PAREDES DE ALFARO ANA

PRIMERA DAMA DE LA NACION.- Nació en Panamá el 2 de Marzo de 1854, fue la séptima en una larga familia compuesta de trece hermanos hijos legítimos de José María de Paredes y Arce (1819-1894) y de Catalina Arosemena Quezada, panameños. 

El hogar de la familia Paredes Arosemena era acomodado y a él concurrían personas de diversa condición, desde los miembros de las más tradicionales familias del Istmo hasta viajeros de paso y personajes de la política latinoamericana. Entre ellos figuraba el joven empresario ecuatoriano Eloy Alfaro, enriquecido con las obras del canal que ejecutaban los ingenieros franceses. 

El matrimonio se realizó en la iglesia de La Merced de Panamá el 10 de Enero de 1872, El novio tenía treinta años y ella solamente iba a cumplir dieciocho pero se querían bien. “La señorita que el destino ha señalado para dulcificar mi vida se llama Anita Paredes y reúne todas las cualidades que necesita un hombre para ser feliz.” 

El primer hijo llamó Bolívar pero falleció a los dieciséis días de nacido. La segunda fue Colombia, nacida el 73, que casaría con el ilustre abogado Emilio Clemente Huerta sin hijos, pero el 76 a raíz del asesinato de García Moreno en Quito, el revolucionario que siempre fue Eloy Alfaro se despidió del hogar diciendo “Primero la Patria Anita idolatrada de mi alma, primero el deber” y se embarcó con destino a Guayaquil, donde corrió varias aventuras revolucionarias contras los regímenes de Borrero y Veintemilla. “Hay tanto que hacer” 

Nuevamente en Panamá tuvieron a Olmedo en 1879, los mellizos Colón y América nacieron el 81 pero el primero no sobrevivió. Esmeralda el 83 y como se interpuso la campaña Regeneradora contra la dictadura de Veintemilla y luego la aventura marítima del Alajuela el 84 y el exilio en Lima hasta el 89, de manera que entre el 86 y el 90 volvieron a estar separados, por eso es que el siguiente y último vástago llamado Colón Eloy nació el 91. 

Para entonces Anita seguía siendo la eterna enamorada de su esposo a quien admiraba en grado superlativo pero la pobreza había tocado las puertas del hogar y vivían de las ayudas económicas de sus parientes que nunca la abandonaron y de “los temores de la juventud había pasado al estoicismo permanente.” 

Con la revolución liberal del 5 de Junio de 1895 y el triunfo militar en Gatazo recibió el siguiente telegrama “Señora: Pongo a sus pies la espada vencedora del ejército liberal en el Ecuador. Bendigamos a la providencia. Abracemos a nuestros hijos. Eloy Alfaro.” 

El 13 de Enero de 1897 Alfaro fue electo por la Asamblea Nacional Constituyente para ocupar la presidencia de la República por un período de 4 años, de manera que en Julio arribó Doña Anita a Guayaquil con todos los suyos y fueron muy bien recibidos. El 27 de Agosto estaban en la casa presidencial alquilada en Quito dando ejemplo a esa sociedad a través de una vida ejemplar. Según Wilfrido Loor “era una digna matrona, católica, piadosa, de costumbres hogareñas irreprochables, querida y respetada de su marido. Algunos espíritus se forjaron la ilusión de que con su influencia disminuiría la furia sectaria del gobierno pero las esperanzas resultaron fallidas…” 

Al término de la primera presidencia de su esposo vivieron en Guayaquil pasando necesidades y pobrezas, pero al estallar la revolución e Enero de 1906 que dio nuevamente el poder Alfaro tras la batalla de Chasqui, los soldados del gobierno allanaron su residencia en el puerto principal, entonces se dio la anécdota decidora pues doña Anita les gritó “A mi esposo no se le busca en su casa si no en el campo de batalla.” 

El 29 de Enero de 1912 estaba en el barco que la había traído a Guayaquil, cuando su amiga Rosa Sotomayor de Lince subió a bordo para comunicarle la trágica muerte del General Alfaro y sus tenientes ocurrida en Quito la tarde anterior. Desde ese día la buena de doña Anita no dejó de llorar y fue perdiendo paulatinamente la vista en su nativa Panamá posiblemente a causa de una pertinaz glaucoma, hasta enceguecer totalmente. Su muerte se produjo en Guayaquil el 25 de Mayo de 1920, a donde se había trasladado en 1917 para vivir en casa de su hija Colombia, a la edad de sesenta y seis años, pero aparentaba más edad. En sus últimos días se negaba a ingerir alimentos. 

Fue una alma grande, recta y bella pues poseyó las virtudes que deben adornar a un ser humano con dignidad.