BECERRA ORTIZ GUSTAVO

POLITICO Y PERIODISTA. Nadó el 1 de mayo de 1894 en Esmeraldas. Hijo de Eleazar Becerra Bueno, nacido en Palmira por 1870, Colombia) pasó a Esmeraldas con su familia hacia 1878, era hombre de tez muy blanca y formó familia hacia 1893 con Mercedes Ortiz Jiménez, mulata oscura, nacida en Rioverde en 1870, ecuatoriana, que tocaba muy bien la guitarra.

Vivió sus primeros años en Borbón al lado de su padre, luego estudió la primaria en Esmeraldas y la secundaria en la Filantrópica del Guayas donde conoció a Medardo Ángel Silva y en el internado del instituto salesiano Santisteban.

Mientras tanto en 1917 se había fundado en Esmeraldas el periódico revolucionario “El Iniciador”, allí escribieron Carlos Manuel Bastidas y sus colaboradores Benigno Checa Drouet, Fidias Bueno y Ramón Chiriboga Ramírez entre otros.

En 1918 regresó a Esmeraldas y comenzó a escribir para “El Iniciador” ganando la enemistad del Intendente Pedro A. Ycaza, quien le mandó a dar una soberana paliza. Tal fue su bautizo en la prensa de combate.

En 1922 fue a trabajar al ferrocarril San Lorenzo – Ibarra que estaba en construcción y allí permaneció hasta el 25, enviando colaboraciones a los periódicos “Bandera Roja” el 23 y “El Clarín” el 25, ambos de propiedad de su amigo Carlos Enrique Portes Pallares, uno de los introductores del comunismo en Esmeraldas pues había leído muchísima literatura sobre la revolución bolchevique de 1917 en Rusia.

En 1925 fue uno de los seguidores del Comandante Roberto Luís Cervantes. El 27 fue confinado en Machala por la dictadura de Isidro Ayora. El 28 contrajo matrimonio en Esmeraldas con Tomasa Ortiz Hurtado, nacida en Tumaco (Colombia) hacia 1899, con quien procreó dos hijos y fue designado gerente de la sucursal en Borbón de la Casa Americana Dumarest brothers, compradora y exportadora de tagua, caucho y otros productos, donde trabajó varios meses, pero volvió a Esmeraldas.

Ese año adquirió a Tulio Jijón una parte de su taller tipográfico y en Quito compró una prensa Excelsior y otros materiales que llegaron el 1 de Octubre a Esmeraldas, con lo cual pudo montar una buena imprenta y el jueves 11 de ese mes sacó el primer número de su bisemanario “El Correo” bajo el patriótico lema de “Por una Esmeraldas mejor” contando entre sus numerosos colaboradores a Arcelio Ramírez Castrillón como fino caricaturista, a los Coroneles Rafael Palacios Portocarrero y Simón Plata Torres, José Nicanor Jijón Calderón, Pompilio Cañote, Luis Balanzátegui, Nahún Cortés, Ramón Chiriboga Ramírez, José Otilio Ramírez Reina, Pedro y Juan Antonio Checa Drouet, poco después también comenzó a ayudarlo el joven médico Ricardo Paredes, recién llegado a Esmeralda, con quien fundó la célula comunista primigenia de esa localidad. Después se incorporaron algunos jóvenes intelectualizados como Bolívar Drouet Calderón, Telémaco Cortés Bueno, Nelson Alfonso Castro, Augusto San Lucas Zavala, César Névil Estupiñán Bass y otros.

Desde sus comienzos “El Correo” atacó frontalmente al caciquismo seudo liberal que infectó por tantos años a esa martirizada provincia, también arremetió contra el fraude electoral, la imposición violenta del garrote de los poderosos en lucha desinteresada y con orientación revolucionaria, lo que convulsionó a la población, provocándose absurdas situaciones.

Sus colaboradores fueron enjuiciados, perseguidos, encarcelados, hasta desterrados algunos. Los hogares allanados por la fuerza pública y la imprenta empastelada en dos ocasiones, pero la lucha fue sin tregua por conseguir la instalación del alumbrado público, se abrió una campaña en pro de la guerrilla nacionalista del General Augusto César Sandino para impedir la continuación del dominio del imperialismo yanqui en Nicaragua. Hubo una página Literaria donde lucieron sus dotes líricas Tácito Ortiz Urriola, César Nevil Estupiñán Bass y José Otilio Ramírez Reina entre otros, así como el español Francisco Ferrandis Albors, quien escribía en “El Telégrafo” de Guayaquil bajo el pseudónimo de “Feafa”.

En 1929 salió electo Diputado suplente a la Asamblea Nacional Constituyente reunida en Quito y a través de una campaña cívica “El Correo” logró una asignación de seiscientos mil sucres para la provisión de luz y agua potable tomada del estanco de tabaco, mientras sus opositores políticos le iniciaban un juicio ejecutivo para rematar la imprenta, pero el juez Nicanor Jijón no dio paso al infundio y todo quedó en nada.

