SABIO.- Nació en Quito el 11 de Diciembre de 1890 a las nueve de la noche, en la casa de la calle Sucre donde pasó parte de su infancia. El matrimonio de sus padres tuvo otros tres hijos que no llegaron a la pubertad. Hijo de Manuel Jijón Larrea (1860–1906) fallecido de solamente cuarenta y seis años, no sin antes poner la formación de su hijo en manos de su amigo el Arzobispo Federico González Suárez.
Don Manuel era hombre muy rico, dueño de once haciendas (unas en Ibarra, otras al sur de Quito y en el valle de los Chillos) de la fábrica “Chillo Jijón” de paños y tejidos de lana, de una gran casa antigua y señorial en el centro de Quito y otros muchos bienes, con su amigo Julio Urrutia instaló la primera planta eléctrica de Quito aprovechando las aguas del río Machángara, en 1906 fundó la Cámara de Comercio y figuró entre los primeros accionistas del recién creado Banco del Pichincha,importó una flota de buses para el trayecto Quito – Riobamba, etc. y mandó a construír una hermosísima mansión de estilo neo renacentista en la Avenida Colón, entonces en las afueras de Quito llamada La Circasiana, porque su esposa leyó en una novela romántica del francés Alejandro Lavergné que en dicha región de la Anatolia turca existían las más hermosas mujeres del mundo, cuyos interiores decoró con cuadros de Juan Manosalvas y Joaquín Pinto. En dicha Villa de corte europeo funciona actualmente el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural INPC; y de su prima segunda Dolores Caamaño y Almada, hija legítima de Jacinto Caamaño y Cornejo, comerciante guayaquileño mayorista en la Baja California que logró una buena fortuna y de Antonia de Almada y Astorgas natural de la villa de El Alamo en México, cuyo retrato – por alguna razón sería, no constaba en la Galería Iconográfica existente en los salones de “La Circasiana” – unida por un túnel subterráneo a edificación vecina, sede del Archivo Metropolitano de Historia. El conjunto arquitectónico tenía su alto muro perimetral presidido por un Arco de ingreso tallado en piedra, hoy en el parque de la Alameda. Los interior son de finos acabados de madera.(1)
Realizó sus primeros estudios desde 1895 bajo la tutela del hermano (Giacinto) Jacinto Pankeri, que a pesar de poseer dos títulos universitarios no era sacerdote y estaba asignado a la Orden salesiana, quien le enseñó el amor a los libros y al prójimo, moldeó su carácter suave y dócil de por sí, conduciéndole por los caminos de las ciencias lingüísticas y antropológicas, así como también hacia los idiomas italiano, francés, inglés y alemán.
Como hijo único, huérfano de padre a los diecisiete años, se convirtió en el apoyo de su madre viuda a la que dedicaba buena parte de su tiempo. Casi sin amigos por su educación aislada, era un joven tímido que sin ser huraño ni meditabundo pasaba años más tarde por persona adusta pues jamás bebía más de una copa de vino y esto es, según la ocasión; que solía imponer el órden y el aseo por encima de todas las cosas, parco en el hablar, en el reír y en lo expresivo, incapaz de una interjección o de un abrazo, nunca una carcajada estrepitosa; hablaba más bien lento y pensando cada palabra y casi en voz baja, la gente le tenía por un ser lejano que ponía distancia en todo cuando en realidad era bonísima persona pero como no tenía el don de la gracia ni del chiste, parecia lejano, casi inaccesible. Alto, medía 1,92 de estatura, delgado (asténico) tez color canelita. El pelo crespo y ligeramente ensortijado. Siempre elegante inclusive en el interior de su domicilio, lo que se dice, vestido como para salir a la calle. Jamás mujeriego ni escandaloso. En él todo era serio – casi solemne – y meticuloso.
Desde 1901 siguió la secundaria en el colegio “San Gabriel” de los jesuitas donde exagerando la nota cursi le solían vestir de monaguillo en las solemnidades religiosas y el Arzobispo González Suárez apreciando su talento decidió formarle como investigador de las ciencias históricas y arqueológicas, hasta entonces poco conocidas.
En 1906 figuró entre los socios fundadores del Centro católico de obreros y escribió una conferencia sobre el Ahorro. En 1908 se graduó de Bachiller en Filosofía y Letras pero como “no estaba seguro de su orientación intelectual, se creyó llamado al estudio del derecho y comenzó los cursos en la U. Central”. Ese año falleció su padre y el hermano Pankeri se había reincorporado a su Congregación pues los salesianos regresaron al país y aunque terminaría de misionero en la región oriental de Méndez nunca cortó sus lazos de amistad con su discípulo, al punto que le siguió sirviendo en sus trabajos arqueológicos, industriales y arquitectonicas.
E1 24 de Julio de 1909 González Suárez lo escogió para conformar la Sociedad de Estudios Históricos Americano después transformada en Academia Nacional de Historia junto a otros jóvenes intelectualizados como Luís Felipe Borja hijo, Alfredo Flores y Caamaño, Cristóbal de Gangotena y Jijón, Calos Manuel Larrea Rivadeneira, Aníbal Viteri Lafronte, Juan León Mera Iturralde y José Gabriel Navarro.
