PANTALEON TAPIA TOMAS

POETA.- Nació en Guayaquil el 21 de Diciembre de 1920 y fueron sus padres José Joaquín Pantaleón Rojas a quien suponemos colombiano y por una foto sabemos que fue un caballero largo, alto, blanco, que desapareció de la vida de su hijo cuando este era niño y no sabemos a donde se fue, y Alicia Tapia Cárdenas, del pueblo llano, de raza cósmica, buena como el pan. Toda una dama según palabras de César Pérez Moscoso que la conoció y trató mucho. 

Creció pobre, débil, largirucho y enfermizo. Su carácter tímido le tornó huidizo, callado, sutil. Gustaba contemplar a su joven madre y a una tía soltera que con ellos vivía, cuando en prácticas piadosas rezaban el ángelus cayendo la tarde, quizá por eso siempre fue muy religioso. 

Estudió la primaria en la escuela fiscal “Simón Bolívar” y la secundaría en el Vicente Rocafuerte en mucha pobreza. El 35 formó parte del Club Deportivo California y jugo fútbol. En 1936 se despertó su ansia poética y sorprendió a todos con su poema “Busco un hombre” aparecido en el periódico estudiantil “Nosotros” bajo el pseudónimo de Tomás Ponce de León, que conmovió a las conciencias 

pacatas porque trata de sexo y amor. El escándalo, como es de suponer, fue grande y parece que le restó fuerza para seguir abriéndose hacia la poesía plena y natural a lo Porfirio Barba Jacob, a la que estaba llamado. 

Graduado de Bachiller en 1942 inició sin mucha vocación los estudios de Jurisprudencia y al encontrarse en el tercer curso viajó a Bogotá por invitación del gobierno del Presidente Alfonso López. Allí hizo vida cultural intensa, conoció gente valiosa, trató a los poetas y en 1943 fundó el Centro Cultura de la Universidad Nacional. Sus versos aparecían indistintamente con su nombre y apellido o bajo el pseudónimo de Tomás Tapia-Cárdenas, no sabemos porqué. 

Nuevamente en Guayaquil en mayo del 44 cantó el heroísmo del joven estudiante Víctor Hugo Paula victimado por los carabineros en un miting político. El 45 viajó a Quito llamado por su amigo Otón Castillo Vélez trabajó una corta temporada en el Ministerio de Educación y compuso “El Romance de Juan José Montiel” con mucho de García Lorca pues aun no encontraba su camino, que lo hallaría después con “Marino Azar” poema que le abrió las puertas de la fama nacional. // A Lydia -la mi amor-es la afición/ almar furente debo. / Nadie como las novias y el amor / para asirnos a un lance verdadero, / para darnos a Dios en su extendida / cosecha de luceros. // Y es de mi amor el mar de los navíos/ el mar y sus convólvulos ignotos / el mar y sus selváticas mareas / el mar y sus pequeñas raras vidas / hechas de polen y agua y de monedas / de valor ignorado y de naufragios // A veces, liberado del pequeño mundo en que habito, / tomado de la mano por un ciego destino / de milagro, lanzo al mar mi velero de mil velas /; lentamente, lenta, calladamente / van perdiendo su forma, litorales,/ islas del verde asidas, faros fantásticos. // Nadie detiene al mar, nadie a la nave. / Y yo mismo recorro los confines/ del agua rumorosa, calo la noche-mar, al cielo oscurecido doy candiles, / lumbre a la pipa, / y a mi canción ese aire marinero / que Lydia – la mi amor – una noche / de tantas, antes de irme a la mar, / me enseñó con su voz de alegoría….// 

En 1946 publicó algunas composiciones en la revista Letras del Ecuador”, sonetos que llamaron la atención por mesurados, de suave musicalidad y de misterio sin estridencias. Gabriela Mistral, que lo conoció con motivo de su venida al Ecuador, dijo de él: ‘’Muchacho alto, delgado y moreno como los Ceibos de su bosque tropical. Niño mayor de un talento claro y fuerte como el de pocos, a sus años y por nuestras tierras. Lo he quedado viendo y admirado por un largo rato, durante esa, su visita de azar, conque me colmara. 

