HIDROVO VELASQUEZ HORACIO

POETA.- Nació en Santa Ana, Provincia de Manabí, el 20 de Mayo de 1902. Hijo legítimo de Eduardo Hidrovo Guadamud

prematuramente fallecido y de Orfilia Velásquez Castro, naturales del sitio Sasay en el Cantón Santa Ana y agricultores en

la cuenca del río Portoviejo,

El menor de seis hermanos que salieron a Portoviejo y fue matriculado en la Escuela Tiburcio Macías bajo la tutela de su

hermano Eduardo; quien, sin embargo, pronto emigró a Panamá donde formó familia.

Portoviejo era por esos días una pequeña población casi agraria, por eso su hijo diría años más tarde que el poeta amaba

el olor de la tierra mojada, de la hoja de banano, del estero, del trapiche (de los muchos que había en Sasay)

En 1914 terminó la primaria, pasó al Colegio Olmedo en Portoviejó. Vivía en casa de una familia amiga y era un muchacho

alto y flaco, de carácter suave, asequible, dado a la lectura de obras de carácter literario, político, social más que al

deporte y formó parte de una generación entusiasta del verso que estimulaba el Coronel José Antonio Gómez González,

recién llegado de Guayaquil.

En 1920 se graduó de Bachiller. Su hermana Luz María le envió a estudiar medicina en la Universidad Central de Quito pero

su repentino fallecimiento le obligó el 22 a regresar a Santa Ana, donde escribió numerosos poemas que aparecieron el 23

en las revistas literarias “Iniciación” y “Argos” y en el periódico “La Provincia” de Portoviejo.// Carta a mi amada.

Fragmento.- // Espérame, entre tanto, me has de volver a ver; / Iré antes que mi sombra se pierda en el olvido, / cuando

la luz agónica que hay al atardecer / vague sobre el ensueñode algún lago dormido. // Mi primavera vive sólo de esa

esperanza / cada hora es el fantasma de un trágico desfile, / espérame, yo sufro también esta tardanza / mientras en el

crepúsculo nuestra estrella rutile. // Llevaré los poemas que me inspira la ausencia / para leer reclinado en tu blando

regazo; / y en tu cuerpo aspirando la embriagadora esencia / me detendré en un beso y en la red de tu abrazo. //

Ileana Espinel ha dicho que la poesía de Hidrovo posee una delicadeza esencial para narrar la aventura del corazón, un

corazón en la soledad de las calles, de los pueblos, en la quietud del campo y del recuerdo.

Ese año quedó segundo en los Juegos Florales convocados por la Sociedad de Preceptores de Manabí con un “Himno a la

Escuela” que presentó bajo el pseudónimo de “Estanislao”. Su estro modernista le llevó a escribir un poemario que tituló

“El Libro Prematuro” editado en Portoviejo con portada de Absalón Tola Barcia y el escritor José de la Cuadra alabó su

producción en la revista “Semana Gráfica” augurándole un buen futuro. “Hidrovo es de la madera de los triunfadores, de

los que logran alzar su penacho blanco y engallado entre las cabezas canas por viejas, grises por vacuas, de la multitud…

Yo saludo en Hidrovo a un gran poeta que será. Es esta la segunda vez que vaticino algo grande y en ninguna de las dos

veces creo equivocarme.”

Se vivía en Portoviejo un momento de esplendor cultural con figuras de la talla del poeta Vicente Amador Flor y en el

ambiente aun se respiraba arte y poesía. Las familias tenían pianos en sus casas y las madres de familia enseñaban a sus

hijas, pero al mismo tiempo la pobreza y el quietismo del agro hacía que los jóvenes emigraran a centros urbanos más

ricos y poblados, quizá por eso viajó a Guayaquil en 1924 y se empleo como redactor del periódico “El Guante”

compartiendo un departamento del barrio de San Alejo, propiedad de la familia Peñaherrera, con otros estudiantes. I

cuando el 26 cerró sus puertas el mencionado diario, se ganó la vida vendiendo libros o como dependiente en tiendas de

comercio y subarrendando piezas, identificado en política con el naciente partido Socialista que pronto le acogió en su

seno.

En 1927 casó con Lila Peñaherrera Encalada, natural de Guayaquil, matrimonio feliz con cinco hijos, publicó la novelita de

folletín “La mujer que nació así” en 57 págs. Su amigo Gómez González le empleó en el Resguardo de Aduanas de la Isla

Puna, tuvo la oportunidad de organizar la recepción a Sarita Chacón que regresaba del concurso mundial de belleza en

Miami y editó un segundo poemario titulado “Cauce”. De 1930 es una colección de relatos que llamó “Pedro Gómez” que

no llegó a publicar por estrecheces económicas.

