Mañozca Juan


Era alto de cuerpo, de facciones toscas, pero varoniles: aunque apenas frisaba en los cincuenta años, su abultada cabeza estaba ya calva y el poco cabello que le había quedado, bastante cano; su rostro carnoso y sonrosado, con las enormes y redondas gafas, el poblado bigote y la aliñada pera, haciéndolo poco simpático a la vista, le daba aire de militar más bien que de sacerdote. El 18 de septiembre de 1627 se dio cumplimiento en Quito a la resolución del Consejo Real de Indias, por la cual ordenaba su Majestad, que Mañozca suspendiera inmediatamente la visita de la Real Audiencia y regresara a Lima, para ocupar su plaza de Inquisidor más antiguo.
Días antes que llegaran las cédula reales de su destitución, Mañozca se vio acosado, herido a mansalva, por el aleve dardo del pasquín y del anónimo, que hacia burla de su fracaso, aplicándole, con punzante ironía, texto de la Santa Escritura, en lo cual era fácil descubrir manos ejercitadas en hojear el Breviario. De Quito volvió a Lima, y en esa ciudad permaneció hasta 1636, año en el cual fue ascendido al destino de Ministro del Tribunal Supremo de la Inquisición, establecido en Madrid; en 1642 sirvió la presidencia de la cancillería real de Granada y el año siguiente fue presentado para Arzobispo de México, cuya iglesia gobernó por casi diez años, pues falleció en 1653, en la misma ciudad de México. Recibió la consagración episcopal en la Puebla de Los Ángeles, de manos del Venerable don Juan de Palafox, entonces Obispo de Aquella ciudad. 
Desde 1624 hubo en Quito el Tribunal del Santo Oficio, Mañozca estuvo a cargo de la organización, por disposición del Consejo de Indias.
Fue el primer Inquisidor de Cartagena por Diez años y luego primer Inquisidor de Lima, de donde vino a Quito para cumplir su misión, habiendo permanecido durante cuatro años en la capital de la Audiencia con poderosa autoridad, ya que fue Juez de Residencia del Presidente Morga y los Oidores, Visitador General de la Audiencia y Gran Inquisidor.