Ese año inició su carrera de arqueólogo excavando en los terrenos de la hacienda del Hospital en Urcuqui, que acababa de heredar y en el molino del Quinche; el hermano Pankeri vigiló los trabajos de campo y Juan León Mera Iturralde dibujaba y tomaban fotografías. Semanas después extendió los trabajos a la hacienda Ignaro. También asumió la presidenca del Centro Católico de Obreros.
En 1910 su autoritaria mamá no quiso que viajara a la frontera como soldado raso durante la movilización armada con el Perú y le consiguió en la Cancillería el cargo de Adjunto Civil a una Embajada Extraordinaria que presidió Nicolás Clemente Ponce en Bolivia por el centenario de la independencia de ese país. Ya para entonces había comenzado a fumar cigarrillos rubios, inocente costumbre que no abandonaría jamás.
En octubre de 1911 regresó a Quito y de inmediato retomó las obras iniciadas en Urcuquí y en la zona del Quinche, y las amplió hasta el área de Imbabura. En abril de 1912 concluyó la clasificación de los objetos encontrados, ingresó a la Sociedad Jurídico – Literaria y quiso contraer matrimonio con Lola Lasso Chiriboga y hasta cambiaron de aros, pero su madre se opuso en razón de pertenecer la novia a una familia donde sus dos hermanas habían casado con prominentes liberales, aunque
también se ha comentado a sotto voce que existía entre los novios un parentesco “íntimo” y para alejarlo de Quito le aconsejó que debía perfeccionar su formación en Europa.
La señora vendió dos haciendas: El Hospital y Piñán y con su hijo y su mejor amigo Carlos Manuel Larrea Rivadeneira partieron a París. La ausencia duraría cuatro largos años. Se alojaron en el Ritz, visitaron a la tía Victoria Caamaño viuda del comerciante millonario y pastuso apellidado Felipe Díaz – Erazo quien vivía en un Palacio. Tenía cinco edificios y nada menos que en la avenida Foch. Al poco tiempo los jóvenes viajaron a Londres e intervinieron en el Congreso de Americanistas. Allí publicó “El Tesoro de Itchimbia” en 19 páginas. Estudiaron en el Museo Británico, visitaron la casa de Ana Caamaño de Flores (prima hermana de la madre de Jacinto) quien vivía con sus dos hijas: Rosa Laura y María Luisa y se entusiasmó con ésta última, quien tocaba muy bonito al piano, tenía una linda voz, había culminado el bachillerato en el Colegio francés de Lima, buena lectora, de conversación agradable y segura, inspiraba confianza aunque era dos años mayor a Jacinto. De vuelta a París se matricularon los viajeros en la Sorbona.
En 1913 y con una carta de recomendación de González Suárez conocieron a Paul Rivet, con él estudiaron Antropología, Física y Craneología y con René Verneau y Salomón Reinach, Etnología y Lingüística. En 1914 representaron al Ecuador en el Congreso de Historia y Geografía de Sevilla y editó en Madrid “Contribución al conocimiento de los aborígenes de la provincia de Imbabura en la República del Ecuador” en 351 páginas, 80 figuras, 64 láminas y planos, aprovechando su estadía en la capital española para solicitar aunque sin éxito – la rehabilitación del título de Conde de Casa Gijón y de otro más.
Nuevamente instalados en París, falleció su madre de cincuenta y ocho años de edad a causa de un cáncer al estómago, no sin antes hacerle prometer que casaría con su prima segunda María Luisa Flores Caamaño, lo cual aceptó el bonísimo hijo, que siempre fue una personalidad sin carácter con las mujeres.
Cabe anotar que durante esta primera estadía fuera del país se le hizo costumbre visitar tiendas de libros antiguos y raros y como siempre tuvo buen gusto y conocimientos del mundo cultural y científico europeo, logró hermosas adquisiciones. En un Ensayo biográfico suyo escrito por Francisco Febres Cordero se relata la anécodta siguiente: Ya viejo, estando a finales del siglo XX de viaje por Inglaterra preguntó por una obra de Humboldt, edición de lujo, ochenta centímetros de alto, ilustrada con la flora de América latina en varios volúmenes. Se le informó que se conocía la obra por referencias solamente pues como las acuarelas estaban pintadas a mano solo se hicieron cuatro copias. Una está en la Biblioteca de New York, otra en la de Berlín, la tercera se perdió y la cuarta en la biblioteca privada de un coleccionista ecuatoriano… Era la de Jacinto Jijón Caamaño por supuesto.
