MENA CRISTÓBAL

CRONISTA.- Nació en Ciudad Real ubicada en la región de la Mancha, Castilla la Nueva, España, en 1502 y fue bautizado en la iglesia de San Pedro. Su condición hidalga, además era culto e instruido. Hijo legítimo de Diego Sánchez, natural de Medina y de Inés Alonso, pasó a indias entre 1520 y el 23, posiblemente de veinte años de edad. Para 1526 era Capitán y servía a Pedrarias Dávila en la conquista de Nicaragua.

Estando de Regidor de la ciudad de Granada en esas tierras recién descubiertas, le encomendó que fuera al descubrimiento de minas. En 1531 acompañó a Francisco Pizarro en su tercer viaje al Perú. Era el más destacado Capitán después de aquel y sus hermanos y gozaba de toda la confianza de su jefe, por ese motivo el Cronista Herrera le menciona en primer lugar después de aquellos.

Esta tercera expedición de Pizarro había partido de Panamá tras eludir al Gobernador La Gama porque no habían podido cumplir todas las Ordenanzas Reales sobre expediciones descubridoras.

“Mena se había quedado en el puerto de Realejo en Nicaragua para recoger a los aventureros de última hora y a otros prohibidos de embarcar por no haber saldado sus deudas, entonces llamadas cuentas de hambre en Panamá. El Funcionario Real, avisado de eso, envió un teniente al barco, pero al arribo del dicho teniente le ^ resistieron la entrada”.

“Como Capitán del barco siguió hacia las islas del archipiélago de las Perlas llevando buen número de esclavos indios de Nicaragua y el 22 de Abril vendió una india a dos soldados de la expedición. En Coaque vendió un caballo a crédito, quedándoselo como garantía de la deuda y fue enviado a Puerto Viejo a rechazar a los indios hostiles. En Caraques despejó con una escuadra de jinetes a los indios sublevados y cuando estaba en la isla Puná llegaron Hernando de Soto y Sebastián de Benalcázar, que lo opacaron y pasó a segundo plano” pues en razón de su origen manchego era paisano de Almagro, condición que finalmente le acarreó la desconfianza de los Pizarro.

En Túmbes figuró como jefe de las balsas que se aventuraron al desembarco y les tomó dos meses llegar a la población indígena de Tangarara (donde el 15 de Julio de ese año de 1532 se fundó la ciudad de San Miguel de Piura) situada a casi ciento sesenta kilómetros del punto de partida. Dos meses después Pizarro encabezó la salida de una columna de hombres con destino al interior del país al mando de un escuadrón de caballería, entre ellos estuvo Mena.

Mula traía una cruz bastante grande que había adquirido en Panamá.

Producido el drama que terminó con el suplicio inicuo de Atahualpa en Cajamarca, Mena obtuvo 8.380 pesos de oro y 366 marcos de plata del rescate del Inca, suma que consideró injusta y motivó su retiro de la empresa conquistadora. Entonces recibió varios contratos y comisiones para España. Almagro le confió en secreto un Poder para solicitar al Rey ciertas mercedes y honores cuya gestión había encargado a Hernando Pizarro pero desconfiaba que éste las cumpliera; también le entregó siete mil castellanos de oro en calidad de préstamo, debiendo cobrarse con algunas escrituras de deuda que Mena le dejaba y con la parte del rescate que éste aún no recibía.

Al arribar a España el solícito Mena pidió con Juan Téllez las provisiones reales que Almagro solicitaba y obtenidas éstas le envió traslados de ellas, mientras Hernando Pizarro incumplía sus encargos y en lugar de pedir a nombre de Almagro lo acusaba ante el Rey.

Merced a sus esfuerzos la corona le concedió a Almagro la Gobernación de Nueva Castilla en términos geográficos que se prestaron a equívocos y malos entendimientos, provocando a la postre una disputa de jurisdicción sobre el Cusco, que originó la guerra civil entre los conquistadores, en la cual murieron violentamente Almagro el Viejo y su hijo Almagro el mozo. Francisco Pizarro y su hermano Gonzalo.

Mientras tanto la noticia de la conquista del Perú era la comidilla no solo en España sino también en el resto de occidente, pues habiendo arribado a Sevilla el quinto que le correspondía a la Corona del tesoro del Inca, durante varias semanas se exhibió al público en el patio de la Casa de Contratación de Sevilla. Buena parte de los ornamentos habían sido tomados de la ciudad costera de Pachacamac cuyo templo e ídolo fueron desposeídos (ropas finas y chapería y joya de mujeres y cacharros de oro y plata) así como toda clase de cántaros, tinajas, jarros, ollas, idolillos en forma de leones, zorras. Entre otras cosas había una estatua de oro representando a un joven en tamaño natural, un águila de plata grande. La gente concurrió masivamente a observar el espectáculo y en febrero de 1534 los funcionarios de la Casa de Contratación cometieron el crimen de ordenar que tan preciado tesorofuera fundido para convertirse en lingotes que sirvieran para fomentar el aumento de los planes belicistas de la Corona española en Europa.

