Padilla Washington


Hoy 29 de junio es la fiesta de San Pedro con toros en Cayambe e incienso en el Vaticano donde el Santo Padre prepara un viaje a Cuba, el único lugar de América en que ruedan cabezas de generales narco-traficantes. ¿Exaltara el Papa a San Fidel en su próxima encíclica Pharmakon Mirabile sobre drogas, militares y ateísmo?
Para muchos, muchos, peor que la droga son los protestantes. Poco se ha estudiado sobre ellos entre nosotros hasta el punto de que no había una historia del protestantismo en el Ecuador, en verdad digna de ese nombre. Felizmente en esta misma semana de toros del protestantismo en el Ecuador, en verdad digna de ese nombre, felizmente en esta misma semana de toros, inciensos y sanpedros acaba de aparecer una excelente historia  escrita por Washington Padilla, titulada la Iglesia y los Dioses Modernos (450 páginas), y editada por la Corporación Editora Nacional de Quito y la Fraternidad Teológica Latinoamérica de Buenos Aires. Veamos su contenido y método, y digamos una palabra aceros del autor.    


Luego de una síntesis sobre antecedentes coloniales de hecho referidos al catolicismo pues no hubo protestantes en las colonias españolas, comienza propiamente la narración acerca de los precursores del protestantismo a partir de 1822. Este libro llena el vacío sobre la actividad de los difusores de la Biblia con la Gran Colombia, y sus primeros intentos de establecer comunidades evangélicas entre 1830 y 1895. Para la historia de la pedagogía ecuatoriana resultan muy útiles las informaciones que ofrece sobre la ayuda de algunos de estos difusores de la Biblia a la educación primaria y secundaria a partir del Nuevo Testamento y especialmente de los cuatro evangelios como texto de lectura. Concluida esta parte preparatoria del libro, el autor entra de lleno a historiar el establecimiento de las misiones protestantes extranjeras en Ecuador entre 1895 y 1912, y su lento enraizamiento en algunas zonas del país hasta 1945. El protestantismo fue un aliado del liberalismo, ayudo al cambio de un régimen caduco y fortaleció la educación laica. Un capítulo final cubre el periodo de 1945 a 1985, año hasta el que se extiende la obra.


Su método está basado en la convicción de “que la historia y la vida de la iglesia están íntimamente relacionadas con la historia y la vida del mundo en general, y, en nuestro caso, del Ecuador en particular”. Por lo mismo el autor se ha esforzado a lo largo de la obra en enmarcar su historia del protestantismo en los espacios de la historia del Ecuador y de la historia de los países que ejercieron y ejercen su dominio económico, cultural e ideológico sobre nuestra sociedad. La documentación que sustenta la obra es de primera mano. El autor acudió para ello a los Archivos de la Unión Misionera Evangélica de Kansas City. Missouri a los de la Sociedad Británica y Extranjera de la Universidad de Cambridge en la Inglaterra, y al Fondo Thomas B. Wood en el Archivo de DePauw University, Indiana. Los materiales ofrecidos son pues completamente nuevos.
Esta historia de Padilla se distingue por su objetividad y espíritu crítico e intenta ayudar a la iglesia protestante a desembarazarse de sus ataduras con el orden establecido –“el sistema de opresión e injusticia que la Biblia llama mundo”. Para Padilla “ese orden establecido” ha tomado la forma de imperialismo mundiales (los dioses modernos) que extienden sus tentáculos a los confines del planeta para oprimir, matar de hambre y llevar de dolor a militares de hombres”. Un libro necesario y oportuno en esta semana de San Pedro, el Vaticano y droga en la mayor de las Antillas.