Jefe de la misión de la United Nations Relief and Rehabilitation administration (UNRA) programa internacional creado por el presidente norteamericano Franklyn Delano Roosevelt para el socorro y rehabilitación de los pueblos devastados por la Guerra. Primero estuvo en México con jurisdicción para toda Centroamérica. “Tenía que comprar los excedentes de la producción de esos países para enviar alimentos a la gente que salía de los campos de concentración, como también médicos y enfermeras”. Luego pasaría al cono Sur, estuvo en Buenos Aires con funciones en Argentina, Uruguay y Paraguay hasta el 47. 

El 46 se editó en México su “Breve Historia del Ecuador”, por encargo del Ministerio de Educación y como parte de una serie de pequeñas historias de los países de la América Latina. Relación bien escrita de nuestros principales hechos políticos; sin embargo, como no apareció el capítulo del problema fronterizo con el Perú, la desautorizó mediante Carta abierta aparecida en algunos países de América. 

Del 47 es su novela “Las Tres Ratas” en 198 págs. novela de tres hermanas, miembros de una decadente familia liberal, historia de gran impacto y tremenda desenvoltura entre el argumento, el desarrollo y las conclusiones, comenzada en 1942 y terminada de apuro, en solo tres meses, para el Concurso “Farrar and Rinehart” donde logró la segunda mención detrás de Nuestro Pan de Enrique Gil Gilbert y llevada al cine argentino por Luis Saslavsky con la actuación de Meche Ortíz, Amélida Bence y María Duval estrenándose en el teatro Opera de Buenos Aires con gran éxito. La premiere en el Ecuador se llevó a efecto en el Bolívar de Quito, asistiendo su amigo personal el Presidente Carlos Julio Arosemena Tola, su esposa Laura Monroy Garaycoa, Alfredo y Meche. A la salida fue aclamado por el pueblo y recibió un emocionante homenaje en la Casa 

Presidencial. Desde ese momento fue considerado el mayor novelista del país, coincidiendo que ya para entonces comenzaba a diversificarse a través de la biografía, la historia, el ensayo político y social, etc. lo que ha ocasionado encontradas opiniones, pues mientras algunos críticos han celebrado abiertamente esta variación de estilos y géneros, otros se han manifestado en sentido negativo, pues la novela latinoamericana perdió a uno de sus mejores exponentes. 

En Febrero del 48 dio a la luz “Consideraciones sobre el hecho literario ecuatoriano” conferencia en 17 págs. aparecida en el tomo III del No. 6 de la Revista de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Sus amigos Luís Verdesoto Salgado y Francisco Salgado le llevaron a dictar clases a las Facultades de Filosofía y Letras, y Jurisprudencia, y como no tenía título de bachiller la Universidad le otorgó el doctorado en Historia y hasta quisieron darle el Honoris Causa que bien se lo merecía, pero no le faltaron enemiguitos que se opusieron y decidió renunciar a dicho honor. 

El 49 estuvo muy molesto con una incómoda verruga que le salió en uno de los talones, fue operado dos veces y empezó a escribir una novela cíclica en seis volúmenes, que luego redujo a solo tres, con historias desde la revolución Juliana de 1925,tiempode su generación y de las ideas sociales en el Ecuador, hasta la contemporaneidad. Lío de superposición, de verdad, de magia, de aliento subterráneo, con un personaje llamado Pablo Canelo, muy humano por cierto. Ese año terminó el primer volumen que envió a la Editorial Lozada de Buenos Aires. 

Con Benjamín Carrión, Guillermo Lasso, Gonzalo Maldonado y otros amigos fundaron el diario “El Sol”, que calificaron como diario de ideas, que depositaba su fe en el destino histórico del Ecuador, para lo cual realizó un viaje a New York a fin de conseguir una máquina impresora moderna. “El Sol” fue una valiosa publicación pero a la postre no resultó negocio y ante la falta de capital tuvo que ser vendido el 52 a Francisco Illescas Barreiro. A consecuencia de esta aventura periodística perdió los ahorros de toda su vida y quedó desempleado. Durante su gerencia había tenido magníficas oportunidades. El Presidente Velasco Ibarra le había querido designar Ministro de Gobierno en reemplazo de su amigo Carlos Guevara Moreno. 

