ESCULTOR.- Nació en San Remo, Italia en 1886. Hijo único del comerciante de tejidos con almacén en San Remo, Enrico Pacciani y de María Fornari, su esposa.
Estudió en San Remo, elegante balneario de la Liguria y como desde pequeño había demostrado dotes especiales para el dibujo, fue enviado por su padre en 1899 a la Escuela de Bellas Artes de Génova, donde practicó cinco años y se convirtió en el alumno predilecto del notabilísimo profesor Domenico Razeti, en cuya casa vivía, quien le formó en la escultura.
Graduado en 1904, comenzó espléndidamente su carrera triunfando en la Prima Grande Esposizione Campionaria Internazionale di Napoli” con un celebrado “Cristo Morente” -Agónico- que le valió la Medalla de Oro en escultura y el título de Caballero Oficial de la Corona de Italia, conferido por decreto del Rey Víctor Manuel III. Desde entonces sus obras eran buscadas y adquiridas especialmente por viajeros japoneses.
En 1909 fue premiado su proyecto de un Angel Guardián en el monumento a Andrea Costa, el gran líder socialista fallecido como Vicepresidente de la Cámara de Diputados de Italia. La obra fue inaugurada en la piazza de su nombre en Tossignano (Imola) el 11 de Septiembre de 1910 con asistencia de numerosas autoridades, en ceremonia que significó un verdadero apoteosis. En 1916 contrajo matrimonio con Nina Pesante Ardigó natural de Niza en Francia, matrimonio feliz y tres años después les nació su única hija que llamaron Fernanda.
En Noviembre de 1918 creó el Monumento funerario de la gran artista lírica Nicolina Fabio Galle del célebre teatro de San Carlos de Nápoles, esposa del cavalieri Clito Campera, Presidente de la Compañía P. A. Genovesa, diva discípula del maestro Enrique Petrella. Un ángel sobre la tumba sostiene una lira y una corona de laurel. En la base está escrito “Ci amiano come arte divina insegura.” Ese año bocetó el monumento a Tomaso Salsa.
En 1919 creó el Mausoleo de los hermanos Molinari. Sobre una delicada urna, la figura muy profana pero llena de gracia de una ragazza veneciana. Ya había realizado una multitud de obras menores pero no por ello poco importantes como el bajo relieve de la tumba de Sacone Storace, el sarcófago de Bertolini, los mausoleos de las familias Ibaldi y Musitelli.
En Octubre de 1922, tras ganar el Concurso de bocetos a cuatro escultores muy conocidos, inauguró el hermoso monumento a los soldados caídos en la Gran Guerra, con un motivo sobre la Paz, que se levantó en la pequeña piazza Humberto I. La estatua simboliza la glorificación del dolor, sacrificio y belleza del ideario cristiano realizada con un arte de mucha belleza. Tiene líneas simples y elegantes, está recamada con libertad en la tradición clásica, interpretando la intervención de Italia en la Guerra Mundial en 1915.
En Septiembre de 1923 inauguró en Poggio Renatico cerca de Bolonia, el monumento “II caduti di Ferrara” a los héroes de esa misma guerra nacidos en la región de Ferrara y que se yergue en el parque de la Remembranza de la municipalidad. Para el acto, que fue conocido en toda la península italiana, arribaron delegaciones, asistieron el General Italo Balbi y el Cardenal Arzobispo de Bolonia. El duce Benito Mussolini envió un elogioso telegrama.
La descripción apareció en los principales periódicos: Escultura patética. Un soldado italiano levanta con heroico amor a su hermano caído. En una mano sostiene una bomba con la mecha prendida. Una victoria de ática belleza, de noble factura – pura, austera y dulce – que invita a la adoración, complementa la escena. Es la Patria, joven, eterna, que se dirige con paso firme a la meta sublime del brazo de la victoria, con la palma del martirio significante de cuanto es arduo, doloroso y digno de admiración de las generaciones futuras, el camino que conduce a la gloria.
