MAESTRO. – Nació en el antiguo asiento del Pasaje de las Nieves, Provincia del Oro, hoy ciudad del Pasaje, el 18 de Agosto de 1885, hijo legítimo de Benigno Dávila Romero, agricultor, y de Herlinda Echeverría, y fue el quinto de una familia compuesta de ocho hermanos.
Cursó la primaria en su lugar natal con el maestro Avelino de Jesús Cordero, pasó a Cuenca a seguir la secundaria en el Instituto Pedagógico de Henry Compton y Modesto Santander, norteamericano el primero y colombiano el segundo, y a los dieciocho años partió a Quito y se matriculó en el Instituto “Juan Montalvo” donde obtuvo el título de profesor normalista el 29 de Julio de 1905 durante el rectorado de Manuel de Jesús Andrade, figurando entre los tres alumnos más distinguidos de ese año, razón por lo cual fue designado en Octubre profesor sustituto en el mismo Normal y director de su escuela anexa.
En 1909 viajó a reunirse con sus padres y hermanos en Guayaquil, lugar donde habían fijado su residencia. Habitaban una casita de madera en los alrededores de la Vieja Casona, después se cambiaron a otra en Sucre entre Santa Elena y Seis de Marzo.
Ya hacía poemas dentro de la escuela romántica tardía que no conocía de los soberbios artificios del modernismo ni de las metáforas que obligan a pensar, por eso su producción fue elegíaca y costumbrista aunque llegó a tentar las marchas encolares de tanto valor pedagógico.
En 1923, algo tardíamente, cuando contaba treinta y ocho años, contrajo matrimonio con Rosa Amada Villegas Moran, la musa juvenil del genial poeta suicida Medardo Ángel Silva. Le llevaba veinte años de diferencia pero siempre fueron muy unidos y se quisieron mucho. Ella también se dedicó al magisterio al igual que su esposo, tuvieron dos hijos, una niña que falleció antes de nacer y el Dr. Roberto Dávila Villegas, que llegó a ser un destacado médico pediatra y profesor de la Universidad de Guayaquil por muchos años.
En los años veinte Dávila fue vecino del compositor Nicasio Safadi Emén y empezaron a trabajar juntos. La noche del 20 de Marzo de 1929 mientras paseaban por el malecón de la ciudad le dijo a Safadi: Ya que no hemos fracasado ni Ud. en el pentagrama ni yo en la lira, tenemos que dejarle un modesto recuerdo musicalizado a Guayaquil y a las preciosas guayaquileñas. Safadi le contestó: En estos precisos momentos estaba pensando en lo mismo, milagro de la telepatía. Entonces decidieron poner manos a la obra y a las cuarenta y ocho horas Dávila entregaba su poema a Safadi, quien quedó encantado del título y del contenido y a los dos días, acompañado de su melodiosa guitarra le cantaba la nueva canción a Dávila, poniendo en ello todo el sentimiento e inspiración de su alma, de manera que así nació la canción emblemática que titula “Guayaquil de mis amores” pues tiene de todo ya que es patriótica, vibrante y guerrera y al mismo tiempo dulce y de ritmo cadencioso y tropical.
Guayaquil de mis amores fue grabada el 19 de Julio de 1930 en los estudios de Columbia Phonograph Company de la ciudad de New York en las voces del dúo Ecuador formado por Safadi y el pollo Ibáñez y cuando se escuchó en nuestra ciudad causó de inmediato un júbilo y emoción inigualables convirtiéndose desde entonces en el himno popular de la ciudad. Igualmente, con Safadi, produjo otros ritmos, especialmente pasillos, tales como Pensamiento, Suspiros del Alma,
Mascarita de Carnaval, Florecita de Esperanza, Ilusiones del Alma, Corazón llorando, Lágrimas del corazón, éste último alcanzó gran éxito en 1934 cantado por el Dúo Tropical Ecuador, Prisionero en tus pupilas, Jilguerito tráeme sus besos y varios ritmos como el one step Yanquecita vamos a bailar, el corrido Vuela palomita; la cueca o chilena Frutos de amor; el vals jota Volar sin alas; el foxtrot Yo desearía; el one step Alas one, que cantó con gran éxito en 1933 el trío Guayaquil; el one step las medias de Marujita; la Marcha Triunfal de Francisco Segura en 1950 para la radio en ritmo de fox trot, etc.
