MIRANDA Y RODRIGUEZ FRANCISCO

PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA.-

Nació en Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela, el 28 de Marzo de 1750 y fueron sus padres legítimos Sebastián de Miranda Ravelo, comerciante importador de géneros oriundo de las Islas Canarias y la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez.

Primogénito de una larga familia compuesta de diez hijos, fue matriculado en 1762 en la Universidad de Santa Rosa de Lima de Caracas, realizó estudios de bachillerato durante seis años, aprendió latín, matemáticas, geografía, filosofía, lógica, física y metafísica. En 1764 comenzó los Cursos de Artes, el 69 su padre había sido designado Capitán de una de las Compañías de Milicias creadas en Caracas, los españoles peninsulares protestaron aduciendo que no podía serlo por tener tienda de comercio lo que era muy mal visto en esos tiempos y le obligaron a venderla con grave mengua de su economía, pero aun así continuaron acosándole hasta que renunció, cerrándose para su hijo la noble carrera de las armas en Venezuela, suprema aspiración nobiliaria en esos tiempos coloniales, pues daba prestigio y honor y era considerada la gran puerta para entrar en la mejor sociedad y vincularse a la nobleza colonial.

En Enero de 1771 comenzó a escribir un Diario que llevaría por espacio de cuarenta años con los detalles importantes de su vida pública y sentimental. Ese año emprendió viaje a Cádiz a bordo de una fragata sueca, pasó a Madrid y tomó profesores de matemáticas, idiomas y geografía, iniciando una nutrida biblioteca que pronto se llenó de libros prohibidos por la Inquisición, que eran los autores franceses de moda.

En 1772 compró en ochenta y cinco mil reales de vellón el grado de Capitán de Infantería a un particular y por otros ocho mil pesos fue admitido en el Regimiento de Infantería de la Princesa con destino en Granada y después en Toledo, ciudades que describió en su diario.

Su profesor de francés le tenía al tanto de los principales adelantos de la cultura de esa nación a través de las obras de los Enciclopedistas y fue formándose en la libertad de acción y pensamiento, así como descreído en religión.

Cuidaba extremadamente su apariencia física, vestía con elegancia, aprendió modales de Corte y por su alta estatura – 1,80 mtrs. – fortaleza y riqueza, se distinguía del común de las gentes.

En 1774 pasó a las posesiones españolas en el norte de Africa para resistir a las fuerzas del sultán Sidi Mohamet que sitiaban la plaza de Melilla. Los sucesos de esa campaña se han conservado en un diario Especial que escribió. Después participó en una expedición a Argel e hizo tres años de vida de cuartel en Cádiz ganando enemistades por su carácter desenfadado y libre. Allí conoció al Coronel Juan Manuel Cagigal que sería su protector y fue invitado dos veces a Gibraltar donde amistó con John Turnbull de la firma Turnbull and Forbes, quien le ayudaría durante sus años en Inglaterra.

En Gibraltar concertó sus primeros contactos masónicos y en Cádiz se dedicó a amar a las mujeres y fue preferido por las más hermosas.

En 1777 el Conde O’Reilly, Comandante de su Regimiento, le hizo arrestar por usar unas prendas que no eran las del uniforme, tras lo cual viajó a Madrid, conoció la condena de ocho años de prisión decretada contra el humanista peruano Pablo de Olavide y la prisión de su amigo Villalba en Sevilla, acusado de leer libros prohibidos, profesar ideas heréticas y tener pinturas obscenas.

Como Jefe de una de las Compañías viajó de acompañante de la Reina madre de Portugal a su regreso a Lisboa y le encargaron el manejo de la parte económica de su Regimiento. El Coronel Juan Roca le acusó injustamente y fue preso seis meses, tras lo cual acompañó en 1780 a su amigo Cajigal a La Habana, nombrado gobernador y Capitán General de la Isla de Cuba, fue su Edecán y capitaneó el Regimiento de Aragón. Sentíase libre y feliz de haber salido de España, tocaba la flauta y el piano y su figura se volvió buscada en sociedad.

En 1781 asistió al sitio y toma de Pensacola ocupada por los ingleses, abrió un Diario Especial de 30 pags. relatando dichas experiencias. De regreso a La Habana ascendió a Teniente Coronel y fue enviado a negociar el canje de los prisioneros en Jamaica.