El aparatoso ascenso y triunfo del Fascismo puso de moda las Camisas negras, las marchas triunfales, los discursos encendidos, una nueva manera de saludar con la mano en alto. Todo era marcial y triunfalista propicio al recuerdo de las glorias imperiales romanas y al reciente triunfo político. El problema de Trieste y el adoctrinamiento de la juventud hacían vibrar los sentimientos más íntimos del patriotismo. Las Municipalidades y el Estado construían monumentos a la Paz con motivos guerreros, estatuas épicas, trágicas y grandilocuentes. Los Concursos escultóricos se sucedían con celeridad y como Pacciani era un artista a tiempo completo, de sentimiento y ánimo incansable, prácticamente no se daba abasto, pues también recibía pedidos para cementerios y parques. Fueron años risueños para su economía. Sus obras ornamentaban Palacios y casas particulares.
Para entonces, en fechas que aún no he podido conseguir, había concluido las siguientes obras:
El monumento al cadutti di Murta – al Soldado caído de Murta – que puso la nota de gravedad y de tributo respetuoso en una plaza alegre de esa población. El monumento al Teniente y Doctor Giovani Strada, héroe de los primeros tiempos de la aviación italiana, cuya inscripción fue escrita por su amigo el gran poeta Gabriel D’Anunzio. El busto de la Inocencia en el mausoleo de la familia Gentilini del cementerio de Imola. Un busto de la bella reina Margarita de Saboya para una iglesia privada de San Remo y para la ciudad de Palermo en Sicilia el busto del compositor Petrello autor de la opera Los Novios.
El arte de Pacciani, sobre todo en la Italia de principios de siglo que fueron los del ascenso del fascismo, en 1925 se singulariza nutriéndose de dos vertientes diferentes. Para los Parques utiliza el estilo tradicional romántico en las esculturas públicas y conmemorativas. Gestos desmayados, uniformes, banderolas y gritos encendidos llenos de historicismo, conjunción de elementos tomados del pasado. Para los Cementerios el Pathos griego que da énfasis al drama de la vida y de la muerte. Grandes ángeles, hermosas mujeres desvanecidas, otras en plenitud de vida con símbolos que se repiten (alas, laureles, ataras) vestidas a la usanza clásica con grandes túnicas que moldean sus cuerpos. Las obras posteriores denotan influencias modernistas provenientes de art nouveau con símbolos y alegorías codificadas. Los gestos se vuelven más sinuosos, el silencio preside la escena, todo se diluye en vaguedades de fina armonía que induce a pensar y a sentir en la muerte.
Su nombre aparecía en las columnas de los principales diarios de Italia: la Squila” de Bolonia”, “II Secolo XIX” de Genova” “II Giornale” de Roma, “II Garriere de la Sera” de Tagliano y hasta en “II Giornale di Italia” de Buenos Aires.
En el verano de 1924 se conoció en su estudio artístico de San Remo con José Abel Castillo propietario del diario “El Telégrafo” de Guayaquil, que le encargó el monumento funerario en mármol blanco de Carrara para su hija Celeste Graciela, fallecida en 1921 a consecuencia de una súbita deficiencia cardiaca. Pacciani aceptó el pedido y empezó el boceto que debía ser algo excepcional, digno de su producción y denominó poéticamente como “El beso del Angel” pues se compone de un ángel de facciones purísimas y con las alas desplegadas que inclinado sostiene con suma delicadeza el cuerpo grácil y yacente de una hermosa ragazza dormida.
Tenía varias obras terminadas e inéditas: “II baccio” – el beso- “La Vergogna” -la vergüenza- admirable estudio de una mujer. Trabajos de expresión como: ‘”La lágrima”, “El grito”, “El pensieroso”, “El Odio” cuya copia tenía D’ Anunzio y otra había sido adquirida por un museo privado de París. “Busto del Dante”, etc.
