Bello y López Andrés

El señor Andrés bello tenía una compresión enciclopédica. Erudición, fantasía, gusto, letras antiguas, adelantos modernos, todo lo poseía: fue publicista, humanista, poeta, legislador; y su nombre es hoy propiedad nuestra y gloria de América. Varón afortunado, que cultivo los buenos estudio que supo florecer en ellos, que vivió haciendo bienes y recogiendo consideraciones, respecto y gratitud, y que sin duda ha conquistado la inmoralidad.
El padre, don Bartolo Bello, era abogado y músico; la madre, doña Ana López, era hermana de un fraile mercedario. El abuelo, Juan Pedro López, según lo acreditan investigaciones recientes, fue quizás el más importante de los pintores venezolanos de la colonia. La familia, de pequeña buguersia, poco dinero, buena cultura, intensa vocación espiritual, vio con placer y regocijo la muestra de clara y despierta inteligencia y centrada afición al estudio que diera Andrés desde sus tiernos años. El padre fue modesto funcionario fiscal en la provincia de Cumana; recién incorporada (de1777) a la capitanea General de Venezuela; sus aficiones artísticas iban por el lado de la música sacra. La buena madre le ayudo al desarrollo de la tendencia natural de su carácter. 
Don Bartolomé Bello, sin embargo parece haber tenido repugnancia y despego por el ejercicio de la profesión.
De un fraile mercadería, Cristóbal de Quesada, obtuvo sus primeras inclinaciones y conocimientos humanísticos. Después estuvo en la universidad, y al calor de aquella que llamo “anciana y venerable nodriza”, discípulo primero de Don José Antonio Montenegro y después de Rafael Escalona, realizo una carrera universitaria llenas de distinciones. Recibió como “primero en el concurso”, el grado de bachiller en artes el 9 de mayo de 1800 e hizo los estudios de Derecho: pero no mostro interés en obtener titulo, porque el ejercicio profesional no lo atraía.
Tuvo ocasión de conocer y de tratar a Humbolt, estudio francés por indicación de Don Luis Ustrariz, con cuya ayuda y una gramática y nociones de pronunciación que le enseño un francés, llego a dominar la lengua gala, posteriormente aprendió ingles con una gramática y un diccionario; valiéndose para leer libros y periódicos ingleses y habilitándose con ellos en sus conocimientos de la lengua inglesa, que habría de profundizar durante la larga permanencia en Londres; dio clases particulares (entre otro a Simón Bolívar) pero su escaso fruto lo movió a dejarlas, para dedicarse tan solo a sus estudios, primero de Derecho y luego, también a medicina; simultáneamente; hasta que las circunstancias materiales lo incitaron a tomar parte en un concurso que dio el puesto de oficial 2do de la secretaria del Capitán General y transformo al universitario en empleado de la corona.
Su labor en la secretaria fue intachable. “bello fue el alma de la capitanía general de caracas desde 1801 hasta 1810”.el 11 de octubre de 1807 se le recompenso con el titulo de comisario de guerra. Fue secretario de la junta central de Vacuna, cuyo presidente era el Gobernador casas.
Pero “el empleado no mato en el al hombre estudioso”
Leía constantemente periódicos y libros europeos; estaba al corriente de los movimientos intelectual del mundo. La colonia recibió sus primeras producciones poéticas; ” no había fiestas, banquete o paseo en que no se le hiciera improvisar”.
Antes de salir de Venezuela se le podías considerar poeta de bastante inspiración: lo prueba, entre otros poemas, el conocidísimo soneto a la Victoria de Bailen y la égloga virgiliana “Tirsis, habitaciodor del Tajo umbrío….”