Tras cuatro meses en dicha isla, compró barcos para la flota española, regresó a La Habana y soportó una acusación de contrabando que fue desbaratada por Cagigal. Entonces pasó de Edecán del General Bernardo de Gálvez, Comandante General del Ejército de Operaciones en La Florida.

En Abril de 1782 acompañó a Cagigal en su expedición a las islas Bahamas y como hablaba cuatro idiomas (inglés, francés, español y latín) sirvió de intérprete y redactó los artículos de la Capitulación de los ingleses. Su forma libre de expresión le había granjeado la envidia y maledicencia de muchos y al volver a La Habana halló que el Obispo Echeverría lo tenía denunciado ante el Consejo General de Indias, que dispuso su prisión en el Castillo de San Carlos de la Cabaña.

Apresado en el Cabo francés por Gálvez y remitido a La Habana, Cagigal le soltó enseguida. Poco después asumía la gobernación Luis de Unzaga y Amésaga. Entonces Cagigal y Miranda emprendieron viaje a España pero un temporal les arrojó nuevamente a Cuba. Cagigal volvió a La Habana mientras Miranda – prevenido contra sus enemigos – decidió huir a los Estados Unidos y tras despedirse de Cagigal se embarcó en Junio de 1783 en la balandra “Prudent” con destino a New Bem en Carolina del Norte. En la Corte le condenaban por entonces a la pena de ocho años de prisión.

Recibido en Charleston, Filadelfia, New York, Boston y otras ciudades por amigos y recomendados, recorrió casi triunfalmente el país. Los Generales Greene y Moultrie, el Coronel Lewis Morris, los Jueces Burke y Heyward le atendieron, también conoció la colección de cien retratos de los más importantes personajes. El 9 de Diciembre visitó al General Jorge Washington, tuvo oportunidad de tratarle y comer con él durante su estadía en Filadelfia, siendo presentado a las más ilustradas personalidades quienes le honraron atendiéndole y haciéndole sentir como en su Patria. De recuerdo guardará un

Diario Especial titulado “Peregrinaje por el país de la libertad racional 1783-84”.

En New York trató al general Henry Knox y al Coronel Alexander Hamilton y confió por primera ocasión sus proyectos sobre la libertad de América, continente que debía llamarse Colombia en honor a su descubridor. Nombre que no debe confundirse con el de Colombeia, con el cual denominó a la colección o conjunto de documentos que había venido acumulando a través de los años y que se relacionaban con la independencia de Colombia.

Era amigo de escritores de la categoría de Thomas Paine y John Adams y en una visita efectuada a la Universidad de Harvard conoció a Samuel Adams y al genial Marqués de Lafayette.

Durante su estadía en Filadelfia se inició en 1783 en una de sus Logias masónicas, siendo presentado por Lafayette. En New York asistió a varias Tenidas, en Londres recibió el grado de compañero y en París el de Maestro. Con Washington mantuvo largas conversaciones en locales masónicos.

Hombre inteligente y práctico, comprendió que las Logias era el mejor vehículo para fomentar el ideario independentista, En Londres consiguió la formación de la Gran Logia Hispanoamericana de la que sería su Gran Maestro. Dependiendo de ella se formaron dos grupos, el de los Caballeros Racionales en Inglaterra y el de los Caballeros de la Logia Lautaro en 1800 o logias lautarinas en Cádiz. En estos centros activistas se dio mayor importancia a las discusiones políticas que al estudio de la ritualística, lo cual en realidad es un insustancial y hasta risible adefesio. El nombre del Cacique Lautaro le fue confiado por el joven Bernardo Riquelme, después OHiggins, de origen chileno, quien le refirió emocionado que Lautaro fue un Gran Cacique líder de todos los pueblos indígenas chilenos y que murió gloriosamente a los veinte y dos años, luchando contra los opresores españoles.

En Diciembre de 1784 Miranda pasó a Inglaterra e hizo copiar importantísima documentación para entregar a ese gobierno. El Embajador español Bernardo del Campo había sido prevenido de su arribo y que de ser posible debía apresarlo pues era reo de estado; así fue como aparentándole amistad se ganó su confianza y hasta recibió de Miranda un pliegoconteniendo una petición de indulto al Rey tras explicar su conducta.

