BITTI BERNARDO

PINTOR Y ESCULTOR. Nació en Camerino, las Marcas, Italia, en 1548, desconociéndose la fecha exacta. Hijo legítimo de Paolo y Cornelia Bitti.

Poco se sabe de sus primeros años a no ser que en 1562 se dedicó a la pintura en Roma, trabajando en un taller que había sido de Miguel Ángel. Allí aprendió el manierismo bajo la influencia de Giorgio Vasari y Francesco Salviati, cuyas figuras recuerdan a Rafael de Sancio, pero se desconoce las obras europeas de Bitti.

De escasos veinte años, el 2 de mayo de 1568, ingresó a la Compañía de Jesús como simple lego y gozó de la protección del padre Everardo Mercuriano.

La Compañía de Jesús se había establecido en los reinos del Perú justo ese año y como se requería evangelizar a través de medios visuales, se solicitó al padre Mercuriano el envío de algunos artistas, por ello en 1571 se le ordenó trasladarse a América, pero demoró en Sevilla donde logró estudiar numerosos trabajos del pintor Luis Morales, cuya influencia se evidenciaría posteriormente en su pintura.

En octubre de 1574 se embarcó en San Lúcar de Barrameda en la expedición al Perú que encabezó el Procurador jesuita Diego de Bracamonte y el 31 de Mayo del 75 bajó al muelle de El Callao “para evangelizar por medio del arte”.

En Lima se dedicó al adorno de la primera iglesia jesuita que fue construida modesta y sencillamente por el padre Ruiz del Portillo. En su interior levantó el altar mayor decorado con paneles de pinturas, así como los retablos laterales de talla y pincel y otros muchos lienzos e imágenes, pues también era escultor, los que por descuido ya no se conservan. Muchas de esas obras las ejecutó en colaboración con el hermano Pedro de Vargas.

De esa primera época en Lima datan la coronación de la Virgen en la sacristía de San Pedro, en uno de cuyos ángulos pintó una Santa Bárbara en homenaje de doña Bárbara de Cartagena fundadora del Colegio; se creía que también era suyo un óleo de la Virgen del Rosario conservado en el altar del niño de Huanca con una mujer india en el lado derecho y dos angelitos en el izquierdo. Este cuadro estuvo hasta bien entrado el siglo XIX colgado en el pabellón de mujeres del Hospital de naturales de Santa Ana en Lima según lo relató el Diario de Viaje el inglés Bennet y ha sido materia de varias discusiones pues primero se pensó que la india era la devota Catalina Huanca dueña de un fabuloso tesoro perdido pero ahora se sabe que el cuadro es obra del pintor quiteño Anselmo Yanes; las tallas de Jesús y María que adornan el fondo y también se reputa como suya la imagen de la Virgen de la Candelaria en la antesacristía.

Su arte era bien apreciado pues el padre Bracamonte comunicó al General de la Orden que “lo mucho que pueden para los indios las cosas exteriores, en especial las pinturas, que mediante ellas cobran estima y hacen concepto de las espirituales”.

En 1583 se trasladó al Cusco con el hermano Vargas y fue el primer pintor en dar a conocer el estilo manierista en dicha ciudad, originando lo que se ha llamado la Escuela de Pintura cusqueña, de tanta fama en la colonia pues muestra personajes idealizados y cuidadosamente estructurados, cuyas actitudes y costumbres recuerdan a los de la escuela manierista europea que tuvo su lejano origen en los grabados flamencos.

Dos años más tarde pintó en las misiones jesuitas del Lago Titicaca, especialmente en la de Juli en la actual provincia de Puno, entonces importante centro de catequesis situado a cuatro mil metros de altura. En la iglesia de la Asunción construyó el altar mayor y allí mismo se encuentran sus cuadros de Santa Catalina, Santa Bárbara y la Sagrada Familia y en la de San Juan está el bautizo de Jesús. También existen lienzos suyos en La Paz y en Arequipa, ciudad ésta última que visitó por dos ocasiones, pues fue un pintor incansable que recorrió toda la provincia jesuita, adornando sus templos y conventos.