Héctor García Chuecos ha demostrado que Bello fue de los primeros periodistas venezolanos. Con Don Francisco Iznardi proyecto fundar en 1809 un periódico, “El Lucero”: no llego a imprimirse, pero el prospecto circulo ampliamente en Caracas en los primeros días de enero de 1810. Fue además, uno de los más ilustres y asiduos redactores de la Gaceta, el primer periódico impreso en Venezuela. Pedro Grases ha corroborado esta comprobación y ha demostrado en valiosa monografía que fue autor (con destino al calendario o guía de Forastero, impreso en 18010) del resumen de la historia de Venezuela, de Francisco Javier Yánez, y del cual solo se habían encontrado con plena seguridad los párrafos que inserto en la historia del poder Civil el ilustre Juan Vicente González, hasta que Grases pudo localizar en el museo británico un ejemplar del calendario, completado por otro que fue localizado en la biblioteca del académico Don José Manuel Núñez Ponte. 
Se le dio el cargo de oficial Primero en la secretaria de estado, puesto más alto después del de secretario. Y existe prueba documental de que el se le conservaba para agosto de 1810, señalándosele como “comisión de Londres” y manteniéndosele por encima de los patriotas ilustres como Muñoz Tébar, “oficial Segundo y primero interino”, o como revengan o Fortifique.
Sirvió pues, en calidad de oficial primero, en la secretaria del estado de la “Junta Conservadora de los derechos de Fernando VII”. No es aventurado reconocer su estilo en algunos de los más importantes documentos de la junta. Enviada a Inglaterra aquella Misión diplomático en cuyas gestiones se fundaron tantas esperanzas (y que si no obtuvo una ayuda directa, por lo menos logro una neutralidad benévola), bello formo parte de ella como Secretario, acompañando al futuro Liberador y a Luis López Méndez.
De caracas según su testimonio propio, que nada autoriza a negar, llevaba concluido su análisis Ideológico de los tiempos de la conjugación Castellana, considerado el más original de sus estudios.
En Caracas había revelado la madurez de juicio y de síntesis que ofrece el resumen de la historia de Venezuela.
Concluidas las negociaciones, regreso Bolívar a Caracas, con López Méndez Permanece Bello en Londres. Allí encuentra motivos múltiples que acrisolan su sensibilidad, a la vez que enriquecen sus conocimientos y le hacen palpar las durezas de amarga lucha por la vida.
Los largos años (1810-1829) que vive en Londres son pues, de trabajo angustioso para mal ganar el sustento, pero también de trabajo y estudio febril para colmar en goces intelectuales la dolorosa vida. Aprende griego, hasta leer en el original a homero y a Sófocles prepara el laborioso y meritísimo estudio sobre el poema del Mío Cid, concluido en Chile y que no alcanza a ver estampado, a pesar de haberlo ordenado en 1862 el gobierno Chileno para corresponder al obsequio de un retrato de Valdivia que le hizo la reina de España; hace estudios sobre el asonante, sobre la crónica de turpin, sobre traducción de la biblia; escribe numerosos opúsculos. Reanuda sus actividades periodísticas “que volverá a emprender después en Chile y le acompañaran toda la vida) con la biblioteca Americana y el Repertorio Americano, donde aparecen muchos de sus trabajos. Dedicados a orientar y forjar la conciencia de los pueblos de América.
De la producción londinense de Bello han sido destacados, como de una importancia capital aun poemas. La alocución a la Poesía y la Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida considerada esta ultima como la más acabada poesía de Bello.
Contrajo en Londres dos veces matrimonio, las dos veces con damas inglesas. Con la primera, doña María Ana Boyland, caso el 30 de Mayo de 1815 en 1821, su prematura muerte le hizo conocer la viudez. Era por temperamento afecto al matrimonio y el 27 de febrero de 1824 contrajo nuevas nupcias, esta vez con doña Isabel Antonia Dunn, quien le sobrevivió, sazonando en Chile la tertulia intima con acento ingles y a menos barbarismos. Amabas le dieron numerosa familia y ha sido destacado el papel desempeñado por sus muchos descendientes. 
Es hombre habilísimo, de muy variada literatura y extensa ciencia, y posee una seriedad y nobleza de carácter que lo hacen mucho más estimable.