El Embajador del Campo tramaba un plan para prenderlo, que no pudo llevar a cabo solamente porque Miranda viajó intempestivamente el 85 a Holanda con su amigo el Coronel Smith, para seguir a Postdam, donde el Rey Federico el Grande de Prusia celebraba los ejercicios militares (desfiles y maniobras) que duraron once días. Miranda se rozó entonces con lo más granado de Europa. Fue presentado al Rey y a los dignatarios de la Corte, se saludó con las delegaciones extranjeras y fue honrado por todos.

En 1786 pasó a Praga, Viena y Presburgo. Trató al célebre compositor Haydn y largamente conversaron de música. En seguida estuvo en Italia bajo el pseudónimo de “Coronel Martín de Maryland” para evitar posibles retaliaciones inquisitoriales. En Venecia se entrevistó con un ex jesuita de quien recibió la lista de los jesuitas americanos resentidos contra el Rey de España por el asunto de la expulsión de 1767. Después siguió al centro y sur de la península itálica. En Roma se exaltó de admiración con las antigüedades del Imperio y tuvo una decepción con la triste figura del Papa Pio VII que se pintaba la cara con albayalde blanco y los labios de rojo como los petimetres de París. En Nápoles visitó las ruinas de Pompeya, luego partió a Chio, Corinto, Esmirna y Constantinopla con pasaporte austriaco y con el falso título de Conde de Miranda.

Su amigo Smith le previno de que si regresaba por París lo tomarían preso los pesquisas del Conde de Aranda y para evitarlo se fue a Crimea en 1787, visitó Kiev, donde también halló a sus hermanos masones, que le agasajaron y protegieron como en todas partes.

Recibido por el favorito de la reina, Príncipe de Potenkin, que le llevó el 14 de Febrero a presentar en la corte. Catalina II se prendó de Miranda y lo invitaba a almorzar y a cenar siempre, reteniéndole a su lado varios meses y llevándole consigo en largos recorridos.

A los tres meses pudo salir de Crimea rogándole a Su Majestad que le dejara cumplir con el altísimo ideal de la independencia de América y con Cartas de protección (una Carta Circular para todos los embajadores rusos, solicitando todo tipo de atenciones para su amigo y protección si éste llegara a requerirla, aparte una Carta

Ocho meses llevaba esperando una audiencia con el Primer Ministro Sir William Pitt cuando conoció a Thomas Pownall, ex Gobernador de trece estados norteamericanos antes de la independencia y muy próximo a ese Primer Ministro, quien les hizo reunir en la casa de campo de Hollywood más de tres horas, al final de las cuales Pitt ofreció su apoyo a la causa independentista y volver a conversar nuevamente con Miranda en cuanto le fuere posible.

Poco después se dio la oportunidad y también concurrió Lord Grenville para analizar los problemas militares. Miranda procedió a redactar su “Plan Miranda”, muy completo, hasta con un proyecto de Constitución para la América española.

El Plan Miranda comprendía lo siguiente: 1) Una Introducción

demostrando la opresión española sobre los americanos en lo político, social, económico, cultural, etc. haciendo énfasis en los abusos de la terrible Inquisición española origen de numerosísimos males y hasta de crímenes inconfesables. 2) Las posibilidades de establecer un vastísimo comercio entre América e Inglaterra una vez libre la primera. 3) ^ Un Capítulo destinado a las estadísticas

de población, riqueza, censo, etc. en el cual se habló por primera ocasión de partir el Istmo de Panamá para establecer un Canal interoceánico, que posibilitaría la rápida comunicación con las posesiones en las Indias. 4) La Constitución que Miranda escribió en idiomas francés, tendría por finalidad establecer un régimen de gobierno muy parecido al inglés, con un Emperador Inca, título que no significaba que tenía que ser un indígena; una Cámara de Senadores vitalicios, una de Diputados elegidos cada cinco años, Censores, Ediles, Cuestores para el gobierno y la administración. El Clero solo se ocuparía de sus asuntos y la Inquisición sería abolida inmediatamente, igual los impuestos a los indígenas.