Este año hizo un viaje relámpago a New York y obtuvo la distribución de la International General Electric X Ray and Medical Products División para el equipamiento médico y quirúrgico de los hospitales y con la Ligget Drug Co. subsidiaria y vendedora de la cadena de farmacias Rexall Drug Co. pero no le fue bien en estos negocio y apareció la segunda edición -en este ocasión completa- de su “Historia del Ecuador” en la CCE en cuatro pequeños volúmenes con hermosos grabados de Galo Galecio. También fue de este año una pequeña biografía novelada bajo el título de “Vida y leyenda de Miguel de Santiago” que no tuvo mucha suerte por la notoria escasez de documentos sobre el personaje, aunque trató de recrear la atmósfera del siglo XVII con sus problemas para lograr la humanización trágica del pintor, y fue electo Miembro de Número del Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía. A fines del 53, en situación de apremio, el Consejo Ecuatoriano de Economía le llevó a su seno pues debía sobrevivir con los suyos. También consiguió una vocalía en el directorio del Banco Central del Ecuador y como tal pasó a conformar la Junta Monetaria donde permaneció reelecto hasta 1960. 

Este período fue de intensa madurez literaria. Se volvió introspectivo y meditaba. Entre el 53 y el 61 fue Miembro titular de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. El 54 lanzó la tercera versión ampliada de su “Historia del Ecuador” también en cuatro volúmenes y finalmente pudo dar forma a uno de los más vastos planes que registra la historia de las letras ecuatorianas con la llamada novela río, obra peligrosa por enorme y que se desenvuelve a través de un personaje contemporáneo. 

Siempre tuvo planes literarios ambiciosos y siendo un escritor disciplinado y trabajador pudo completar finalmente los tres tomos de los Los Nuevos Años que había comenzado mucho antes y llamaron: 1) “La Advertencia”, editado el 56 en 423 págs. que como ya se dijo fue escrita entre el 48 y el 51 y trata sobre la revolución Juliana, 2) “El aire y los recuerdos”, 1959 en 273 págs. escrita el 57 refiere la famosa Guerra de los Cuatro Días en el Quito de 1932 y 3) “Los Poderes Omnímodos”, finalizada en Costa Rica y erditada como las anteriores en Buenos Aires en 1964, en 235 págs. escrita entre el 58 y el 61, versa sobre el primer velasquismo y sus secuelas y encierra la vida política del Ecuador desde la revolución del 9 de Julio de 1925 hasta la gloriosa revolución popular del 28 de Mayo de 1944. De esta tercera y última novela río escribió Alejandro Carrión lo siguiente: Alarico Zaragata (José María Velasco Ibarra) el demonio de la demagogia, se adueña del país con la complicidad de Ribaldo Catinga (Carlos Guevara Moreno) el mendaz esbirro intelectual, alternan con personajes históricos e inventados, con nombres propios de políticos y escritores y con nombres supuestos de seres que debieron existir para la trabazón de la parte novelesca de la historia novelada. Estas tres novelas, que forman un solo conjunto, constituyen la obra más ambiciosa dentro de la novelística moderna ecuatoriana del siglo XX. 

Tan vasto plan de acción constituyó un esfuerzo sobrehumano, casi imposible, pero finalmente lo consiguió tomando posiciones artísticas sin dejar a un lado los recursos de la novela tradicional para lo cual tuvo que profundizar sus discursos, volviéndose menos social e intentado un renacimiento creador a base de temas históricos no ficcionales. La obra tiene mucho movimiento pues cuenta hechos e historias, todo mezclado. Los personajes son reales y hasta conflictivos, con una marcada influencia de Thomas Mann, escritor a quien había estudiado a conciencia en su ensayo “Thomas Mann y su nuevo humanismo”, editado el 56 en 257 págs. trabajo erudito, profundo, aunque todavía no se le concede la debida importancia. El crítico Leonardo Valencia se ha preguntado al respecto ¿Qué papel jugó un escritor alemán en un medio como el nuestro? Alfredo si lo sabía pues todas sus tensiones como escritor, las que le llevaron a probar varios registros, se condensaban a su manera en los conflictos de Mann, pues ambos venían de la burguesía, habían viajado por el mundo, tenían madres extranjeras, y el radicalismo de denuncia de sus contemporáneos no les convencía del todo, esto último creaba un difícil conflicto en la modernidad que les tocaba vivir. 