En 1916 volvió al Ecuador, con su amigo Larrea y trayendo los restos de su madre, inspeccionó la quebrada de San Sebastián, visitó las provincias del norte de la costa ecuatoriana y realizó excavaciones en los cerros de Jaboncillo y de Hojas, y en Manta, todo en Manabí. Región que anteriormente habían visitado González Suarez y Marshall H. Saville – sobre todo éste último – cuyo libro sobre las Antiguedades de Manabí deslumbró a Jijón y Caamaño, pero correspondió a éste el mérito de haber demostrado la existencia de lo que él llamó “La Liga de mercaderes” conformada por los señoríos de Salango, Salangame, Seracapes y Tusco y sus territorios adyacentes en la costa sur de Manabí, conforme lo relata la Crónica de Sámano – Jeréz.
También fue el primero en relievar la importancia de la navegación precolombina en la cultura Manteño Huancavilca y el uso de la balsa como medio usual de transportación de personas y mercaderías a través de largas distancias y en mar abierto, usando la vela y varios timones o guaras que les permitieron arribar a las costas centroamericanas y mexicanas por el norte y por el sur al Perú.
Su carácter “sencillo, afable y generoso, hizo que abriera las puertas de su casa del centro para las reuniones semanales de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos, en las que se leían los trabajos y discutían los proyectos” y así nació el Boletín de la Sociedad que aún sigue aunque con distinto nombre y comenzaron a aparecer sus trabajos: “Un Cementerio incásico en Quito y notas acerca de los Incas en el Ecuador” en 102 págs, 44 laminas y 5 dibujos escrito a medias con Carlos Manuel Larrea y “Artefactos prehistóricos del Guayas”, así como notas bibliográficas sobre los arqueólogos Alfonso Pastor y Marshall H. Saville.
El 1 de diciembre de 1917 falleció su maestro González Suarez y previo pago del debido precio adquirió su biblioteca particular, incrementando los libros que ya poseía sobre historia y arqueología. El 3 de agosto de 1918, a los veinte y ocho años de edad, luego de tres de postergaciones, realizó su matrimonio en Quito con su prima segunda María Luisa Flores Caamaño, pero ella no causó buena impresión por su inocultable arrogancia que terminó aislándola en la Circasiana con su esposo e hijos único y un selecto pero pequeño grupo de parientes y amistades.
Ese año apareció “Examen crítico de la veracidad de la Historia del Reino de Quito del padre Juan de Velasco, de la compañía de Jesús”, en 33 páginas, impugnando el valor de las leyendas como fuentes de la historia de los pueblos, pero le salió al paso Pío Jaramillo Alvarado y sostuvieron una larga polémica cuyo recuerdo aún perdura.
Jaramillo Alvarado manifestó que no debía confundirse la leyenda con la historia, distinción elemental que el padre Velasco estableció en su obra y agregó que de la fábula, la leyenda, la tradición se nutre la prehistoria que arraiga también sus raíces en la arqueología. Estos géneros de información tienen un valor peculiar y porque carecen del documento escrito, frio, severo, etc. no se llama historia sino prehistoria, esto es, narraciones de épocas en que se desconocía la escritura para la confección de documentos. La crítica analiza esas leyendas con procedimientos especiales y con ciencias de valor aproximativo como la toponimia, la antropología, la lingüística, la arqueología, para penetrar en el pasado y examinar la psicología de las civilizaciones muertas, generadoras de herencias latentes en el fondo de las razas.
Con los años se ha visto que Jijón y Caamaño tenía en parte la razón y que el libro del padre Velasco, escrito en el destierro de Faenza (Italia) es altamente meritorio porque contiene elementos rescatables al patriotismo, sirve de base de la nacionalidad anadina y la fundamenta, y así debe ser considerado, más que un libro de historia propiamente dicho. En todo caso, las genealogías de los reyes Shirys responde a la nación Puruhá, que a la llegada de los españoles dominaban las actuales provincias de Cotopaxi y Tungurahua, y debió tomarlas Velasco de la obra del Cacique Jacinto Collahuaso hoy extraviada. I hasta que aparezca, el asunto seguirá pendiente.
En 1919 invitó al sabio arqueólogo alemán Max Uhle a visitar el Ecuador con gastos de viaje y estadía pagados para que trabaje en el sur del país, propiamiente en las regiones de Loja, El Oro, Azuay y Cañar. Uhle tenía sesenta y tres años de edad y en nuestro país permaneció seis, descubriendo entre otras muchas cosas las ruinas de la antigua ciudad Inca de Tomebamba, capital de la zona norte del Tahuantinsuyo, pero al final. Salió de Ecuador disgustando con Dra. María Luisa, quien nunca quiso reconocerle su altísima condición de sabio y científico de forma internacional y pretendía que solo fuera un miembro más del servicio doméstico.
Jijón, mientras tanto, continuó sus notas Bibliográficas sobre G. Perrier y J. M. Le Gouhir Raud y viajó a la provincia del Chimborazo donde trabó amistad con el deán Juan Félix Proaño y con los jesuítas Manuel Reyes y José Félix Heredia, que lo ayudaron a realizar varios trabajos, sobre todo Heredia, que le hizo llegar unas ochocientas palabras puruhaes. Después investigó en la región de Guano, descubriendo la cultura “Tuncahuan”, así denominada por el montículo donde realizó las excavaciones, cuyo cementerio contenía los restos y “objetos con decoración negativa, con sobrepintura que no sigue exactamente el dibujo hecho al color perdido”.
