ORELLANA FRANCISCO

DESCUBRIDOR DEL RIO DE LAS AMAZONAS.- Nació en Trujillo, Extremadura, España, por el año de 1511, de familia hidalga y pariente de los Pizarro; siempre se le consideró persona principal. Pasó a Sevilla en 1527 con el ánimo de viajar a las India en la expedición de Pedro de Alvarado. Primero estuvo en Panamá, después siguió a Nicaragua. Se sabe que era de rostro moreno y buena presencia, valiente y al mismo tiempo reflexivo, que sabía leer y escribir pues de él se tienen algunas cartas.

Acompañó a Francisco Pizarro en la conquista del Perú y figuró en el reparto de los tesoros del Cusco pero nunca llegó a rico pues acostumbraba generosamente a repartir lo suyo en el sostenimiento de sus compañeros de trabajos, expediciones y aventuras. En 1535 estuvo al lado de Gonzalo de Olmos en la fundación de Portoviejo, fue de los principales vecinos de sus términos, “brindando asilo y reparo a los españoles que venían del norte para el Perú” y en un encuentro con los naturales fue herido de flecha y perdió el ojo derecho quedando tuerto. 

Sabedor que el Cusco y Lima estaban sitiados por los indios, acudió con Olmos en auxilio de Francisco y Hernando Pizarro, con una docena de caballos y ochenta hombres entre infantes y jinetes. Estando en Lima en 1537 fue designado Capitán y Teniente de Gobernador de la Provincia de los Huancavilcas, con el repartimiento de indios de Yagual y título dado por Francisco Pizarro y volvió a poblar la ciudad de Santiago, por otro nombre llamada de la Culata, perdida en una sublevación de indios Chonos. Esta Santiago había sido fundada en las llanuras de Liribamba por el Mariscal Diego de Almagro el 15 de Agosto de 1534 y trasladada a la costa en los meses de Mayo a Julio del 35 por el Adelantado Sebastián de Benalcázar (1) y como ya existía pugna entre Pizarro y Almagro, el primero quiso que se vuelva a fundar para restar fuerza a los actos jurídicos de su contrincante. 

El 26 de Abril de 1538 participó en la batalla de las Salinas como Alférez General de los 700 hombres de a pie y de a caballo enviados desde Lima en protección de Hernando Pizarro, que terminó con la destrucción del bando de los almagristas. Enseguida recorrió estas regiones hasta Portoviejo. Pues existen varias cartas que cuentan que ya Santiago de la Culata tenía una empalizada que le servía de resguardo, su iglesia y varias edificaciones, así como nuevos vecinos. Ese año Gonzalo Díaz de Pineda hizo una entrada al país de los indios Quijos en el oriente e informó que allí no se veían ásperas montañas, lo cual fue tomado como una invitación a colonizar dichas regiones. 

En 1540 fue llamado por el Gobernador de Quito, su paisano y pariente Gonzalo Pizarro, para que le acompañe al descubrimiento del país de la Canela, tierras que se reputaban muy ricas pues existía tan preciada especie y sus hombres andaban armados de piezas y joyas de oro. Se vivía un ambiente de constante agitación, continuamente salían expediciones que volvía con tesoros o con noticias de ellos y por doquier se regaban noticias impregnadas con los nuevos mitos americanos. 

De regreso a Santiago preparó la empresa gastando 40.000 pesos de oro en cosas necesarias y volvió a Quito pero ya había marchado Pizarro al mando de 30 jinetes escogidos, 22 soldados y varios miles de indios. En Quito algunos vecinos quisieron disuadirle pero decidió seguir al Gobernador con apenas 23 hombres. 

A las pocas semanas, posiblemente en marzo, le dio alcance en Zumaco y Gonzalo Pizarro le acogió con gran contentamiento, a pesar que Orellana y sus compañeros llegaron desprovistos de alimentos y armas pues todo lo habían perdido en el camino ante el ataque continuo de los indios. Pizarro le nombró su Teniente General. 

Por Quijos realizaron sesenta jornadas, pero el clima caliente y húmedo, el ataque de los naturales, las ciénegas pantanosas y las continuas lluvias, diezmaron a la mayor parte de la expedición. En esa zona hallaron árboles de canela dispersos en grandes trechos de suerte que su comercio no podía ofrecer las grandes utilidades que se esperaban, para colmos, las vainas eran muy húmedas y por eso no tenían aroma, siendo más bien insípidas al paladar. Este desengaño, unido a la braveza y salvajismo de los naturales, disminuyó ostensiblemente el ánimo de los expedicionarios. De todas maneras siguieron hasta un valle de la Coca, en cuyo río se trasladaron al Napo y por este al Marañón, donde Pizarro tomó la determinación de no volver fracasado a Quito y propuso armar una barca para aligerar la marcha en la misma dirección que llevaban y alcanzar de esta manera el buscado mar del norte. Orellana no concordó con esto y más bien propuso regresar a la región de Pasto y Popayán para emprender viaje al país del Dorado, donde se suponía que abundaba tanto el oro que su rey se sumergía en una laguna cubierto su cuerpo con polvo de ese metal. 