En Agosto del 56 escribió varios ensayos cortos para la Historia de los pueblos de América, de la Editorial Zig-Zag de Santiago de Chile y editó “La Lucha por la democracia en el Ecuador” en 164 págs. discurso histórico compuesto como capítulo de “The Struggle for democracy in Latin America”, obra del profesor Harry Kantor, de la Universidad de Florida, en la que colaboraron grandes personalidades internacionales como Víctor Raúl Haya de la Torre del Perú. Este ensayo ha conocido nuevas ediciones, una de ellas en los años 80 en la Universidad de Guayaquil. 

El 57 fue Asesor de historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia y dio a la publicidad una sentida “Carta al fallecido Joaquín Gallegos Lara” en la revista “Letras del Ecuador” al conmemorarse el X aniversario de su fallecimiento. El 58 apareció una nueva edición de su Historia en dos volúmenes de 496 págs. 

Entre el 58 y el 61 fue Profesor de Historia de la Cultura en la Universidad Central. El 61 pasó a San José de Costa Rica como Subdirector del Instituto Internacional de Estudios Políticos y Profesor de Historia de América y Teoría Política y no desaprovechó su tiempo pues escribió dos ensayos: “América Latina en el mundo de Hoy” para Cuadernos Americanos de México y “Tres afirmaciones de conciencia latinoamericana” para Cuadernos por la Libertad y la Cultura de París. La revista Américas de la Unión Panamericana con sede en Washington le contrató veinticuatro artículos para publicarlos durante dos años en español e inglés sobre personalidades latinoamericanas. Igualmente terminó su tercer tomo de la novela rio, como ya se dijo. 

El 62 le ofrecieron la cátedra de Historia de América Latina y Relaciones Internacionales para los Cursos de Postgrado de la Universidad de Florida con sede en Gainesville, viajó a Europa y tomó un Curso intensivo de inglés en Londres. Aceptada la cátedra, fue Profesor principal a tiempo completo por tres años. De esta época son algunas de sus brillantes conferencias en las Universidades Norteamericanas, pero se sentía solo y hasta sufrió el 63 de unos agudos dolores de ciática, que se trató él mismo estudiando el método de gimnasia china Tai-Chi, prácticada en las mañanas, que realizó desde entonces. El 64 le otorgaron el doctorado Honoris Causa y entre el 65 y el 67 fue profesor del Centro de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad de Coral Gable de Miami. 

El 66 editó un ensayo sobre “El Ecuador de Eloy Alfaro” y como intentaba una nueva fórmula de novela, deshumanizada, comenzó “Las pequeñas estaturas” aventura toda en símbolos que requería técnicas y cuidados nuevos. “Hablan los personajes sin apellidos, no hay país sino uno que no existe pero es subdesarrollado, donde todavía se juega al fútbol con los pies, los toros y las vacas hacen el amor directamente y la gente vive sin computadoras. Además de los dos personajes centrales habla también un relator de vez en cuando, será un libro idealista pero no optimista. “Nunca he trabajado tanto en literatura y a veces me temo que mis dificultades revelan decadencias o es que me exijo mucho”. 