Pero ocurrió que tras un amago de guerra con España firmó Inglaterra un Acuerdo de Paz ante lo cual Miranda exclamó “He sido vencido por un tratado de Comercio con España” y viendo que los asuntos en Inglaterra no marchaban con la prontitud requerida, escribió a Henry Knox, Secretario de Guerra de los Estados Unidos.

En 1790 el Embajador del Campo le hizo llegar una contestación del Ministro Conde de Florida Blanca, que se lavaba las manos diciendo que hasta

La Asamblea reunida en París declaró la guerra y Prusia se unió a Austria. El Duque de Brunswick amenazó con retaliaciones y numerosos voluntarios se presentaron en París, mientras en Marsella el Capitán Rouget de Lisle creaba el Himno de guerra del ejército del Rhin, comúnmente conocido como “La Marsellese”.

La situación se tornó desesperada. El Ministro de Guerra le designó Mariscal de Campo, sus amigos le pidieron que partiera al frente de batalla a ayudar al General Charles Francois Dumouriez Jefe del Ejército del Norte, y solo aceptó con la condición de que luego sería Francia la que ayudaría a las colonias españolas en América a obtener su independencia. Este gesto le costará la pérdida de la invalorable protección de la Zarina de Rusia.

El 20 de Septiembre el ejército francés obtuvo su primera victoria contra los prusianos en Valmy y salvó a la revolución. Miranda fue promovido al grado de Teniente General y Jefe del ejército del Norte, al tiempo que la Convención Nacional decretaba la abolición de la monarquía y la instauración de la República. El 19 de Noviembre tomó la ciudad de Amberes y su Jefe Dumouriez prosiguió la guerra en Holanda. Miranda sitió la plaza fuerte de Maestrich sin lograr tomarla. Dumouriez le acusó del fracaso.

La campaña continuó hasta el 18 de Marzo de 1793 en que nuevamente se enfrentaron las fuerzas francesas con las de la Primera Coalición formada por Austria y Prusia en Neerwinden donde los franceses empezaron a retroceder. Asustado Dumouriez por su debilitada posición ante la Convención de París, intentó convencer a Miranda de disolverla y como éste se negara, Dumouriez se pasó al lado de los austriacos en franca traición, mientras austriacos y prusianos cruzaban nuevamente las fronteras y volvían a poner en peligro la existencia de la revolución francesa.

La Convención apresó a Miranda el 24 de Marzo de 1794 y fue juzgado de los cargos de alta traición pero salió declarado inocente. Dos meses después, al caer los girondinos del poder y subir los jacobino de Robespierre, se desató el terror, le tomaron nuevamente prisionero y permaneció dieciocho meses en grave peligro de muerte en la prisión de La Force. Allí conoció a la bellísima Delfina de Custine cuyo marido el ilustre General de ese apellido fue injustamente guillotinado, a quien enamoró, pero ella prefirió después a Chateaubriand. Sus numerosos amigos masones le defendieron y absuelto le sacaron en hombros dando vivas a su persona, para coronarle en apoteosis de triunfo el 16 de Enero de 1795.

Entonces, tras numerosos Memoriales a la Convención, imprimió un folleto que circuló en París justificativo de su causa, conoció a Fouché y a otros personajes de moda. Vivió esa época con lujo en las Tullerías porque le habían pagado sus haberes y tuvo tiempo para escribir y hacer circular una “Opinión del General Miranda sobre la situación actual de Francia y los remedios convenientes a sus males”.

Napoleón le conoció por entonces juzgándole un Quijote con el fuego sagrado en el alma, pero su folleto le acarreó malentendidos y enemistades y nuevamente fue apresado y liberado, pasando a la clandestinidad para evitar su expulsión de Francia.

En Enero de 1796 salió su defensa en “Le Journal de París” y la policía allanó su domicilio, mas a finales de Abril cesaron las persecuciones y le llegaron noticias con la primera sublevación de Venezuela. En el mismo Journal ^ polemizó con Sebastián Mercier que había atacado a los filósofos. I fue ese año que murió en San Petersburgo su protectora la zarina Catalina La Grande.

