El Señor Víctor Manuel Albornoz en su medular estudio crítico y biográfico sobre Fray Vicente Solano, cuando se refiere a él como defensor de la religión Católica, hace referencia muy breve al episodio polémico y no asevera si la réplica a la hoja volante de Dolores, intitulada “Necrología”, con otra llamada “Graciosa Necrología”, es de Solano, el escritor fisgón y combativo, “en su insistente afán de no permitir que las cosas de la religión católica sufran desmedro”, o del Sacerdote Ignacio Marchan, sobre quien parece recaer todo el peso. Deduce eso de todo esto tipo, desde los más encumbrados y cultos, hasta los más indoctos y plebeyos, con comentarios y habladurías de todo calibre, que debieron conturbar el ánimo de Dolores. Pero es lo cierto que un desdichado actor en esta disputa fue el ya nombrado clérigo Marchan, a quien el polígrafo Remigio crespo Toral defiende a todo trance, presentándole como un sacerdote de sencillos alcances, incapaz del menor piropo, si bien, rudo de modales. Márquez Tapia, al contrario, acusa a Marchan, no lo salva. Mera es también del mismo parecer.
¿Quién es, pues, el Dr. Mantequita? No lo sé; pero ciertos indicios puede creerse que es quizás el Dr. Ignacio Marchan, al que Solano en su Felpa, publicada en ese mismo año de 1846, regala estas frases, salpimentadas de recios adjetivos: “Necio, santón, que es capaz de vender hasta su madre cuando se trata de vender pesetas, tonto, jumento que se metió a la fuerza en el Seminario, sinvergüenza y tapetado, Judas negro porque su carácter es vender y traicionar a sus benefactores.