En materia política Pacciani admiraba la figura del Duce Mussolini sin entrar en mayores detalles ni practicar el fascismo. Como todos los italianos de su tiempo conocía de memoria la letra y música del himno de la Giovinezza que comienza así. Fragmento.- // Giovinezza, Giovinezza / Primavera di belleza / nel fascismo e la salvezza / de la nostra libertá…//
En Marzo del 25 se embarcó con su familia en el vapor Napole y tras veintiocho días de travesía arribaron a Guayaquil porque había aceptado dirigir los trabajos de erección del mausoleo de la joven Castillo en el Cementerio General. Una crónica periodística de esos tiempos le describe: “Modesto. Su ambición incolmada de bohemio andariego. Usa chambergo, lleva corbata de lazo, fuma en pipa y habla muy bajito como si temiera herimos con la voz. Es bajo de estatura pero un poquito más alto que Luis Mideros. Tiene caballera ondulada y fosca aunque haciéndose gris a pesar que recién acaba de pasar los treinta y cinco años (tenía treinta y nueve y ya estaba formado como escultor y gozaba de nombradía en su Patria) Ha trabajado mucho en monumentos funerarios. Considera su arte como un apostolado, iniciación al misterio de la pura belleza, casi como una augusta revelación de la naturaleza, a la cual entrega su alma asaetada de grandes ideales.
Vino a Guayaquil sin hablar español y aquí tuvo que aprenderlo y por eso no perdió jamás un fuerte acento italiano, distintivo principal de su personalidad.
Se hospedó con los suyos en casa de sus paisanos los Segale, condueños de la fábrica “La Universal”, que lo acogieron con entusiasmo porque le conocían desde San Remo en Italia.
“I aunque llegó con el propósito de ejecutar algunos monumentos para nuestro Camposanto, uno de los más bellos de América, como tantos otros habitantes del viejo mundo, lo subyugó el encanto del trópico, la libertad de que se disfrutaba, la cordialidad de las gentes y se quedó para siempre convertido en el andar de poco tiempo en el profesor Pacciani, querido por todo Guayaquil y admirado por la formidable labor artística que estaba cumpliendo.”
Su amigo Castillo le consiguió una cátedra en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y allí conoció al pintor catalán José María Roura Oxandaberro con quien hizo una profunda amistad. Desde entonces promovieron el arte en todas sus acepciones.
Ni bien llegado, la Sociedad de Fundadores de la Universidad de Guayaquil le dio un trabajo, realizar el busto del ex Rector Dr. Alejo Lascano Bahamonde, que Pacciani terminó en un tiempo que podía ser tomado como record.
El 9 de Octubre de 1926 inauguró con Roura la Exposición de trabajos de pintura y escultura del Vicente Rocafuerte en presencia del Rector José Vicente Trujillo. A los pocos días asistió con su señora a la Exposición del pintor quiteño Camilo Egas de paso por Guayaquil.
El 5 de Noviembre concurrió a la fiesta que en honor a los vencedores del Have celebró la Comunidad de padres Salesianos, casi todos de nacionalidad italiana. El 27 adquirió numerosos implementos para la Escuela de Bellas Artes del Vicente Rocafuerte y editó “II Giornale di Italia” en la Imprenta Lealtad ubicada en Chile No. 202 y Vélez, periódico que tuvo por finalidad mantener vivo el ideal italiano entre los miembros de la colonia en Guayaquil y que fracasó finalmente por falta de apoyo económico. La Sociedad de Beneficencia italiana Garibaldi lo hizo su miembro y construyó en el Cementerio el Mausoleo de la familia de Claudio Camposano en estilo art decó y suave matiz ceroso ambarino.
En Mayo de 1928 donó una preciosa escultura denominada ¿Porqué se vive? para la Fiesta de la Garibaldi y fundió en bronce un busto del Libertador Bolívar, serio, recogido en sus pensamientos y al mismo tiempo lleno de una serena grandeza.
En Junio modeló la estatua al Montubio que se levantaría sobre el cerro del Salado y mirando al boulevard, realizó el busto del Dr. León Becerra. “Ocaña Film” le tomó una fotografía en luz y sombras, muy de la época. Poco después trabajó el busto del Duce Mussolini, realizado por encargo del Dr. Vicente Norero de Lucca, que tuve la oportunidad de admirar en el interior de la biblioteca en su villa La Joya en la Avenida Cuba de esta ciudad.