De esos días son algunos de sus mejores obras como la “Contribución al conocimiento de las lenguas indígenas que se hablaron en el Ecuador Interandino y Occidental con anterioridad a la conquista española”, colaboró con Carlos Manuel Larrea en “Notas acerca de la arqueología de Esmeraldas (contribución al conocimiento de los aborígenes de La Tola.” Editó un estracto de la “Descripción del Perú” por el Lic. Pedro de la Gasca y “La historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España” escrita por el pdre Antonio Astraín.
En 1920 nació su único hijo: Manuel Jijón – Caamaño y Flores quien reivindicaría en 1958 el condado de Casa Gijón, ingresó a la “Asociación Católica de la Juventud Ecuatoriana”, dió a la luz publica “Nueva contribución al conocimiento de los aborígenes de la provincia de Imbabura”, “Los Tinculpas y notas acerca de la metalurgia de los aborígenes del Ecuador” en 40 páginas y notas bibliográficas sobre los antropólogos G. de Crequi – Montfort, Paul Rivet, Otto Proedin, Erland Nordenskicel y Carlos Grijalva.
Por esos años terminó la construcción y se trasladó a vivir a su villa “La Circasiana”, ubicada en la calle Colón, un verdadero palacete que hizo decorar por diferentes artistas, donde gozó de amplios espacios y edificó un anexo para Museo, Archivo y Biblioteca, con óleos de ceremonias y ritos indigenistas ejecutados en estilo art nouveau por Camilo Egas. Mandó a tallar en piedra el gran portón de entrada con el relieve de “La despedida de los Centauros” por Luís Mideros. Construyó un enorme comedor con piso de marmolo rojo y chimenea de piedra, aplicaciones en madera tallada y la yesería con los escudos nibiliarios de la familia, así como una amplia terraza cubierta de vidro bajo la cual estaba la piscina. En otras secciones – conectado al edificio central por un largo túnel subterráneo, depositó la parte del archivo del General Flores que había heredado su esposa y los miles de libros y revistas científicas que iba atesorando y que cuidaba, limpiaba y ordenaba el bibliotecario Eliseo Murillo, personaje de toda confianza que estuvo ocupando ese cargo por muchos años, siendo la única persona que laboraba en la biblioteca.
Dividía el tiempo entre su hogar, la dirección de sus propiedades urbanas y rurales, la fábrica de hilados y tejidos y las excavaciones arqueológicas. Las mañanas a lo primero y las tardes a escribir. Lamentablemente no pudo viajar a la provincia del Guayas como tenía previsto pues allí hubiera hallado restos más antiguos que en la sierra.
En 1921 continuó las notas bibliográficas y escribió sobre el padre Jesús Arriaga y Rafael Karsten, inició una serie con rarezas inéditas tomadas de su biblioteca con el poema culterano del siglo XVII denominado “Armas Antárticas” de Juan de Miramontes y Suázola en dos tomos y publicó un comentario sobre una carta del General Rafael Urdaneta, en 8 páginas.
En 1922 conmemoró el centenario de la batalla del Pichincha con una sesión en la Sala Capitular de san Agustín y terminó la clasificación y el encuadernamiento del Archivo Flores en más de noventa volúmenes. Igualmente editó “Solemne pronunciamiento de la capital de Quito y de los demás pueblos del sur de Colombia, por el cual se constituye el Ecuador en estado soberano, libre e independiente. Año 1830, con documentos explicativos, facsímiles”. También salió “La edad de bronce en la América del Sur”.
En 1923 presidió la Junta de Embellecimiento de Quito, continuó la serie de rarezas bibliográficas con la edición fascímil de “La restauración del estado del Arauco” por Santiago de Tesillo, impreso en Lima en 1665. Igualmente costeó el tercer tomo de los “Escritos del doctor Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo”, completando la labor de González Suárez que en 1912 había editado los dos primeros. Este tomo contiene “La defensa de los curas de Riobamba”, el “Marco Porcio Catón” y una Introducción explicativa de Homero Viteri Lafronte. También publicó “Puruhá, contribución al conocimiento de los aborígenes de la provincia del Chimborazo”, notas bibliográficas sobre Henry Vignaud y Aníbal Velloso Rebello así como “Disertación acerca del establecimiento de la Universidad de Santo Tomás y del Real Colegio de San Fernando” en 74 páginas.
Fue un año muy laborioso pues dió a la luz una parte de una obra mayor sobre el Ecuador precolombino sacó “Contribución al conocimiento de las lenguas indígenas que se hablaron en el Ecuador Interandino y Occidental con anterioridad a la conquista española” y “El folclore del Chimborazo.”