Este tipo de novela abstracta era la novedad del momento, pero como en el teatro, sucede que toda novela requiere de movimiento, contar asuntos, sucesos, más que ideas. Alfredo siempre había sido muy imaginativo, culto y hasta erudito, pero no tenía la condición de filósofo ni de pensador y como se quedó en el medio de todo esto, por su lectura monótona y por lo tanto cansada y a veces hasta farragosa, las Pequeñas Estaturas constituyeron un terrible fracaso. Sería de mucho interés estudiar la influencia que ejerció el medio norteamericano desde el 64 para transformar su estilo tan personal en algo diferente; sin embargo, aclaró en carta del 66 a Demetrio Aguilera Malta: “he pasado unos malos momentos, quizá el sobrehumano esfuerzo que hice por el idioma inglés para mis clases y para cursos en los que no tenia experiencia, me dejó fatigado y pagué la cuenta después, cuando ya mi vida es demasiado sosegada y tranquila, el trabajo fácil y la rutina sobrecogedora. Me he repuesto pero no resistiré mucho tiempo así. Siento que se me pierde el alma y hago planes para regresar al Ecuador – ya había caído la írrita Junta Militar de Gobierno – pero me mantiene en este sitio la educación de Francisco – su hijo menor – que se graduará de Bachelor dentro de algo más de dos años. Su educación me cuesta muy poco porque soy profesor”. 

El 67 finalmente pudo regresar a Quito, enseñó Historia de la Cultura e Historia del Ecuador en la Universidad Central y para completar sus ingresos ocupó la Subgerencia del Banco La Filantrópica, luego pasó a la Subgerencia General del Banco Popular hasta el 74, que se separó por su enfermedad cardiaca, aunque siguió como miembro del Directorio hasta el 84. Después diría que no le había gustado la actividad bancaria, tan alejada de lo suyo pero al mismo tiempo tan necesaria para su economía siempre débil. 

Su amigo el Prof. Karl H. Heise el 69 editó “La evolución narrativa de Alfredo Pareja Diez – Canseco” que le había servido de tesis doctoral en la Universidad del Estado de Michigan. Allí expresó lo siguiente: “Es en verdad un artista, su trayectoria novelística acusa una constante superación y madurez, consecuencias estas de un proceso evolutivo y no revolucionario y de su formación de hombre y artista”. El 70 finalmente editó en Madrid “Las Pequeñas Estaturas” calificada de novela esperpéntica, irónica, mágica y fascinante, coincidiendo con la aparición de los cien volúmenes titulados “Clásicos Ariel” que dieron a conocer a Hernán Rodríguez Castelo como el gran crítico literario de todos los tiempos, quien calificó a “Las Pequeñas estaturas” de una novela de hoy, pero de nada sirvió su réclame pues el Ecuador la ignoró por completo, calificándola de novela insulsa y hasta pesada, prácticamente ilegible. 

HRC eufóricamente anunció “es una novela de hoy, que trata sobre un mundo en trance de cambio, con una organización que reduce y empequeñece las estaturas de los personaje. Su forma: el monólogo interior, aunque tiene pasajes tratados con estilo directo. El Epílogo lo da Alarico Saragata – Velasco Ibarra en su novela rio – de suerte que se integra a la serie de los Nuevos Años sin ser parte de ella. Monólogos interiores que avanzan paralelamente sin encontrarse, formando entonces un contrapunto. Al final anuncia una técnica de novela escénica que será su siguiente obra: “La Manticora”. 

Esta nueva manera de escribir le volvió al final de sus días un escritor para élites altamente intelectualizadas y a pesar que “Las Pequeñas Estaturas” salió entre los cien Clásicos Ecuatorianos, colección que tuvo una difusión masiva en el Ecuador, ni gustó ni fue apreciada, especialmente por su monotonía, pues Alfredo, siendo un escritor inteligentísimo y simpatiquísimo, nunca llego a la genialidad de un Thomas Mann, de un Stefan Sweig, causándole este rotundo fracaso una verdadera decepción, y no era para menos, pues si el abstraccionismo en pintura muchas veces cansa por su monotonía y porque no llama el interés, en literatura es peor, pues obliga al lector a a realizar un esfuerzo para el que no está preparado y/o capacitado. “Las pequeñas estaturas” constituye en la literatura ecuatoriana un esfuerzo bien intencionado, pero estéril y absurdo. 

