ASPIAZU COTO PEDRO

AGRICULTOR.  Nació en Palenque el 29 de junio de 1814, hijo legítimo de José María Aspiazu y Avilés nacido en Baba en 1794, agricultor, Elector por Baba en 1835, cuya biografía puede verse en este Diccionario, y de su primera esposa Rosa Coto Chiavaudis; fue bautizado con los nombres de Pedro José Pablo en esa Iglesia Parroquial, siendo su madrina Ana María Álvarez y Obregón Vda. de Ribera, su tatarabuela materna, que falleció a poco.

Pasó la niñez en la hacienda Piscano. Sus padres lo llevaron a Vinces donde recibió las primeras letras en la escuela que allí mantenían los padres mercedarios. Después se trasladó a Guayaquil, ingresó al Colegio Seminario donde cursó dos años porque en 1829, de escasos quince, prefirió iniciarse en las labores del campo y regresó a Palenque a probar que “la ciudad extravía el Juicio y el campo lo ordena y acrisola”.

Muy metido en el negocio de compra y venta de ganado acostumbraba viajar por la zona de Palenque y sus alrededores hasta Manabí donde adquiría el ganado flaco debido a que por esos lados llueve poco y lo llevaba a engordar a Vinces, para lo cual visitaba haciendas y ofrecía buenos precios por lo que le interesaba. Entre 1829 y 1840 amasó una regular fortuna que la empleó en seguir adquiriendo propiedades. A su padre le compró las montañas hasta el estero de Chojampe y la hacienda “Aguacatal de arriba” y a terceros, diversas extensiones de pastizales y cacaotales. En esto seguía el consejo de los antiguos que solían repetir “Tierras las que vieres y casas las que cupieres”. En 1835 se unió a Mercedes Andrade Mesa vecina acomodada de Palenque y tuvo a Carmen Aspiazu, que casó con el guayaquileño Federico Pérez de Antepara y son mis bisabuelos paternos. a Dolores que casó con el español Leandro Sánchez Quintanar de la Madrid y a José María, que falleció soltero.

Para 1840 disponía de dinero suficientemente y adquirió la hacienda “Noboa” a José María Carbo Noboa, más tarde compró a sus dos tías Coto Chiavaudis las dos terceras partes de la hacienda “Piscano”, porque el tercio restante era de propiedad de su madre.

En 1848 fue Albacea de su padre. En 1853 compró veinte mil matas de cacao en las afueras de Palenque y la hacienda “El Guasmo de los Contreras” cercana a Catarama. En 1854 los pastizales de los Manzo en Pimocha. En 1856 la hacienda “Santa Lucia” al norte de Palenque a la viuda Mancilla y allí instaló el centro de sus actividades”.

Entusiasta en el trabajo, visitaba los lugares de cosecha y recogía con podón las mazorcas olvidadas, echando las pepas en una pequeña argeña a que colgaba a ambos lados de la grupa; dirigía y ayudaba a los vaqueros en la curación y arreo del ganado y acostumbraba darles suculentos almuerzos.

En Santa Lucia estableció una escuela para niños pagando de su peculio a la maestra. En 1860 se unió con María de los Santos Cedeño y Triana (1845 -1869) con quien tuvo seis hijos llamados Aurelio, Lautaro, Julián, Efrén, Abel y Julián II y casó en Santa Elena el 5 de enero del 69.

En 1861 siguió expandiendo sus propiedades con la hacienda “Peñafiel” de Santiago Bustamante. En 1870 cambió varios lotes con las haciendas “Vinces” y “Lomas de Vinces”, magníficas propiedades de Miguel Suárez Seminario, que producían muchísimo cacao, tenían sesenta mil matas, pozas y montañas, de tal suerte que los hermanos Seminario se quedaron de dueños y señores de Puebloviejo y cedieron Palenque y Vinces a Aspiazu. Así fue como ambas familias cuadraron sus dominios. En 1872 compró en remate público las haciendas “Soledad” y “Loma” a su hermano Francisco Aspiazu Coto que era un jugador empedernido. En 1877 remató a Luís Dávalos las haciendas “El Sauce” y “Bolsa de Judas” con cincuenta mil matas, pozas y selvas. En 1879 se hizo de “Moquique”, igualmente en remate, con cuarenta mil matas productoras. En 1883 le compró a José Julián Echeverría la hacienda “Limoncillo”, con veinte y cinco mil matas.

En total llegó a poseer veinte y nueve propiedades agrícolas en la zona de Palenque y tres en el Cantón Baba, pero el total de sus haciendas sumaba cincuenta y nueve.

Para asegurar el mejor mercadeo del cacao acostumbraba viajar a Guayaquil dos o tres veces al año para firmar con los distintos exportadores (La Casa Luzarraga, Millán – Ballén, Suárez Seminario, Ildefonso Coronel, Pedro Pablo García Moreno, Juan María Gutiérrez, Benjamín Rosales, Balarezo, López, etc) a quienes entregaba su cacao puesto en la orilla, casi todo de primera calidad y lo acreditaban en sus cuentas corrientes. Cuando lo estimaba más conveniente hacia un corte y tanteo, liquidaba las cuentas y cobraba su capital y el interés.

Creó el crédito agrícola. Era su costumbre entregar dinero a plazo a ciertos agricultores que él conocía, para que sembraran cacao en sus propiedades. En esto de prestar dinero a terceros era muy cuidadoso y casi nunca se equivocaba, considerando en cada caso la conducta personal del solicitante, así como sus cualidades para el trabajo de campo. Aspiazu llegó a producir el 3% del total de las exportaciones de cacao del país, que venía a ser el 1 1 /2% del total de la producción mundial, era dueño de cuantiosas riquezas, aunque seguía siendo un hombre de costumbres sencillas que recibía en Santa Lucía a todo aquel que iba a visitarlo, para conversar, tratar de negocios o simplemente en busca de consejos.