Hacia 1592 regresó a Lima y recibió la influencia de su compatriota, también manierista, Mateo Pérez de Alesio. El 95 estaba nuevamente en el Cusco donde sin embargo no se han conservado cuadros suyos. El 99 pasó a Chuquisaca. Allí labró el retablo mayor de la iglesia de San Miguel y dejó muy buenos lienzos, tales como la investidura de San Ildefonso y la Virgen y el Niño con san Juan Bautista joven, de suerte que su influencia en los orígenes de la pintura colonial andina es innegable, pues tuvo muchos discípulos y seguidores, entre ellos el riobambeño fray Pedro Bedón de Agüero.

En 1600 residió en Arequipa y pintó para la Capilla de la Congregación de la Orden jesuita el gran lienzo de la imagen tutelar que aún se conserva. En 1.605 quizá pintó para la iglesia de la Compañía en Huamanga una Virgen de la leche que hoy se le atribuye, aunque no está probado totalmente que sea de él. Después pasó al convento de Lima donde vivió sus últimos años y pintó la Purificación y la Coronación de la Virgen con figuras típicas del manierismo romano.

Falleció en dicha capital en 1610, de sólo sesenta y dos de edad y está considerado el más importante pintor del siglo XVI en Sudamérica.

Fue maestro del pintor flamenco Diego de la Puente y del alto peruano Gregorio Gamarra. Algunos de sus trabajos han servido de modelos repetidos con diversas variantes a través de los siglos, de allí que no sería aventurado opinar que su obra se hizo a base de patrones o modelos fijos, núcleo central alrededor del cual, sujeto y color, dibujo y composición y hasta asuntos técnicos, quedan permanentes y estáticos en la creación. Su obra tiene el dibujo de corte rafaelesco y fue muy numerosa. Se especializaba en los rostros, sobre todo en los de la Virgen, cuya cabeza presenta inclinada en la mayor parte de las veces, como si estuviera en actitud reflexiva, prefiriendo los colores verde y azul y utilizando sombras verdes sobre paños ocres. Su sentido de las proporciones es refinado, pero no pintó paisajes ni adornaba los fondos de sus óleos, ciñéndose a los cánones estéticos del arte de la contra reforma fijados por el Concilio de Trento desde 1583.

I como practicó su arte en forma trashumante, especialmente en las misiones y en poblaciones igualmente indígenas como el Cusco y Potosí, su pintura sirvió para la unificación de los conceptos artísticos en todo el virreinato del Perú, al tiempo que ejerció una gran influencia sobre el arte popular, ya que sus obras luminosas gustaban a los indígenas, quienes también preferían a los personajes idealizados y los rostros estereotipados carentes de realismo, lo cual concordaban con la tradiciones incásica y tiahuanacota.

En Lima, ciudad a la que regresó en varias ocasiones, se pueden admirar varias pinturas suyas como La Coronación de la Virgen, La Virgen de la O y la Virgen de la Purificación, las tres en la iglesia de San Pedro; el retrato del Rector Jerónimo López Guarnido en el Museo de la Universidad de San Marcos, La Virgen María con el niño, y una plancha de cobre con la imagen de la Virgen en el Museo Pedro de Osma, La Oración en el Huerto en el Museo de Arte y La Virgen de la Rosa en el Museo del Convento de los Descalzos. Otras obras suyas también se conservan en Arequipa, Cusco y Puno.

Sobre su vida traen noticias los cronistas Anello de Oliva y Martín Soria en la colonia y los historiadores José de Mesa y Teresa Gisbert en la República. Se le considera el fundador de la escuela cusqueña de pintura y para el Ecuador tiene notable importancia porque fue maestro de fray Padre Bedón de Agüero, nacido en Riobamba, miembro de la Orden dominicana y fundador de la escuela quiteña de pintura.