Nace en Ibarra el primero de Enero de 1932. Estudio la primaria en la escuela de los HH. CC. De su ciudad natal. La enseñanza media la curso en el colegio San Gabriel, en Quito, bajo el cuidado de los padres jesuitas. Hizo sus estudios superiores en la Universidad Central del Ecuador , graduándose de Abogado y Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales en 1957. En 1956 viajo a Europa y en 1958 recorrió nuestra América del Sur. Desde 1959 vive contraído a su profesión en la ciudad de Quito. En 1955 publico “Los hijos de la Tierra”, sobre motivos campesinos del Ecuador. El Titulo fue sugerido por la lectura de documentos históricos coloniales en los cuales se llama hijos de la tierra, así, vigorosamente, a los indios naturales de América. Este libro quemante y dolido es el testimonio comprometedor del poeta con la historia; del hombre con el tiempo. Ninguna intención, que no sea la de amor de telúrico racial respira el poemario. No es la sigla del dolor la meta del hombre en Dávila Torres; es el auscultamiento a través de la tierra y la faena; el sudor que al caer cuaja una estrella, la espiga que se cubre de alborada en el molino en la mesa. Este poemario consigno en Dávila Torres un mensaje de abierta aceptación lirica, demostrando, además, que la poesía es planta integral no solo de terrenos metafóricos si no de parcelas naturales. Así se abrió su voz para rezar pidiendo bonanza en los sembrados, bonanza en los almácigos del alma, al invierno pure sementeras, arruina integridades.
Estos nos dice en su “Oración para que deje de llover”, pieza codiciada de nuestra antología por la dualidad de su intención.
En 1957 nos dio un libro extraordinariamente sensual, casi renacentista, cuyo título no corresponde al contenido: “La Sangre Gosoza” producto de su experiencias de adolescente, de joven y de aprendiz de las artes amatorias. El cambio en la poetización es brusco en esta obra, toda imagen, toda vestimenta alegórica. La mujer toma potencia a través del lenguaje y la síntesis desborda la emoción, sin embargo Dávila Torres del lenguaje y la síntesis desborda la emoción, sin embargo Dávila Torres no podría, no puede ser llamado poeta del amor. Es en esta obra simplemente, es poeta sin adjetivo ni antes ni después. En 1960 dirigió los cuadernillos de poesía “Jacinto de Evia” en honor de uno de los poetas mas menospreciados, pero más valiosos de nuestra colonia. Aquí apareció “otra vez Eurídice” en el cual incluyo algunos poemas de su voluntario exilio. Libro superior al de 1957 en cuanto a la poesía de amor de refiere. Más vivido en fe, más tamizado en milagros humanos a través del vocablo escogido, de la imagen velada. El resto de composiciones de este libro son cortas enseñanzas de filosofía, retratos del mundo, a veces enmarcados en palabras severas donde el paisaje mismo es poesía. En 1964 publico Cuatro poemas terroristas” de dudoso valor, pues tanto el lenguaje cuanto la fuerza imaginativa no pasan de ser deficientes. La línea de Dávila Torres es la de su primer libro. Allí su voz reblandece y resplandece como paralelas de un destino poético, leal y valioso. Alejado últimamente de círculos y enjambres literarios vive su existencia en paz con los hombres y consigo mismo, pues, está convencido que salvar el ala no es cosa de teología sino de acción estética diaria y a la eternidad no es sino la contemplación de la belleza perfecta y por perfecta eterna.
La educación primaria le fue impartida en su ciudad natal Ibarra, en el “Instituto Rosales”, la educación secundaria, en Quito, en el colegio “San Gabriel” de los Padres Jesuitas. “Fue un alumno inteligente, distinguiéndose por su especial dedicación a la bellas Artes”, me dijo uno de sus profesores.