La nave fue puesta a la orden de Juan de Alcántara, con armas, ropas, herramientas y provisiones. Pizarro dispuso que Orellana, el dominico fray Gaspar de Carvajal, el mercedario fray Gonzalo de Vera y sesenta soldados se adelantaran en ella, a fin de explorar un río que se reputaba el más grande hasta entonces conocido, mientras 

Pizarro seguía con los suyos por las riberas, pues el país se mostraba tan áspero y pobre en metales, que habían perdido toda la esperanza de encontrar riquezas. 

Al despedirse dijo Orellana “que si la ventura le favoreciese y en que hallase poblado y comida conque todos se pudiese remediar; él se lo haría saber y que si viese que se tardaba, que no lo hiciese cuenta de él”. 

La navegación partió de la confluencia del Coca y el Napo y siguió por terrenos cenagosos sin más habitantes que una gran cantidad de caimanes, pero como la corriente les arrastraba con gran fuerza tuvieron que seguir hasta el río Aguarico donde hallaron a los primeros habitantes. En el interim la embarcación chocó con un gran madero y sufrió una peligrosa avería. Diariamente hacía entre 20 y 25 leguas y tenían que vigilar a los naturales que de vez en cuando aparecían amenazadores disparando sus flechas, y habiendo avanzado cosa de doscientas leguas, hizo Orellana una Junta con su gente, para ver si regresaban o no, pudiendo construir otra embarcación mientras esperaban a la gente de Pizarro, pero siendo el caso que el sitio anunciado por los guías indígenas como de ingentes riquezas debía estar muy cercano, acordaron proseguir y pasaron varios días más sin hallar nada que comer pues se les había acabado las provisiones y se dieron cuenta que ya no les era posible regresar porque la corriente era contraria, de suerte que continuaron sufriendo tales privaciones que llegaron a hervir suelas y raíces. 

Un día hicieron dar una misa a fray Gaspar de Carvajal encomendándose a Dios en tales apuros. El 2 de Febrero de 1542 descubrieron un rico poblado y tras una guazabara sin mayor importancia, hizo las paces con el régulo del lugar llamado Aparia, quien le obsequió aves y alimentos, quedando de amigo. Orellana demostró en dicha ocasión ser un notable capitán pues se dio mañas para tratar a los indios, haciéndose entender con voces y señas. Allí fabricaron una rudimentaria fragua de la que salieron 200 clavos de hierro que sirvieron para construir un bergantin mayor. Entonces nombró a Francisco de Isásaga de Escribano y tomó posesión del país de Aparia. 

El 24 de Abril, tras ochenta leguas de recorrido, hallaron los expedicionarios un remanso para descansar. El 12 de Mayo tocaron una región de indios belicosos llamados los Machiparos, acaudillados por el cacique Omaga, que atacó en canoas. Cristóbal Maldonado de Segovia recogió más de mil tortugas pero fue asaltado en tierra con doce españoles, cuatro de los cuales terminaron heridos y tuvieron que ser subidos en mantas, mientras se peleaba en el bergantín y en la barca casi desesperadamente, pues la pólvora se encontraba húmeda, finalmente lograron continuar río abajo perseguidos por más de ciento treinta canoas en que iban miles de indios. En tales encuentros quedaron dieciocho españoles heridos, uno de los cuales falleció. Otros infaustos sucesos vinieron después pero todo se superó con denuedo y al tercer día Orellana ocupó un pueblo menos hostil. 

El domingo después de la Asunción encontraron un nuevo río con tres islitas en el centro. Vieron muchas poblaciones y tierras cultivadas, enseguida tocaron un pueblo de gente pacífica, abundancia de víveres y vasijas de loza vidriada; siguió la expedición y llegaron a otro poblado donde reconocieron algunos carneros de los del Perú y varias clases diferentes de frutas. Desde ese punto encontraron muchas poblaciones y el 3 de Junio arribaron al río Negro, así llamado por el color de sus aguas. 

El 7 de Junio hallaron un pueblo de mujeres, cargaron mucho pescado y esa tarde fueron atacados por los hombres. Enseguida llegaron a un lugar donde encontraron siete picotas clavadas en el suelo, en cuyas puntas estaban otras tantas cabezas colgadas. En una isla encontraron a una mujer que les habló de ciertos blancos que vivían por los contornos. Poco después hallaron en otro poblado avena de Castilla, de la que hacían los indios un vino a manera de cerveza y hasta localizaron ropa confecciona de algodón. 

El 22 de Junio descubrieron muchos poblados y hubo un enfrentamiento el 24 en el que fray Gaspar de Carvajal perdió un ojo a causa de un flechazo en la hijada. Orellana mandó desembarcar a su gente, se trabaron en fiera lucha contra unas mujeres muy corpulentas y las derrotaron, desprendiéndose de tal hecho la leyenda de las Amazonas y quedó el nombre para el inmenso río. Nuevos pueblos fueron encontrando en las márgenes del río, casi todos ellos habitados por gente salvaje y desnuda, de gran fiereza, que utilizaban flechas, hacían tzanzas con las cabezas de sus víctimas y hasta comían carne humana y luego de ciento cincuenta leguas de viaje empezaron numerosísimas islas, continuando los ataques de los indios. 