La edición No. 128 aparecida el 19 de abril de 1930 traía un artículo satírico “Lo que dice una tela” bajo el pseudónimo de “Alberto Ariel”, mucho después se conoció que era de Nelson Alonso Castro. Los militares del batallón Imbabura acantonado en Esmeraldas y comandado por César Plaza Monzón se creyeron ofendidos y por sorteo designaron a tres oficiales para que fueran a desafiar a Becerra, quien aceptó a condición de que fuera a puñetazo o a machete, de suerte que no se pudo llevar a efecto.

En Junio “El Correo” abrió campaña contra el abusivo Intendente Eugenio de Janón Alcívar, quien tuvo que escapar de la población por temor a la justa reacción popular. En julio varios policías vestidos de civil allanaron el local de la imprenta a plena luz del día y a vista y paciencia de la población arrojaron las máquinas al río; sin embargo, al día siguiente varios pobladores la bucearon y Becerra recuperó en su mayor parte la maquinaria y los tipos. Al día siguiente el pueblo salió en manifestación que fue disuelta a bala limpia. Ese mes de Julio se le inició juicio penal por la compra de unos machetes para la hacienda de los hermanos Chiriboga Guerrero que las autoridades pensaban que iban a ser usados en la revolución. Así era de dura la vida en Esmeraldas al comenzar la década de los años treinta siendo gobernador Jacinto Clodoveo Alcívar.

En 1930 fue electo Diputado, concurrió al Congreso en Quito y al retomar a Esmeraldas el sábado 10 de enero del 31, a bordo del motovelero “Plus Ultra”, fue detenido por varios agentes y conducido a prisión ante el asombro ciudadano y cuando intentó zafarse el Oficial Roberto M. Rivera gritó “mátenlo”, “mátenlo” y disparó al cuerpo, pero no le dio. Becerra se entregó comprendiendo que querían liquidarlo y fue llevado al infiernillo, de allí lo sacaron al día siguiente para que confiese no se qué planes revolucionarios contra el presidente Isidro Ayora. Mientras tanto habían sido apresados sus tipógrafos Azael Ortíz, Marco T. Oramas, Eleuterio Rosero, Carlos Aparicio, Ney Zamora y Vicente Mejía a quienes soltaron después tan misteriosamente como los había detenido, pues todo había sido una falsa alarma. También fueron allanados los domicilios de varios jóvenes que no simpatizaban con los abusos que se cometían: Flavio y Arturo Nevares Ballesteros, Baltasar Villacís Motato, Arcesio Ortiz Estupiñán, Alipio García Díaz y se apresó a Ricardo

Gutiérrez, Juan Antonio Checa Drouet, Ramón Chiriboga Ramírez, Luís Balanzátegui Vásquez, Daniel Artieda, Raúl Díaz Heredia y varios más, pero “El Correo” siguió apareciendo dirigido momentáneamente por César Névil Estupiñán Bass que ayudado por varios de sus alumnos en las labores manuales de impresión, no permitió que cese dicha publicación.

Por esos días el Comandante Borja ordenó a uno de sus Sargentos que en la primera manifestación pública dispare contra Becerra y como no lo hizo le dio la baja. Así transcurrió el resto del año 31.

La noche del 2 de enero de 1932, cuando subía las gradas de su domicilio ubicado en la casa de Manuel Cervera en la Eugenio Espejo y Sucre, fue impactado en una pierna con cuarenta perdigones disparados con una escopeta de doble cañón por un mercenario manabita de apellido Cusme llevado ex profeso a Esmeraldas. Becerra fue prontamente auxiliado por el vecindario y el Dr. Modesto Paredes le prodigó las primeras curaciones en su consultorio en casa de la familia Nevares Ballesteros, salvando la pierna y hasta la vida, casi milagrosamente. Becerra soportó la operación sin anestesia, muchas de las municiones se le quedaron en el cuerpo y hasta se las podía tocar el resto de su vida. Una vez restablecido lo tomaron preso. Cusme en cambio, había sido capturado por el populacho y entregado a las autoridades y ambos se toparon en la cárcel que era minúscula, pero tras el enjuiciamiento de costumbre las autoridades dejaron escapar a Cusme y nadie más le vio en la provincia, quedando el atentado en la mayor impunidad.

El 18 de mayo siguiente encontró en los pasillos de la gobernación al legendario Capitán Hermógenes Cortés Portocarrero, héroe de numerosos combates en la revolución conchista de 1913 al 16, quien después de un duro cruce de palabras sorpresivamente le asestó una puñalada, que felizmente fue desviada por el Ayudante Perdomo y por eso no le dio a Becerra en el cuello, pero de todas maneras le hirió en el brazo derecho. Benito Quintero y Raúl Díaz Heredia intervinieron para desarmar al agresor, que fue apresado y al poco tiempo salió libre. Becerra fue atendido por el Dr. Eloy Flores en la botica El Pueblo de propiedad de Carlos E. Díaz y por su empleado Astolfo Barreiro.

