JIMENEZ DE LA ESPADA MARCO

AMERICANISTA.- Nació el 5 de Marzo de 1821 en Cartagena de levante, España, tuvo una niñez agitada pues su padre era funcionario público y cambiaba continuamente de residencia, por eso siguió el bachillerato en diversas ciudades como Valladolid, Barcelona y Sevilla.

En 1850 inició en Madrid los estudios de Ciencias Naturales y en 1853 consiguió una colocación en la sección de Ciencias Naturales de esa Universidad. Al finalizar la Licenciatura el 55 con la tesis “Los anfibios de Blanville y los batracios de Cuvier forman una clase aparte”, el estudio y taxonomía de los anfibios sería un tema recurrente en su quehacer científico en los años posteriores como parte importante de la zoología y anatomía comparada. El 57, sin abandonar su empleo en la Universidad, fue designado ayudante de cátedra de las clases de mineralogía y geología en el Museo de Ciencias Naturales de la Corte, fundado un siglo antes por el sabio guayaquileño Pedro Franco Dávila, vinculándose a dicha institución por más de cuarenta años En 1862 comenzó a gestarse en la corte de la Reina isabel ii una operación militar para reforzar la presencia española en el Pacífico, tal como se había ejecutado en las costas de la isla Española, Marruecos y la indochina; sin embargo, debido al auge de las expediciones científicas, sus organizadores también decidieron darle un carácter científico, pero supeditado al mando militar. Por ello se esperó de esta Comisión un análisis completo de la biodiversidad, geografía y antropología del continente americano como antes jamás se había efectuado, también sería la mayor expedición científica española que debería recoger especímenes vivos y muertos zoológicos, botánicos, geológicos y antropológicos para acrecentar los fondos del Museo de Ciencias Naturales y del Jardín Botánico de Madrid.

Los ocho miembros de la expedición fueron designado por orden del Ministro de Fomento Antonio Aguilar y Correa, y por el Jefe de la Expedición y Director del Museo de Ciencias Naturales Mariano de la Paz Graells y fueron el Oficial de la Armada Patricio María Paz y Membiela, el Antropólogo y Médico cubano Manuel Almagro,

Fernando Amor a quien se encargó la recolección de insectos, arácnidos, minerales, rocas y fósiles, Francisco de Paula Martínez y Sáez responsable de la recolección de mamíferos, reptiles acuáticos, peces, crustáceos, anélidos, moluscos y zoófitos, Marco Jiménez de la Espada para mamíferos y reptiles terrestres electo por recomendación de su maestro Graells quien le consideraba su discípulo preferido, el dibujante Rafael Castro y Ordóñez, el botánico Juan isern Batllo el médico Bartolomé Puig y Galup.

La expedición partió el 10 de Agosto de ese año del puerto de Cádiz en una escuadra formada por las fragatas Nuestra señora del Triunfo y Revolución, y la goleta Covadonga que hicieron escala en las islas Canarias y del Cabo Verde, las costas del Brasil y el Uruguay donde se dividieron sus miembros en dos grupos, unos que se adentraron hacia el oeste y otros que siguieron rumbo al Estrecho de Magallanes para llegar al Pacífico, Jiménez de la Espada estuvo entre estos. Todos debían reunirse en Chile y seguir hacia el Perú, Ecuador, las costas centroamericanas, México, California y nuevamente al Perú para continuar los estudios tierra adentro, pero en Marzo del 64 encontrandose en las costas peruana, fueron informados que había estallado la guerra entre Perú y España a la que se sumó casi enseguida Chile.

Por ellos los mandos militares dieron fin a la Comisión, aunque Jiménez de la Espada y tres compañeros más, el zoólogo Francisco de Paula Martínez y Sáenz, el antropólogo y médico Manuel Almagro y el botánico Juan isern y Batlló optaron por continuar la expedición en tierra firme, a pesar de las constantes órdenes que en sentido contrario les llegaban desde España.

Este fue el inicio de un Gran Viaje por la parte más ancha del continente sudamericano que Jiménez de la Espada realizó partiendo del Ecuador por el oriente amazónico, hasta la desembocadura de dicho río en el Océano Atlántico y como no le acompañó el fotógrafo Rafael Castro y Ordóñez, la mayor parte del material gráfico, dibujos y planos, corrieron también a su cargo.

Finalmente, en Diciembre de 1865, los cuatro aventureros dieron fin a la Expedición pisando nuevamente España y en Enero del 66 pudo reincorporarse a sus cargos en Madrid. En 1865 había caído en desgracia su maestro Mariano de la Paz Graells, Director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, perdiendo Jiménez su valioso auspicio.