Su argumento se desarrolla en cualquier población de cualquier país aunque bien puede ser Ecuador. En una casa viven tres mujeres, una de ellas – Redama – es la protagonista. Un joven llega con un objetivo terrorista que se diluye al poco tiempo. Aparece una bruja que juega el papel de una sociedad injusta, inequitativa y mala. Todo en medio de una trama confusa, conectada con las ilusiones revolucionarias de los años sesenta y sus efectos guerrilleros. Al final, debe surgir en la mente del lector una comparación con las figuras del quehacer político nacional, empequeñecidas ante la bruja Facinata que representa las oscuras fuerzas del imperio yanqui que permanente las vigila. 

El 73 fue electo Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores y Profesor de Investigación de la Universidad Central. El 74 imprimió “La Manticora”, novela o fábula de la realidad hispanoamericana, con sus creencias, valores, supersticiones y brujerías, mundo ilusionante escrito en estilo intemporal, con un retablo de caricaturas de tipos humanos latinoamericanos en afán de resolver el problema de la vieja Europa trasplantada a América, trasplante falso y monstruoso que los escritores peruanos de los años treinta habían tratado de explicar, especialmente los del APRA, con Antenor Orrego autor de la teoría de “Pueblo Continente”. Esta nueva novela resultó menos leída y entendida que la anterior por ser más difícil aunque contiene caminos que se abren con fuerza y por no ser literatura de diversión constituyó otro fracaso, pues fueron muy pocos los que se interesaron por ella y menos aún los que la llegaron a entender. La crítica erudita anotó como defecto un exceso de verbalismo que hacía difícil su lectura pero el vulgo dijo que si no contenía una trama rica en experiencias y sucesos, estaba condenada a no interesar, como efectivamente así sucedió, y constituyó otro lamentable descalabro editorial. 

Tanto esfuerzo por renovarse constantemente – siempre fue un trabajador férreo, disciplinado, recio, perfeccionista – le dejó prácticamente extenuado, pues para sus últimas novelas acostumbraba escribir veinte páginas diarias trabajando a tiempo completo, que luego reducía a solo cinco; quizá por eso, al finalizar La Manticora dijo adiós para siempre a las novelas para consagrarse únicamente a la historia como género objetivo y lógico. 

El cambio se debió a las tensiones emocionales que le producía la literatura abstracta, incluso le ocasionó un síncope cardiaco, principio de su deterioro final. 

El 75 editó “La Administración y las Instituciones en la Real Audiencia de Quito” texto que compuso para sus alumnos de Ciencias Internacionales en la U. Central. En 1977 recibió la Orden Nacional al Mérito del Ecuador. El 78 organizó el “Grupo de los Veinte” que presidió su amigo Galo Plaza Lasso para supervigilar el largo retorno a la democracia, pues los Triunviros militares usaban de toda clase de mañoserías, subterfugio y triquiñuelas para no devolver el poder a la sociedad civil o por lo menos para demorar en todo lo posible ese momento, que el país reclamaba y así se dieron los escandalosos sucesos de “la mano negra y el vacío de poder” (sic.) 

Entre el 78 y el 80 enseñó Literatura Extranjera en la Universidad Católica. El 79 acompañó al presidente electo Jaime Roldós Aguilera en su gira por varios países, entre ellos Nicaragua, que se debatía en el caos tras superar la vergonzosa dictadura de los Somoza, padre e hijo, Tacho y Tachito. Ese año recibió de los dictadores el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo consistente en una suma de dinero y Diploma. El país entero alabó el gesto pues el agraciado merecía el reconocimiento de la nación a su permanente labor de entrega a la cultura nacional. Fue uno de los últimos actos dictatoriales. 

Se dijo entonces que se había premiado su última obra “De la prehistoria a la conquista española” aunque en realidad se galardonó su constante disciplina y tensión intelectual como novelista, biógrafo e historiador. Alfredo lo recibió en nombre de sus compañeros generacionales y pocos días después fue designado Ministro de Relaciones Exteriores con gran contentamiento de la República, en el primer gabinete de Roldós. Estaba en el momento vital en que los escritores cosechan el fruto de sus obras, que les llega en premios y/o nombramientos. Mas, en su caso, siendo un ser excepcional, nunca se ensoberbeció. 