Con el Dr. Pedro José Huerta y su amigo Roura proyectó la urbanización y restauración del antiguo barrio Villamil, iniciativa que lamentablemente no contó con el apoyo municipal y quedó en el vacío. Sin embargo, Roura se tomó el trabajo de dibujar a plumilla y tinta china esos viejos rincones salvándolos para el recuerdo de las futuras generaciones de guayaquileños, que han podido admirar sitios tan pintorescos. Pacciani en cambio, realizó las maquetas, obras de paciencia y arte que lastimosamente no se han conservado.
A la Garibaldi regaló en bronce brillante y dorado “II Legionario”, poco después donó una copia del busto heroico de Mussolini. El personaje aparece desnudo a la usanza romana y su cabeza exorna una grácil y delgada cinta que le confiere majestuosa grandeza. El busto fue tan admirado en Italia que numerosos periódicos publicaron su fotografía con datos biográficos del autor.
En Diciembre de ese año 28 renunció a la Vicepresidencia de la Sociedad Garibaldi y con los artistas Nugué – profesor de música en el Rocafuerte – y Roura, conformó el Jurado para el Concurso de decoración de interiores del nuevo Palacio Municipal de Guayaquil.
En 1929 inauguró el pequeño y delicado monumento art decó a los Mártires de la Aviación ecuatoriana, que habiendo sido ideado para un lugar del Cementerio General, terminó en un parque de Guayaquil. En mármol gris dos figuras aladas confieren el beso de la paz a un aviador semidesnudo y caído, posiblemente muerto en la gloria. Hoy el Monumento está ubicado frente al Aeropuerto.
En febrero proyectó la fachada y los interiores del templo salesiano de María Auxiliadora en Guayaquil con fuertes reminiscencias góticas y en cemento armado simulando piedra, por eso aún se le pinta de gris. En Mayo obsequió el busto en bronce del Dr. Carlos Monteverde, Director de Estudios, a la Escuela Modelo 9 de Octubre del barrio del Astillero y el Monumento a la Madre, por el cual recibió una artística Medalla de Oro.
En Octubre ganó el Concurso para el Monumento ordenado por la Municipalidad de Riobamba. Un Arco en estilo Art Decó, de talla monumental, adornaría uno de esos parques. Concurrió con el pseudónimo de “Iperione” y su trabajo fue realizado a medias con su amigo el Ing. Pedro Fontana que calculó los pesos y resistencias de los materiales. Lamentablemente tan bella obra jamás llegó a ejecutarse por la pobreza y desidia de ese Concejo Cantonal.
Tenía su Taller artesanal en Lorenzo de Garaycoa y Bolívar esquina, donde le visitaba una nutrida clientela formada en su mayor parte por personas pudientes que requerían de su arte para monumentos funerarios, Mausoleos, Capillas, etc. Era un personaje conocido en la ciudad y el país pues también recibía pedidos de Quito y hasta de otras ciudades.
En 1930 obsequió un “Cristo Rey” en yeso al Palacio Episcopal, sus obras fueron difundidas por la prensa con motivo del Centenario de creación de la República y en Octubre y con Antonio Bellolio que acababa de arribar de Roma presentó una soberbia Exposición de pinturas. “Era un trabajador incansable y bajo sus dedeos nerviosos, en la fiebre de la creación, las grandes masas de plastilina se transformaban en ángeles, figuras yacentes o Cristos doloridos que vaciadas en yeso emprendían el viaje a Italia, de donde retornaban convertidas en obras estupendas en la blancura insuperable del mármol de Carrara.
En 1931, con Roura y otros amigos más inauguró la Asociación Ecuatoriana de Bellas Artes y Ciencias “Alere Flamma” (Avivar la llama) con una Exposición de pintura y escultura y un bellísimo catálogo. Pacciani contribuyó al mayor éxito del evento con varias figuras de su autoría: Una cabeza femenina – casi niña – de tipo hispano indio y otra de mujer madura anunciaban la presencia de un realismo social.