De su intensa actuación en Francia ha quedado feliz memoria y por eso consta su nombre en el Arco de Triunfo de París, su retrato en el Palacio de Versalles y su estatua en el campo de batalla de Valmy.

En 1797 se entrevistó con numerosos masones de América y fue nuevamente perseguido, existiendo la posibilidad de que le enviaran a Madrid porque España y Francia se habían aliado. Quizá por eso decidió regresar a Londres y el 22 de Diciembre recibió un Poder de los Emisarios de América para realizar gestiones a fin de obtener la independencia con el apoyo de los Estados Unidos e Inglaterra.

Los Emisarios firmantes fueron: Pedro José Caro de Cuba, Manuel José de Salas de Chile, José del Pozo y Sucre del Perú, Joaquín Sánchez de Orellana de Quito, Manuel Gual, Palacio, Serondo y Zinsa de Caracas, Palacios Ortiz y Manuel Trujillo de Bogotá, José Capelo de la Isla Puná, Jacinto Bejarano de Guayaquil, Juan Casas de Paiva y Gabriel Lardizábal de

su secretario de Actas Luís Duperou le traicionó vendiendo a Fouché y al Embajador de España en Viena, los documentos que había logrado arrebatarle.

En 1800 tomó los servicios de la joven Sara Andrew, muy menor a él, quien fue primeramente su ama de llaves y luego la compañera que le dará dos hijos: Leandro y Francisco, siendo siempre fiel, abnegada y valerosa. Su amigo Caro también le traicionó y delató sus planes a la corte española. Entonces escribió dos cartas a su amigo Napoleón quien le concedió el permiso para que pudiere viajar a Francia.

El 28 de Noviembre de 1800 pasó a París y encontró que Delfína de Custine era amante de Fouché, quien a los tres meses le mandó apresar una semana, tratando de averiguar si era espía o algo parecido, pero tuvo que dejarle en libertad merced a la intervención de Lanjuinais.

A fines de Marzo de 1801 siguió a Holanda prácticamente expulsado de Francia y al arribar a Londres halló que Lord Addington era Primer Ministro y le trató a través del Ministro Nicolás Vansittart, a quien presentó una gigantesca documentación, muy superior a la que había entregado a Pitt, con su Programa de Gobierno provisional para América, un Reglamento Militar y una Proclama a los pueblos del Continente colombiano como denominaba a Hispanoamérica; sin embargo, la Paz de Amien suscrita entre Inglaterra, Francia, España y Holanda derrumbó sus planes.

Gozaba por entonces de una pensión anual de quinientas libras que le había procurado Vansittart, conoció al joven Simón Bolívar y empezó a estudiar griego para leer a los Clásicos en su lengua original.

Desde 1802 habitó en una casa estrecha pero de cuatro pisos en 27 Grafton Steet, ese era el estilo imperante en Londres por ahorrar espacio, que se transformó en el centro al que todos acudían para planear la independencia y como andaba muy corto de dinero empezó a dictar clases de matemáticas y tuvo entre sus alumnos a numerosos jóvenes americanos que luego dispersarían sus ideas por el continente y España.

En 1803 redactó un nuevo Memorándum sugiriendo abrir las operaciones militares por la isla de Trinidad; más, en Agosto, le notificaron que se había pospuesto el ataque por la neutralidad de España.

En 1804 Pitt volvió a ser Primer Ministro, recibió otro Memorándum de Miranda y Napoleón se coronó Emperador de los franceses en París, convirtiéndose en un peligro real para la paz europea.

En Septiembre de 1805, aburrido de tanta rémora, hizo testamento y decidió pasar al nuevo mundo con el nombre de mister Martin. En New York adquirió el buque Leander de ciento ochenta toneladas y dos pequeñas embarcaciones, con veinte mil dólares que le proporcionó su amigo Samuel Odgen y otras contribuciones generosas. En Washington fue recibido por el Presidente Tomas Jefferson. En tanto que el ex Vicepresidente Aaron Burr, sujeto bastante complicado que había matado en duelo a su amigo Hamilton, comunicaba las actuaciones de Miranda al Embajador de España, Marqués de Casa Irujo.