Su desempeño fue brillante, restableció las relaciones diplomáticas con Cuba rotas desde el 62 por imposición directa de la CIA, reconoció a la República Popular China con grave escándalo de los pacatos de siempre enseñados a creer en las reglas fijas y mentirosas de la Guerra Fria, donde los Estados Unidos a través de los medios de comunicación colectiva había satanizado a los países de la órbita comunistas. Al mismo tiempo viajó con el Presidente para que éste expusiera ante los países de Latinoamérica su 

famosa “Doctrina Roldós” pero dada la pequeñez de nuestro país y la mediocre labor de nuestra diplomacia quiteña que no hizo nada por mantenerla a ultranza, pronto pasó al olvido, aunque en su momento gozó de gran publicidad oficial. 

I como nadie la recuerda, porque sus conclusiones nunca se incorporaron en la Constitución de la República y el siguiente gobierno la olvidó ex profeso, aquí va: La Doctrina Roldós propuso una Código de Conducta entre las naciones de América Latina para la defensa de los derechos humanos. No de una defensa retórica o simplemente declarativa, pues por encima de la soberanía de los Estados y al margen de consideraciones políticas, en América Latina debe primar la defensa efectiva de los derechos fundamentales. 

Para su acatamiento se convocó a una Reunión Internacional de jefes de estado en Riobamba y se firmó una “Carta de Conducta” que apuntaba a pasar del simple compromiso jurídico a la acción política. Mas, tanto las tiranías de derecha como las de izquierda soterradamente se opusieron a su vigencia y hoy América Latina sigue sufriendo – como antes – la violación de los Derechos Humanos a vista y paciencia de la ONU, la OEA, etc. 

El 80 renunció a la Cancillería para dictar un curso de doctorado en los Estados Unidos, según se dijo, aunque en realidad lo hizo por cierto desacuerdo con sus amigos intelectuales pues eran los tiempos de la dictadura militar argentina y siendo dicho país uno de los garantes del protocolo de Río de Janeiro se optó por no desairar al Agregado Militar de esa nación en Quito, a pesar que representaba a un feroz gobierno represivo. 

El 81 fue Asesor de Estudios Históricos de la Cancillería y dio a la imprenta “Ensayos de ensayos” reedición de trabajos ya publicados. El 82 dictó un semestre en la Universidad de Texas. El 83 fue nombrado por el Presidente Oswaldo Hurtado para ocupar la Embajada del Ecuador en Francia y ante la Unesco y le correspondió acompañar a Abelardo Pachano y a Pedro Pinto en la renegociacion de la Deuda Externa, otro vergonzoso dramón económico, de los que el país presencia cada cierto tiempo. 

El 85 viajó a China especialmente invitado por ese gobierno y fue el único escritor ecuatoriano señalado por el periódico francés “Liberation” para responder el difícil tema ¿Por qué escribo? De regreso al Ecuador fue designado Profesor de Investigación en la Facultad Interamericana de Ciencias Sociales FLACSO que funciona en Quito. 

El 86 la Universidad de Guayaquil le confirió el doctorado Honoris Causa y escribió “Notas de un viaje a China”. El 14 de Abril del 88 recibió un homenaje nacional en Quito con motivo de sus ochenta años. Retirado del mundillo social dedicaba su tiempo a la investigación. La Editorial El Conejo publicó su Historia del Ecuador, época contemporánea, en 45 fascículos. Escribía semanalmente para los diarios Hoy de Quito y Expreso de Guayaquil. 

El 89 apareció “El Duro Oficio” hermoso libro con entrevistas grabadas por Francisco Febres – Cordero para periódico, pero como todo lo que hace el pájaro, que siempre intenta ser gracioso hasta en los temas más serios y a veces solo dá con lo superficial o pueril, no proporcionó al lector cuanto éste deseaba saber sobre el gran escritor. En lo positivo la obra contiene transcripciones, cartas, documentos y un Curriculum pero en desorden porque así creen algunos periodistas que resulta más fácil de leer y hasta más bonito. El estilo es casi coloquial aunque resulta injusto tratando algo tan serio como es la vida y obra de un escritor clásico para el país. Se nota que le faltó al autor un mayor conocimiento del personaje, de su entorno familiar guayaquileño y peruano, lo que hubiera permitido acercarse a sus motivaciones, por eso no existen las preguntas decidoras en muchos pasajes, que deja abiertos con interrogantes que quizá ya no se podrán llenar jamás. 