En 1947 hacía una militancia activa en la Juventud Universitaria Católica JUC y frecuentaba los actos culturales del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura que acababa de fundarse, donde el 48 disertó sobre la Poesía. 

El 49 sorprendió con un poemario en el que recogió algo de lo publicado y tituló “Dejad que muera el odio”. César Dávila Andrade manifestó que el título debió ser Dejad que muera el odio y se levante la melancolía, porque tenía una seca dulzura, una persistente pero acendrada pena casi filosófica. Flota y se escurre melódica y transparente, en el ámbito silencioso como estático de su poesía, esa melancolía. Versos tiene que se deslizan en estado de vesperal contemplación. Hernán Rodríguez Castelo ha calificado a la obra de lúcida y apasionada, con poder de fórmulas verbales y recursos vigorosos, de cosmovisión y sensibilidad católica frente a la gran poesía religiosa del período formado por Francisco Granizo Rivadeneyra, Francisco Tobar y García, Rubén Astudillo y Carlos Eduardo Jaramillo. 

El 50 anunció otros versos bajo el título de “Arma ardida” pero que nunca salieron, por lo menos, con ese nombre. Ya colaboraba en los diarios “La Nación” y “La Hora” con artículos largos de crítica literaria y con textos y notas del momento. Su amigo Rafael Díaz Icaza le dijo que no era crítico pero no se desalentó. En Junio se graduó de Licenciado en Ciencias Sociales con sobresaliente. 

Entre el 50 y el 51 estudió becado en la Universidad Javeriana de Bogotá y escribió mucho para “El Residente” de la ciudad universitaria. Fue una etapa libre y feliz, por eso la cantó así // !Oh la tranquilidad de Colombia, es un álamo plantado / junto a un muro de eucaliptos melódicos! / No reconozco tiempo de caracol ni huidas. / Mi faro de regreso se ha perdido en el mar…// De esa época es su verso “Lejanía de Vasco Muñoz” 

Otra vez en el puerto principal se declaró derechista sin afiliación, dirigió los Juegos Florales de la Universidad de Guayaquil y entró de profesor primario en el Colegio San 

José de los Hermanos Cristianos, donde permaneció con distintas cátedras superiores por espacio de veintiséis años, todas ellas relacionadas con la Literatura, que siempre fue su fuerte y su especialidad, creando espacio líricos como su famosa Pizarra Poética que ofrecía tanto campo propicio a la inspiración juvenil. 

Capítulo aparte merece la relación con su madre a la que adoraba, entregándose enteramente a su cuidado y al de su tía, con solícito amor hasta sus muertes. Primero falleció su tía Rosa María Tapia el 2 de Octubre del 69, luego su madre el 15 de Septiembre del 77 y quedó desde entonces solo, pues no tenía más que a un primo llamado Pedro Tapia, a quien no veía nunca porque vivía en el exterior. 

Mientras tanto, el 53, fue profesor de un Colegio en Vinces, viviendo en la pensión de un señor Elizalde, donde le trataron bien. “Hay mucha agua, limpieza, la comida es de casa, los precios bajos ¿Se puede pedir más?” Hizo vida social, tuvo un amor…. De vuelta a Guayaquil dictó una conferencia en el Núcleo del Guayas sobre humanismo y poesía. Había aparecido una Antología suya bajo el título de “Nuestra Joven Poesía” en la Revista de la Escuela de Derecho que hizo circular en separata. El 56 fundó y dirigió la Hoja Semanal de Literatura y Arte en el Diario “La Nación”. El 57 asistió al I Festival Poético realizado en Portoviejo. 

Ese año el crítico español Ezequiel González Mas le dedicó un ensayo largo sobre su poesía bajo el título de “Sombra y ascenso de Tomas Pantaleón” aparecido después – con otros ensayos – en “El Retrato Literario y otros motivos”, de González mas. 

