PAREDES HERRERA FRANCISCO

COMPOSITOR.- Nació en Cuenca el miércoles 8 de Noviembre de 1891 en una casona del barrio de San Francisco. Hijo único del Profesor Francisco Paredes Orellana, músico y organista, maestro de capilla y cantor de la Iglesia Catedral, de San Francisco y de la capillita de los salesianos, calificado de viejo bueno, bonísimo; y de su cónyuge Virginia Herrera, que falleció joven en Cuenca. 

Siguiendo el ejemplo de su padre desde muy niño se interesó en el aprendizaje de la guitarra, la concertina y el armonio, siendo su progenitor quien le inculcó los rudimentos musicales y pronto demostró un claro talento. 

De escasos siete años ingresó a la escuela de los Hermanos Cristianos donde hizo la Primera Comunión, cantó en el Coro escolar que dirigía el hermano Agustín y completó la primaria. Luego pasó al Colegio de San Luis y fue un alumno bueno pero tan olvidadizo que a veces ni siquiera preparaba las lecciones por componer música y al llegar al quinto curso abandonó los estudios para tomar clases de armonía y composición con el padre italiano José Nicolás Basso, de la orden salesiana. 

En 1904 se inició como Ayudante de la Dirección de bandas militares de Cuenca, cargo que mantuvo con breves interrupciones hasta 1915 y como tenía una hermosa caligrafía también fue copista de música en dichas bandas. Era un joven que vivía inmerso entre notas y melodías componiendo canciones con tanta facilidad que causaba el asombro de las gentes sencillas de entonces, poco familiarizada a esta clase de genialidades. 

En 1910 creó el pasodoble “Viva Plaza” dedicado al General Leonidas Plaza Gutiérrez, estrenado ese año en Cuenca por la banda del batallón “Constitución”. 

En 1913 compuso el vals “Soy Feliz” dedicado a su amigo Rafael Sojos y con Alfonso Estrella Marchan partió a la provincia de El Oro en gira artística. Primero estuvo algún tiempo en Zaruma, organizando una banda militar y conquistando no solamente por su arte sino también por sus delicados modales y elegancia en el vestir. Con su amigo eran los dandies preferidos en todos los ambientes y despertaban ilusiones en los corazones femeninos. Allí formó la banda de la escuela “Juan Montalvo”, actual Centro escolar Guillermo Maldonado. 

De vuelta a Cuenca tras esta primera aventura formó con Rafael Estrella, Remigio y Rafael (Rapha) Romero y Cordero, Rafael Sojos, Carlos Arízaga Toral, Aurelio Ordóñez Zamora, Enmanuel Honorato Vázquez Espinosa el célebre Club Estrella y compartieron una sana bohemia de música y literatura. 

Paredes era por entonces un guapo mozo que solía brindar por las noches hermosos serenos. “Garboso, ufano con el buen terno, la pavita de rebeldes crenchas, corbata de lazo, su floral ojal, pantalón, el abrigo al brazo…. no le rodaba un moco”. Tenía solamente veinte y dos años. 

En 1919, durante el trayecto del camino a una serenata vísperas de San Juan, compuso la música del célebre pasillo “El alma en los labios” basado en la letra del malogrado vate guayaquileño Medardo Ángel Silva, queseempezóatocaryacantarcon inusitado éxito y delirante entusiasmo en todo el país. 

Silva se había suicidado la noche del 10 de Junio de 1919 pero la noticia arribó tarde a Cuenca, pues recién el 15 se enteró Paredes cuando iba camino de la peluquería “La Elegancia” de Justo Lucero, que funcionaba en los bajos de la casa de Hortensia Mata. Impresionado vivamente, compuso la música que requería letra tan sentida como bella y el 21 la terminó, cantando el pasillo por primera ocasión la noche del 22, en el sector de la Virgen de Bronce, ante sus amigos Alfonso Estrella Marchán, Alberto Andrade Córdova y Víctor Sarmiento. 

Entre los años 20 y el 22 enseñó música en el Colegio “Nueve de Octubre” de Machala, querido de profesores y alumnos e hizo entrañable amistad con Rodrigo Chávez González, a la par que enviaba sus composiciones a José Domingo Feraud Guzmán para que fueran impresas en ediciones para rollos y en rollos para pianolas y como estaba en toda la moda ritmos tales como el one step, el fox trot, la polka y el cuplet, compuso canciones de acuerdo al momento histórico y social que se vivía, que no era otro que el de los Estados Unidos y la Europa de la primera postguerra. 

En 1922 creó el pasillo “Anhelos” con letra del poeta mexicano Juan de Dios Peza y viajó a Guayaquil como Director artístico de la fábrica de rollos para pianola de Feraud Guzmán, donde se mantuvo por seis años, ayudándose económicamente como docente de música en algunas escuelas fiscales. 

El Sábado 14 de Abril de 1928 se estrenó su pasillo Flor de Trópico en la función de gala que ofreció la afamada artista argentina Mae Turgenova en el teatro Eden, Poco después puso música a un nuevo pasillo escrito por Rodrigo Chávez González y a un tango del mismo escritor titulado “El Tango Sintético.” 

Un numeroso grupo de intelectuales del país pidió al Ministro de Instrucción Pública, que habiendo concluido la beca en París del pianista Gustavo Bueno, se la traspasara a Paredes, lo que no fue posible por la negativa del gobierno, ya que entonces se pensaba que la música popular no era tan importante como la clásica. Ese año falleció su padre en Guayaquil, pues desde hacia algunos años le acompañaba y estaba muy viejecito. 