En 1924 salió “Influencia de Quito en la emancipación del continente americano” en 55 páginas, obra que últimamente ha cobrado importancia pues por primera ocasión se menciona que Juan Pío Montúfar conocía la debilidad militar del Estado de Quito y no quiso entrar en guerras ni arriesgar demasiado. Este cálculo, le ha merecido el dicterio de pusilánime y hasta de traidor, aunque en realidad fue un cálculo mejor que el de los revolucionarios puros.
Ese año ingresó a la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, se afilió al Partido Conservador. Fue candidato a Senador, colaboró en la redacción del matutino “El Porvenir” y el 12 de Junio se descubrieron sus manejos revolucionarios pero no
hubo consecuencias Entonces decidió acabar con los gobiernos liberales y adquirió armas en los Estados Unidos. Con Manuel Sotomayor Luna y Orejuela se alzó al frente de una guerrilla conservadora contra el Presidente liberal Gonzalo S. Córdova, pero fueron derrotados en la acción armada (que se dio en su hacienda San José de Ambi el 12 de septiembre del 24, en las cercanías de la población de Ibarra.
La acción comenzó a las 3 y ½ de la tarde y finalizó a las seis con el desbande general de los reclutas revolucionarios que dejaron noventa y seis muertos y sesenta y dos heridos apresados en el campo de batalla pues los restantes combatientes fugaron, mientras que los soldados del ejército muertos fueron dos y quedaron once heridos.
Jijón huyó hacia el norte seguido de algunos partidarios a caballo y por los páramos trataron de cruzar la frontera con Colombia a donde finalmente arribó con la ayuda del presidente conservador Pedro Nel Ospina y por Barbacoas y Buenaventura partió a Lima donde se le unieron su esposa e hijo, mientras que el globiereno del presidente Gonzalo Córdova lo condenó en ausencia al destierro.
Alojados en el hotel Bolívar le llegó la noticia que la Academia Nacional de Historia había expulsado de su seno a su cuñado Alfredo Flores y Caamaño por vender al gobierno de Venezuela diez tomos de correspondencia del Mariscal Sucre, propiedad del archivo Flores – herencia de su padre – y al mismo tiempo – en actitud supina – lo habían reelecto a Jijón Caamaño como presidente de dicha entidad.
En tal disyuntiva quiso comprar los famosos diez tomos para que permanecieran en Quito pero ya la negociación estaba realizada y viendo que sus amigos consocios no le guardaban las espaldas renunció a la Academia muy a pesar suyo. Este episodio aún se recuerda con pena pues Jijón era el mecenas que sostenía los gastos de publicación de la entidad. Después de su renuncia y como nunca falta un cirineo, el incansable y acucioso Isaac J. Barrera asumió enteramente la dura tarea de andar solicitando dinero para cubrir los costos e impedir la desaparición de la entidad ¿I el resto de los académicos? Bien gracias.
Su destierro en varios meses en Lima no fue tiempo improductivo pues trabajó en el sitio “La Legua” continuando las investigaciones de unas huacas ubicadas en las cuevas de “Maranga”, que años antes había descubierto Max Uhle al estudiar la cultura “Proto – Lima”. En esas labores coincidió con el Profesor A. L. Kroeber de la Universidad de California y con Julio Tello de la de Lima. “La sección más selecta y ordenada del Museo Jijón esta constituida por la riqueza arqueológica procedente de estas excavaciones, consistente en envoltorios de cadáveres, cerámica, tejidos, artefactos, ídolos y amuletos”. Después visitó el Cusco, las ruinas de Pachacamac y Tiahuanaco y bajo la influencia del gran escritor e investigador peruano José de la Riva Agüero y Osma dió forma al pensamiento tradicionalista (facista) y escribió “Política conservadora”, alegato que contiene el ideario y la posición histórica y doctrinal de ese partido. Entonces se produjo la revolución del 9 de Julio de 1925, llamada por eso “la Juliana,” que alejó del poder a los liberales.
Con tal buenos auspicios preparó su regreso al país, pero su presencia entre sus connacionales duró poco tiempo pues a causa de unas aclaraciones que disgustaron a los militares jóvenes de la Junta de Gobierno fue apresado en Ambato y enviado al destierro en un barco de la armada que acoderó en el desierto puerto de Paita, donde casualmente se hallaba el defenestrado presidente Córdova y su familia.
El encuentro fue sorpresivo como no podía ser de otra manera pero fue conducido al mejor hotelito de la población donde se alojaba Córdova, con quien empezó a verse diariamente y terminaron por amistar y tomar café juntos en una fonda cercana. Poco después arribaban a Paita su esposa e hijo y ambas familias llegaron a ser buenas amigas.
En 1926 pudo regresar al Ecuador, comentó la conveniencia de llevarse todo el oro y la plata de los bancos guayaquileños para crear el Banco Central. Estuvo poco tiempo en Quito pues de nuevo le desterró la dictadura de Isidro Ayora, que fue muy dura en esos primeros tiempos, viajó con su esposa e hijos a Panamá y luego a San José de Costa Rica. Finalmente residieron en el hotel Majestic de París.