El día 2 de Febrero de 1806 zarpó Miranda y su ejército colombiano en el Leander hacia Jamaica y Haití, flameando el 12 de Marzo, por primera vez su bandera tricolor amarillo, azul y rojo, creada por Miranda según se ha sostenido en recuerdo a la bandera rusa que todavía contiene esos colores o tal vez como otros piensan interponiendo el azul del mar entre los ^ colores amarillo y rojo de la bandera española, en símbolo de la terminación de nuestra unión con la metrópoli. Ese día hizo jurar fidelidad a la bandera de una Patria – Colombia – que todavía no existía, pero así era él de visionario. Imprimió varias proclamas, adquirió dos goletas más y el 24, tras jurar la libertad del nuevo continente colombiano, enfilaron a Ocumare en las costas de Venezuela, pero fue atacado el 27 de Abril por dos barcos poderosos, perdió las dos goletas con sesenta hombres y desvió hacia las islas Barbados. El 17 de Junio arribó a la isla de Trinidad, frente a las costas venezolanas, donde el Almirante Alejandro Cochrane y el Gobernador Hislop le brindaron apoyo.

El 1 de Agosto volvió a zarpar en diez buques y trescientos hombres hacía la Vela de Coro en Venezuela, el 3 de Agosto de 1806 tomó el fortín, avanzó a la ciudad que había sido abandonada por una población que no quería comprometerse en peligrosas revoluciones, permaneciendo hasta el día 13 que combatió en el río con pérdidas para ambos bandos y falto de apoyo retornó por Aruba, Barbados y Trinidad y pasó once meses en la hacienda “Williamsfi’eld” propiedad de Cochrane, cerca de Puerto España, capital de esa isla, en espera de los felicidad”. Su aparición se debió al momento histórico que estaba viviendo España, ocupada por las tropas francesas de Napoleón Bonaparte y a la creación de la Junta Suprema de Gobierno que funcionaba en la isla de León sin mando ni representación alguna; lo cual, no obstante, sirvió para iniciar el desmembramiento de las colonias, pues a raíz de los movimientos políticos registrados en 1809 en Chuquisaca, la paz y en Quito, otras capitales sudamericanas los imitarían.

El 19 de Abril de 1810 Caracas formó una Junta de Gobierno que asumió todos los poderes y encarceló al Capitán General Vicente Emparan, poco después se sumaron seis provincias venezolanas a la insurrección, generalizándose la desmembración. La Junta de Caracas envió comisionados a Londres: Simón Bolívar, Luis López Méndez y Andrés Bello. Al llegar fueron atendidos por Miranda y le pidieron que secunde las negociaciones que pensaban entablar con el gobierno inglés porque la revolución requería de todo tipo de ayuda y de la protección de la flota inglesa en el Caribe. Miranda, frisaba en los sesenta y dos años pero gozaba de buena salud y estaba en la plenitud de sus capacidades físicas y mentales; pronto consiguió que los comisionados – mucho más jóvenes que él – Bolívar solo tenía veintiocho – fueran recibidos con todos los honores en la casa de campo de propiedad del Canciller Richard Wellesley; sin embargo las conversaciones se vieron empañadas por la alianza existente entre Inglaterra y España que hacían un frente de lucha común a Napoleón en la península ibérica.

Durante ese verano Miranda presentó a los “Embajadores de América del Sur” en los mejores salones de la sociedad londinense y lo que es más importante, inyectó en el cerebro de sus jóvenes amigos la idea de una emancipación global para todo el continente. Finalmente los comisionados se separaron: López Méndez y Andrés Bello permanecerían en la casa de Miranda en Londres mientras Bolívar, acompañado del secretario Pedro Antonio Leleux, José Tovar Ponte y José María Antepara se trasladaron a Caracas a bordo de la goleta “Saphire” Miranda zarpará veinte días después. Su regreso fue glorioso pues a pesar de los resquemores de la aristocracia “mantuana” en su contra, que no había olvidado que solo era el hijo de un canario comerciante, el pueblo y la clase media le acogió con honores de héroe.Alfonso Rumazo González le retrata erguido, fuerte, poderoso en la dinámica, su estatura y sus ademanes imponían respeto, hablaba con vehemencia pero con estricta precisión. El pueblo se volcó a saludarle, esperando todo de él, ya que acababa de producirse la derrota de las tropas patriotas frente a Coro, por eso Miranda parecía la certeza del orden y del éxito.