Era el más conocido compositor nacional no sólo de música sino también de letras que daba a conocer bajo diferentes seudónimos porque siempre tuvo algo de poeta. Por sus anotaciones personales sabernos que gustaba firmar sus composiciones utilizando los más diversos nombres. 

En 1930 creó la música del pasillo “Rosario de Besos” con letra del poeta colombiano Libardo Parra Toro. Esa fue una de las primeras composiciones suyas grabada por la casa disquera “Víctor” y desde entonces las más afamadas casas grabaron sus composiciones. El 32 formó el Trío Guayaquil con el tenor Alfonso Calero, el barítono Carlos A. González, y Paredes en el acompañamiento al piano, realizando varias giras artísticas por el país. 

La noche del martes 23 de Mayo de 1933 compuso en su casa el pasillo “Tú y yo” con letra de Manuel Coello Noritz, poeta de Gualaceo y amigo muy querido suyo, melodía que se popularizó en 1964 cantada por los hermanos Miño Naranjo y obtuvo el Primer Premio de la segunda Feria de la Canción Iberoamericana. 

En 1935 puso música de pasillo al poema “Manabí” de su amigo Elías Cedeño Jerves, quien se inspiró en una puesta de sol guayaquileña para escribir dichos versos. La música quedó tan bien y resultó tan hermosa que Cedeño se emocionó enormemente y desde entonces es el himno de esa provincia. 

En 1936 la banda de la Armada de los Estados Unidos interpretó su obra “Recuerdos del Chimborazo” en un 

Concierto al aire libre en Bound Brook, New Jersey, trasmitido por la Red Azul de la National Brocadcasting Company por onda corta y para América Latina. 

Ese año decidió sentar cabeza y empezó a trabajar a tiempo completo como profesor de música de las escuelas de Guayaquil pero el nombramiento definitivo recién le llegó en 1943. Enseñaba cantos y rondas infantiles de acuerdo a la edad, obras en ritmos nacionales y nociones sobre teoría musical. Estableció un Plan de Música y Canto para los seis grados primarios con horas sociales y todo lo demás. Talentoso y cumplidor en sus horarios, lo hacía con mucha seriedad. 

En Agosto del 36 contrajo matrimonio en Quito con la dama guayaquileña Virginia León Barrera, de familia de músicos como él, matrimonio feliz aunque sin hijos. Tuvo de testigo al notable músico y compositor Sixto María Duran y volvieron a Guayaquil, habitando una casa de madera en Clemente Ballen entre Boyacá y García Avilés. 

Era un caballero naturalmente elegante en el vestir y muy preocupado de su persona aunque tímido y “sencillo como un nene”, que pasaban por victoriano y por bohemio y se entregaba en efusivos raptos de amistad al prójimo, por eso se contaban sus amigos por legiones y quizá por eso mismo había llegado a los cuarenta y cinco años sin tener ahorros ni inversiones. 

De temperamento nada vulgar, moreno, alto, delgado y de buen porte, “achicaba sus ojos la espontaneidad de la sonrisa entre la jorga”. En política era un convencido militante socialista que había compuesto la música del himno de ese partido y en su casa empezaron a celebrarse las reuniones del Consejo Provincial Socialista del Guayas. 

Ese año recibió el homenaje de la Orquesta Filarmónica de Cuenca, “El Universo” colocó su retrato en el salón de honor del periódico por ser el autor de la música del himno institucional, y puso música al poema Partir” del colombiano José María Trespalacios, surgiendo el “Unamos los Corazones”. 

En 1937 inició un Diario de anotaciones personales que se conserva en poder de los parientes y a pesar que era considerado una máquina de hacer música y que componía sin descanso de día y hasta de noche, vivía modesta y pobremente, de su sueldito de profesor fiscal, pues aún no era obligatorio el pago de regalías por autor. 

En 1945 recibió el homenaje de varias instituciones culturales del país. El 47 una Mención de Honor de la Casa Reed and Reed. Ese año IFESA comenzó a producir los primeros discos ecuatorianos en Guayaquil. Eran de carbón y setenta y ocho revoluciones por minuto. El primero impreso contiene el pasillo “En las lejanías” del dúo Cárdenas– Rubira y el valse “Ofrendas” del dúo Cárdenas-Mendoza. La novedad quedó rápidamente rezagada pues en 1948 apareció el disco long play en los Estados Unidos que ofrecía veinte y cinco minutos por lado en lugar de los cinco del disco de carbón. Los long play recién se produjeron en 1972 en el país. El 48 dedicó una sentida composición al Presidente Galo Plaza y su versión del Himno del Cantón Gualaceo fue oficializada. 

Sufría desde hacía algún tiempo de dolencias estomacales que se le fueron agudizando con el paso del tiempo al punto que ya no le dejaban salir de su casa y falleció en la madrugada del 1 de Enero de 1952, Su entierro se realizó el mismo día en el Cementerio General. Al cumplirse el año sus amigos le dedicaron una hermosa lápida de mármol. Durante el acto cantó sus canciones la soprano lírica española Maria Francisca Rimbaud. 

Se le conocen 219 composiciones pero el resto de sus obras que suman un total de 857 corresponden a 43 ritmos distintos, por eso se le conocía como el Príncipe del Pasillo o como La Máquina de hacer música. No produjo música sacra en razón de sus ideas, pero fue un romántico que supo cantar al amor y a la mujer, a la nostalgia, a las alegrías y penas de la vida, así como a la poesía y tristeza de los ratos perdidos. 

Existe una recopilación de sus obras con datos biográficos suyos escrita por su pariente la Dra. Paredes Roldan y titulada “Del sentir cuencano F.P.H. su vida y su obra 1891 -1952”.