Con el músico Enrique Ibañez Mora compuso la letra de los siguientes pasillos: Rosa de Amor, Cruel Mujer, Yo quisiera decirte, Ilusiones del alma y Recordando tu olvido; el pasillo Despiértate y el baile criollo La Casita de mi amada de Alberto Guillén Navarro que fuera impresa en disco Gennet, el pasillo Cruel Olvido con música de Manuel Carrillo, la jota Ven que te quiero de N. Arízaga, la marinera Guarachita mía de Manuel Sánchez Aguirre, el vals Déjame llamarte, el one step Enriquetita.
También era compositor pues sabía de música y tocaba instrumentos como la guitarra y el piano. Suyos son los pasillos Flor de Guayaquil, llora corazón, tu amor, Muchachita pasajeña. Recordándote mi amor, Te quiero y en otros ritmos la canción Mi rubiecita, el vals Mi morenita, el sanjuanito el Soldado, los amorfinos En Yaguachi y la chilena La Permanente.
Lástima grande que en el Ecuador de su época se menospreciara a los cantantes y compositores nacionales a los que se tenía por simples artesanos de la música, indignos de ser considerados artistas, pues dicho tratamiento solo se atribuía a los cultores de la música clásica europea, por ello Dávila jamás obtuvo el reconocimiento a su talento eminentemente popular, tachado de simplemente populachero.
Aparte que por haberse casado con Rosa Amada Villegas le atrajo siempre la curiosidad malsana de la gente y hasta inconscientemente se le llegó a comparar con Silva, siendo ambos totalmente opuestos, pues el primero fue el mayor poeta modernista de estro aristocrático de la costa y Dávíla un modesto cultor de algunos géneros menores o populares.
Al finalizar la década de los años cincuenta construyó una villa de cemento, de una sola agua, en la calle Huancavilca No. 2.127 y Tulcán, zona considerada por entonces como alejada del centro de la urbe. Lo hizo con un préstamo hipotecario del Seguro Social.
Jubilado en 1960 a los setenta y cinco años de edad tras larga y honrosa carrera en el magisterio, haber dirigido la escuela Francisco García Avilés y siendo condecorado por la Municipalidad de Guaya quil con Medalla de Oro en la sesión solemne del 9 de Octubre de 1945 y con la Medalla al Mérito Literario en 1966, así como por varias Instituciones Clasistas, bajó a la tumba en honorable pobreza el 23 de Diciembre de 1968, a los ochenta y tres años de edad, dejando una memoria limpia. Su esposa le sobrevivió veinte y un años, juntos habían formado un hogar modelo de unión y corrección. Ella fue una magnífica profesora fiscal que también trabajó en los hogares de protección social del puerto principal y en sus últimos años enseñaba labores a sus jóvenes alumnas. Era una viejecita de cabellos canos, risueña y algo encorvada, que guardaba la memoria de su esposo fallecido con singulares muestras de cariñosa emoción.
Se calcula que no menos de setenta de sus poemas han sido llevados al pentagrama aunque jamás se publicaron en libro alguno. Cuarenta y siete de ellos con letra suya y música de diversos compositores y los veintitrés restantes con música y letra propias.
Era de estatura mediana, contextura gruesa, rostro blanco rosado, pelo negro, lacio, hablar pausado y modales corteses. Fue, sobretodo, un buen maestro normalista.
GUAYAQUIL DE MIS AMORES.- // Porque tienes las princesas / que fascinan al mirar / y que embriagan al besar / con sus labios de cerezas / te reclamo las dulzuras / con que anhelo yo vivir, / para nunca más sufrir / Guayaquil de mis ternuras. // I al mirar sus verdes ojos / donde mi alma anhela estar / prisionero cual el mar, / o al hundirme, ya de hinojos / en las noches con fulgores / que sus ojos negros son, / te dirá mi corazón / Guayaquil de mis amores. //