A principios de 1811 se reunió el Congreso, Miranda asistió como Diputado y cuando antes del mes la Junta Suprema fue reemplazada por un Poder Ejecutivo formado por tres miembros, obtuvo ocho votos solamente pero no se desilusionó pues la revolución empezaba a perfilarse. Enseguida se formó una Alta Corte de Justicia en reemplazo del Tribunal de la Inquisición, circularon cinco periódicos todos ellos proindependentistas, la Sociedad Patriótica tomó cuerpo bajo sus órdenes y el día viernes 5 de Junio se proclamó la independencia total de España. Esa mañana Miranda salió batiendo la bandera tricolor y seguido por el pueblo paseó por el Palacio Arzobispal y la plaza central de la ciudad. En la escarapela puso el nombre de Colombia, gesto que originaría en 1819 la creación de Colombia la grande, obra de Bolívar inspirada en el ideal mirandino, con la unión de Venezuela y la Nueva Granada.

El domingo siguiente fue aprobada el Acta de la independencia, pero a la par de estos emocionantes momentos históricos comenzaban a producirse serias insurrecciones, primero fueron unos cuantos canarios amotinados en las afueras de Caracas, luego será la ciudad de Valencia. El gobierno envió tropas con el Marqués de Toro que fueron derrotadas, Miranda tomó el mando y tras una corta campaña entró victorioso en dicha ciudad y volvió a Caracas, asistió a las sesiones del Congreso, donde le eligieron Vicepresidente. El 21 de Diciembre se dictó la primera Constitución venezolana.

A principios de 1812 el Congreso decidió trasladarse a Valencia y se eligió un nuevo Poder Ejecutivo. Miranda seguía en Caracas pues se temía un desembarco de tropas españolas, lo que sucedió a principios de Marzo en las playas de Coro. Se trató del Capitán Domingo Monteverde con doscientos hombres procedentes de la isla de Puerto Rico, pero pronto sus fuerzas sumaron miles pues los ricos y los clérigos habían comenzado a trabajar contra el nuevo estado político. Para colmos, el jueves Santo 26 de Marzo, un terremoto asoló Caracas y otras poblaciones, se calcula que perecieron treinta mil personas. Miranda se salvó de morir aunque el edificio que habitaba amenazó ruina inminente. “Nuevamente en Abril, en la ciudad de Valencia, fue designado General en Jefe de las Fuerzas de Tierra y Mar para oponerse a Monteverde que avanzaba amenazante contra los patriotas insurgentes; entonces reorganizó el ejército, designó a Bolívar Comandante Militar de Puerto Cabello y solicitó el permiso del Congreso para iniciar las operaciones militares contra la plaza de Coro antes que los realistas se fortalecieran con nuevos contingentes; más, quien lo creyera, el permiso le fue negado. Esta equivocación ocasionó a corto plazo la ruina de la primera república venezolana pues ante el avance incontenible de los realistas el 2 de Mayo se vio Miranda obligado a evacuar Valencia, que fue ocupada por Monteverde y todo ello en medio de las intrigas de sus gratuitos detractores que no le perdonaban su condición social, pues no era considerado noble.

Decidido a recuperar Valencia, preparó a sus hombres y el 29 de Junio se convirtió en el héroe de esa jornada restableciendo el equilibrio de fuerzas que había perdido, lo cual, si bien era verdad en el plano militar, en cambio no modificaba en nada la desastrosa situación que se encontraba la república, cercada por todas partes de traidores y enemigos, de suerte que estando el 12 de Julio en su cuartel general de La Victoria propuso al jefe enemigo Domingo Monteverde un armisticio, que ha pasado a la historia como una Capitulación honrosa, aunque en esos momentos, por la exaltación de los ánimos y la poca experiencia política de sus subalternos, fue tomado como una muestra de debilidad, de cobardía o algo peor aún, como una traición a la agonizante revolución, sin comprender que Miranda había agotado los últimos recursos y no teniendo otra solución mejor pensaba dirigirse a la Nueva Granada donde gobernaba su amigo el patriota Antonio Nariño, también prócer de talla continental, para solicitarle armas y hombres con qué regresar a seguir combatiendo en Venezuela.