En 1958 ejerció por varios meses la secretaría de la Corte Superior de Justicia. Burócrata educadísimo, adusto, silencioso y servicial, por eso le apreciaban; pero al finalizar el año agradeció a los Ministros y se excusó de seguir actuando. Era un ser esquivo, taciturno, melancólico y con cara de funeral, su título no le habilitaba para nada en la vida y como tampoco le agradaba la poesía antimusical ni la cartelista, opinó que no eran poetas Joaquín Gallegos Lara y José Alfredo Llerena, equivocándose con este último. 

En 1959 concurrió a una célebre Mesa Redonda de literatos celebrada en el Núcleo del Guayas representando a 

los católicos. También asistieron los comunistas y los cepefistas. Allí fue que don Pancho Huerta al replicar a Pedro Jorge Vera una moción cartelista dijo la célebre frase “Parece que me están pisando las uvas interiores” que despertó gran risotada en el auditorio. Poco después Martín Arellano en su columna de “El Telégrafo” titulada El Corazón de la Gente le tomó el pelo diciendo “Pero la fecha de la fundación de la República, lo que se dice la fundación, no la recuerda ni el poeta Tomás Pantaleón. I conste que lo digo porque Pantaleón es un vate de mucha memoria. Lean Uds. un cuarteto muy bueno de Tomás // Salud reina del mar / nada vislumbro / bajo la eternidad de mi memoria / más milagro que tu / por quien despierta / mi marinero corazón a proa…// De “Sangre Hendida”, edición de la Universidad, 1958. Gracias por el envío. 

Efectivamente, estaba circulando desde el año anterior, el segundo de sus poemarios bajo ese título, con versos rigurosamente cuidados, hermosos y con resonancias de humanidad, que hacen comprender su ascética filosofía y un entendimiento lírico del mundo y sus criaturas, según acertada opinión de Hernán Rodríguez Castelo. 

En 1960 también fue profesor del Colegio La Providencia de las Hermanas de la Caridad y su amiga Ileana Espinel escribió sobre su poesía en “La Semana” órgano del Núcleo del Guayas. El 63 fundó el periódico “Ecos lasallanos” con un grupo de estudiantes de Literatura del tercer curso. En Julio del 66 intervino en los Recitales Poéticos del Festival de las Artes organizado por la Municipalidad de Guayaquil. 

En febrero del 67 recitó con Teodoro Vanegas en la Casa de la Cultura de Quito auspiciados por la asociación de Artistas y Escritores Jóvenes. En Abril tomó la palabra en la presentación de Ileana Espinel y Jacinto Santos Verduga en el Café Galería 78. Después ofreció un Recital en el Centro Ecuatoriano Norteamericano y apareció con otros poetas en la revista “Lírica Hispánica” de Caracas. El 68 compuso su “Canto General a Dios”, fue nombrado miembro del Centro de Cultura Hispánica de Guayaquil, participó en el programa radial “Habla el Ateneo Ecuatoriano” y ofreció Recitales en el Núcleo del Tungurahua, uno en Ambato y otro en Baños, población que le atraía mucho por la bondad del clima y sus aguas termales. De allí en adelante podríamos decir que se fue encerrando en si mismo, guardando un silencio meditado, aunque el 67 aún tenía ansias amatorias pero ya pedía paz en sus versos “Drama” y “Página Griega”. 

El 69 su amigo el poeta Ignacio Carvallo Castillo le llevó a presentar a Gabriel Pin Guerrero, estudiante de los últimos cursos del Colegio Ismael Pérez Pazmiño, quien tenía algunos poemas. Gabriel le recuerda seco y cortante, tomó los poemas, los leyó pero no emitió opinión. 

Vivía con su madre y tía, que moriría poco después, en el tercer piso de un modesto edificio ubicado en las inmediaciones del Mercado Sur. La madre cosía en una máquina Singer. Ese año Tomás ofreció un Recital en el Café 79 de Portoviejo y en Diciembre otro en Babahoyo para el Núcleo de los Ríos de la CCE. 

