HÉROE NACIONAL.- Nació en Guayaquil, el 5 de agosto de 1920. Hijo legítimo de Ángel Ortiz Montúfar, comerciante ambateño y músico en sus ratos de ocio, que formó con sus hijos un Conjunto Orquestal de adolescentes y Victoria Garcés Salazar, quiteña de apasionado patriotismo.
Al momento de su nacimiento, en una casa de la calle Rocafuerte contigua al frontón “Bettijay”, los niños de una escuela vecina entonaba las notas del Himno Nacional, preparándose para la celebración de las fiestas del 10 de Agosto, lo cual fue tomado por su madre como un buen augurio para el recién nacido.
De escasos dos años fue llevado a Riobamba, luego a Ambato y por fin, en 1926, a Quito, ciudad a donde el padre enrumbó sus actividades comerciales. Un año después falleció don Ángel, víctima de la perforación de una úlcera y Hugo quedó en la orfandad, siendo el menor de seis hermanos. Victoria, la mayor, le enseñó las primeras letras. Ella trabajaba de Directora de la Escuela Fiscal de niños “García Moreno” y allí estudió la primaria. La Secundaria la hizo en el “Mejía” hasta el cuarto año. En 1935 pasó al Colegio Militar influido por el ejemplo de su cuñado el Teniente Carlos Cuvi Cevallos, a cuyo hogar concurría de continuo.
Excelente atleta, deportista, nadador, andinista, cazador, sabía mandar, con el cual se nace, no se hace. Se distinguió durante sus estudios y el último año fue electo Brigadier Mayor de Cadetes. Enseguida ingresó al Grupo de Caballería No.4 “Febres Cordero” de guarnición en Cuenca, donde permaneció un corto tiempo hasta obtener el título de “Oficial de Caballería”.
En Mayo de 1941 le fue dado el pase al Batallón Oriental No. 13 “Ecuador” que tenia su comando en la población de Méndez, con destacamentos ubicados a lo largo de la frontera suroriental con el Perú. El viaje fue difícil y por la selva, primero a Méndez y de allí – después de onces dias de caminar – hasta la confluencia de los ríos Santiago y Yaupi. El de Mayo escribió desde Santiago indicando a su hermana que había demorado en llegar por la crecida de ese río.
A las pocas semanas, en julio de 1941, se inició la invasión peruana y sus ejercítos orientales hicieron de la zona de confluencia de los ríos Santiago y Yaupi, el centro de atención de los fuegos. El 1 de Agosto tomaron Yaupi. tras intenso tiroteo de fusilería y ametralladoras. El estruendo se oyó hasta en Santiago, situado a dos horas de camino. Ortiz ordenó al soldado José Santiago Quiñónez que en canoa viaje y se informe de la situación. Al mismo tiempo tomó al Cabo Herrera Suárez y a tres hombres y avanzaron a pie por la ribera derecha del Santiago, con la intención de sorprender al enemigo por la retaguardia, pero todo fue inútil porque al acercarse a Yaupi observaron que había sido ocupado y que la bandera peruana flameaba en el tope del asta.
Por la tarde estuvo de regreso a Santiago donde había dejado al cabo Primero Julio Jaramillo y al soldado Molina; a su hermana Clara Ortiz de Cuvi escribió una carta muy escueta, reunió a los diez hombres de su guarnición y les comunicó el plan de defensa. El Cabo Jaramillo pidió trasladar el campamento al otro lado del río donde seria más fácil la defensa, pero Ortiz se opuso indicando que no había que pensar en la vida sino en el suelo de la patria y que era obligación moral del soldado ecuatoriano sacrificarse por el sitio que se le había confiado.
De inmediato envió al Soldado Quiñónez a espiar a los peruanos y recibió a los esmeraldeños Preciado y García, que habían podido escapar de Yaupi y se sumaron a los 10 hombres de su guarnición. Enseguida redactó un histórico Parte refiriendo al Comandante del destacamento Militar “La Unión” los pormenores del ataque peruano a Yaupi.
En las primeras horas del siguiente día 2 de agosto, despertó a sus hombres y al poco rato el centinela de avanzada le alertó. Ortiz había hecho cavar zanjas y en uno de ellas tenia emplazada la única ametralladora, manejada por el soldado Jacinto Cañola. Enseguida abrieron fuego los peruanos. Ortiz gritó: “Duro con ellos, disparen hasta agotar el último cartucho”.
La lucha fue de varios minutos, luego se plantaron los fuegos. Un oficial peruano gritó “Subteniente Ortiz: Estás completamente rodeado, casi todos tus hombres han muerto. Ríndete….” pero Hugo Ortiz, tomando la ametralladora contestó. “El soldado ecuatoriano no se rinde jamás” y disparó pero fue alcanzado en el pecho y cayó en medio del silencio de la selva. Aún tuvo fuerzas para levantarse por última vez y exclamar “Viva la Patria”.
El oficial peruano salió de la espesura y acercándose reverente al cadáver dijo: “Ecuacho, eres todo un valiente. Todos los ecuatorianos son bravos y valientes “ y ordenó a un Teniente que recogiera las pertenencias de la guarnición, estableciendo el número de muertos y heridos y condujera a los prisioneros a las lanchas, internándolos al territorio peruano. El cadáver de Ortiz Garcés fue amortajado en la bandera ecuatoriana y enterrado por el enemigo en un claro de la selva con honores militares.
Dos años después, en Octubre de 1943, por gestiones de su cuñado el Mayor Carlos Cuvi Cevallos que viajó hasta el lugar de los hechos, se trasladaron sus restos a Quito. Aún vivían su madre y hermanos. La Cámara del Senado ordenó que una comisión los recibiera y el Congreso en pleno aprobó tal decisión. ¡Así le rendía homenaje la Patria!
En tal oportunidad su madre presidió el desfile y sintetizó el sacrificio de su hijo diciendo: “Y en los amaneceres de oro -como tú me escribías- y en las noche sonoras plateadas de luna, en tu destacamento entre el Santiago y el Yaupi, tú seguirás viviendo eternamente, deteniendo al invasor.
En 1961 se levantó en Quito un busto de bronce para perennizar su memoria. En 1976 presidí en Guayaquil un Comité Cívico que trabajó por la erección de su monumento, solemnemente inaugurado en 1981 con asistencia del Presidente de la República, frente al Policentro. La estatua fue creada por la artista Angela Name de Miranda y fundida en Florencia en los talleres de Antonio Frilli. Una calle de Ibarra, otra de Quito y una Avenida de Guayaquil llevan su nombre. Existe su biografía publicada en Quito, por su cuñado Carlos Cuvi Cevallos, en 190 páginas e índice, sin fecha. Años más tarde de inaugurado el monumento en Guayaquil, fue trasladado a los patios de la Academia militar Hugo Ortíz Garcés en la Ciudadela Los Samanes. La Comisión Nacional de Conmemoraciones Cívicas, por desconocimiento de sus miembros de la existencia de la estatua guayaquileña le erigió un busto en Guayaquil.