Tras su comunicación partió a Caracas y de allí a la Guaira, donde le esperaba el Saphire, alojándose en la Comandancia de Armas, sin saber que el traidor Manuel Maria de las Casas, a quien había designado meses atrás Comandante de esa plaza, le tenia preparada una celada.

Durante la cena de esa noche Juan Paz del Castillo y Pedro Gual le solicitaron explicaciones sobre los alcances de la Capitulación pero Miranda les respondió con despectivo orgullo. La conversación se acaloró y el Capitán Haynes le solicitó que lo acompañe al barco, Miranda contestó que lo haría a la mañana siguiente y en compañía de su Edecán Soublette pasó a su habitación donde permaneció profundamente dormido hasta que a las tres de la madrugada le tocaron la puerta, se vistió, salió al corredor y al comprender que le iban a tomar prisionero profirió estas palabras “Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino Bochinche.” y se fue a entregar a la guardia que lo condujo al Castillo de San Carlos. Fueron, pues, sus propios compañeros de armas quienes le entregaron a los españoles, error que no les perdonará la historia.

Ocho meses permaneció Miranda en esa prisión sucia, húmeda y maloliente, soportando toda clase de incomodidades, sin ver la luz del sol. Entonces escribió a la repuesta Audiencia de Caracas para que se le dejara en libertad pero dicho Tribunal dispuso reabrir el proceso iniciado en su contra en 1806. Meses más tarde, la presencia amenazadora de Bolívar, que había comenzado a lograr varias victorias, hizo que Monteveder ordenara el traslado de Miranda y de otros próceres igualmente presos, a la fortaleza del Morro en San Juan de Puerto Rico.

Llegados a su nuevo destino, el Capitán General de esa isla, Salvador Meléndez, dispuso que les quitaran los grillos, que pudieran visitarles sus amigos y hasta que leyeran los periódicos de Cádiz.

Miranda pidió por escrito su traslado a Cádiz para ser recibido en las Cortes donde tenia numerosos amigos entre el elemento liberal masónico y con tal finalidad fue embarcado en el bergantín correo “Alerta”; más, al llegar, las Cortes se acababan de trasladar a Madrid y poco después hacia su ingreso a España el rey Fernando VII, que las disolvió, derogó la Constitución de 1812 y asumió los poderes absolutos, iniciando un gobierno despótico, por tiránico y atrabiliario.

Encerrado en las carracas de Cádiz en 1814, Miranda permaneció en una habitación de la terraza de las cuatro torres con dos ventanas y una se presentó a reclamar sus restos, fueron arrojados al osario común en 1875. Su “viuda” le sobrevivió muchos años y sus hijos Leandro y Francisco pasaron a Bogotá en 1824, donde tuvieron distintas suertes. Leandro ejerció el comercio, casó con Teresa dalla Costa Soublette, fundó el periódico “El Constitucional” en Bogotá, dirigió el Banco Colonial Británico en Caracas, fue hombre rico y finalmente se estableció en París donde murió de ochenta y dos años de edad. Francisco tuvo vida agitada y habiéndose enrolado en las fuerzas revolucionarias del General Tomás Cipriano de Mosquera, que cayeron derrotadas en 1829 en Cerinza, fue tomado prisionero y falleció fusilado en Popayán.

Se ha dicho que Miranda fue el precursor por excelencia de la independencia de las colonias españolas, no solamente por su gestión agitada y nerviosa de tantos años en Europa, sino también por la amplitud de sus miras y la claridad de sus planes y pensamientos, y porque luchó en Venezuela con el arma al hombro por conseguir que su Patria fuera enteramente libre.

En su tiempo fue considerado el americano más ilustre en Europa, de suerte que era recibido en las cortes y en los ministerios con honores más que diplomáticos. Su vida gloriosa, su labor incansable y el final tristísimo en prisión, constituyen un ejemplo único en la historia de estas naciones sudamericanas, por su entrega total y de tantos y tantos años en pos del glorioso ideal de libertad.

En el Ecuador su memoria debe ser recordada siempre, pues fue su biógrafo, amigo, compañero y secretario el también Prócer guayaquileño José de Antepara y Arenazas.