El 91 fue candidatizado por el Consejo Nacional de Cultura para el Premio Internacional Príncipe de Asturias que anualmente concede España a diversas personalidades mundiales. 

En Marzo del 93 la Academia Venezolana de la Lengua y la Embajada del Ecuador en Caracas le organizaron un homenaje pero se excusó de asistir manifestando en carta del 27 de Abril que no se sentía bien de salud. No era un presentimiento sobre un cercano fin, era la realidad misma y él lo sabía. 

Vivía en un cómodo y elegante departamento propio, acompañado de su esposa – pues siempre fueron un matrimonio bien llevado – quien le cuidaba con amor. Hacía la gimnasia diaria, bebía su vaso de wisky, no fumaba, meticuloso en sus alimentos, no probaba grasas ni nada nocivo y así prolongó activamente sus días hasta el lunes 3 de Mayo de ese año 93, que falleció a las 12 y 15 de la tarde en la sala de espera del consultorio de su cardiólogo el Dr. Fernando Bustamante, cuando había concurrido para hacerse un chequeo médico de rutina. Tenía ochenta y cuatro años de edad. 

De estatura más que mediana, tez blanca rosada, delgado siempre, pelo negro y bigotes que los años volvieron canos. De porte distinguido y maneras elegantes, una amplia y sincera sonrisa completaba su amable figura,afectuosa y expansiva. Buen conversador y de temas múltiples, amigo leal y hombre de profundos ideales democráticos. Socialista en su juventud, luego desengañado de la política pero no vencido, por eso esgrimió su pluma con optimismo y verdad; finalmente formó parte del grupo de Galo Plaza que tanto dominó en Quito y en el país cuando no gobernaba Velasco Ibarra. Como anécdota de interés cabe indicar que estando en su casa a la hora del almuerzo, tocaron la puerta y salió la doméstica, quien regresó con un sobre muy elefante por cierto. Se trataba de la invitación formal que le hacía el Embajador de República Dominicana para un gran cocktail que se brindaría por los veinte y cinco años de la era de Trujillo, el sangriento dictador del Caribe. Todo fue que Alfredo lo abrió y se dio cuenta del contenido, salió a la carrera y logró atajar en media calle al portador de la misiva, increpándole de la peor manera. Finalmente le devolvió la invitación rota y gritó: Dígale Ud. al Embajador dominicano que cómo se ha atrevido a invitarme a un acto tan bochornoso, vil y degradante. 

El mayor escritor ecuatoriano por muchísimos años hasta su muerte, su obra figura entre lo mejor de Latinoamérica. Fue el primero del Grupo Guayaquil en situar la acción de la novela en la ciudad alejándola del campo; su constante experimentación y materiales cambiantes hicieron a sus obras, sólidas, complejas y maduras. Fue un gran hombre, un brillante y disciplinado escritor y tuvo la suerte de contar siempre y en forma por demás solidaria, a su inteligentísima cónyuge, que lo asistió, aconsejó y ayudó. 

Sus personajes tienen gran penetración psicológica. Baldomera es su creación más popular aunque no la mejor de todas Mulata, militante, contestataria y enemiga del estado de cosas imperante en el país a principio de los años treinta..
La amplitud de sus ideales le puso sobre la mentalidad chata del país, por eso caminaba siempre adelante, sus dos últimas novelas no han sido suficientemente entendidas, pero quizá algún día lo serán cuando el lector ecuatoriano evolucione literariamente hacia planos abstractos. 

El estudio de su producción novelística, para facilidad del análisis, se divide así: 

1.- De El Muelle en 1933 a las Tres Ratas en 1944. Etapa del realismo Social, 

2.-De La Advertencia en 1956 a Los Poderes Omnímodos en 1964. Etapa histórica, 

3.-De las Pequeñas Estaturas en 1970 a La Manticora en 1974.- Etapa Abstracta.