Lleno de necesidades se encontraba cuando Don Manuel José de Hurtado, Ministro de Colombia, lo designo interinamente Secretario, título que le fue asignado en firma por nombramiento de 8 de noviembre de 1824. Al regresar Hurtado a Colombia, Bello quedo temporalmente como Encargado de Negocios, cargo que ejerció hasta la llegada del nuevo Plenipotenciario, José Fernández Madrid. El gobierno gran colombiano le había dado demostraciones de aprecio, una de las cuales no podía ser más grata a su carácter y a su temperamento: su nombramiento para Miembro de la Academia Nacional, que iba a constituirse el 9 de diciembre de 1826 en la Biblioteca Pública de Bogotá.
Salió de Londres el 14 de Febrero de 1829 y llego a Valparaíso, en el Bargantin Grecian, al 25 de junio de aquel año.
Dio clases en el colegio de Santiago, dio clases privadas en su casa enseño en el Instituto, Nacional, fue desde el periódico entusiasta propulsor y director de los avances de la educación en todos sus ordenes, fue rector de la Universidad de Chile desde la instalación del ilustre instituto hasta después de su muerto.
Como oficial Mayor en el Ministerio elecciones Exteriores fue, puede decirse, al director de la política internacional de Chile; como Senador y como consejero de los gobernantes fue el legislador de la Nación; el legislador por Excelencia, cuyo Código Civil se conserva todavía vigente. Su obra en el Senado ha sido considerada “de tanta trascendencia como su obra de jurista y de educar”. Redacto lo más importantes documentos del estado (mensajes presidenciales memorias ministeriales, etc.) y en cierto modo se le considera el creador de la administración pública chilena.
En Chile se publicaron su filosofía del Entendimiento y casi todo sus opúsculos filosóficos; su gramática Castellana y la mayor parte de sus trabajos filológicos; su Historia de la literatura, números e importantes estudios de crítica literaria; variadas y abundantes poesías; los Principios del Derecho de Gentes.
Ochenta y cuatro años duro su vida. El 15 de octubre de 1865 murió, después de cuarenta y cinco días de enfermedad. Había perdido siete u ocho año antes el uso de las piernas, lo que había reconcentrado todavía en su labor intelectual. A su muerte dejo llenos de notas el código civil que durante treinta años había elaborado, con vista a sus correcciones y enmiendas. Entre sus papeles se encontraron borradores inéditos, tales como los relativos a una nueva Gramática para uso de escolares de los primeros cursos, que venía a completar su obra revolucionaria en este campo. Deliro en su gravedad con asuntos literarios.
Entregado al trabajo, rindió la jornada.
La mayor parte de sus producciones fueron recogidas meritoriamente por Don Miguel Luis de Amunategui “su ejecutor testamentario espiritual”, y publicadas por disposición oficial bajo el titulo de obras completas de Don Andrés Bello, aunque es de lamentar allí la exclusión de sus cartas, de sus discursos parlamentarios y de algunos otros escritos posteriormente descubierto. La colección de esas obras, prologado por Amunategui cada uno de casi todos los volúmenes, fue editada por primera vez en Santiago de chile por cuenta del estado. Comenzó su edición en el centenario de Bello, 1881 y consta de 15 tomos. 
Nació en Caracas en 1781 y murió en Santiago de Chile en 1865. Unido al libertador en los primeros momentos de la lucha por la independencia americana jugo papeles de responsabilidad que le acreditaron como inteligente político. Establecido mas tarde en Chile sentó los cimientos del futuro desarrollado cultural de esa Republica que se lo agradeció en sus días y se lo sigue agradeciendo honrado a su memoria. Poeta, periodista, hombre de profunda educación humanista, es un decidido defensor de la conservación de la lengua castellana en América con todo su saber clásico. Algunas de sus obras, el “Poema del Cid” y la “Gramática de la lengua castellana” le acreditan como filólogo y la crítica unánime le considera como maestro en el cultivo del español. Fue el autor del código civil chileno, obra en la que invirtió 20 años, traduciendo el código napoleónico del francés y adaptándolo a la realidad iberoamericana. En Chile se designo a 6 notables jurisconsultos que revisaron el código de Bello en comisión. El congreso de 1855 lo aprobó en esa nación y empezó a regir desde el 1 de enero de 1857 esta reforma civil.