“Alere Flamma careció de toda renta que no fuere la cuota de sus socios, nunca tuvo apoyo oficial de ninguna clase, salvo tal cual premio a las Exposiciones , no obstante realizó el milagro del despertar artístico de la urbe e hizo posible el surgimiento de vocaciones . Fue un verdadero renacimiento”.
Alere Flamma dirigió las manifestaciones culturales en el puerto principal del Ecuador hasta 1936 en que, a causa de una desafortunada visita del dictador Federico Páez a la Exposición que se llevaba a cabo en el amplio patio interior de la casona de madera propiedad de la familia Santos, boulevard Nueve de Octubre frente a la Zona Militar, se desafiliaron la mayor parte de sus miembros, casi todos de izquierda, quedando “Alere Flamma” casi sola. Su agonía fue lenta, gris y sin gloria, hasta que un día del 40, en plena Guerra Mundial, dejaron sus miembros de reunirse.
Los nombres de los expositores de esta primera muestra – que se repitió al siguiente año de 1932 – fueron: Pacciani, Bellolio, Alfonso Vernimen, Léntulo Aragundi, Galo Galecio, Carlos Zevallos Menéndez y Marco Martínez Salazar.
En 1933 fue contratado como Profesor de la Facultad de Arquitectura y allí se mantuvo hasta el 40 que renunció a causa de su nacionalidad italiana y para evitar que le pusieran en la fatídica Lista Negra.
En 1934 realizó varios bajo relieves. El de Leonardo D ‘Vinci es el más significativo por la mirada gloriosa que supo imprimirle, pero existen otros de indudable mérito como el retrato casi fotográfico de Miguel de Cervantes; una virgen Dolorosa, un Cristo y un Ave María complementaron su temática dándole un viso religioso. Pacciani no era practicante pero sentía un cristianismo muy adentro y se podría decir que a ratos entraba en el campo religioso con pasión. Esto sucedía al componer sus Urnas y monumentos funerarios casi todos de índole religiosa. Lo profano era para su arte lo menor aunque el vuelo de su imaginación provocaba creaciones femeninas bellísimas.
La mayor parte de sus piezas eran obsequiadas. A una iglesia de Lima donó algunas grandes y valiosas porque se lo pidió un sacerdote amigo. En otras ocasiones era su esposa quien salía en defensa de sus intereses, oponiéndose a estas donaciones que le causaban perjuicio, limitando la existencia de su taller. Ella siempre fue una mujer de carácter enérgico, rostro adusto pero buena como su esposo, con quien siempre se llevó bien.
En 1937 diseñó un busto del Giotto por conmemorarse el VI Centenario de su muerte. El 38 figuró con honores en la Breve Síntesis de la Historia del Arte Ecuatoriano escrita por el profesor Francisco Huerta Rendón en la Revista del Colegio Vicente Rocafuerte.
El 42 quisieron molestarlo por la guerra mundial y hasta intentaron congelar sus escasos fondos pero los vicentinos hicieron una manifestación y se opusieron con empeño. Huerta Rendón, miembro del grupo antinazi formado por el consulado norteamericano de Guayaquil, influyó para que le dejaran en paz pues mientras en otros países del mundo americano los Presidentes de esas Repúblicas hacían valer sus influencias ante los Estados Unidos para defender a los ciudadanos de la Lista Negra, que significaba entrar a una minusvalidez jurídica con bienes congelados y otros perjuicios civiles; en el Ecuador, en cambio, el gobierno no hacía nada para evitar dichos ultrajes. En nuestra Patria los mandatarios hasta llegaban a solazarse en la aplicación de esas medidas como si los compatriotas no merecieran una suerte mejor. Bastaba haber representado comercialmente a alguna empresa alemana o italiana, importado productos de esos países o tener parientes de esas nacionalidades, para ser vilmente atropellado. La Lista Negra era una especie de muerte civil, vergonzosa y hasta contagiosa, pues nadie se atrevía a saludar en la calle a los penados por temor a los espías regados por la pequeña ciudad de Guayaquil, que iban con el chisme y de inmediato se citaba al acusado a rendir declaraciones en el Consulado, ubicado en el primer piso alto del edificio Julián Coronel, esquina de Malecón y 9 de Octubre. Estas desvergüenzas se sucedieron entre 1942 y el 46 que finalmente terminó tan inicua como oprobiosa Lista, producto de una época desdichada para la nacionalidad ecuatoriana, donde algunos lucraron a costa de los ciudadanos enlistados, mal administrando sus bienes o sencillamente robándolos, como fue público y notorio en aquellos tiempos.