En 1931 regresó a Santa Ana a trabajar con su cuñado Manuel Guillen, luego puso una tienda pero fracasó dado el

ambiente agrario de la población, por eso se cambió con los suyos a Portoviejo y fue nombrado profesor del Colegio

Nacional Olmedo. Ya era miembro del Partido Comunista ecuatoriano que comenzaba a organizarse en el país, siendo

Hidrovo el máximo dirigente en Manabí, mas por su activa militancia descuidó lo literario y decayó momentáneamente su

lira para dar paso a la pasión política, bien es verdad que el país vivía la peor crisis económica del siglo y los tiempos no

estaban para la poesía pues se sentía una enorme pobreza en el ambiente.

El 34 falleció su hija Aureola con tosferina. El 35 se domicilió en la quinta La Paz que le facilitó su sobrino Jorge Cevallos

Calero, donde fue apresado el 37 por la intonsa dictadura del Ing. Federico Páez Lemus.

En situación de apremio por su absoluta pobreza, su esposa puso un letrero que decía “Se reciben costuras” y su hijo

Horacio salía por las mañanas a vender humitas en las calles. Solo así pudieron sobrellevar esos duros momentos y como se

dijo que iban a matar a los comunistas presos en el penal Tomás Larrea de Portoviejo, envenenándoles con la comida, su

esposa – que estaba embarazada – no trepidaba en llevarle diariamente la alimentación y en uno de esas largas caminatas

sufrió una fuerte caída, el niño nació con problemas respiratorios muriendo a los pocos meses y sucedió el hecho insólito

que la caja para el entierro fue cedida por la Municipalidad, que así honraba al cautivo.

El 38, ya libre, al ser convocada la Asamblea Constituyente por el nuevo dictador Alberto Enríquez Gallo, formó un Frente

Común de las Izquierdas en Manabí con Alfaro Vera, en el que intervino el Comunismo, el Socialismo y Vanguardia

Revolucionaria

Socialista, pero no consiguió mantener dicha unidad con sentido permanente.

Ese año 38 dio clases particulares en Jipijapa pero fue aquejado de una grave infección hepática (hepatitis se dice ahora)

pero entonces la llamaban colerín, que le tuvo al borde de la muerte, salvándose casi de milagro debido a los cuidados de

su esposa que se trasladó a atenderlo. De allí se estableció en Guale con los suyos, también como profesor y ayudado por

su cuñado Segundo Peñaherrera. Vivían en un chalet junto al río donde estuvieron a punto de sucumbir por culpa de una

creciente.

El 39 pudieron volver a Portoviejo para regularizar el estudio de los niños y estar junto a su anciana madre. Durante la

semana santa de 1940, al saber que Pedro Saad había sido confinado en Rocafuerte, fue a visitarlo con Eugenio Palomeque

Barreiro para compartir varias horas de amena charla y comer una fanesca.

En 1943 se sumó a la Acción Democrática Ecuatoriana ADE que Francisco Arízaga Luque había estructurado en Guayaquil

para luchar contra el gobierno cesarista del Presidente Carlos Alberto Arroyo del Río. Al triunfar la revolución el 28 de

Mayo de 1944 fue electo Diputado suplente por los trabajadores de la costa y como al poco tiempo el principal Víctor Hugo

Briones falleció trágicamente al cruzar en una lancha que zozobró en el río Guayas, por eso fue principalizado, concurrió a

la Cámara y participó en la elaboración de la célebre Constitución del 45, considerada una de las más avanzadas del

continente americano. Ese año organizó el Festival de la Victoria con el auspicio de la colonia china tras la terminación de

la II Guerra Mundial y toda la comunidad portovejense disfrutó de aquellos actos.

Tras ese breve paréntesis pasó al rectorado del Colegio Olmedo de Portoviejo donde tuvo un brillantísimo desempeño,

incrementó la biblioteca, fundó la orquesta juvenil, organizó y llevó a cabo inolvidables veladas y verbenas con la

participación artística de alumnos y profesores como Ecuador Solórzano Rodríguez, hasta que el 30 de Marzo de 1946

advino la dictadura civil velasquista y fue cancelado bajo la acusación de introducir la política en la cátedra, con un

pretexto tan frívolo como el “haber incrementado la biblioteca con libros peligrosos para la juventud”, es decir, con obras

marxistas.

Sin trabajo y perseguido de cerca, esta vez por la pesquisa velasquista, vivió épocas muy duras que sobrellevó con gran

estoicismo. Al cumplir su hija Luz María los quince años no quiso que la fecha pasara desapercibida, vendió una máquina

de coser usada y consiguió el dinero para invitar a las compañeras de Colegio.

En 1948 desempeñó la Secretaria de la Delegación del Seguro Social y con un préstamo hipotecario compró un terreno

grande y construyó un chalet en el sector norte de la población que consideraba de gran futuro urbano. Muy pronto, con la

ayuda de su pariente Ángel Arteaga Cañarte levantó la hipoteca vendiendo la mitad de la propiedad. Ese año dio a la luz

su tercer poemario “Jinetes en la noche”, que apareció en el primer número de la segunda colección Madrugada de la

Casa de la Cultura y está considerada su primera entrega poética de calidad, porque contiene un poema antológico sobre

la noche montubia y los potros que regresan al establo. “Había en este breve cuadernillo una poesía fina transida de

ternura y de melancolía y otro de sus poemas, el titulado La Torre de mi pueblo, por su valor intrínseco, se incorporó a la

más exigente poesía ecuatoriana de entonces.