Esta conmoción nacional hizo que dos meses después, en Abril de 1534, Mena publicara en Sevilla, sin firma, la primera Crónica que se conoce sobre el Perú, dando noticias fehaciente de los hechos que habían motivado la captura del tesoro, que tituló “La conquista del Perú, llamada la Nueva Castilla, La qual tierra por divina voluntad fue maravillosamente conquistada en las felicísima ventura del Emperador y Rey Nuestro Señor y por la prudencia y esfuerzo del muy magnífico y valeroso Caballero el Capitán Francisco Pizarro, Gobernador y Adelantado de la Nueva Castilla y de su hermano Hernando Pizarro y de sus animosos Capitanes, fieles y esforzados compañeros, que con él se hallaron,” impresa en la Casa de Bartolomé Pérez, Sevilla, folleto de 16 páginas sin folio, con 12 apretadas páginas de texto, portada con grabado.

Dicha Relación fue considerada Anónima / y por eso pasó a la historia con el nombre de “El anónimo sevillano” hasta que en 1935 el gran estudioso peruano Raúl Porras Barrenechea estableció que era obra de Cristóbal de Mena.

De ella solo se conservan dos ejemplares, uno en el Museo Británico y otro en la Biblioteca de New York, que publicó una edición facsimilar en 1929. Numerosos investigadores la habían reproducido con anterioridad y otros sólo se han referido a ella.

El Embajador veneciano Andrea Navagero que estaba de paso por Sevilla cuando apareció la Crónica Anónima (escrita por Mena) la llevó a Venecia donde fue traducida y editada en idioma italiano por un primo suyo llamado Gian Battista Ramusio bajo el título de “Relatione dun capitano spagnuolo della conquista del Perú”.

Su interés principal radica en que Mena o Medina como figura en otros documentos, fue “testigo presencial de los hechos que relata espontáneamente y sin llegar a las deformaciones de algunas Crónicas o Relaciones posteriores, por eso “es la más fresca y espontánea de todas, las que guarda más fiel e intacta la emoción de los sucesos de Cajamarca. Sumarísima para relatar las etapas del viaje marítimo, acentúa su minuciosidad a medida que los españoles se acercan al Inca. Los mensajes de Atahualpa a Pizarro adquieren en ella mayor precisión. La prisión y el rescate, el viaje de los comisionados al Cusco y Pachacamac, no pueden restaurarse sin sus datos esenciales, más palpable en éste que en ningún otro relato. Indios y españoles son menos convencionales: se siente el choque de las dos razas tal como fue y no se omiten las rudezas imprescindibles de él. Crueldades de los Capitanes españoles con los indios, como actos de barbarie de éstos, se refieren sin melindres. Mena es el único cronista español que refiere las torturas impuestas por Soto a Calicuchima para hacerle declarar donde estaban los tesoros de Atahualpa, el primero que trae noticias de los cadáveres de indios colgados en los caminos incaicos por orden de Atahualpa y describe el tambor humano del Inca hecho del pellejo disecado de su hermano y su vaso fúnebre labrado en el cráneo del mismo. La emoción auténtica de la conquista se adquiere en sus páginas. Ni en Jerez, relato frío y oficial; ni en Pizarro o en Trujillo, cronistas retrospectivos, se siente esa sensación de incertidumbre y de angustia por el peligro, que trasciende esta crónica. El tono personal es uno de sus mejores atractivos. En él respira el soldado de la conquista con sus afectos, pasiones, odios, codicia, ambición, temor u osadía, confundidos. Pura sinceridad, verdad primera, vivida e infalsificable. Estamos ante un manantial histórico”.

Es probable que Mena escribiera esta Relación parte en Panamá y parte en la travesía por el Atlántico y que la terminara al arribar a Sevilla donde litigó por Almagro y tuvo que aguardar que los oficiales de la Casa de Contratación liberaran la parte del botín que llevó del Perú, después se trasladó a su ciudad natal – Ciudad Real – donde vivió el resto de sus días tranquilamente y con boato, merced a la fortuna adquirida; sin embargo no han faltado eruditos que insisten en que Mena debió dictar el texto a un copista como responsable y testigo presencial, para que éste pasara en limpio su discurso; lo cual no parece verdadero pues existen dos cartas del Licenciado Gaspar de Espinosa, escritas en Panamá. En la primera se indica textualmente que Mena llevaba una Relación para el Rey o pensaba hacerla en el viaje. En la segunda se aclara aún más el asunto y se dice que Mena debía hacer relación tanto al Rey como a su Secretario Francisco de los Cobos de los sucesos de la expedición.

El erudito anticuario Inocente Hervás y Buendía en su Diccionario histórico, geográfico, biográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real, Imprenta del Hospicio, año 1918, ha escrito que el Capitán Mena, uno de los oficiales de Caballería de Francisco Pizarro, colaboró en la fundación de un Colegio de ancianos nobles destinado preferentemente a mantener a ancianos nobles y pobres de su familia o en su defecto a otros ancianos nobles de buena conducta y construyó una Capilla dedicada a Nuestra Señora de las Aguas en la iglesia del monasterio de San Francisco donde fue enterrado y al que dotó de una joya magnífica. También indica que tuvo un hijo soltero que le premurió, de suerte que quedó sin descendencia.

Luís Andrade Reimers es el autor ecuatoriano que más ha estudiado esta Crónica, al punto que llegó a desmenuzarla en partes. Primero acotó que consta de 8.300 palabras y se inicia con la odisea de casi dos años que le tomó a las fuerzas de Pizarro recorrer el trayecto entre Panamá y Tangarara. Luego habla sobre el viaje desde este último punto hasta el llano de Cajamarca. Prosigue la Crónica con la entrevista al Inca, el incidente o sorpresa y su prisión, para terminar con su muerte y la descripción y reparto del oro del Inca.