En 1947 la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas le rindió un homenaje público por su labor en pro de las artes plásticas en el Ecuador. Fue un acto de desagravio a la solapada persecución que había sufrido.
El 48 diseñó con su amigo el Arq. Arnaldo Rufilli una hermosa villa de cemento, de una planta baja y otra alta, esquinera, en Alejo Lascano y Avenida del Ejército; pues la dueña de la villa que alquilaba en Lizardo García entre 9 de Octubre y Vélez le vivía atormentando con continuos aumentos de arriendo.
Las escaleras de mármol gris le llegaron obsequiadas de Italia por sus proveedores de más de veinte años, los techos fueron decorados con rosetas de estuco fabricadas por Soro el estilo de la fachada se tomó de modelos coloniales hispanoamericanos. Al lado de la villa hizo construir un local donde cambió su taller de esculturas.
Allí viviría sus últimos años en paz con el mundo. Su hija única estaba casada con Edgardo Aguirre Vásquez y tenia una hijita llamada Jeanet Aguirre, hoy Sor Janet, monja de la Congregación salesiana en Quito, que ha seguido numerosos cursos en Europa, es una capacitada profesora y al momento la única mujer ecuatoriana en ostentar un doctorado Ph en Teología. ¡Atiza¡ En 1948 diseñó el carro alegórico de la coronación de la imagen de la Virgen de la Merced y una Gran Capilla con sala de Muestras para turistas y en su techo la estatua de la Virgen de proporciones mayores, que debía construirse en Guayaquil, pero el proyecto falló por no ser rentable.
En 1953 Huerta Rendón opinaba: “Guayaquil debe mucho de su actual florecimiento artístico a dos extranjeros: Roura y Pacciani, fundadores y directores de la primera Escuela de Bellas Artes del puerto.” La Previsora le contrató un Monumento funerario para su fundador Víctor Emilio Estrada.
Pacciani se esmeró en el diseño. 73
Formó un hemiciclo de catorce columnas estriadas con capiteles corintios, cada una labrada en un solo bloque de mármol blanco de Carrara. En el medio una urna de bronce en estilo clásico que guarda los restos de Estrada y su señora, fundida en el Taller de Campaiola de Lima, por no haber fundiciones adecuadas en Guayaquil. La erección del conjunto en el Cementerio General corrió a cargo de los obreros del Ing. Héctor Martínez Torres. Se dijo entonces y aún hoy se repite que es la tumba más bella y suntuosa del país, no solamente por su costo y nobleza de los materiales empleados, sino también por sus proporciones perfectas y por la belleza del conjunto.
El 55 Alere Flamma presentó su última Exposición con obras de Andrade Faini, Theo Constante, Angel Bravo, Luís Gómez, Miguel Gómez, Oscar Granja, Monserrat Maspons, Antonio Hanzen, Galo Icaza, Alfredo Kronfle, Bella Amada López, Marcos Martínez, Enrique Martínez Serrano, Luís Miranda, Erwin Nindel, Bolívar Ollague, Colombia Plaza, Alfredo Paredes, Alfredo Palacios, Raúl Pérez, Mercedes Rojas, Virgilio Jaime Salinas, José Guerra Castillo a) Hugo Vernel, Santiago Valdivieso, y el fotógrafo Miguel Wengerof y junto a los artistas de la vieja guardia figuraron los nuevos que no permitían que se apague la llama simbólica del arte en nuestra ciudad.