Uno de ellos refirió a los españoles que cerca de allí habían mujeres muy ricas, con lo cual aumentó la creencia en las famosas Amazonas; aunque lo peor aún no les sucedía pues desde ese punto tuvieron que contener a muchos indios cuyas flechas estaban enponzoñadas y murieron Antonio de Carranza y García de Soria, este último de solo una pequeña herida, que aunque superficial, le llevó al sepulcro. 

Así las cosas, ambas naves siguieron hasta una tierra poblada y habiendo bajado unos cuantos, los demás continuaron en son de reconocimiento, fueron atacados y se fondeó el bergantín, sucediéndoles que al bajar la marea se varó, empezó a hacer agua por una tabla rota y tuvieron que combatir y arreglar al mismo tiempo la nave, hasta que lograron ponerla a flote y más adelante perdieron ocho días forjando clavos para mejorar las embarcaciones. Poco después entraron al enorme delta que forma el río de las Amazonas antes de su desembocadura y presintieron que estaban cerca del mar por ciertas señales en el agua y el paisaje que se iba tornando marino y como los indios que habitaban esos contornos eran dóciles y acostumbrados a las visitas de extranjeros, durante catorce días hicieron jarcias y velas de las mantas con que dormían. 

El 26 de Agosto finalmente se atrevieron a hacerse a la mar con suficiente agua y buen tiempo, pero sin piloto ni aguja. De día navegaban con vista a tierra y de noche se alejaban para protección, pero se separaron las embarcaciones, dando Orellana por perdida la nave pequeña hasta que arribó al golfo de Paria y a la isla Margarita navegando casi a la deriva, mas el 11 de septiembre llegó finalmente a la isla de Cubagua, hallando al resto de sus compañeros. 

El viaje por el río había sido de 1800 leguas contando las vueltas y rodeos, aventura increíble y sorprendente que le permitió pasar a la historia universal como uno de los mayores descubridores y si bien es verdad que nunca quiso traicionar a Gonzalo Pizarro – se vio forzado a abandonarlo en la selva – pues le hubiera resultado imposible dar marcha atrás contra marea, en un bajel tan pequeño y rudimentario. Esta audaz aventura será relatada en detalle por fray Gaspar de Carvajal, cronista de la travesía. 

Trasladado a España presentó un largo y minucioso Memorial al Emperador 

Carlos V, reclamando la gobernación del país descubierto, pues “sus esmeraldas y demás piedras preciosas darían mayor gloria a Castilla”. En el interim, a pesar de ser hombre ya maduro, había casado con doña Ana de Ayala, dama joven y pudiente, por eso ofreció expedicionar al río de las Amazonas y armar a su costa 200 hombres de infantería, 100 de a caballo y 8 religiosos, así como proveerlos de bastimentos. 

El 13 de Febrero de 1544 se firmaron las Capitulaciones respectivas, siendo designado Adelantado y Gobernador de las extensas comarcas del río Marañón que fueron bautizadas con el nombre de Nueva Andalucía. Especialmente se le recomendó respetar las fronteras con el rey de Portugal. 

El 11 de Mayo siguiente salió de San Lúcar de Barrameda hacia la isla de Tenerife pero sufrió la pérdida de una de las naves con cien hombres que se ahogaron en el mar y tuvo que detenerse porque los vientos le fueron contrarios, después arribó al Cabo Verde pero continuaron los temporales. Muchos de sus hombres desertaron, finalmente pudo continuar por el Atlántico en solo tres buques y tras recorrer cien leguas vio perecer otros 57 hombres posiblemente atacados de paludismo. Entonces destruyó una de las Naves que ya no necesitaba y continuó el viaje; una fuerte correntada le reventó un cable y tuvo que varar el navío, construyendo otro en dos meses y medio, tiempo que aprovechó para buscar el brazo principal del gran río de las Amazonas que sin embargo no lo halló en más de un mes de continuos esfuerzos, pues se forma un enorme delta en su desembocadura. 

Sintiéndose enfermo, casi sin fuerzas, pasó a la punta de San Juan. Los restantes expedicionarios intentaron entrar pero no pudieron por la fuerza de sus aguas y sintiendo la falta de un Jefe terminaron por recalar en las costas de la isla Margarita, donde la esposa de Orellana les enteró de la triste suerte corrida por su marido, quien había fallecido de fiebre o como se dijo por entonces, de pesadumbre. Tal el final de quien dio a Europa el más grande de los ríos del nuevo mundo. Otros compañeros partieron a los poblados de Nombre de Dios y Panamá, algunos hasta regresaron al Perú y los demás se restituyeron a Quito, combatiendo en la guerra civil del Virrey Blasco Núñez de Vela con Gonzalo Pizarro. 

Al momento de su fallecimiento el Adelantado Francisco de Orellana aparentaba ancianidad tales sus sufrimientos, porque había perdido toda esperanza.