A fines de 1928 volvió al país ya libremene tras cuatro años de destierros y se instaló en Riobamba; fué electo Senador por la provincia de Pichincha. En 1931 publicó el primer volumen de “Política conservadora” y el 34 el segundo. Una segunda edición data de 1934 y una tercera apareció en la colección Pensamiento Básico Ecuatoriano del Banco Central, aunque muy incompleta pues los editores se tomaron la libertad de recortar numerosos capítulos, y “Notas de arqueología cuzqueña” en 22 páginas y 14 láminas.
Como político de derecha“tenía una concepción de la sociedad centrada en el órden, pero ese órden no era represivo si no que debía fundamentarse en transacciones sociales. Cuando hablaba de la organización de los obreros en realidad se refería a los artesanos. Curiosamente nunca se le ocurrió que los obreros de las fábricas tenían que organizarse porque eran peones de hacienda. Valoraba lo que los indios habían hecho en el pasado y por eso estudiaba las cultura desarrolladas que la venida de los españoles habían atrofiado. Nunca tuvo una propuesta política para el indio, salvo que había que tratarlos mejor y conseguir que fueran más aseados.”
En 1930 se había reintegrado a sus labores en la fábrica Chillo – Jijón, que modernizó según las exigencias del momento, importando maquinaria inglesa que instaló el hermano Jacinto Pankeri quien sabía mucho de manualidades y ciencias mecánicas y así fue como se inició la producción masiva de casimires, los que no tuvieron competencia en el país hasta que su hijo Manuel terminó vendiéndola a terceros en 1975, quienes desmontaron las máquinas por obsoletas. Posteriormente su nieto Jainto vendió la casa hacienda y nueve hectáreas de terreno que la circundaban.
Dió a la luz en el Journal de la Societé des Americanistes de París “Una gran marea cultural en el N.O. de Sudamérica”, salió electo Senador por la provincia del Pichincha y asistió al Congreso.
En 1931 como apéndice a la religión del Imperio de los Incas el “Compendio historial del estado de los indios del Perú” escrito por Lope de Atienza, con la biografía de ese autor, noticias sobre el manuscrito original y comentarios del editor. Al final incorporó la “Relación de la ciudad y obispado de San Francisco de Quito. 1583”, también de Atienza.
En 1933 desempeñó la cátedra de Etnografía Ecuatoriana en la U. Central. En 1934 salió “Los orígenes del Cuzco” en tres entregas de 33,59 y 41 páginas y “La fecha de fundación de Quito” en 8 páginas. Entonces fue candidatizado por el conservadorismo a la presidencia del Concejo Cantonal de Quito, triunfó en las elecciones y presidió los festejos del IV Centenario de la fundación, fecha que lo motivó a emprender una de las obras más serias y documentadas de la bibliografía ecuatoriana, la vida del conquistador Sebastián de Benalcázar a través de sus campañas en América y desde sus orígenes en España, para lo cual se preparó debidamente y editó el volumen I en 1936 y el segundo el 38.
Esposo cariñoso, amantísimo padre pues siempre se llevó bien con su hijo único, amiguo afectuoso y generoso protector de investigaciones. Buena parte de su fortuna invertía en publicar trabajos incunables que bien sabía que no eran para consumo del groso público si no de unas cuantas bibliotecas especializadas.
“Le gustaban los trabajos agotadores, casi interminables, el material que poseía para sus investigaciones y conclusiones era su más preciado aliado. Asombra su dedicación al estudio, el acopio de documentos, la recolección de material, su dinamia para la formación de un archivo, su constancia para la realización de un Museo y una Biblioteca que incitan a la admiración plena. Se había impuesto voluntariamente un horario estricto de trabajo que lo guardaba con severa disciplina. A él debían sujetarse incluso, los favorecidos con su amistad o los consultores de su copiosa biblioteca.
Por la mañana concurría a la fábrica, almorzaba en casa y por las tardes se hacía entregar el material solicitado el día anterior y se encerraba a leer y a escribir en su Biblioteca, después lo devolvía al estante de donde los había tomado. “Escribía a mano, en grandes y claros caracteres, con enmiendas que se le ofrecían en el proceso de la redacción”. Dedicaba las veladas nocturnas a su hogar y así, casi sin interrupciones, transcurrió su vida entre 1928 y el 40, año en que su esposa lo obligó a intervenir activamente en la política pues doña María Luisa siempre fue una mujer de estatura más bien pequeña, que tocaba el piano, había pasado su juventud en Lima, era orgullosa, imponente y de carácter, ya que desde niña, cuando era alumna del Colegio de los Sagrados Corazones en Guayaquil siendo hija del Intendente y sobrina del Gobernador, se la conocía por consentida y voluntariosa y luego sufrió la persecución de su familia. Amaba el poder y hacía que su esposo perdiera parte de su valioso tiempo en la politiquería lugareña cuando por sus talentos estaba llamado a cultivar la ciencia a tiempo completo.
La biografía de Benalcázar consta de tres tomos que aparecieron en 1936, 38 y el 49 inconcluso. La mayor parte de los ejemplares salieron al exterior y la obra es casi desconocida en el país.