En 1956 creó un “Cristo Hebreo” de rasgos expresionistas fuertes. En Enero de 1958 formó parte del Jurado calificador del monumento a García Moreno en Guayaquil con el Arq. Guillermo Cubillo Renella, el Ing. Raúl Maruri Díaz, el Dr. Teodoro Alvarado Garaycoa y otros más.
Poco después comenzó a sentir ciertas molestias y complicaciones a los riñones y enfermó dos meses. Un galeno amigo que le trataba se equivocó en el diagnóstico y perdió tiempo valioso. Finalmente fue llevado por su yerno a la Clínica Guayaquil con las fuerzas disminuidas. El Dr. Armando Pareja Coronel exclamó “Me lo has traído con las reservas agotadas” y por más esfuerzos que se hicieron para salvarle, una complicación pulmonar le llevó a la tumba.
Era alegre, jovial, tímido, apolítico y enemigo de las discusiones, que detestaba; diariamente comía pasta (ravioles, espaguetis, lasagnas) con una copa de vino tinto y los domingos invitaba a diversos paisanos suyos, entre los cuales eran casi infaltables el Arq. Rufilli y el Cónsul Adeodato Tabacci. Le gustaba escuchar las malas palabras y las decía de vez en cuando, graciosamente y en confianza. En ocasiones organizaba viajes a la costa, especialmente al balneario de Salinas, arribando al hotel Tívoli, donde agasajaba a ciertos amigos artistas que por su pobreza no podían darse esos lujos. En estas ocasiones como en todas las de su vida, era un anfitrión espléndido que no escatimaba gasto alguno con tal de hacer agradable la estadía de sus invitados.
Su porte mediano, contextura regular, blanco marfileño, ojos azules, pelo gris y fino. Generoso con todos y más aún con sus alumnos a los que adoraba; fue un creador y su estilo neo clásico y grandilocuente, a veces parece estático, congelado, sobre todo en el campo religioso. Sus mejores obras son las profanas. Hermosas madonas, ragazzas vestidas con túnicas finas y primorosamente labradas, cayendo libremente sobre cuerpos, atrayendo la atención y hasta la curiosidad del espectador, testimonian un ideal de perfección absoluta, del que solo se desviaba de vez en cuando, pues dominaba la estatuaria en mármol.
El Cementerio General de Guayaquil está lleno de sus monumentos, siendo sus principales el de la Familia Burbano formado por una Urna en bellísimo mármol verde alabastrino, el mausoleo Rodhe Ortíz suntuoso y simétrico en su imponencia con figuras orantes, la Capilla de la familia Calero Briones en Art Decó, la de los Valdano Raffo ídem. Una escena muy bella de madre e hijos en la tumba de los García Moreno, las capillas de las familias Pérez Perasso en 1947, la tumba de Ismael Pérez Castro, la de Luis Vernaza que es de factura simple, la de Ernesto e Isabel Mosquera, la de Marco Antonio Lamota.
Ambato cuenta con un muy publicitado busto en mármol blanco de Juan Montalvo y otras ciudades del país también tienen sus producciones, pues trabajó mucho y bien, con ahínco, por treinta y tres largos años en el Ecuador. Su yerno, utilizando uno de los finos bocetos encontrados en su Taller, hizo levantar una Capilla funeraria en el Cementerio General de Guayaquil, donde reposan sus restos.
Entre las muchas anécdotas que se cuentan de su persona señalaré dos que me vienen a la memoria. 1) Cuando se concentraba en su trabajo perdía la noción de la realidad. Una vez estaba dibujando un proscenio para las madres salesianas de María Auxiliadora cuando empezó a correr con la mano izquierda unas cortinas de dibujo creyendo que eran reales. 2) Tenía gran facilidad para el retrato, por eso en otra ocasión pidió a uno de sus obreros que fuera a recoger un dinero a la Compañía Sudamérica de Seguros en el malecón y Elizalde esquina, y como no recordaba el nombre de la persona que lo tenía, tomó un papel y dibujó exactamente la cara. El obrero fue a cumplir su cometido y reconoció al personaje, cobrando sin problemas.