La década del 70 no fue del todo improductiva pues el 73 compartió una tarde lírica de Hiliar con la joven poetisa venezolana Nelly Fernández Frías, en Mayo ofreció un Recital en el Museo Municipal y en Julio asistió a la Audición por el aniversario del Grupo Cultural “Oasis” que dirigía María Eugenia Puig Lince. 

En 1974 empezó a dictar clases en el Colegio de los Sagrados Corazones. En Mayo dió un Recital de Poesía y canto con el tenor Guillermo Jijón y acompañamiento al piano de Carlos Domenech en el Centro Ecuatoriano Norteamericano. El 8 de Octubre recibió la Placa de la Lira Poética. Ese año le entrevistó Diego Oquendo, encontrándole religioso, tranquilo y en paz, un santo laico como fue calificado. 

En 1975 salió su tercer poemario “ElÁngelDesalado”,cantogeneral y esplendido, dicho con poderosas imágenes abiertas a la sensibilidad contemporánea, dura visión del mundo actual que se abre a la esperanza. Rico de extrañas resonancias, original en los correlatos imaginativos, fuerte de léxico, expresiones y recursos, exacto de ritmo, tiene tono y expresividad inconfundibles dentro de la lírica de la generación y muestra las posibilidades de su poética…” pero como dos años después falleciera su madre, parece que se abandonó a si mismo y desde esa fecha ya no se le conoce nueva producción. Estaba solo en el mundo, sin parientes próximos pero con algunas familias amigas, las de los Hermanos Pérez Moscoso, que le recibieron en sus casas donde vivió. 

Por testimonios me he llegado a 

enterar que en confianza era abierto y hasta expansivo, haciendo las delicias de quienes le rodeaban con sus chistes de salón, bromas de buen gusto y espontánea risa; matizando las reuniones con su brillante y erudita conversación, porque había leído mucho en soledad durante más de treinta años y sabía de todo como buen autodidacta. 

De continuo visitaba la Parroquia Santa Gema y amistó con los virtuosos padres Pasionistas, sobre todo con el español Emilio Monedero, de edad provecta y mucho don de persuasión, quien le aconsejó ingresar a un noviciado de la Orden y le recomendó el de Medellín. 

En Febrero del 79 se fue a Bogotá, en Abril salió a Táchira en Venezuela para arreglar su Visa colombiana por Cúcuta. De allí pasó a Medellín como estudiante del Seminario “Cristo Sacerdote” en la Ceja, hasta que en Febrero del 80 volvió a Guayaquil porque quería continuar en España, a donde viajó en Septiembre. En Madrid se inscribió en el consulado ecuatoriano, en Enero del 81 revalidó su visa, en Mayo ingresó al Noviciado Pasionista de las Presas en Santander, pero en Abril del 82 vino nuevamente al Ecuador. De esa época solo ha quedado su poema “Con España y la cruz” fechado en Madrid. 

Sabemos que posteriormente quiso ingresar al Seminario Mayor de Guayaquil y dada su edad de sesenta y dos años y débil contextura, monseñor Bernardino Echeverría le aconsejó seguir como profesor en el Colegio San José de la Salle, donde tenía amplio campo para la evangelización y por eso retomó sus cátedras obedientemente hasta que en Marzo del 88 cayó abatido por múltiples infartos cerebrales que le hicieron perder el habla y el uso de la mano izquierda, cuando permanecía asilado en el Hospital del IESS. 

Agonizó cerca de un mes en soledad consigo mismo como había sido su vida pero se le veía tranquilo y falleció el 9 de Abril a los 67 años de edad aunque aparentaba más. La Superioridad del Colegio San José le veló en la Capilla del Colegio, fue enterrado en la bóveda de su madre en el Cementerio General y con numeroso acompañamiento (sus alumnos, amigos y doña Mélida Idrovo su amiga leal y de siempre) pues como había expresado “Mi campo de siembra es muy extenso y echo en él semillas difíciles, entendiendo que no soy quien las cosechará, la vida es así y está bien que así suceda. 