En 1935 fue rodeada su oficina en la calle Sucre mientras se encontraba reunido con varios dirigentes conservadores y tuvo que salir otra vez al destierro, en su auto particular, con su esposa e hijo. Tres meses vivieron en Popayán y regresaron a Quito; sin embargo el 37 otra vez fue desterrado por la dictadura del General Alberto Enríquez Gallo y tuvieron que salir con destino a los Estados Unidos.
Establecidos en Los Angeles, California, adquirió una casa y matriculó a su hijo Manuel en el Colegio Loyola de los jesuitas. Tenía jardinero que era a la vez mayordomo y una empleada doméstica, adquirió un automóvil que manejaba su esposa, pues a ella le encantaba hacerlo, se hizo socio de un club donde su hijo practicaba el tennis.
En 1938 imprimió la separata de un capítulo de Benalcázar que denominó “Las naciones indígenas que poblaban el occidente de Colombia, al tiempo de la conquista según los cronistas castellanos”, que ha conocido varias ediciones colombianas. En 1939 salió “Materiales para el mapa lingüístico del occidente de Colombia” en 8 páginas y fue candidatizado a la presidencia de la República. En las elecciones celebradas entre el 10 y el 11 de enero de 1.940 triunfó el liberal Carlos Alberto Arroyo del Río con 43.642 votos, seguido del populista José María Velasco Ibarra con 22.061 y de Jijón con 16.376 pero como hubo fraude ejecutado por el Presidente Interino Andrés F. Córdova, los aviadores se levantaron en Quito en son de protesta.
Entre 1940 y el 41 publicó en México la “Memoria para la historia de la provincia que tuvo la Compañía de Jesús en Nueva España” por el padre Javier Alegre, compuesta en 1770 durante el destierro en Bolonia, en dos tomos; el manuscrito se conserva en su biblioteca en la letra de un copista y correcciones de Jijón y Caamaño, había sido hallado en Europa por González Suárez de quien lo había adquirido en 1917. Igualmente, de los 40, es su obra “La devoción al sacratísimo Corazón de Jesús de la República del Ecuador” erudita en detalles y por eso de alguna importancia, cuya documentación le fue proporcionada por el joven investigador Rafael Euclides Silva Orquera, por entonces en el convento dominicano de Quito.
El 1940 editó el segundo volumen de “El Ecuador Interandino y Occidental” antes de la conquista castellana”, cuya vesión final consta de cuatro tomos, el tercero apareció en 1923 y el cuarto en 1947 (556, 555, 670 y 788 páginas) Este es un libro clásico, su obra maestra, resumen de todos sus conocimientos lingüísticos y antropológicos, donde incluyó como capítulos varias de sus publicaciones. Obra magna de la más elevada ciencia sudamericana, de la que existe una segunda edición en dos tomos en los años ochenta que también se agotó enseguida, la obra amerita varias ediciones más.
El Ecuador Interandino y Occidental o sea El Ecuador andino y tropical que es como debe leerse en puridad, pues nuestra nación tiene esa doble calidad (por eso se ha dicho que Guayaquil es el último puerto sudamericano ubicado al sur del Caribe) contiene datos de primera mano, análisis de su prodigiosa erudición y basta labor antropológica, lingüística, arqueológica. Esta considerada la obra mayor de un sabio escrita para el enriquecimiento cultural de la ecuatorianidad y honra a nuestra cultura ante el continente y Europa, pues así fue como la concibió el autor, como la más importante publicación científica del país de todos los tiempos, síntesis y selección final de su pensamiento y obra, es pues, sin duda alguna, el libro mayor del Ecuador.
El 41, al producirse la invasión peruana, fue comisionado por el gobierno ecuatoriano para viajar en secreto a los Estados Unidos a fin de adquirir un avión militar. Lo hizo en compañía de un alto oficial de las fuerzas armadas y de su hijo, vieron los aviones, el militar escogió el que le pareció más útil para los fines bélicos que se perseguían, Jijón y Caamaño pagó el precio solicitado y regresaron con la nave aérea a Quito cuando había cesado el fuego.
En 1943 fue llamado para integrar el “Instituto Cultural Ecuatoriano” encargándose de la confección y publicación del volumen dedicado al Arzobispo González Suárez que apareció ese año. El 44 el gobierno transformó al Instituto en la actual Casa de la Cultura Ecuatoriana y Jijón pasó a formar parte de la sección de Ciencias Históricas y Geográficas por la rama de la arqueología, interviniendo en la discusión y aprobación de los estatutos. El 45 publicó el primer volumen de las obras de Miguel Cabello Balboa y escribió “Antropología prehispánica del Ecuador” donde trató de reunir todos sus ensayos anteriores libres de los detalles que interesan solamente a los especialistas, innecesarios para el lector común, para quien pensaba dirigir esta obra. Lastimosamente se interpuso su enfermedad final y su muerte y recién en 1952 apareció impresa en Quito cuando ya no estaba.
