HEROÍNA DE LA INDEPENDENCIA. Nació posiblemente en la hacienda de su padre el Alguacil Mayor Ángel Barba, ubicada en la parroquia de Bilovan a dos kilómetros del Camino Real y sobre el último contrafuerte de los Andes occidentales. Fue su madre María Chiguano, humilde bilovaneña, cocinera en la hacienda.
Debía tener no más de dieciocho años cuando Guayaquil proclamó la independencia el 9 de octubre de 1820 y nombró Primer y Segundo Jefe de la División que subiría a la sierra a los Coroneles Luis Urdaneta y León Febres Cordero, quienes se embarcaron con rumbo a Babahoyo y fueron recibidos con Vivas a la Patria.
Desde ese punto siguieron a pie y ocuparon Sabaneta, mientras los realistas del Coronel Forminaya entraban en Guaranda.
Los jefes realistas se hospedaron en la casa de Hacienda del Alguacil Mayor Barba, La joven Josefina logró ganar la confianza de Forminaya, que esa tarde la llevó del brazo a pasear por el campo militar, donde ella logró darse cuenta de todos los detalles.
Su novio, Pedro Tovar, de las principales familias de Guaranda por su abolengo y riqueza, era patriota y había salido de Guaranda pocas horas antes de que arribaran los realistas, recomendándole a Josefina que le enviara informes minuciosos al campamento de los guayaquileños. Josefina tenía el defecto de no saber escribir como era usual en las mujeres de la región y estando el camino ocupado con avanzadas, tampoco podía despachar a un posta, pero conociendo un atajo que comenzaba a la entrada del Camino del Salto, a donde había ido varias veces con su novio, resolvió penetrar por allí y seguir el frondoso bosque, con la esperanza de hallarle.
A las dos de la tarde, con pretexto de ir al pueblo, tomó pañolón, sombrerillo de paja y se echó a andar. Nada pasó mientras tuvo camino despejado, pero a medida que caía la tarde se iba achicando el sendero que era de piedra con escalones y saltos difíciles. Árboles descomunales formaban tupidos boscajes a grandes alturas. Sintió hambre y al hallar una palma de tagua, abriéndole con un machetillo bebió su agua y comió su pulpa. Vino la noche se horrorizó y no pudo continuar así es que se sentó en un árbol y durmió intranquila. No habría pasado mucho rato cuando sintió que le caía un palo. Era un mono juguetón que la miraba en la oscuridad. Quiso ponerse nuevamente en camino m pero no pudo porque sus botines estaban rotos y sentía las plantas de los pies lastimadas.
Envuelto los pies con hojas anchas atadas con tiras raleó el bosque como pudo, finalmente arribó a la ranchería de Angas y encontró solamente al batallón Vencedores, pues el Libertador había partido. Su novio fue el primero que la divisó, corrió a su encuentro con varios oficiales y enterados de la posición enemiga en la pequeña planicie de Camino Real, que estaba perfectamente defendida por una serie de trincheras, teniendo a cada uno de los extremos de la línea un cañón y a la caballería atrás, prácticamente no había forma de derrotarles. Por eso sus jefes pasaban la mayor parte del tiempo de Bilovan o en la hacienda de los Barba, pues se sentían tranquilos.
Tovar dibujó un croquis a lápiz y como no se podía avanzar hacia ellos por el Camino Real que estaba custodiado, decidió tomar la vía del Salto y caerles por la retaguardia en el momento preciso, ya que el cuerpo de la vanguardia patriota iba a pie y demoraría algunas horas en llegar al campamento realista.
Montaron ciento cincuenta hombres en mulas neveras, porque formaban parte de la recua utilizada por Pedro y sus Hermanos para llevar nieve a Guayaquil, donde la vendía a buen precio. Los demás soldados siguieron a pie, de guías iban Pedro y Josefina. El joven Abdón Calderón no desprendía la vista de las admirables piernas desnudas de esta y Pedro tuvo que apearse para cubrírselas con un poncho a guisa de pantalones.
Era la una de la tarde del 9 de noviembre cuando llegaron al lindero del bosque. Entonces “rompieron con los dientes los cartuchos, los echaron en los fusiles, golpearon recio con la baqueta aseguraron la piedra de chispa, cebaron la cazoleta y se sentaron a comer lo que habían traído para rancho”. No había transcurrido ni media hora cuando oyeron numerosos disparos por el flanco izquierdo. Marcharon a paso de carga y a tiro de fúsil de los realistas comenzaron a dispararles por atrás.
¿Qué había sucedido entretanto? Los patriotas que acometían por el Camino Real caían muertos apenas se presentaban a campo raso pues eran blanco seguro. Ya los realistas creían ganada la batalla esperando ansiosos el instante en que principiase la derrota para que su caballería marchara a rematarlos cuesta abajo, pero al sentir el fuego por retaguardia y ver como caían los suyos les entró pánico, abandonaron las trincheras en desorden y se dieron a la fuga disputándose los caballos a balazos.
Sabida la noticia, una hora después hubo Cabildo abierto en Guaranda y se envió al Cura Francisco Benavides con proposiciones de paz, que fueron rechazadas por Urdaneta, quien ocupó militarmente la población a las tres de la tarde, mientras los realistas huían apresuradamente a Mocha.
Pedro Tovar tenía por hermanos enteros a José María, Benedicto y María Antonia. Los dos primeros asistieron a la Asamblea Electoral reunida en Quito por decreto del General Sucre tras la batalla del Pichincha en junio de 1822. Posteriormente marcharon al Perú como Capitanes. Pedro fue herido de gravedad en Ayacucho y falleció en Mollendo porque se hizo conducir hacia el mar en un vano intento por regresar a Guaranda donde le esperaba su novia Josefina y cuando en Lima se dieron Cédulas de Montepío a los parientes de los fallecidos en esa batalla, su hermano Benedicto rehusó lo que él llamó la limosna peruana. José María Tovar llegó a aborrecer a la Patria porque el General Bartolomé Salom tuvo una hija en su hermana María Antonia, abusando de la generosa hospitalidad que le diera en su casa. La niña llamó Rosa Salom Tovar, heredó a sus dos tíos, fue riquísima y casada con Antonio Roveli, que derrochó su fortuna, falleció loca en el manicomio de Quito.
Josefina Barba era alta y cenceña, el cutis rosado, cabellera de tirabuzones, dentadura admirable y nariz aguileña, algo hundida cerca de la frente, que le daba un aire de severidad. En 1830 se hallaba agonizante en Guaranda cuando el Dr. Francisco Benavides fue llamado a confesarla y como no se acusara de haber cometido ningún pecado mortal, para darle la absolución le dijo: – Acúsate de alguno grave – No tengo. Si tienes y mortalísimo, pues contribuiste a la derrota del Rey en Camino Real, No fue pecado sino todo lo contrario. Si lo es, por eso en castigo hizo Dios morir a tu novio Pedro Tovar. Se estremeció la infeliz y rodáronle las lágrimas por las mejillas en recuerdo del ser amado.
Su entierro fue apoteósico, llevaba el cadáver palma de laurel en las manos y corona de flores blancas en la cabeza, como era de rigor tratándose de una doncella virginal según antiguas usanzas y en los textos del siglo pasado se la menciona con el calificativo honrosísimo de heroína, por su arrojo y valor en la gloriosa jornada de Camino Real.