La importancia de su labor desplegada como miembro de la Comisión del Pacífico estriba en que envió por primera ocasión a España numerosos ejemplares de mamíferos, casi todos desconocidos en la península y muchos de ellos vivos, para que se aclimaten, pues desde cuando inició sus labores en el Jardín Botánico de Madrid había experimentado en la aclimatación de animales foráneos, de suerte que no le fue difícil hacer lo mismo con los mamíferos, aves y reptiles que encontró en América como la liebre de la Patagonia, el guanaco, el cisne de cuello negro, el cóndor de los Andes cuyos descendientes serían cedidos a otros jardines zoológicos. Durante los siguientes seis años pasó clasificando el inmenso material recogido.

En 1866 recibió la Medalla de Primera Clase de la Sociedad imperial Zoológica de Francia para la aclimatación de animales. El 70 dio a conocer por primera ocasión en Europa, nuevas especies de primates americanos, a través del boletín de la U. de Madrid y en folleto salió su trabajo “Algunos datos nuevos o curiosos sobre la fauna del Alto Amazonas, Mamíferos”. El 71 salió “Especies de la fauna neo tropical desconocida” y fundó con otros colegas la Sociedad Española de Historia Natural en cuyos Anales publicaría sus trabajos posteriores.

Del 75 es su obra maestra en el campo de la zoología, que alcanzó tanto éxito que fue republicada tres años más tarde, “Vertebrados del viaje al Pacífico. Batracios” con un estudio exhaustivo sobre los setecientos ochenta y seis anfibios recolectados durante el viaje, divididos en dieciocho géneros conocidos, en dos desconocidos, dos especies y tres subespecies totalmente nuevas con datos muy complejos sobre su biología y costumbres.

I a la par de estos éxitos de su espíritu hay que anotar la disolución gubernamental de la Comisión encargada del estudio de los materiales recogidos durante la Expedición del Pacífico que le privó de una gran parte de los especímenes de suerte que quizá esta inmotivada medida le apartó de sus estudios científicos iniciales como zoólogo de fama internacional para interesarse en la geografía e historia sudamericana, y en 1876 fundó la Sociedad Geográfica de España y se dedicó a la reedición y comentario delas obras de grandes Cronistas viajeros comenzando el 76 por el llamado “Libro del conocimiento, texto medioeval, posiblemente de principios del siglo XIV, que describe lugares desconocidos para la Europa de su tiempo, sobre todo del Africa.

En 1879 participó en el Congreso de Americanistas de Bruselas, el 81 en el de Madrid, el 86 en el de Turín, el 88 en el de Berlín, el 90 en el de París. El gobierno del Perú le condecoró con Medalla de Oro por la divulgación de la antigua cultura inca.

El ingreso a la Academia Nacional de Historia de España en 1883 fue decisivo en su carrera pues le sacó del reino de la zoología para sumergirle en el de la geografía e historia, especializándose en los Cronistas de indias. Desde entonces vertió sus investigaciones y recobró para el conocimiento universal, crónicas de tanta importancia como la de Pedro Tafur, el jesuita Bernabé Cobos, Bartolomé de las Casas, Pedro Cieza de León.

Entre el 81 y el 97 aparecieron sus cuatro voluminosos tomos sobre “Relaciones geográficas de las Indias” que le valió el mayor Premio de la Academia de Historia de España, con diversas Crónicas desconocidas y que aportaron un valiosísimo material para el conocimiento de la conquista española en el siglo XVI y el pasado precolombino.

La muerte le sorprendió en Madrid en 1898 cuando estaba realizando un importante trabajo sobre la expedición marítima de Alessandro Malaspina en el siglo XVIII.

En 1928 apareció su “Diario de la expedición al Pacífico, llevada a cabo por una comisión de naturalistas españoles durante los años 18621865”.

Por su participación en esta expedición y por los trabajos zoológicos que produjo y sobre todo por la publicación de las Crónicas de indias, está considerado el sabio americanista por antonomasia. Fue, además, un fiel exponente del saber racionalista de su tiempo, dio a España motivo de orgullo en 1892 cuando se celebró el quinto centenario del descubrimiento de América, presentando al mundo una gran cantidad de trabajos geográficos realizados por los Cronistas del siglo XVI.

La institución Libre de Enseñanza presidida por Francisco Giner de los Ríos le dedicó tiempo después de su muerte, una sesión de honor, presentándole como símbolo del regeneracionismo científico español, tal su importancia para las ciencias y las letras hispanoamericanas del tiempo.