“El Correo” dejó de aparecer en junio, pero enseguida Becerra editó con carácter eventual “El Machete” bajo el lema de “No dejar títeres con cabeza”, caricaturas de carácter combativo y artículos de divulgación ideológica. En él colaboraron Otilio Ramírez Reina, Ramón Chiriboga Ramírez, Julio Estupiñán Tello, Ricardo Paredes. Al poco tiempo sacó “El Esperpento” en la misma línea y con iguales colaboradores, que también tuvo efímera existencia y dejó de salir el 33 pues la pobreza se había generalizado en la provincia y casi nadie podía darse el lujo de comprar periódicos.

Entonces trasladó sus maquinarias a Quito e instaló en la Olmedo y Vargas una pequeña librería con publicaciones marxistas y un taller de impresiones que sirvió primordialmente para la defensa de los intereses universitarios y revolucionarios por muchos años, aunque en varias ocasiones los gobiernos de turno la mandaron a empastelar con grave perjuicio económico para su propietario.

Ese año 33 fue nuevamente Diputado y atacó a la Ecuador Land Company propietaria del campamento aurífero de Portovelo en la zona alta de la provincia de El Oro.

En 1940 salió nuevamente electo Diputado por Esmeraldas y fue reelecto hasta el 44. En el Congreso hizo una inteligente oposición al presidente Arroyo del Río, quien, más por sacárselo de encima le mandó a ofrecer una Embajada, que Becerra rechazó con dignidad. El 43 participio en Alianza Democrática Ecuatoriana ADE fue hostilizado y perseguido por la pesquisa en numerosas ocasiones, permaneció seis meses preso en el panóptico luego de lo cual salió confinado a Cuenca.

Luego del triunfo de la revolución del 28 de mayo de 1944 salió electo Senador y le correspondió entregar la banda presidencial al Dr. José María Velasco Ibarra. Posteriormente le nombraron Secretario General del Partido Comunista Ecuatoriano. En el Congreso se opuso al proyecto de arriendo de las Islas Galápagos al gobierno de los Estados Unidos.

Después del golpe dictatorial del 30 de marzo de 1946 se retiró a la vida privada desilusionado de la política velasquista y no volvió a intervenir en la vida pública ecuatoriana, su imprenta fue nuevamente empastelada en Quito. Con la caída de Velasco Ibarra el 47 puso un bazar en los bajos de la casa de Hermelinda Urbina en la Manabí entre la Vargas y Venezuela y trasladó la imprenta a la Olmedo entre la Benalcázar y Cuenca, pero el bazar terminó perdiéndolo por una garantía dada a su amigo Vicente Bravo Malo. El 54 falleció su esposa tras veintiséis años de feliz unión matrimonial.

En 1955 contrajo segundas nupcias con Susana Correa Ríos, sin sucesión. Juntos construyeron el hotel Quinindé en el Cantón Rosa Zarate y lucharon tesoneramente para sacarlo adelante. El 58 se hospedó allí el Presidente Camilo Ponce Enríquez y su Comitiva con motivo de la inauguración del puerto de Angostura.

En agosto de 1970 recibió durante un mes a su hijo Gustavo a quien no veía en quince años pues vivía en Italia y trabajaba exitosamente en la Radio Vaticano. El 72 arrendó el hotel porque los médicos le prescribieron un clima menos cálido y húmedo debido a una vieja afección cardiaca que le venía molestando. Con tal motivo se cambiaron a Esmeraldas y vivieron cerca del mar. Los Dres. Franklyn Tello, Franklyn Tello Mercado, Ricardo Paredes y Leonardo Paredes Martínez le prodigaron atenciones.

En agosto de 1975 fue declarado “Hombre Ilustre” por el Cabildo de Esmeraldas y la Federación Provincial de Periodistas le brindó un emotivo homenaje. Aún tuvo fuerzas para leer un enjundioso discurso. De allí en adelante guardó reposo y falleció en la madrugada del 12 de abril del 76 en Quinindé, de casi ochenta y dos años de edad. Sus honras fúnebres se realizaron en el local de la Federación Provincial de Trabajadores. El Partido Comunista le rindió honores en reconocimiento a sus valiosos servicios. Tomó la palabra Nela Martínez Espinosa y en el cementerio lo hizo el Dr. Ricardo Paredes.

Fue un duro combatiente y tuvo ideología social, donó sus libros para la creación de una Biblioteca Popular. Cariñoso, honorable y comprendedor, sabía compartir con generosidad todo cuanto poseía.

“Severo, de finos modales y cortas palabras. Tenía verdadera fobia a las medallas milagrosas.” Valiente hasta la temeridad. De 1,70 mts. de estatura, mulato, pelo crespo, ondeado y rojizo que en la vejez se volvió plateado. Tuvo gran simpatía, hablaba y caminaba con parsimonia. Autodidacto y de gran cultura. Acostumbraba aconsejar a numerosos jóvenes idealistas como él, entre ellos a su primo hermano Adalberto Ortiz Torres a quien supo encauzar por los caminos de la literatura prestándole libros y consiguiendo una beca para el normal Juan Montalvo de Quito. Su hijo Gustavo Becerra Ortiz era un intelectual que trabajaba de traductor.