En 1861 García Moreno y Flores quisieron nombrarlo Gobernador de la recién creada provincia de Los Ríos pero se negó a aceptar diciendo: “La política deja amargas desilusiones y crea enemigos a millares, es mi deber ciudadano servir al país, lo he hecho más de treinta años, sacrificando mis años de juventud…” ayudó al primer gobernador, Martín de Ycaza Paredes, donando parte del dinero que se requirió para la fundación del Hospital de Babahoyo.

De ideas abiertas a toda novedad, envió a sus hijos a educar a Europa porque creía que los tiempos cambiaban y se requería de nuevos y más extensos conocimientos para vivir. A su hija Carmen le compró la casa esquinera de la plaza de San Francisco para que allí habite con su esposo y dos hermanos menores y la sostuvo muchos años en París para que terminara de criar a sus cuatro hijos Federico, Abel, Elvira y Rodolfo Pérez Aspiazu y a sus cuatro medios hermanos Lautaro, Aurelio, Pedro y Efrén Aspiazu Sedeño. Dña. Carmen se mantuvo en Europa hasta que su hija Rosa Elvira Pérez Aspiazu se graduó de Concertista de piano en el Conservatorio de París, pero la joven lastimosamente enfermó de esquizofrenia, entonces volvió con ella a América y tras varios años en Guayaquil, buscándole mejores tratamientos radicaron en Lima. Esto lo hizo don Pedro como adelanto a su herencia.

En 1876 aparece como uno de los principales productores de cacao y como hacendado de primera clase y capitalista descontador en el Almanaque Ecuatoriano o Guía de Guayaquil de 1883.

A fines de 1884 se proclamó en Palenque la revolución de los Chapulos. Al frente de ella se puso el Coronel Nicolás Infante Díaz, el gobierno del presidente Caamaño envió al General Secundino Darquea con numerosa tropa, a debelar a los insurgentes. El encuentro fue en “Piscano” y huyeron los insurrectos. Al día siguiente Darquea apresó a Lautaro Aspiazu Sedeño que llegaba a la hacienda con una partida de ganado y lo envió preso a Guayaquil; mandó una carta a su padre don Pedro exigiéndole el pago de diez mil pesos por la libertad del hijo, mientras los soldados del gobierno ocupaban la casa de la hacienda y se robaban las joyas de familia que estaban en un cofre en el dormitorio. Varios días duró esta “ocupación” durante los cuales se banquetearon de lo lindo con el ganado ajeno.

Los rebeldes habían huido a Santa Lucia donde apresaron al propio don Pedro, que estaba con su hijo José María Aspiazu Andrade, exigiéndole diez mil pesos de rescate por la libertad de cada uno o los pasarían por las armas. Don Pedro dijo que solo tenía seis mil en efectivo y fue obligado a entregarlos, así como a firmar una letra de cambio por diez mil pesos más que Infante se la metió al bolsillo. En el ínterin habían llevado a los Aspiazu a la casa de la hacienda “San José de la Tranca” de propiedad de José María Baquerizo Amador que, más alerta, al saber lo que les estaba pasando a sus vecinos, había viajado a Guayaquil. Al final los “Chapulos” de Infante continuaron huyendo y fueron alcanzados por los gobiernistas que fusilaron a Infante en la plaza pública de Palenque el día 1° de enero de 1885, pero éste jefe, antes de morir, en gesto que le honra, entregó la letra a uno de los suyos, con la consigna que debía devolverla a Aspiazu.

Este desagradable episodio ocurrió cuando mi tatarabuelo Pedro tenía setenta y cuatro años, edad suficiente para retirarse de los negocios, de suerte que así lo pensó y lo hizo. Una vez en Guayaquil obsequió una bomba de fabricación inglesa al Cuerpo de Bomberos y entonces se fundó la Compañía No. 18, hasta hoy llamada “Aspiazu” en su honor. A fines de año falleció en Palenque su hijo José María, de una apostema que se le formó a consecuencia de la caída de un caballo, siendo heredado en sus bienes propios por don Pedro su padre, con lo cual se perjudicaron sus dos hermanas enteras Carmen y Dolores.

En 1891 presidió a un grupo de liberales que auspiciaron la candidatura de Clemente Ballén a la presidencia de la República, que no prosperó porque éste se excusó desde Paris. Ese año fundó la Casa bancaria y de exportación “Aspiazu Hermanos” con dos millones de sucres de capital, que dio a sus hijos Lautaro, Aurelio, Pedro y Efrén Aspiazu Sedeño. Esta empresa se transformó con el correr de los años en “Aspiazu State Limited” y luego se disolvió por voluntad de los herederos de los primitivos socios.

Para el dio grande el 6 de octubre de 1896 fue al Malecón y ordenó que se saquen de sus barcazas los muebles finos traídos de Europa por sus hijos y se coloquen las sacas de cacao de su propiedad. Los muebles quedaron abandonados en el Malecón y se quemaron cuando avanzó el fuego. En eso y en días muchas ocasiones demostró ser un hombre muy práctico.

Testó en Guayaquil el 27 de agosto de 1898 y falleció el 16 de junio del 99, de casi ochenta y cinco años de edad. Sus restos reposan en un Mausoleo de la Puerta principal del Cementerio de esta ciudad donde luce su busto. “De estatura más que mediana, tez muy blanca y sonrosada, tenía un huequito en el cráneo rosado producto de algún golpe recibido en la infancia, rasgos enérgicos, gran trabajador, engrandeció al país impulsando su economía y la agricultura de Vinces, Palenque y Santa Lucia”.