Sus últimos tiempos habían sido de 103 

oración y meditación “donde eran motivos de feliz enriquecimiento los minutos de revelación de la belleza y hechos que quizá, para la mayoría de las personas, pudieran pasar inadvertidos y hasta rutinarios por cotidianos; pero precisamente en ese descubrir, en ese gozoso trabajo espiritual de decantación y deslumbramiento en busca de la revelación idealista, estuvo el secreto de su filosofía y su personalidad, entregada lejos del bullicio a las funciones enaltecedoras del quehacer poético y del magisterio. “Por eso su poesía fue modesta pero no común…por perpleja y agónica. 

Alto, delgado, prieto, de mirada penetrante y gestos reposados. Hablaba en tono menor y poco, pero decía y pensaba cosas serias como correspondía a su altísima condición de maestro, que distante ya su juventud impetuosa se había ido acercando a una accesis religiosa, rigurosa, lejana a su primera obra poética de juventud. I para concluir su retrato vale referir que los muchachos sus alumnos de literatura desde siempre le decían medio en broma y medio en serio “Muerto fresco” por su talante largo y prieto, por su caminar silencioso, por su palabra elevada pero agorera. 

// SUPERACION DEL HOMBRE // 1952.- Era hosca – aún puedo recordarlo – mi pena / Su ácido sabor me envolvía flagelándome. / Hoy que no está, que marcha del brazo de otro hermano, / dejándome prendido el alfiler del júbilo, / al fin hallo saneada mi heredad. / Porque tenía esa hosca, ácida pena y ya no existe más, ahora / es tu maga luz, tu perfume suntuoso. / tu delicado cuerpo frutecido al tacto del amor. / Y ya no me pregunto si me sientes cuando, ventana abierta, / vientos ágiles anuncian el encuentro, nuestro encuentro, / lleno de remembranzas. / Ah, los felices días de la finita infancia bienhechora. / desde siempre viajabas por mi vera – erial de escombros – / sembrando la pequeña pero aguda simiente del reproche, / manchando – Oh! Mancha gris, “delincuente”, lo recuerdas mejor. / mis días promisores .// Esperé en nuevas tierras cosas fantásticas. Esperé / la alegría que es ya un borroso recuerdo en nuestra tierra? / Esperé – madurada – la mejor alegría. / Porque tenía esa pena más negra que la pena.. .te busqué / sin desmayo, con la risa del alba y el llanto del crepúsculo, / con la esperanza floreciéndome en el pecho, / estallando cual lirio colmado de rocío. / Algo, un soplo, un suspiro – no sé cuando ni cómo / ni de que tierras fértiles… me dijo que era cierta / tu presencia animal de haces poderosos./ Mas todo paró ahí. / Todo quedó en anuncio, /renaciendo, de nuevo, cual hongos, la agonía. / Y hoy que mis venas gimen, desiertas de tu savia/ perdida en mi afanar, mi búsqueda infinita, /he aquí que surges invadiéndome todo, / como tormenta o algo así, como soplo poderoso, / con ese aire nupcial – ¿si? ¿no? – de margarita, /porque hay lo tímido en tu fuerza subterránea / luego, luego, dejas no más las turbaciones. // Y me ves. Y no cesas de mirarme los ojos. / Y de asirme y dejarme.. .para volverme a asir / Y yo no sé si sueño o estoy despierto. ? / Y creo que no debo creerte verdadera presencia / sino sombra que quiere dulcemente vivir. / Pero no, que la sombra no mira como miras. / No tiene, como tiene, tan de hormiga los muslos / ni en su roce produce lo que produce tu Oh! Cuerpo / de latidos de aguja, aliento puro, jadear ancho y profundo. / No, que la sombra tiene por límite la luz…/ Y tu eres luz que tiene por límite la aurora. // Cuanto tiempo buscando! Ay! Mi tiempo perdido! // Entonces me moría sin morirme… ¿Comprendes? / Dios prolongue tu luz que me enceguece ahora. / Dios prolongue las cuencas profundas que me has dado! //