El 49 inició los Festivales anuales montubios en Manabí con la participación de reinas campesinas, cantantes y narradores

del agro. En los años 50 volvió a ser nombrado profesor en el Colegio Olmedo. El 51 editó su cuarto poemario “Dimensión

del Dolor” donde no se encuentran retorcidas imágenes, ni metafísica, ni trascendentalismo, ni angustia, porque

transcurre la poesía como un hilillo de agua clara, por eso se ha dicho que es poesía sencilla como en general fue toda la

suya. Cantos hermosos al paisaje nativo, al río Portoviejo, a los seres familiares y queridos como la vieja campana de su lar nativo.

El 53 su hija Luz María se graduó en Guayaquil de odontóloga, gracias a la ayuda del Dr. Aquiles Valencia. Por esos días

escribió un pequeño libro “La Geografía que no se enseña”, de profundo contenido pedagógico y con importantes

consideraciones referente a la Patria, el civismo y otros valores, inédito aún al ocurrir su muerte.

El 56 ejerció la presidencia del Núcleo de Manabí de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, creó la biblioteca popular

ambulante que llevó libros a los más alejados recintos manabitas y organizó el Primer Festival de poesía nacional

que tuvo cumplida realización un año después con la asistencia de los principales poetas

ecuatorianos. En un carro de plataforma que servia de escenario sacó el cine y el teatro

ambulante, con grupos estudiantiles.

El 57 publicó la novela “Un hombre y un río” en 315 págs. escrita veinte años atrás con la historia

de Celestino Vinces y la de ese patriarca fluvial que es el río Portoviejo. Vida rural con

alternaciones de apacibilidad y de violencia. El drama de la tierra para la plantación y del río que

es camino y es sustento, está personificado por los hombres y las mujeres manabitas cuya

ruralidad potente no han logrado dominar las numerosas pequeñas ciudades que pueblan su

territorio. La acción se inicia con la llegada intempestiva de Celestino a un recinto casi inaccesible

de las montañas denominado El Tigre, quien ha tenido que huir tras el asesinato de los Rosados por

parte de los Vinces. En esas remotas montañas toma un pedazo de tierra hasta convertirse con los

años en una versión de su padre (patriarca propietario de un fundo ancestral) La modalidad se da

por el cambio de brazo, unos trabajando gratis en la tierra de otros, para que estos a su vez hagan

lo propio en las suyas. Esta relación de producción es precapitalista porque no está mediada por el

salario.

La novela se mueve a través de escenas costumbristas en el entorno idílico del paisaje, siendo la

principal base el maíz, el café, la yuca, el plátano, los frutales cítricos, el arroz y también la cría

de animales domésticos como la gallina, notándose la influencia de su formación romántica tardía

mezclada con el realismo social de los escritores del grupo de Guayaquil de los años treinta.

Existen cinco ediciones más, tal su éxito, aunque constituía al momento de ser editada un

anacronismo, pues apareció, cuando la literatura ecuatoriana se preocupaba del tratamiento de

temas urbanos más que rurales.

El 58 desistió de concurrir a una invitación al Consejo Mundial de la Paz a celebrarse en Suecia

simplemente por falta de recursos. El 60 dio a la luz en la revista “La Semana” editada por el

Núcleo del Guayas, su conocido poema “Canción de las Voces Infinitas” con elaboradas figuras

literarias y la reiteración de un “te quiero” que sirve para elevar románticamente el verso a cimas

de grandeza sostenida. Ese año salió su quinto poemario “Recado de agua clara” con versos

escogidos en

pelo entrecano y rostro surcado por arrugas.

Siempre había sido un hombre cordial con la solidaridad y bondad propias de los campesinos.

Su larga y enteca figura de andante caballero, su sed devoradora de justicia y de poesía y su

inveterada costumbre de soñar, hacían de él la imagen redivida de nuestro señor don Quijote,

diría su amigo el poeta Cristóbal Garcés Larrea.

Hizo cultura en su ciudad de los reales tamarindos: solo, solitariamente,

incomprendido a veces y hasta combatido en muchos casos pero con tenaz fervor. Su hijo José

le editó en la Universidad de Guayaquil en 1981 el ensayo breve “La Geografía que no se

enseña” así como una novela inconclusa “El Fuete” y una obra de teatro con el nombre de su

principal personaje “Pedro Gómez”.

En 1975 su hijo Horacio editó su antología poética bajo el título de “Canción de las Voces

Infinitas” en la Editorial Gregorio de Portoviejo pero quedan numerosos poemas desperdigados

en revistas y publicaciones de difícil consecución.