En 1946 conmemoró el IV Centenario de la erección del Obispado de Quito con un folleto de 6 páginas y el 1 de Diciembre fue electo Alcalde de Quito por votación popular con 10.902 votos contra 4.037 del socialista Juan Isaac Lovato y 988 del liberal José Rafael Bustamante.
Durante su mandato se creó el primer barrio obrero que tuvo la capital y consiguió un préstamo del Eximbank de Washington para el agua potable. En 1947 publicó en homenaje al nacimiento de su primer nieto y en cien ejemplares solamente “Ascendientes de Jacinto Jijón – Caamaño y Barba, nacido en Quito el 31 de marzo de 1944, con abundante documentación genealógica. Ese mismo año editó “Phylum macro Chibcha de superphylum hokan – siouan” como apéndice a su obra “El Ecuador Interandino y Occidental” y costeó la edición de Toponimia y Antroponimia del Carchi, Obando, Túquerres e Imbabura” de su amigo el investigador Carlos Emilio Grijalva. Ese año fue designado Caballero de la Orden de Malta.
En 1948 escribió un estudio sobre “Las culturas andinas en Colombia” que no pudo dar a la imprenta porque en Noviembre del 49 empezó a sentirse mal de salud con un dolor a la cintura. En Marzo del 50 viajó con su familia a atenderse a los Estados Lindos donde lo operaron de piedras a la vesícula encontrándole un tumor canceroso grande en el páncreas. Volvió a Quito sin saberlo, más demacrado. Ya no era el hombretón atlético de antes, que montaba a caballo y cazaba en los páramos y como siguió empeorando ya no se levanto.
A las cinco de la mañana del día de San Jacinto llamó a su hijo y le dijo que iba a morir como efectivamente sucedió una hora más tarde, sin sentir dolores porque los médicos le habían cortado los nervios adyacentes al páncreas. Era el 17 de Agosto de 1950, justamente casi al cumplir sesenta años de edad, diciéndole a su hijo un día antes de su fallecimiento; “Yo me estoy muriendo y el misterio es no saber de que me muero”.
Fue velado con honores en la Municipalidad y enterrado en el mausoleo de su familia en el cementerio de San Diego.Su desaparición consternó al mundo científico americano. Fue todo un carácter: laborioso, metódico y serio y hubiera podido entregar mucho más al país de no haber tenido la esposa que su madre le dio, que lo metía en líos políticos cada vez y cuando.
Ante todo fue “un agente multiplicador de talentos y de inquietudes”. “No fue un intelectual puro porque en el Ecuador esto aun constituye una utopía, ordenado, metódico y disciplinado, fue de todo en la vida, se dio tiempo para todo, para industrial, hacendado y político” y como sabio dejó numerosas obras que hablan muy alto de su inteligencia, versatilidad e imaginación.
Sus deudos donaron el Museo a la Universidad Católica de Quito que lo mantiene abierto al público y vendieron la Biblioteca y Archivo al Banco Central en una suma simbólica – veinte millones de sucres – sabiendo perfectamente que solo la Colección de la revista “Cosmos” editada en francés, durante el siglo XIX, por Humboldt, valía más. Por eso se ha dicho que realmente constituyó una donación, bajo el aspecto de una venta simbólica que realizó su hijo Manuel al Estado Ecuatoriano.
El 2011 dicha Biblioteca fue reinaugurada en el nuevo edificio adquirido por la Academia Nacional de Historia en la Avenida Seis de Diciembre y Roca con quince mil títulos y tres mil periódicos debidamente catalogados.
Asténico, de estatura elevada, delgado, blanco aunque curtido por el sol, paternal y caballeroso, se granjeaba las simpatías de las gentes, el respeto de los intelectuales y el aprecio de sus copartidarios y amigos. El padre José María Vargas O. P. ha publicado su biografía. Angel Felicísimo Rojas ha dicho que como científico fue más que como político, fiel a si mismo porque luchaba por la clase a la que se pertenecía y defendía la fortuna heredada, que en parte dedicó a la investigación científica, a los estudios y trabajos arqueológicos, en los cuales gastó muchísimo dinero, de manera que es un benemérito de la Patria y del pensamiento científico ecuatoriano.
En 1956 aparecieron “Las culturas andinas de Colombia” y “Antropología prehispánica del Ecuador, las civilizaciones de Centroamérica y el noroeste de Sud América y las Culturas Andinas de Colombia,”con sus conclusiones muy particulares de juicios emitidos por especialistas sobre problemas no bien estudiados, de manera que viene a ser un recuento de los estudios arqueológicos de ese país escrito al más alto nivel.
Fallecida doña María Luisa la Circaciana fue vendida al gobierno por su hijo Manuel en 1985 y hoy es sede del instituto nacional de Patrimonio Cultural.
- (1) Existe como tradicion romántica en la familia el recuerdo de Antonia Almada y Astorgas quien era enfermera en el Hospital de Panamá, donde se asiló gravisimo con fiebre amarilla Jacinto Caamaño y ella cuido y terminaron casados su matrimonio fue feliz.